Tres observaciones respecto del atentado terrorista a la AMIA
Ezequiel Eiben
1-8-2011
1 de Av 5771
Hay tres observaciones dignas de hacerse respecto de la situación del caso AMIA (Asociación Mutual Israelita Argentina). La primera tiene que ver con el flojo discurso que se escuchó en boca de un analista internacional de renombre acerca del terrible atentado terrorista que asesinó a 85 personas volando la sede de la mutual; la segunda con el pedido de resolución de la causa en un tribunal internacional; y la tercera sobre la figura del fiscal Alberto Nisman.
Para empezar, quisiera analizar el discurso del analista político internacional Claudio Fantini, pronunciado en Córdoba durante el acto del 17º aniversario del atentado terrorista, evento organizado por la filial en dicha ciudad de DAIA (Delegación de Asociaciones Israelitas Argentinas). El discurso estuvo dividido en dos partes. La segunda tuvo su mérito, en la cual expresó condena al terrorismo acusando a éste de atacar blancos en Buenos Aires, Nueva York y demás capitales y metrópolis del mundo, ya que en estas ciudades predomina el pluralismo, y el terrorismo busca eliminar lo distinto, lo que no está de acuerdo con sus ideas. Pero la primera parte no estuvo a la altura de la ocasión. Fantini divagó durante varios minutos haciendo referencia a la literatura sobre detectives producida en Gran Bretaña y Estados Unidos, diferenciando estas dos en cuanto que los detectives ingleses lograban resolver los casos, mientras los norteamericanos no porque se encontraban con el elemento de la mafia que impedía llegar a la solución. Trasplantó esta analogía a la realidad de la causa AMIA, que no se ha llegado a resolver por encubrimientos, ilegalidades y mafias que han impedido avanzar hasta el final. Uno entiende la intención del analista de extrapolar conceptos y criterios para referirse al tema evocado, pero que esta comparación metafórica fuera casi el foco del discurso, no era de esperar. Quizá lo dicho hubiese estado más acorde para un Premio Nóbel de Literatura, que para un analista de quien todos esperábamos vislumbrar su visión concreta sobre el asunto. Fantini no señaló a Irán, no lo acusó inequívocamente como culpable del atentado y no exigió con determinación que la República Islámica entregara a los principales sospechosos y se sometiera a la ley. Semejante evasión de datos reales concretos frente al ahínco en el paseo por personajes literarios y obras de ficción, fue lo que me causó molestias. Fantini también habló de la oscuridad que se cierne sobre el caso, de la falta de claridad, sumándose al discurso de otros dirigentes comunitarios a nivel nacional que procuran especial detenimiento en la observación de la ausencia de respuestas. Pues bien, a esta altura del partido, no se puede hablar de oscuridad, falta de claridad y ausencia de respuestas como se hablaba en los primeros diez u once aniversarios del atentado. Estos tres factores han pasado a reflejar un slogan atrasado en el tiempo en vez del estado actual de la situación. Es verdad que faltan resoluciones en el caso AMIA, pero hoy se cuenta con un respaldo probatorio, con un archivo documental, y con un caudal de información que arrojan luz a los interrogantes del pasado. Casi nadie habla de ello en sus discursos. Se sabe quienes planificaron el atentado (funcionarios terroristas iraníes y libaneses), quien lo ejecutó (Ibrahim Hussein Berro), a través de que banda terrorista (Hezbollah), con el apoyo de que país (Irán), por donde ingresaron a Argentina (Triple Frontera), cual fue el método (coche bomba), y cual la motivación (interrupción de la transferencia de tecnología nuclear de Argentina a Irán, esto en el marco de expansión mundial del islamismo). ¿Acaso hay una deliberada omisión de esta información? Y si así es el caso, ¿por qué? ¿por miedo? ¿por algún otro tipo de presión? Una cosa es la impotencia que sentimos todos al ver la injusticia, la impunidad y la falta de seriedad que envolvieron al tratamiento de la causa durante sus peores momentos transitados. Pero otra cosa son las pruebas con las que contamos hoy, el avance de las investigaciones, y demás elementos que permiten acusar formalmente a los culpables y dejar atrás meros clichés acerca de “la oscuridad” o la “falta de claridad”. Cuando ya hay luz acerca de autores y motivaciones, no da que los discursos se queden enganchados en el pasado permanentemente. Así como Fantini prefirió poner el acento en cuestiones periféricas y alusiones indirectas, más de un dirigente planea seguir haciéndolo por más que la información esté en frente suyo, lo cual es penoso. Para terminar con el tema del discurso de Claudio Fantini, sugiero que no se pongan a la misma altura moral al terrorismo y al contraterrorismo. Un caso planteado en sus palabras fue el atentado a las Torres Gemelas y la respuesta de la Administración Bush mediante la Ley Patriótica como si las dos cuestiones fueran igual de malas, buscando una simetría moral inexistente. Se puede no estar a favor de esa ley o de ciertos aspectos puntuales, pero no hay equivalencia posible entre dicha respuesta legal preventiva para la lucha contra el terror, y el flagelo terrorista en sí. El terrorismo ha sido la causa del efecto contraterrorista, y por más que alguien piense que este tipo de medidas defensivas no se justifican, no puede igualarlas a un atentado terrorista.
Acerca de la propuesta de que la causa se resuelva en un tribunal internacional, esto es una expresión de vergüenza que debe pesar sobre nosotros. Más vergüenza que la idea en sí misma, es que se haya tenido que llegar a proponerla. La paupérrima imagen que brindó la Justicia argentina; la desconfianza generada por el tumultuoso camino recorrido por la causa, plagado de ilegalidades y aberrantes violaciones a lo que constituiría un digno código moral de cualquier persona para regir sus actos; y la falta de respuestas contundentes en los momentos en que se las requirió para impedir que el caso se prolongara indebidamente, son argumentos que han llevado a la propuesta del tribunal internacional, sumados a la falta de cooperación del agresor iraní para con la agredida Argentina. Un juicio que debería haberse realizado y terminado hace mucho tiempo con actuación contundente de la Justicia argentina, es posible que termine en manos de un tribunal internacional con fuertes reclamos de absolución a los acusados por parte de organizaciones hipócritas de Derechos Humanos y de grupos terroristas disfrazados bajo el manto protector de la actividad caritativa, montando un circo alrededor del juzgamiento. Es notorio el esfuerzo que hace Irán para no entregar a los sospechosos, para eludir los reclamos judiciales, a la vez que “invita” al gobierno argentino a resolver la cuestión pacíficamente, con un arreglo entre gobiernos. Evidentemente los iraníes no tienen incorporada y asumida la noción básica de un Estado de Derecho que es la división de poderes; por un lado está el poder ejecutivo, por otro el legislativo y por otro el judicial. Ostentar un poder judicial independiente, libre de presiones políticas, no es algo con lo que Irán se siente cómodo; por lo que prefiere politizar la situación, mezclar arreglos entre los ejecutivos iraníes y argentinos para entorpecer la imparcialidad e independencia de criterio de la Justicia, cuando no lograr que se retiren los cargos y Argentina cese en sus pretensiones. Más allá de esto, lo que sí es menester reconocer es el enderezamiento judicial argentino en la causa gracias al complejo y eficiente trabajo desempeñado por la UFI (Unidad Fiscal de Investigación) encabezada por el fiscal Alberto Nisman, y a la elogiable tarea en este caso del juez Rodolfo Canicoba Corral que declaró crimen de lesa humanidad al atentado terrorista y ordenó la captura internacional de los imputados.
Llegado el momento de hablar del fiscal, lamento tener que decir que muchos dirigentes, en sus discursos a las comunidades judías o al público en general, no reconocen a Alberto Nisman. Ha desempeñado una tarea impresionante, con una seriedad y una calidad difícil de encontrar en varios de sus colegas, rescatando una causa hundida como estaba y pasando a encabezar la lucha mundial contra el terrorismo desde su posición. Nisman es un héroe nacional a quien los discursos lo han relegado a un triste papel secundario o directamente a la indiferencia más lastimosa. Merece todos nuestros honores y manifestaciones de apoyo. Tras haber padecido contratiempos y amenazas violentas, ha seguido adelante con su fenomenal trabajo sin ceder ni claudicar en sus esfuerzos para que se haga justicia. Quizá muchos intereses políticos estorben el agradecimiento público correspondiente por sus merecimientos, pero nada podrá opacar su figura para quienes se preocupan por seguir el caso AMIA y valorar su actuación. Es Alberto Nisman quien junto al fiscal Marcelo Martínez Burgos, el 25 de octubre de 2006, acusó formalmente al gobierno de Irán de haber planificado el atentado terrorista y al grupo terrorista libanés Hezbollah de perpetrarlo. Esto logró que luego el juez Canicoba Corral ordenara la captura de los funcionarios iraníes y de un participante libanés miembro de Hezbollah. Posteriormente, la Asamblea General de INTERPOL, el 7 de noviembre de 2007, emitió las “circulares rojas” para detener a los acusados y someterlos a la Justicia. Es ostensible el movimiento desplegado por Nisman desempeñando una sólida tarea con férrea determinación cual servidor del alto ideal de justicia.
Para concluir, estas observaciones apuntan a: que se de un paso adelante en los discursos sobre AMIA de gente idónea para pronunciarlos, no estancándose en el pasado y en menciones vacías de contenido, sino tomando en consideración todo lo que se ha avanzado que nos permite expresar un enérgico rechazo al papel desempeñado por Irán y sus actuales intentos por eludir juzgamiento, y a Hezbollah; a que sea cual sea el tribunal que finalmente juzgue a los implicados en el atentado, la imparcialidad sea la regla inquebrantable que no tambalee ante las presiones y amenazas pertenecientes al salvajismo con el cual están acostumbrados a imponerse los terroristas, ni a los reclamos piadosos o estúpidos de organizaciones de Derechos Humanos que en varias ocasiones ameritan que se las llame organizaciones de Derechos Terroristas; y que se reconozca la actuación del fiscal Alberto Nisman, tomando en consideración todo lo hecho por él y sus implicancias en la lucha antiterrorista global, a la hora de presentar el tema AMIA. No hay que eludir nombrar, sino remarcar, a los acusados por el atentado terrorista: Ali Akbar Hashemi Bahramie Rafsanjani (Presidente de Irán 1989-1997), Alí Fallahijan (Ministro de Información y Seguridad de Irán 1989-1997), Alí Akbar Velayati (Ministro de Relaciones Exteriores de Irán (1981-1997), Mohsen Rezai (Comandante de la Guardia Revolucionaria Pasdarans (1981-1997), Imad Fayez Moughnieh (Jefe de Servicio de Seguridad Exterior de Hezbollah, libanés liquidado en Siria), Mohsen Rabbani (Consejero Cultural de la Embajada de Irán en Argentina 1994-1998), Ahmad Reza Asghari (también conocido como Mohsen Randjbaran, 3º Secretario de la Embajada de Irán en Argentina 1991-1994), Ahmad Vahidi (Comandante de las fuerzas Quds 1989-1998, y actual Ministro de Defensa de Irán).
“Justicia, justicia perseguirás…” está escrito en la Torá (Devarim 16:20). Nisman lo está haciendo, está persiguiendo justicia, y debemos apoyarlo. Sin esconder, eludir, o ignorar lo que debe ser nombrado. El terrorismo merece ser repudiado con vehemencia y contundencia. Hay que decir con claridad: Irán es un Estado terrorista. Esto no es acusar a toda su población (a quien, de paso, apoyo en sus reclamos contra la tiranía que los oprime). Sino al aparato estatal, a las instituciones, a sus funcionarios públicos responsables de actividades terroristas que gozan del beneplácito de la jerarquía gubernamental, a las autoridades asesinas que dominan el país, a las sanguinarias ordenanzas emitidas, y a las expresiones legales iraníes que patrocinan y ordenan ejecutar actos de terrorismo. Irán Estado terrorista; no hay que olvidarlo.
lunes, 1 de agosto de 2011
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