sábado, 31 de julio de 2010

El cuentito del vecino para los chicos (y para algún que otro judeófobo adulto también)

El cuentito del vecino para los chicos (y para algún que otro judeófobo adulto también)

Imagina que llega un nuevo vecino al barrio. En realidad no es nuevo, sus padres y abuelos ya habían vivido allí, y familiares todavía lo hacen. El vecino se establece en la casa más pequeña, más rústica, la que necesita mucho trabajo para verse como un cálido hogar. Sin embargo, aún antes de comenzar con los arreglos, el vecino ya la siente su hogar, puesto que la adquirió legítimamente, respetando un contrato que le asignaba dicho lugar, más toda la historia familiar que allí había acontecido.
Luego de tantas jornadas de reparación, la casa de este vecino luce espectacular, y sin tener una ubicación de privilegio o recursos que facilitarían su desarrollo, supera a las demás casas gracias al poder constructivo y al querer. A pesar de que el vecino es muy atento, todas las mañanas saluda a quienes comparten el vecindario, y estira su brazo para estrechar sus manos, nadie le devuelve el saludo. No solo eso, sino que le gruñen como animales salvajes. El vecino intenta más, ofrece las fuentes de su progreso, pero le son rechazadas una y otra vez. Los gruñidos vana acompañados con amenazas, las amenazas se transforman en ataques. El vecindario adopta una actitud inhumana, la de la bestia, y paralelamente alimenta la paradoja de querer hacer creer a los demás que justamente es el vecino el inhumano.
El vecino comprende que no es bienvenido, que están todos en su contra. Pero el vecino también tiene sentimientos, ¿saben? Sentimientos y un poco de amor propio como para no renunciar a lo que es legítimamente suyo. Declara que la casa le pertenece, y fiel a su espíritu invita en la declaración a la convivencia y cooperación. Como respuesta recibe un “no” unánime. Esa negativa va acompañada de la agresión: desde cinco casas cercanas lo atacan, sumado a otros vándalos de demás casas, como para dejar bien en claro que prefieren asesinarlo a tenerlo como compañero, o ni siquiera como compañero, sino simplemente como vecino.
El solitario buscador de la paz triunfa increíblemente contra el ataque, pero muchos que lo odian no se rinden. Vuelven a agredirlo tres casas, y son derrotadas nuevamente. Con mucha lógica, el vecino entiende que su seguridad peligra y que esto no puede seguir así. Su victoria en la contienda nacida de una agresión no provocada y no iniciada le ha permitido controlar parte de las casas enemigas, lo que le ayuda a prevenir y evitar muchos ataques. Una de las tantas diferencias que radican entre el vecino y los demás, es que él sigue apostando a la vida y al progreso de todos, mientras que la contraparte solo busca la muerte y destrucción.
Prueba fehaciente de esto, es que vuelve a ser atacado, ahora por una coalición de dos casas. La inquebrantable fuerza del vecino logra imponerse, aunque la victoria es triste, pues ha costado mucho y las pérdidas son enormes. Para rescatar el alma del vecino y sus principios que saben guiarlo en medio de tantos inmorales y perversos, poco tiempo después del último enfrentamiento hace las paces con un atacante del barrio, y convienen la devolución de las partes de su casa que quería recuperar, y el vecino accede confiando en que por ese flanco no volverá a ser atacado.
Pasa más tiempo, y las agresiones de otros siguen. Le arrojan piedras a su casa, le disparan balas, le explotan bombas, le tiran misiles, se inmolan contra ella. Por más pedazos que se caigan, la construcción sigue en pie. Otro atacante más decide estrechar la mano del vecino y abandonar la idea de asesinarlo. Pero los demás ataques siguen, y el vecino, harto de sufrir, decide construir una alambrada que lo proteja. La idea no está mal, y consigue reducir a un 99% los ataques de los suicidas.
Con buena voluntad decide retirarse de otra parte de una casa que controlaba. Lo hace por iniciativa propia, sin negociar con aquellos que se niegan a aceptarlo como miembro del barrio, que no lo reconocen como dueño de su propia casa. Lo que abandona para los otros, no lo deja desolado. Fiel a su estilo trabajador y comprometido, había edificado destacadas obras y proporcionado útiles servicios que podrían ser utilizados por quienes se quedarían con la parte de la casa. Pero no es así, y ya a esta altura de la historia antivecino no debe resultar para nada algo sorprendente. De nuevo eligen materializar su odio, esta vez de una forma que no solo expresa repulsión hacia el vecino, sino hacia varios factores humanos y la intolerancia empujada hasta sus extremos. En pocas palabras, destruyen todo lo que el vecino en un gesto amigable les dejó.
Hay más. El gesto pacífico es correspondido luego como ellos saben hacerlo. Empiezan a disparar desde la parte que les dejaron contra el vecino y sus instalaciones. Un fuego incesante, escudado en su famosa doctrina de limpieza de la vecindad que apunta todos sus cañones al mismo vecino, el que para ellos es el “molesto de siempre” según podría indicar un exámen sobre enfermedad crónica del odio, la desmesura violenta y la agresión acérrima.
La realidad se impone, y el vecino opta acertadamente por obrar de nuevo según lo que marca la lógica: defenderse. El vecino ataca a quienes lo agreden y los lastima. Hace bien el vecino en tomar la distancia necesaria de gente de otras vecindades lejanas, que no sufren los ataques en carne propia, y le plantean la ridícula idea de la moral suicida: que espere sentado, de brazos cruzados, sin defenderse, mientras intentan acribillarlo. Reitero que el vecino tiene amor propio, conciencia y racionalidad. Por eso se mueve acorde a lo que las ganas de vivir dictan.


Si les parece complicada la vida del vecino, de una sola persona, traten de imaginar la vida de todo un país bajo las mismas circunstancias. Toda una nación. Las adversidades y enemigos multiplicados por miles, no solo unos pocos vecinos gruñones. Esta es la lucha del Estado de Israel contra el terrorismo islamista, y en otro plano, la defensa judía de la moral y el honor contra detractores, relativistas y banalizadores.
La Operación Plomo Fundido fue ejecutada para desbaratar las instalaciones de Hamas en Gaza e impedir que siguiera con sus incesantes lanzamientos de cohetes. La prensa internacional arrasó a Israel con críticas que demostraban la locura de pedirle a un país que se dejara lastimar.
Israel se retiró de manera unilateral de la Franja de Gaza en un gesto encaminado a la paz, dejando tras de sí toda una infraestructura en pie, que Hamas se encargó de demoler y rechazar el cambio a la moderación y la búsqueda de paz.
Israel construyó la Valla de Seguridad para evitar el terrorismo palestino que era principalmente mortal con los atentados suicidas, en especial durante la Segunda Intifada, y la medida logró reducirlo en un 99%.
Israel triunfó en la Guerra de Iom Kippur iniciada por Egipto y Siria, quienes en el día más sagrado para el pueblo judío se aprovecharon con deshonra de las circunstancias y resultaron a pesar de todo derrotados. Aún así, Israel estuvo dispuesto a negociar con el agresor egipcio y llegó a firmar un tratado de paz, devolviendo una porción de tierra legítimamente conquistada en autodefensa durante un enfrentamiento anterior.
Ese anterior episodio fue la Guerra de los Seis Días en la cual Egipto, Siria y Jordania fueron derrotados por un Israel que estaba solo frente a tantos enemigos, pero igual con energía victoriosa cual pueblo de hierro basado en el temple de sus miembros.
Y antes de esto, cinco ejércitos árabes habían atacado a Israel en una guerra de exterminio al día siguiente que el Estado Judío declaraba su independencia. El recién nacido país, diminuto pero valeroso, con poco territorio pero enorme corazón, fue aplastante y derrotó a los invasores.


Esta es la historia del Estado de Israel, el vecino menos querido del barrio, y paradójicamente el más justo y correcto. Israel, la luz de medio oriente, sigue afianzado en su casa y aferrado a sus valores.

Ezequiel Eiben
5/2010