jueves, 20 de septiembre de 2012

Cuatro personajes de Neviim que sirven como modelos de identificación

Cuatro personajes de Neviim que sirven como modelos de identificación
Ezequiel Eiben
10/9/2012
23 de Elul 5772



El siguiente escrito trata sobre cuatro personajes de Neviim que sirven como modelos de identificación para mi persona Reitero lo dicho en el anterior artículo de la serie (“Cuatro personajes de la Torá que sirven como modelos de identificación”): siguiendo con la enseñanza judaica de no hacer culto irreflexivo a la personalidad de nadie, ni adorar falsos ídolos, mis modelos desarrollados apuntarán a la identificación con características, aspectos o acciones concretas de los personajes de la Torá, y no a una aprobación insensata de todo lo que hizo o dijo alguno de ellos aunque estuviera cometiendo evidentes errores o inmoralidades.

Empezaré escribiendo sobre el Profeta Samuel (Shmuel). Lo que resalto de este personaje es la rectitud en vida, y su obrar en pos de la Justicia. Estas cualidades personales se describen en su libro Samuel I, donde también quedan destacadas por contraposición a características de los hijos del Profeta, quienes no siguieron su camino y “aceptaron sobornos y pervirtieron la justicia”.
Shmuel juzgó a Israel, se preocupó por el pueblo y actuó para su protección. Está escrito: “Y dijo Shmuel: “Reunidme a todo Israel en Mitzpá y rogaré al eterno por vosotros”. Esto fue pronunciado en una época donde los israelitas debían liberarse de los filisteos, y estos últimos atacarían a los primeros. Shmuel fue reconocido y solicitado: “Los hijos de Israel le dijeron a Shmuel: “No ceses de orar al Eterno nuestro D-os por nosotros para que Él nos salve de manos de los filisteos””. Shmuel estaba en la estima del Eterno, y por su clamor salvaría a Israel. El Profeta se convierte entonces en protagonista de la liberación de Israel, y a su buena actuación se le puede atribuir que los filisteos hayan sido derrotados y mantenidos a raya: “De tal modo que los filisteos fueron batidos y no traspasaron más la frontera de Israel porque la mano del Eterno estuvo contra los filisteos todos los días de Shmuel”. Haciendo las cosas que debemos hacer, teniendo comportamientos ejemplares, y protegiéndonos, podemos alejar a los enemigos de nuestras fronteras, y vivir sin ser sometidos por el mal.
Shmuel también brinda un mensaje de pureza, coherencia y sinceridad: “Y habló Shmuel a toda la casa de Israel, diciendo: “Si vais a retornar al Eterno con todo vuestro corazón, arrojad a los dioses extraños y a las aseras de entre vosotros y dirigid vuestros corazones al Eterno; servid solo a Él, entonces Él os librará de los filisteos”. Para una persona religiosa, la interpelación es completamente clara. Ahora bien, un laico o secular también puede extraer significado del párrafo, adaptando su contenido: hay que volver a nuestras ideas, a nuestras premisas, con toda nuestra mente; hay que arrojar las ideas falsas, las doctrinas perversas. La honestidad intelectual y la acción coherente, nos llevarán hacia adelante y podremos librarnos de los enemigos.                
Finalmente, se rescata de Shmuel una posición que tiene proyección en el ámbito político: su descontento con el pedido de Am Israel de tener un rey a semejanza de las otras naciones. Relata el libro: “Pero la cosa desagradó a Shmuel cuando dijeron: “Danos un rey para juzgarnos””. Nótese a continuación la claridad y previsión de Shmuel de lo que sería un rey para el pueblo: “Y Shmuel refirió todas las palabras del Eterno al pueblo que le había pedido un rey. Y agregó: “Ésta será la manera en que el rey reinará sobre vosotros. Tomará a vuestros hijos y los pondrá a su servicio, para sus carros de guerra, su caballería y correrán delante de sus carros. Y los designará como capitanes de millares y cincuentenas; servirán a arar su campo, a recoger su cosecha, a hacer sus instrumentos de guerra y los instrumentos de sus carros de guerra. Y tomará a vuestras hijas para ser perfumistas, cocineras, panaderas. Y tomará vuestros campos, viñedos y olivares, los mejores de ellos, y se los dará a sus siervos. Y tomará a vuestros siervos, a vuestras siervas, a vuestros mancebos más escogidos, a vuestros asnos y los ocupará en sus labores. Tomará el diezmo de vuestro ganado y vosotros (mismos) seréis siervos suyos. Y os quejaréis entonces de vuestro rey a quien habréis escogido y el Eterno no os responderá en aquél día”. Cualquier semejanza con lo que ocurrió, y con los políticos de la actualidad que se creen monarcas modernos con privilegios y derechos por encima del resto de la sociedad, no es casualidad. Hay que prestar atención a la descripción desarrollada por Shmuel: cuántas veces vemos gobiernos que utilizan a sus ciudadanos como carne de cañón para sus delirantes batallas, los obligan a hacer trabajos forzados, les expropian o confiscan sus bienes, y los ahogan con impuestos para financiar sus lujos y placeres oficiales. Lo mejor sería que no hubiera reyes hombres que someten a otros hombres. Pero los hubo.   

El siguiente personaje es precisamente un rey, quizás el más conocido de todos, de quien veremos lo bueno: David. En el libro de Shmuel, cuando se refieren a él por primera vez, de entrada se lo resalta: “(…) He aquí que he visto a uno de los hijos de Isaí, betlemita, que es hábil en tañer, fuerte y valeroso, es también un hombre de guerra, hombre de discernimiento, de gallarda apostura y con quien está el Eterno”. Las habilidades y aptitudes mencionadas, llevaron a David a ganarse la aprobación de quien era rey antes que él: Saúl. También constituyen un breve pero completo resumen de quién era David y de lo que terminaría demostrando a lo largo de su vida: fortaleza para dirigir ejércitos, valentía para encarar asuntos delicados, hombre de guerra que obtuvo conquistas, y discernimiento para tomar decisiones.
Uno de los episodios más significativos de David en el cual se muestra su grandeza es el enfrentamiento con Goliat. Los soldados de Israel sentían miedo frente a este último, cómo está escrito: “Y agregó el filisteo (Goliat): yo desafío hoy a los escuadrones de Israel. Dadme un hombre para que combatamos. Y cuando Saúl y todo Israel oyeron tales palabras del filisteo, quedaron sumamente conturbados y aterrorizados. (…) Y todos los hombres de Israel, cuando vieron al hombre, huyeron de él, aterrorizados”. ¿Pero cuál es la reacción de David frente a tan amenazadora figura para Israel? Se cuenta: “Y le dijo David a Saúl: “Que no desfallezca el corazón de nadie a causa de él (Goliat). Tu siervo irá y se peleará contra este filisteo”. David sobresale del resto. Frente a una amenaza, no se queda sumido en terror, la enfrenta con valentía. Se ofrece para encarar un desafío no aceptado por nadie, con plena confianza en sí mismo. No se trata solamente de su triunfo espiritual personal, lo cual sin dudas es un gran mérito, sino también del aliento a los demás para que no desfallecieran sus corazones.     
Valores, habilidades y acciones de David se van mostrando durante la historia, como el ser un excelente músico; no matar a su perseguidor Saúl teniendo la oportunidad de hacerlo para demostrarle que él no quería estar en su contra; recopilar la obra Tehilim para honrar a D-os; y rasgarse las vestiduras al enterarse de la muerte de Saúl, quien había sido su rey, y del hijo de éste, Jonatán, que amaba a David. El famoso rey de Israel tuvo aciertos y grandes errores, pero sin dudas algo especial tenía como para que la tradición indique que el Eterno estaba con él.       

El próximo personaje también se destaca por su valentía. Se trata de Gedeón (Guid´ón). Se lee en el libro de Shoftim (Jueces): “Y se le apareció el Ángel del Eterno quien le dijo (a Guid´ón): “El Eterno está contigo, varón fuerte y valiente”. Guidón desgranaba trigo cuando se produjo la aparición, y antes de ser sumamente reconocido por el pueblo, ya contaba con dichas cualidades, por las cuales el Ángel del Eterno se fijó en él. El muchacho demuestra no dar todo por sentado, ser un cuestionador, y estar sufriendo por su destino y el de su pueblo: “Y Guidón le respondió: “Oh, Señor, si el Eterno está con nosotros, ¿por qué entonces nos ha sucedido todo esto? ¿Y dónde están todas Sus maravillosas obras que nos refirieron nuestros padres, diciendo: “¿No nos ha traído el Eterno desde Egipto?”. En cambio el Eterno se ha desentendido de nosotros, entregándonos en manos de Midián””. La confianza del Eterno en Guidón, a pesar de las dudas del varón, se ve manifestada: “Y el Eterno, volviéndose hacia él, le dijo: “Anda con esta fuerza tuya y tu salvarás a Israel de manos de Midián. ¿Acaso no te lo mando yo?” (…)”. El Eterno lo observaba como el hombre fuerte que salvaría a Israel de sus opresores. Guidón no se veía a sí mismo de tal manera, y dudaba de sus posibilidades y de su condición: “(…) “¡Ay, Señor!  ¿Con qué he de salvar a Israel? He aquí que mi familia es la más pobre de la tribu de Manasés, y soy el menor de la casa de mi padre” (…)”. Guidón sigue dando muestras de no dar todo por sentado, de no absorber simplemente lo que sucede a su alrededor sin tratar de entender, criticar y comprobar. Leemos: “Y le dijo (Guidón): “Si he hallado favor a Tus ojos, te ruego que me des una señal de que eres Tú mismo quien habla conmigo (…)”. Esto habla muy bien de él, sobre todo cuando vemos que hay gente que se transforma en ciegos seguidores de “incuestionables” representantes del mesianismo político, autómatas que van detrás de falsos profetas vestidos con las ropas de líderes carismáticos, y masificados elementos útiles a promesas vacías y a la indefinición gris que mantiene en la ignorancia.
Finalmente Guidón triunfa en su batalla militar contra Midián, llega a ser solicitado por los hombres de Israel para reinar sobre ellos (aunque él no acepta por sostener que era el Eterno quien debía reinar), y en su tiempo hay cierta tranquilidad. Se lee: “Pero Midián fue derrotado ante los hijos de Israel y nunca más levantó cabeza. Y la tierra tuvo cuarenta años de descanso en los días de Guidón”. Un valorable mensaje de esta historia es la superación personal de quien dudaba de sí mismo y de donde provenía, que termina por transformarse en protagonista de la liberación de Israel y por cuyo obrar se gozó de un tiempo de paz y calma.                 

Por último, me voy a referir a Sansón (Shimshón). Este personaje demuestra que no se queda pasivo al ser lastimado, sino que busca recuperarse y vengar las heridas. En el libro de Shoftim se cuenta que cuando Shimshón organiza un banquete y propone un enigma a unos asistentes, estos últimos terminan extorsionando a la mujer del anfitrión (hija de filisteos), amenazándola de muerte, para que le sacara la respuesta a su marido y se las rebelara. Cometen trampa los aludidos y responden el enigma; a lo que Shimshón dice: “Si no hubierais arado con mi vaquita, no habríais descubierto mi enigma”. Lleno de ira, Shimshón sube a la casa de su padre, y su mujer termina siendo dada a un compañero que había sido su amigo. En época de cosecha, Shimshón vuelve para visitarla, y en boca de quien fue su suegro se entera de la terrible verdad. Shimshón reacciona contra los filisteos y hace consumir con fuego las hacinas y mieses por segar, las viñas y los olivares. Los filisteos al ver lo sucedido, queman a la mujer y al padre de ella. Lo que sigue se cuenta del siguiente modo: “Y les dijo Shimshón: “Ya que habéis hecho un crimen como éste, juro que no me detendré hasta tomar venganza de vosotros”. Y los hirió dejándolos tendidos pierna sobre muslo con gran matanza (…)”. Shimshón actuó de manera que quienes buscaron lastimarlo, pagaron un alto precio. Sufrió primero al perder a su mujer y luego cuando esta es asesinada por los filisteos, pero no se quedó quieto, sino que recurrió a la represalia. Hay personas que frente a las desgracias se derrumban y permiten que sus verdugos sigan hiriéndolos; la lección de Shimshón es precisamente la opuesta: sobreponerse y retaliar a los enemigos. La filosofía de Shimshón es explícita en el siguiente pasaje: “Entonces tres mil hombres de Judá bajaron a la hendidura de la roca de Etam y le dijeron a Shimshón: “¿Sabes tú que los filisteos nos gobiernan? ¿Qué es entonces esto que nos has hecho?”. Y él les respondió: “Como ellos me hicieron a mí, así les he hecho a ellos””. Ni el hecho de que los asesinos pertenecieran a los filisteos (que gobernaban a Israel), detuvo la sed de revancha de Shimshón; él prosiguió aunque sus actos desafiaran a la autoridad de quienes sometían a su pueblo.
Aquí es bueno efectuar una aclaración: no estoy a favor de la violencia como método para tratar con las personas; sino de represalias contra agresores. Tampoco sostengo que las represalias dentro de una sociedad también incluyan deliberadamente como blanco adicional a quienes no iniciaron el uso de la fuerza física, porque contra estos últimos la supuesta represalia no sería tal, sino lo contrario: un inicio de la fuerza. Quien expresa de manera cristalina el derecho a la legítima defensa y la retaliación es la filósofa Ayn Rand, que escribe: “
La consecuencia necesaria del derecho del hombre a la vida es su derecho a actuar en defensa propia. En una sociedad civilizada, la fuerza únicamente puede usarse como represalia, y sólo contra quienes inicien su uso. Todas aquellas razones por las cuales la iniciación del uso de la fuerza física es un acto de maldad, convierten su uso como represalia en un imperativo moral. Si alguna sociedad "pacifista" renunciase a las represalias mediante la fuerza quedaría indefensa, a merced del primer malhechor decidido a seguir el camino de la inmoralidad. Una sociedad así obtendría lo opuesto a su intención: en lugar de abolir la maldad la apoyaría y la recompensaría” (1).

Para concluír, nuevamente observamos en Neviim y sus personajes lo que ya estudiamos y comprendimos en la Torá sobre los suyos: no se presentan dioses humanos, sino hombres con aciertos y errores. Los estudiosos debemos reflexionar acerca del obrar de cada uno descripto en los pasajes de Neviim a los fines de extraer lo bueno y desechar lo malo; aprender de las virtudes y aciertos, y no repetir los vicios y errores. Es importante aclarar esto ya que el encaminarse al armado de modelos de identificación con valores tiene un verdadero significado moral cuando los construimos con ahínco en base a las virtudes y logros de los personajes seleccionados, y teniendo en cuenta sus buenas ideas; y no cuando nos tapamos los ojos con una venda y nos limitamos a seguir ciegamente a personas, más allá de sus ideas, absorviendo y haciendo caso aún a sus arbitrariedades, inmoralidades y bajos caprichos.   

Fuentes:    
La Biblia. Hebreo-español. Versión castellana conforme a la tradición judía por Moisés Katznelson. Editorial Sinaí.
1- Rand, Ayn; “La virtud del egoísmo”, Editorial Grito Sagrado.


domingo, 2 de septiembre de 2012

Cuatro personajes de la Torá que sirven como modelos de identificación

Cuatro personajes de la Torá que sirven como modelos de identificación
Ezequiel Eiben
11/7/2012
21 Tamuz 5772



El siguiente escrito trata sobre cuatro personajes de la Torá que sirven como modelos de identificación para mi persona. Antes que nada me es preciso aclarar que siguiendo con la enseñanza judaica de no hacer culto irreflexivo a la personalidad de nadie, ni adorar falsos ídolos, mis modelos desarrollados apuntarán a la identificación con características, aspectos o acciones concretas de los personajes de la Torá, y no a una aprobación insensata de todo lo que hizo o dijo alguno de ellos aunque estuviera cometiendo evidentes errores o inmoralidades.  

Me identifico con Moshé (Moisés) por algunas de sus acciones que proceden de la misma raíz: su noción de Justicia. Cuando Moshé observa como un egipcio maltrataba a un esclavo hebreo, no soporta la situación e intercede a favor de la víctima. Leémos en Shemot (2:11-12): “Sucedió en aquellos días que Moshé creció y salió con sus hermanos, y observó sus sufrimientos; y vio que un hombre egipcio golpeaba a un hombre hebreo, a uno de sus hermanos. Miró hacia un lado y hacia el otro, y vio que no había nadie; golpeó mortalmente al egipcio y lo escondió en la arena”. Como férreo defensor de sus valores, podía llegar hasta el extremo de matar a un agresor en defensa de los inocentes, para evitar que el mal triunfara. Su compromiso con la Justicia se ve también en el respeto de la Ley de la cual él era encargado de difundir y hacer cumplir; para esto, relata Shemot que Moshé  “Tomó el Libro del Pacto y lo leyó a oídos del pueblo, y ellos dijeron: «Todo lo que ha dicho El Eterno ¡lo haremos y lo obedeceremos!».
Además de este dichoso basamento en la Justicia, Moshé demuestra, incluso antes de ser el líder de los Hijos de Israel, que no cae en la monotonía de una rutina automática, sino que su gran espíritu responde a eventos especiales y busca algo superior a lo que tiene. Shemot dice “Un ángel de El Eterno se le apareció en una llamarada de fuego que salía de un arbusto. Él vio, y he aquí que el arbusto ardía en el fuego, mas el arbusto no se consumía. Moshé dijo: «Me apartaré y contemplaré esta gran imagen ¿por qué el arbusto no se consume?». El Eterno vio que se había apartado para ver; y Dios lo llamó de entre el arbusto y dijo: «Moshé, Moshé » y él respondió: «Heme aquí»”. Ante lo que le resultó grandioso, dejó lo que estaba haciendo (algo más simple); decidió apartarse y contemplar la imagen.
Por un lado, pienso que la Justicia es un valor cardinal a tener presente en todas las relaciones humanas, un parámetro de actuación personal moralmente infaltable, y un principio rector necesario para los hombres. Por otro lado, el ímpetu de saber más, de romper con lo establecido cuando no conforma, de avanzar hacia lo nuevo, de aumentar nuestras capacidades y conocimientos, es apropiado para tener una actitud positiva para progresar en la vida. 

Me identifico también con características de Ioshúa (Josué). Este personaje fue un hombre de confianza de Moshé, un gran sucesor y líder destacado en el terreno militar. Enfrentó al terrible enemigo de Israel, Amalek. De Shemot: “Vino Amalek y se enfrentó a Israel en Refidim. Moshé le dijo a Ioshúa: «Elígenos gente y ve a enfrentarte a Amalek; mañana me pararé sobre la cima del monte con la vara de Dios en mi mano». Ioshúa hizo tal como le dijo Moshé y se enfrentó a Amalek; y Moshé, Aarón y Jur subieron a la cima del monte”.
Otra prueba del carácter de Ioshúa es su optimismo y confianza, a lo que se le agrega su honestidad. Esto es palpable en Bemidbar cuando son enviados los espías, él entre ellos: “El Eterno habló a Moshé, diciendo: «Envía para ti a hombres, y que espíen la Tierra de Canaán que Yo doy a los Hijos de Israel; un hombre por su tribu paterna enviarás, cada uno un líder entre ellos». Moshé los envió desde el Desierto de Parán ante la orden de El Eterno; eran todos hombres distinguidos, cabezas de los Hijos de Israel. (…) Por la tribu de Efraim, Hoshea, hijo de Nun. (…) Moshé llamó a Hoshea hijo de Nun: Ioshúa. (…) Ioshúa, hijo de Nun, y Caleb, hijo de Iefune, de los espías de la Tierra, se rasgaron las vestiduras. Hablaron ante toda la asamblea de los Hijos de Israel, diciendo: « La Tierra por la que pasamos para espiarla, la Tierra es buena, ¡es muy buena! Si El Eterno lo desea, Nos traerá a esta Tierra y nos la dará a nosotros, una Tierra en la que fluye la leche y la miel. ¡Pero no os rebeléis contra El Eterno! No debéis temer al pueblo de la Tierra, pues ellos son nuestro pan. Su protección los ha abandonado; El Eterno está con nosotros. ¡No les temáis!»”. Ioshúa sabía que podían triunfar, estaba animado al reflexionar porque Israel tenía las fuerzas suficientes para poder conquistar la Tierra Prometida, pensaba en positivo y veía un panorama alentador. Además, no traicionó su consciencia e informó lo que observó; no realizó un mal informe, falseando datos, poniendo a la Asamblea en contra de Moshé, divulgando el pánico y la resignación en el Pueblo de Israel, como otros espías sí lo hicieron.
Tener algo por lo cual luchar, y ser un radical defensor de eso que atesoramos, es lo que nos permite estar bien parados de cara a las batallas que tengamos que librar y los desafíos que tengamos que superar para proteger lo que estimamos y valoramos. Reconocer nuestras capacidades, elogiarnos a nosotros mismos por nuestros méritos, y ser honestos en el obrar al estilo Ioshúa, son señales que nos conducirán adecuadamente por el camino.    

El siguiente personaje a tratar es Abraham. Se lo puede considerar como padre del monoteísmo y del judaísmo, lo que expresa aquí la característica para admirar: Abraham se aleja de las prácticas politeístas y de la idolatría circundante, en un mundo plagado de cultos violentos e inhumanos, para asumir una nueva ética, y elevarse así a un nivel espiritual superior a las inmoralidades que lo rodeaban.
El monoteísmo judío, iniciado con Abraham, es un monoteísmo ético. Implica una serie de cuestiones trascendentales además de creer en un solo Di-s: se desprenden principios morales y normas éticas que organizan un modo de vivir y ver la vida. Es la creencia en un solo D-os y la realización terrenal de esa ley de inspiración divina, traduciendo en actos y pensamientos las enseñanzas que obtenemos de D-os, el cumplimiento de los preceptos como personas y como pueblo (1). Desarrollado en la Torá, el monoteísmo ético expone los altos valores de Libertad y Justicia. Libertad, ya que somos personas con posibilidad de elegir, que hacemos o no hacemos por nuestra propia voluntad, que disfrutamos de nuestros logros, asumimos nuestros errores y somos responsables por ellos. Mientras que sobre la Justicia, agregando a lo antedicho, Gustavo Perednik describe el concepto de la ley primordial,  “la primera de todas las leyes que, de acuerdo con el judaísmo, la humanidad (y no exclusivamente los judíos) está obligada a cumplir. Esta obligación puede ser considerada como el máximo mandamiento judaico. En el escueto lenguaje talmúdico se denomina "dinín" y comprende la administración de la justicia, la creación de tribunales, el imperio de la ley o, en términos más modernos, el estado de derecho” (2).
Lo rescatable aquí es que esta tradición encumbrada en valores protectores de la naturaleza y dignidad humanas tiene un puntapié inicial en Abraham, quien toma la vital y valiente decisión de asumir una ética diferente a las conocidas y acomodar su vida y la de su descendencia a este nuevo estándar moral. No es un detalle menor la edad avanzada que tenía Abraham cuando eligió, teniendo en cuenta que es común observar que a muchas personas mientras más pasan los años más les cuesta el cambio, o menos ganas tienen de renovarse. Bereshit cuenta: “El Eterno le dijo a Abram: «Vete de tu tierra, de tus familiares y de la casa de tu padre, a la tierra que he de mostrarte. Y Yo te convertiré en una gran nación; te bendeciré y engrandeceré tu nombre, y tú serás una bendición. Bendeciré a aquellos que te bendigan, y al que te maldiga, lo maldeciré; y todas las familias de la tierra se bendecirán en ti». Y Abram se fue, como El Eterno le había mandado, y Lot fue con él; Abram tenía setenta y cinco años cuando se fue de Jarán”.  

Por último, señalo como modelo de identificación el carácter y la estatura moral en momentos determinados de un personaje femenino, una de nuestras Matriarcas: Rivká (Rebeca). Se explica en estudios sobre las figuras femeninas en el judaísmo que Rivká no parece “coincidir con la imagen de una mujer sumisa y pasiva, carente de voluntad propia. Más allá de las cualidades morales: bondad, afección, caridad, hospitalidad que el siervo de Abraham descubre en ella, Rivká se manifiesta activa y más aún, emprendedora. Actúa por decisión e iniciativa propia, no sólo como reacción a una situación dada” (3). Es decir, que en Rivká vemos a una mujer que vive su vida, en términos de nuestros días, proactivamente; no es mera espectadora, no es conformista, sino que tiene juicio propio e iniciativa individual, rasgos comunes en las personas emprendedoras. Y además sus cualidades morales son destacables, siendo una buena persona, manifestando su cariño, y con interés propio en ayudar. Una combinación entre activismo e integridad moral hacen de un individuo con premisas correctas alguien estimable, con valorables proyectos a desarrollar y elevadas metas a alcanzar. Ilustrativos resultan a los efectos de comprobar las cualidades de Rivká, los pazukim de Bereshit: “El sirviente fue corriendo hacia ella (Rivká) y le dijo: «Por favor, déjame beber un poco de agua de tu cántaro». Ella dijo: «Bebe, señor mío», y rápidamente bajó el cántaro a la mano y le dio de beber. Cuando terminó de darle de beber, dijo: «Sacaré agua también para tus camellos, hasta que terminen de beber». Se apresuró y vació su cántaro en el abrevadero, y corrió nuevamente hacia la fuente para sacar agua; y sacó agua para todos sus camellos. El hombre estaba asombrado y silencioso, aguardando saber si El Eterno había hecho exitoso su camino o no. Y sucedió que cuando los camellos terminaron de beber, el hombre tomó un aro de oro de medio siclo de peso y dos brazaletes, que pesaban diez siclos de oro. Y le dijo: «¿De quién eres hija? Por favor, dime. ¿Acaso hay lugar en casa de tu padre para que pasemos la noche?». Ella le dijo: «Soy la hija de Betuel, hijo de Milcá, quien lo tuvo de Najor». Y le dijo: «Tenemos abundancia de paja y de forraje, así como lugar para dormir». El hombre se inclinó y se postró ante El Eterno”. 

En definitiva, si hay algo que la Torá se encarga de dejar bien en claro en relación a sus protagonistas humanos, aún respecto de los más importantes líderes, es que son hombres y mujeres de esta Tierra; no son dioses, no se confunden con seres divinos, ni encuadran en una categoría sobrenatural o metafísica diferenciada que los iguala al Creador. Esto se traduce en que el Libro de los Libros remarca de sus personajes tanto sus aciertos como sus desaciertos, sus virtudes y sus pecados. Los humaniza, en vez de idealizarlos aduladoramente. Por lo tanto, como ya expliqué, elijo con qué quedarme de rescatable de cada figura, tras una evaluación responsable, sin sentir la necesidad de justificar lo injustificable o de racionalizar lo erróneo. Desde esta posición, se puede compartir y desechar, analizar y juzgar, la obra de los individuos, aceitando los mecanismos intelectuales y empleando el ojo crítico sin un compromiso previamente asumido con la dispensa moral.        

Fuentes:
Traducción de la Torá: http://www.tora.org.ar
(1): El monoteísmo ético, un aporte judío a la humanidad – Ezequiel Eiben.   http://ezequieleiben.blogspot.com.ar/2010/02/el-monoteismo-etico-un-aporte-judio-la.html
(2): Judaísmo y democracia – Gustavo D. Perednik.
http://jinuj.net/articulos_ver.php?id=710
(3):
Curso: Figuras Femeninas. Clase 1: De madres y matriarcas. - Centro Lookstein de Estudios Judaicos.
www.cejlookstein.org.il/Figurasfemeninas/Clase1.doc