Rosh
Hashaná: las primeras 48 horas del año
Ezequiel Eiben
5/9/2013
Ezequiel Eiben
5/9/2013
Comienza un nuevo año para el calendario judaico, y
con los comienzos cosas nuevas pueden llegar. Rosh Hashaná es un momento para
plantearse profundamente estas cuestiones: ¿qué buscamos en el año nuevo?
¿Haremos espacio al cambio y la renovación, o pretenderemos seguir por la misma
vía que transitamos? ¿Esperamos algo distinto, o la continuidad de lo mismo?
Para desarrollar los planteos, veamos una explicación desde la Cábala del Moré
Abraham Dwek.
El mencionado Moré afirma que los principios son claves. En los comienzos estamos con ganas, con esperanzas, y si empezamos algo con ímpetu tenemos más chances de seguir del mismo modo. Rosh Hashaná, que trata sobre el principio del año, puede compararse con la concepción. En esta, el núcleo masculino se junta con el núcleo femenino y tras un proceso de ahí sale un nuevo ser. La parte más frágil y crítica es cuando el núcleo masculino fecunda al femenino; cada núcleo tiene su información y a partir de esto surgirá el adn del nuevo ser. Errores en cuanto a los cromosomas derivan en algo malo. Rosh Hashaná como comienzo de un nuevo año es un momento de fragilidad. Las primeras 48 horas del año son un momento frágil y crítico en cierto sentido. En estas horas, la Cábala afirma que podemos configurar lo que será el resto del año. Para hacerlo, debemos estar en un estado de consciencia. Hay que usar “rosh”[1], nuestra mente, pensar lo que queremos que sea este año. En las primeras 48 horas, el núcleo de la persona se junta con el núcleo del tiempo, y de esto saldrá lo que será el nuevo año.
Continúa el Moré Dwek enseñando que en Rosh Hashaná, el “ani”[2] debe tomar las riendas, buscar y conocer qué es lo que quiere. Porque un “ani” sin camino, sin saber lo que se quiere, es “ain”[3]. Debemos tener un espíritu de búsqueda, y saber dónde queremos ir y conocer qué queremos. Las primeras 48 horas del año son el momento para juntar el “ani” con “shana”[4], el Yo con el Tiempo. En esta unión, decidimos si optamos por un año de cambio y renovación, o por un año de repaso y de lo mismo. Hay que tener doble determinación: respecto de mi persona, y respecto del tiempo que D-os me otorga.
El Rabino Akiva Tatz también nos enseña sobre el aprovechamiento de la energía en Rosh Hashaná para el fortalecimiento de cara a lo nuevo:
El mencionado Moré afirma que los principios son claves. En los comienzos estamos con ganas, con esperanzas, y si empezamos algo con ímpetu tenemos más chances de seguir del mismo modo. Rosh Hashaná, que trata sobre el principio del año, puede compararse con la concepción. En esta, el núcleo masculino se junta con el núcleo femenino y tras un proceso de ahí sale un nuevo ser. La parte más frágil y crítica es cuando el núcleo masculino fecunda al femenino; cada núcleo tiene su información y a partir de esto surgirá el adn del nuevo ser. Errores en cuanto a los cromosomas derivan en algo malo. Rosh Hashaná como comienzo de un nuevo año es un momento de fragilidad. Las primeras 48 horas del año son un momento frágil y crítico en cierto sentido. En estas horas, la Cábala afirma que podemos configurar lo que será el resto del año. Para hacerlo, debemos estar en un estado de consciencia. Hay que usar “rosh”[1], nuestra mente, pensar lo que queremos que sea este año. En las primeras 48 horas, el núcleo de la persona se junta con el núcleo del tiempo, y de esto saldrá lo que será el nuevo año.
Continúa el Moré Dwek enseñando que en Rosh Hashaná, el “ani”[2] debe tomar las riendas, buscar y conocer qué es lo que quiere. Porque un “ani” sin camino, sin saber lo que se quiere, es “ain”[3]. Debemos tener un espíritu de búsqueda, y saber dónde queremos ir y conocer qué queremos. Las primeras 48 horas del año son el momento para juntar el “ani” con “shana”[4], el Yo con el Tiempo. En esta unión, decidimos si optamos por un año de cambio y renovación, o por un año de repaso y de lo mismo. Hay que tener doble determinación: respecto de mi persona, y respecto del tiempo que D-os me otorga.
El Rabino Akiva Tatz también nos enseña sobre el aprovechamiento de la energía en Rosh Hashaná para el fortalecimiento de cara a lo nuevo:
Conforme la energía del tiempo circula a través de sus diferentes fases, llega a cimas específicas para sus épocas. La energía que se presta para la inspiración y la revigorización del “punto de partida” culmina en Rosh Hashaná, el Año Nuevo. La persona que desee elevar y amplificar su poder para crear algo nuevo, su capacidad para ser siempre nuevo y auto-generador, debe utilizar el poder de Rosh Hashaná hasta el máximo. (…) Fortalecer la inspiración de la primera fase de la experiencia constituye la clave para desarrollar la fuerza y el coraje necesarios para la segunda fase, la de inspiración limitada[5].
Para concluir, expreso que para el judaísmo Rosh Hashaná es el momento oportuno para visualizar lo que viene, reflexionar sobre cómo queremos que sea, diseñar nuestro camino para alcanzar eso que queremos, y poner ahínco en nuestro espíritu de búsqueda para llegar a donde deseamos estar. Considero que no hay que hablar de cambio como fin en sí mismo, como si no importara qué cambia y hacia dónde se cambia, considerándose únicamente el hecho de cambiar. Hay que tener una visión positiva del cambio cuando este es necesario, y cuando se cambia para bien, en busca de algo mejor.
Los comienzos sirven para ponernos en marcha con renovadas energías y fresca confianza en lo que conseguiremos con trabajo y proyección a largo plazo. La consideración de nuestra persona en relación al tiempo nos contextualiza el planteamiento de nuestras metas y los pasos a seguir para alcanzarlas. Aprovechando en plenitud nuestras jóvenes fuerzas en el principio del año y aspirando a mantenernos íntegros durante toda su duración, nos posibilitamos lograr lo que nos proponemos.
Aparte de compartir con familia y amigos el dulce comienzo del año, hagamos útil este tiempo reflexivo y renovador y ejercitemos nuestra mente para plantearnos lo que queremos ser y conseguir en el tiempo que vendrá, sin olvidarnos que somos “ahora” y que vivimos en el “hoy”.
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