jueves, 22 de agosto de 2013

Reinterpretación a favor de los judíos de una encuesta sobre antisemitismo



Reinterpretación a favor de los judíos de una encuesta sobre antisemitismo
Ezequiel Eiben
22/8/2013
16 Elul 5773

En el año 2011 fue publicada una encuesta sobre antisemitismo[1] realizada por el instituto Gino Germani de la Universidad de Buenos Aires, a pedido de la DAIA. 1500 argentinos en distintos puntos del país fueron interrogados, y los resultados que arrojó el informe acentuaron la preocupación en líneas generales de la comunidad judía. Arraigados prejuicios y miopes observaciones, de nacimiento en mitologías y libelos del antijudaísmo en épocas pasadas y remotas, seguían presentes en pleno siglo XXI, manteniéndose, renovándose, regenerándose.
Este artículo no tratará sobre la totalidad del contenido del informe, ni sobre todas las ya conocidas muestras de judeofobia en parte de la población argentina. El propósito del presente es tomar una porción de respuestas y reinterpretarlas a favor de los judíos mediante un nuevo enfoque. Y para esto, se requiere que el prisma esté puesto precisamente en los judíos y no en los que agitan judeofobia, reparten prejuicios y concentran ignorancia.
Los datos del informe que tomaré son los que, en primer lugar, se referían a cuál es el principal interés de los judíos: un 82% respondió que “su interés principal es hacer negocios y ganar dinero”. Los segundos datos de los que nos valdremos son los alusivos a los judíos y los negocios: un 68% se inclinó a decir que “los judíos tienen mucho poder en el mundo de los negocios” y un 65% sostuvo que los judíos tienen “mucho poder” en el mercado de finanzas[2].
Parte de estas respuestas, reitero, están basadas en los prejuicios o animadversiones de los encuestados y no tienen un significado positivo para los judíos. Pero frente a este panorama, insisto en poner el foco en los propios judíos[3]. La significación que esbozaré a continuación no surge de las intenciones de los encuestados, sino de la propuesta de cómo los judíos pueden leer beneficiosamente sus actuaciones sin estar pendientes de lo que de ellas entiendan los demás.
Para empezar, no es malo hacer negocios y ganar dinero. Sentimientos de repulsión hacia el comercio y el lucro se anclan en sectores sociales debido a malas ideas difuminadas por intelectuales, y pensamientos erróneos de quienes no teniendo tanta formación desconocen la naturaleza exacta del objeto de su odio y desprecio. Hacer negocios es realizar transacciones con el consentimiento de los intervinientes para mutuo beneficio. Es tratar con otros seres humanos en base a un acuerdo de voluntades contractual que permite el despliegue de valoraciones y decisiones de las partes sobre sus bienes y producciones. Se hace negocios actuando en el mercado, el ámbito pacífico de relaciones humanas donde se intercambian bienes y servicios de manera voluntaria. Ganar dinero es la consecuencia natural por haber realizado un buen negocio (haber ofrecido necesarios productos y demandados servicios). Es la premiación del público al propio emprendimiento que satisface las necesidades en el mercado. El dinero es el medio de intercambio por excelencia entre hombres que se tratan como hombres y se relacionan pacíficamente. ¿En qué contextos no se pueden realizar negocios y ganar dinero en condiciones de normalidad? En las dictaduras, en los Estados totalitarios, en los países que sofocan su economía y donde la proliferación intervencionista de la política todo lo alcanza. Tales escenarios no reflejan acuerdos voluntarios sino imposición de voluntad, no hay acuerdos pacíficos sino sometimiento por la fuerza. No hay trato de hombres como hombres mediante dinero, sino salvajismo mediante garrote. Los hombres de negocios son hombres de razón; los hombres dictatoriales son hombres de fuerza bruta. Los que libremente acuerdan prestaciones y cancelan sus obligaciones mediante dinero son los que se apoyan en el principio básico del obrar con consentimiento y reciprocidad; los que rechazan el mercado y optan por los mecanismos coercitivos del Estado para regular y controlar las relaciones humanas son los que se asientan en el principio del inicio de la violencia.
Tener poder en el mundo de los negocios es tener poder económico. Una persona con poder económico es un ser productivo que desarrolla bienes y servicios requeridos por los demás por su capacidad para satisfacer las demandas de la sociedad. El poder económico se va construyendo en base a la inventiva, genialidad creativa, innovación, idoneidad profesional, visión de lo que hace falta y de lo que puede hacerse. En el ámbito del mercado, la contracara es el poder político. Este es el poder que moviliza los mecanismos del Estado que redistribuyen riqueza por la fuerza,  da a unos lo que se le quita a otros, burla o ignora las preferencias de los consumidores y reparte premios y castigos de manera arbitraria. Una persona con poder político para intervenir el mercado es un burócrata improductivo que arruina economías o un empresario prebendario que destruye la competencia.
Los judíos, como hombres de negocios que ganan dinero y ostentan poder económico, tienen que estar orgullosos. Tienen que reinterpretar a su favor lo que los datos del informe señalan, y saber con alegría y sentido de eficacia que hay una sólida moralidad detrás de lo que hacen. En vez de refugiarse ante la errónea perspectiva de los encuestados, los judíos tienen que sacar a relucir sus correctos principios de acción.
Los judíos debemos saber que lo que los prejuicios y la judeofobia toman como vicios, son en realidad nuestras virtudes. Judeófobos e ignorantes consideran que son características malas, indeseables o inmorales; nosotros tenemos que saber que son características buenas, deseables y morales.
Ser hombre de negocios que gana dinero y tiene poder económico es dar una buena imagen ante ojos que sepan ver y apreciar lo que tales conceptos significan. Y sobre todo, es auto-realización. Los ojos que no quieren ver tales virtudes son los que ignoran en qué consisten, o los que sabiéndolo, prefieren lo opuesto: los vicios de la violencia, los mandatos dictatoriales y la política de la imposición. Hombres que promueven libertad y respeto por los acuerdos de voluntades, no caerán bien a quienes promueven esclavitud y desprecio por las transacciones comerciales.
Por todo esto, los judíos no tienen que aceptar culpa o tratar de desvincularse de las “acusaciones” de ser hombres de negocios. Por el contrario, tienen que asumir orgullosamente que lo son, y que lo van a seguir siendo. Que los judíos continúen con sus negocios y los amplíen; que ganen más dinero y acumulen capital; que ostenten su poder económico, el poder de la producción, de la generación de empleo, de la inversión, de la elevación de los estándares de calidad de vida. Por supuesto, no tienen que admitir que los negocios son “su único interés”, pero sí tienen que clamar que es un interés completamente legítimo.
Lo que los señalados judeófobos odian es lo que los judíos aman: la productividad, la satisfacción del propio interés, el trato pacífico, la relación entre personas como comerciantes intercambiando valor por valor. Por algo aquellos lo odian, por algo estos lo aman. Los incompetentes, envidiosos y opositores a la libertad humana van a odiar la ética de los competentes, orgullosos y promotores de la libertad humana.
Karl Marx (de origen judío) propagó el odio y desprecio a los judíos por motivos económicos. Escribió el judeófobo autor:
Consideremos al judío real, mundano (…).
¿Cuál es el fundamento secular del judaísmo? La necesidad práctica, el interés propio. ¿Cuál es la religión mundana del judío? La usura. ¿Cuál es su Dios mundano? El dinero.
¡Pues bien entonces! La emancipación de la usura y el dinero, por consiguiente, del judaísmo práctico y mundano, sería la autoemancipación de nuestra época.
Una organización de la sociedad que aboliera las precondiciones para la usura, y por lo tanto la posibilidad de practicar la usura, haría imposible al judío[4].
     
Frente a esto, resulta pertinente citar al Dr. Yaron Brook:
Cuando una cultura se va haciendo más colectivista, se va haciendo más racista. Y el antisemitismo es una forma de racismo (…). Además, la gente cuando es colectivista se vuelve más racista en tiempos de crisis, en tiempos de stress, cuando están buscando a alguien a quien culpar por algo que va mal en sus vidas y las vidas de los que están a su alrededor. Entonces cuando piensas en crisis financiera y crisis económica, y en guerras, ahí es cuando en culturas colectivistas la gente está buscando un escape y alguien a quien atacar, y los judíos son un blanco conveniente para eso (…).
(El antisemitismo también tiene que ver con el anti-capitalismo) por el hecho de que los judíos son muy exitosos, primariamente exitosos en el área de las finanzas.
Tengo un ensayo en defensa de la usura que documenta su historia, y lo interesante es que lo conecto con el antisemitismo por varias razones (…). Los judíos se convirtieron en los usureros de la Edad Media cuando a los cristianos no les estaba permitido serlo, y los judíos eran odiados por ello, porque la usura en ese tiempo era considerada un pecado moral (...). Entonces usura, préstamo de dinero, banca y lo que tiene que ver con el capitalismo lleva a decir “odiamos al capitalismo, odiamos a los judíos”.
(En su ensayo “La cuestión judía”, Karl Marx) describe por qué odia a los judíos. Era un gran antisemita. Los odia por su interés propio, porque persiguen el lucro, porque quieren ganar dinero. Habla de que son egoístas y están mejorando sus vidas. (…) Lo que realmente motivaba a Marx era su odio por el interés propio, su odio por el individualismo, y vio esas características en los judíos del Siglo XIX, y odió a los judíos por ello. Los colectivistas odian a los judíos, odian al capitalismo, porque el capitalismo es pro-individuo, pro-interés propio, pro-lucro, y los judíos se han convertido en un símbolo de estos atributos[5].      
En definitiva, los judíos deben celebrar ser un símbolo del liberalismo y del capitalismo. Es una conducta virtuosa el perseguir el interés propio, es lícito querer ser el beneficiario de las propias acciones, es correcto vivir para alcanzar los propios valores, es moral ser un egoísta con autoestima. El individualismo respeta los caminos elegidos por cada hombre, y considera a las personas fines en sí mismas. Esta posición ética es la pertinente para que se desarrolle el mercado donde se plasma el principio de intercambio voluntario que respetan los judíos como hombres de negocios.
Difundiendo las ideas correctas de libertad, lucro y egoísmo racional que modifiquen las erróneas percepciones que sectores de la sociedad tienen al respecto; y aceptando con orgullo ser lo que son, sin eludirlo por culpas creadas artificialmente debido a impertinencias conceptuales; los judíos lograrán transformar lo que es una acusación en una declaración de admiración. Hacer negocios, ganar dinero y tener poder económico ya no será visto desde el odio medievalista, marxista y judeofóbico, sino que será evaluado desde la óptica judía, liberal, capitalista: como virtud.


[1] Prefiero el término “judeofobia”, pero respetaré aquí el uso de “antisemitismo” porque es el empleado por el informe.
[2] Datos extraídos de: Preocupante encuesta sobre antisemitismo, por Sergio Dattilo. Ámbito Financiero, 21/09/2011
[3] Soy un defensor del individualismo y de la consideración concreta de cada persona. No estoy a favor de colectivizaciones indebidas. En este artículo me referiré a “los judíos” de manera general, siguiendo la línea que pretende el informe de medir la judeofobia y los prejuicios contra este grupo específico. No es mi intención identificar con las características que atribuiré aquí a “los judíos” a quien no quiera ser identificado. La abstracción “judíos” es empleada con fines prácticos, haciendo esta salvedad, y sin ningún propósito inmoral oculto.  
[4] Marx, Karl; La cuestión judía. Puede leerse en este link: http://www.marxists.org/archive/marx/works/1844/jewish-question/
[5] Lo presentado es un resumen con algunas modificaciones de carácter técnico que hacen a la adaptación de la forma del mensaje, sin modificar el sentido de su contenido. El comentario completo de Yaron Brook puede escucharse en: YBrook: What is the explanation for the grotesque amount of anti-Semitism today?
http://www.peikoff.com/2013/06/10/what-is-the-explanation-for-the-grotesque-amount-of-anti-semitism-today/

jueves, 15 de agosto de 2013

Necesitamos la radicalización del discurso de los dirigentes comunitarios judíos



Necesitamos la radicalización del discurso de los dirigentes comunitarios judíos
Ezequiel Eiben
15/8/2013
9 de Elul 5773

El “punto medio” es un síntoma de lo que Ayn Rand llamó “el culto a la moral gris”. Esa práctica tan en boga en nuestros días de rechazar ver las cosas en términos de blanco o negro, y preferir la actitud mediadora entre extremos opuestos, el espíritu de conciliación ante lo que se muestra como irreconciliable, y la transigencia con lo que se sabe injusto o falso. Como se ve, esta mala costumbre lleva a hacer retroceder a la justicia frente a la injusticia, y traicionar el campo de lo bueno cediéndole espacio a lo malo. Los resultados no pueden ser óptimos.
El punto medio, o matices de grises, es lo que lamentablemente escuchamos en los discursos de muchos representantes de la dirigencia comunitaria judía en lo que a Israel y la guerra en su contra concierne. Hay una desagradable corrección política en la forma de presentación de ideas, y en el contenido puntual de las mismas. Así, la causa de Israel es expuesta de manera tergiversada, o bien liviana, sin dar a entender su verdadero y legítimo alcance. Y por esa pasividad o negligencia, el enemigo de Israel gana el terreno cedido (metafórica y literalmente).
Escuchamos de parte de nuestra dirigencia que “hay que firmar la paz en Medio Oriente y acordar la creación de un Estado palestino”, como si bastara una mera expresión de deseos para justificar el punto; y no hiciera falta un análisis de la realidad para contemplar las oportunidades de lograrlo, y más aún, verificar la justicia (si la hubiera) en tal posición. La fórmula “dos Estados para dos pueblos” que está detrás de toda campaña por la paz, se ha insertado con éxito en las mentes de la dirigencia. Y a decir verdad, esto último no es peculiar de ellos, ya que es una política que el propio Estado de Israel a nivel oficial ha aceptado y asumido.
Ahora bien, están aquellos que quieren la paz inmediata, a toda costa, con la consiguiente creación del Estado palestino; y aquellos que no la quieren de manera inmediata sino tras un sincero proceso de acuerdos bilaterales, sin renunciar a posiciones fundamentales de Israel, pero en definitiva conduciendo al mencionado Estado palestino. Entre ambas posiciones, hay una diferencia: la segunda proclama exigencias como reconocimiento de derechos básicos, que a la primera le resultan banales o por lo menos no prioritarios frente a la urgente necesidad de paz. Sin embargo, las dos comparten en el fondo un punto: el camino conduce hacia la creación del Estado palestino, tarde o temprano, de una forma u otra.
En la inmensa mayoría de los casos, ya no se discute la justicia en la creación o no creación del Estado palestino; solo se discuten los medios para implementar una decisión que ya parece tomada definitivamente.
Y aquí es donde la moral gris del punto medio causa su daño. Están quienes creen que la paz se puede firmar con asesinos sin que estos renuncien a serlo, porque satisfaciendo unos mínimos reclamos el panorama cambiará. Están quienes establecen equivalencias entre las pretensiones justas de autodefensa de Israel y las pretensiones injustas de las políticas de sus enemigos. Y están quienes saben que no hay condiciones propicias para la paz y el surgimiento del Estado palestino porque no puede existir negociación sensata teniendo a terroristas, tiranos que han jurado asesinarnos o representantes que no nos reconocen como contraparte, y aún así maquillan la situación haciéndole creer a su público que del otro lado hay un verdadero socio dispuesto a tendernos la mano en un acuerdo honesto sin sospechas. Es más, están quienes no quieren saber nada con la creación del Estado palestino, pero que dejándose llevar por la corriente del momento no alzan su voz y se pierden río abajo confluyendo con los demás.
Por supuesto, hay dirigentes que cumplen papeles oficiales en instituciones sionistas financiadas con dinero de Israel, los cuales tienen que mantener en cumplimiento de su deber una determinada línea discursiva que sea igual o afín a la que se maneja en la política pública israelí. No necesariamente porque Israel baje línea (de hecho es sabido que la dirigencia sionista en la diáspora por más que reciba material didáctico trabaja con libertad de contenidos), sino por el propio respeto del dirigente hacia las ideas que transmite la institución y le interesan a los financistas de la misma en la cual asume el cargo. Si Israel ya ha aceptado oficialmente la futura creación de un Estado palestino en el marco de un tratado de paz, el dirigente en cuestión no podrá cómodamente salir a hablar del rechazo a esta posición precisamente en representación de Israel a través de una institución que mantiene la línea oficial. Pero el resto de la dirigencia, que no tiene compromiso alguno con el mantenimiento por decisión propia de una línea oficial; si considera improbable, o más profundamente una injusticia, la creación del Estado palestino ¿por qué no lo dice? ¿Se está cuidando de algo (como se cuidan los políticos a la hora de medir qué revelaran y qué ocultarán)? ¿Tiene miedo de no “pertenecer” al club de la corrección política que trae popularidad?
El punto medio se da por dos razones principales, la primera siendo reflejo de la segunda: por la conveniencia política de mantener una posición conciliadora que procure no dejar afuera a los diversos intereses en juego (aunque estos sean espurios); y porque es una visión del mundo instalada y acentuada en la cultura actual donde se cree que lo correcto está en el medio y que solo así se consigue la honradez y el apropiado desempeño moral, lejos de los extremos que son malos por definición.
Los dirigentes que quieran salir de la pegajosa corrección política y actuar acorde a lo que indica la realidad, deben superar esto. Hay un problema si se está quedando bien con los buenos y con los malos por igual; y hay un problema si se piensa que los buenos tienen ciertas razones legítimas al igual que los malos. En un choque de posiciones entre el bien y el mal, la única opción moral correcta es ponerse completamente, sin transigencias, y en modo extremo, del lado del bien. Por lo tanto, aquellos que estén en contra de la creación de un Estado palestino en términos morales, deben decirlo. Su voz necesita ser escuchada, y hacer las veces de un rayo de nueva luz blanca que ilumine lo que por mucho tiempo ha estado en la penumbra gris y que nos aleje definitivamente de la negra oscuridad.
Ciertos dirigentes musulmanes y simpatizantes judeofóbicos entienden lo que es afirmar una posición y situarse en un extremo para defender sus reclamos. En la última celebración del Día Internacional de Al-Quds en solidaridad con la causa palestina, el Sheik Abdul Karim Paz de la mezquita At-Tahuid en Buenos Aires, dijo en relación a Israel: “queremos que ese Estado desaparezca, sin que caiga la gota [de sangre] de ningún judío; sí queremos que este Estado desaparezca”[1]. Agregó sobre las futuras realizaciones de esta celebración, en alusión a su militancia anti-Israel: “Estaremos frente a la embajada de Israel, mientras exista ese Estado opresor”[2]. La difusión del evento, se hizo con un flyer donde figuraba la imagen del ayatollah Ruholla Khomeini, líder de la revolución islámica de Irán, asesino, tirano, y promotor de la destrucción de Israel.
Como se observa, Karim Paz hace un llamamiento explícito en sus discursos a la destrucción de Israel. No hay medias tintas. No hay un gris. Sostiene una posición, y lo hace de manera extrema. Frente a esto, nuestros dirigentes no deben transigir; no hay punto medio posible con quien quiere nuestra destrucción, no hay beneficio que podamos obtener de tal estrategia, sino solo una rendición que puede parecer parcial en un principio pero que indefectiblemente será total en el final. ¿Qué queda para nuestros dirigentes? Adoptar una posición extrema: la existencia de Israel no es negociable, acuerdos con asesinos no son posibles, creación de un Estado palestino en manos de judeófobos promotores de la destrucción de Israel no es viable. Y todavía más: la mismísima creación de un Estado palestino es una injusticia, un robo y un daño contra la integridad de Israel. ¿Qué hace el punto medio en una situación como esta? Le concede un poco de razón a cada parte; tal vez Israel debería ser mínimamente destruido, o arrodillarse levemente a las pretensiones rivales y permitirles construir un Estado (desde el cual en el futuro lo atacarán mejor). ¿Qué permite nuestro extremismo? Defender nuestra posición como debe ser defendida, en su totalidad y sin permitir que el mal avance sobre lo que nos pertenece por derecho. ¿Cuál es la diferencia si hay extremismo de Karim Paz, y hay un extremismo que puede ser nuestro? La diferencia no viene dada por la coherencia para defender algo, sino por el contenido de las causas que se defienden. La dirigencia musulmana que adopte la posición de Karim Paz está defendiendo una causa injusta y no tienen razón; en cambio, los dirigentes judíos que defienden la integridad de Israel sostienen una causa justa y tienen razón.
Necesitamos la radicalización del discurso de los dirigentes comunitarios judíos. Hay que establecer puntos de los cuales no nos moveremos y líneas que no permitiremos atravesar, que se correspondan con una defensa íntegra de la causa de Israel. Y si esto implica la no creación de un Estado palestino, tema que está de moda en el ambiente de la corrección política, pues hay que expresarlo con la seguridad de quien manifiesta algo a sabiendas de que la razón está de su parte. Aún a riesgo de no “pertenecer” al club. Es difícil que Israel, siendo el judío entre las naciones, llegue a pertenecer a un club de nenes buenos aún satisfaciendo todos los requisitos de entrada.
Dirigentes, no acallen en sus discursos las razones de Israel. No caigan en el punto medio que termina haciendo que gane el enemigo. No rindan culto a la moral gris que beneficia a los peores. Radicalicen su discurso de defensa de Israel. Si piensan que Israel lo merece, eso es lo que tienen que hacer por el.       

jueves, 8 de agosto de 2013

Agresión o amenaza de agresión de Irán contra Israel: Cuándo se justifica el derecho a la autodefensa



Agresión o amenaza de agresión de Irán contra Israel: Cuándo se justifica el derecho a la autodefensa
Ezequiel Eiben
8/8/2013
2 Elul 5773

Con motivo de la celebración de la jornada de Al Quds[1], organizada por el gobierno de Irán en forma anual a partir de la Revolución Islámica de 1979 en un despliegue demagógico a favor de la “causa palestina”, el presidente saliente Mahmoud Ahmadinejad dijo en la edición de este año: “Les informo, con Dios como testigo, que una tormenta devastadora está en camino para eliminar las bases del sionismo”[2]. Ahmadinejad es un fiel representante del islamismo, movimiento político asentado sobre las bases del fanatismo religioso, el estatismo totalitario y la exportación del terrorismo hacia el resto del mundo.
Su sucesor en la presidencia, Hassan Rohani, previo a asumir el cargo para el cual fue elegido por una gran mayoría, esbozó en la misma línea: "El régimen sionista es una herida infligida hace años al cuerpo del mundo islámico que hay que curar"[3]. Como vemos, el blanco predilecto de las amenazas, hostilidades y canalización de odio sigue siendo Israel, no importa que cambie el gobernante. Para Irán, la destrucción de Israel es una política de Estado.
La primera ironía es que muchos en el ambiente progresista perciban a Rohani como opuesto políticamente a Ahmadinejad. La segunda, es que llamen al nuevo presidente “moderado”, queriendo efectuar una contraposición frente al fanatismo del viejo. Si bien se ha hablado superficialmente de una mayor apertura en el tratamiento del plan nuclear de Irán, lo cierto es que cobijar el adjetivo “moderado” en el sentido político imperante en la actual cultura, no solo es apresurarse sino ignorar (o no querer ver) que hay un deseo que comparten las dos figuras políticas: ganas insaciables de borrar del mapa al país que les molesta. Y esto se afinca en un principio básico, también compartido: el inicio de la violencia contra inocentes como método para alcanzar metas políticas.   
Frente a semejante panorama, nada alentador para los que desean un futuro de paz en la región (futuro de paz que incluya la existencia de Israel; no la “paz” que muchos quisieran excluyendo al Estado Judío), vienen unas palabras nada alentadoras para los que se preocupan por las aspiraciones genocidas del gobierno iraní. El Ministro de Relaciones Exteriores de Alemania, Guido Westerwelle, afirmó en relación a lo dicho por Rohani: “Lo juzgaremos por sus actos y no por sus palabras”. Es decir, que no se puede emitir un juicio de valor ante un comentario que desconoce el derecho a existir de Israel, obvia mencionar su nombre cambiándolo por la inadecuada expresión “régimen sionista”[4] en otra muestra de la intención de no reconocerlo, lo trata peyorativamente como una “herida”, y emplea el descarado eufemismo de la “curación” del mundo islámico para referirse a la destrucción del país judío y al genocidio de sus habitantes. Si no se puede juzgar, ni hablemos de efectivamente actuar. Es más, acorde a esta postura, proferir una amenaza siguiendo una larga cadena de amenazas de antecesores, en el marco del desarrollo de un programa nuclear, son solamente “palabras”, no actos.
Westerwelle debería pensar que esas palabras del presidente electo de Irán son efectivamente un “acto”: un acto de amenaza contra la existencia de un país y la integridad de sus millones de habitantes; una amenaza real en un contexto de desarrollo nuclear del amenazador. ¿A qué me refiero con lo real de la amenaza? A que esta es creíble y posible[5], acorde a lo exigido por las teorías del Derecho Penal. Hay un régimen teocrático, totalitario, fanático, terrorista, en busca de armamento nuclear, que anuncia un futuro mal ilícito a Israel para aterrarlo e incomodarlo. ¿Esta amenaza no es un “acto” que requiera ser “juzgado”? acorde a los estándares del ministro alemán, no.
Otra cosa que se desprende de tan desafortunado comentario es el planteamiento del punto de partida y los límites de la autodefensa. Llevando hasta las últimas consecuencias el razonamiento de Westerwelle, frente a estas simples palabras no cabe aún actuar. Hay que esperar a los actos de verdad. ¿Qué será para Westerwelle un acto, a partir del cual se justifica la reacción del amenazado? Si “acto” fuera que Irán obtuviera un arsenal masivo de armamento nuclear, la reacción de Israel ya sería la de combatir en una guerra a gran escala lanzada en su contra. Si “acto” fuera que Irán tomara completamente la iniciativa y lanzara una bomba nuclear contra Jerusalén, Israel ya no tendría respuesta. Su espera pasiva sería lo último decidido antes de perecer. En ambos casos, el beneficiado es el amenazador, y el perjudicado es el amenazado. En el primer supuesto, porque se le da rienda suelta al enemigo para armarse y ponerse a la altura del enfrentamiento cuando podría haberse aplacado su ambición con anterioridad. En el segundo supuesto, porque la víctima ya no tiene capacidad de reacción, se deja atacar y no se defiende preventivamente, y eso significa su desaparición.
Israel hará bien en desoír a Westerwelle y a todos aquellos intenten maniatarlo reduciendo su margen de acción hasta que la tormenta esté encima. Debe adoptar la posición liberal de autodefensa: la fuerza física se justifica como respuesta ante una agresión o amenaza de agresión contra la vida y propiedad. Esto es el ejercicio eficaz del sagrado derecho a la autodefensa, en un delineamiento adecuado y reconociendo con buen criterio el punto de partida para ponerlo en marcha. No hay que esperar a la agresión física, porque puede ser demasiado tarde y no haber posibilidad de contraataque. La amenaza creíble y posible del enemigo ya es justificativo suficiente para defenderse actuando en consecuencia. Y por supuesto, Israel tiene el derecho (y sus representantes políticos el deber) de elegir los mejores medios disponibles para defenderse de la mejor manera. Por lo que no debe sentirse desubicado si lleva adelante una operación militar para destruir las instalaciones nucleares iraníes y acabar con la amenaza. No debe sentirse en falta si se propone reducir a cenizas todo lo que tenga que ver con el militarismo iraní. No debe darse vuelta a ver quien está mirando si se plantea soplar esas cenizas para que no quede ni el menor vestigio de amenaza ni la menor señal de reconstrucción del enemigo.
En 2011, Westerwelle dijo sobre el plan nuclear de Irán: “No participamos en el debate sobre una intervención militar. Creemos que esas discusiones son contraproducentes”[6]. Mientras el ministro habla desde la comodidad en Alemania porque no es él quien está amenazado y continúa su derrape en las evaluaciones de lo que es contraproducente, Israel hace bien en no renunciar a un operativo militar. Hace bien en estar preparado. El verdadero ejercicio del derecho a la autodefensa se lo exige.       


[1] Nombre que los musulmanes le dan a Jerusalén
[2] Para el nuevo presidente iraní, "Israel es una herida que hay que eliminar"
http://america.infobae.com/notas/75684-Para-el-nuevo-presidente-irani-Israel-es-una-herida-que-hay-que-eliminar
[4] La primera inexactitud viene dada por el hecho de considerar a Israel simplemente como un “régimen” cuando es en su amplitud un país con millones de habitantes, dentro del cual se desarrollan sistemas políticos, proyectos sociales, emprendimientos tecnológicos, competencias deportivas, exposiciones artísticas, y todo lo que hace a la vida de un país. Con la palabra “régimen” opera una reducción del desarrollo pujante de todo Israel, a un mero orden político. La manipulación lingüística sirve para ocultar que “borrar al régimen sionista del mapa” implica destruir la totalidad del país y armar un genocidio contra sus habitantes; y hacer pasar tal expresión como una lucha solamente dirigida a una entidad política. La segunda inexactitud se encuentra en el calificativo de “sionista”, puesto que en Israel, un lugar donde hay libertades impensadas para el resto de los países de Medio Oriente, viven tanto sionistas como anti-sionistas.  
[5] Una “amenaza” no creíble ni posible sería el caso de un niño que enojado porque un adulto le quitó un caramelo, le grita en un arrebato algo que podría interpretarse como una promesa de infligirle una grave herida física. Allí el hecho no reuniría las características para configurar la tipicidad de la amenaza como delito en un sistema de derecho penal serio.