Discurso para el Tekez de Hejalutz Lamerjav y Macabilandia en conmemoración de Itzjak Rabin por el decimoquinto aniversario de su asesinato.
Itzjak Rabin fue una figura prominente tanto en el ejército como en la vida política de Israel. Su influencia es notoria en cada uno de los espacios en los que intervino, dejando huellas que reflejaban su capacidad y liderazgo.
Hoy nos encontramos aquí reunidos en Macabi Noar homenajeándolo porque se cumple el decimoquinto aniversario de su asesinato. Lamentablemente un hombre que no sabía vivir en democracia ni respetar los valores universales y judíos que sustentan la sociedad israelí acabó con su vida, dando un ejemplo claro del resultado al cual conduce la intolerancia.
Rabin como Primer Ministro nos legó un inconfundible mensaje de paz: “Existe apenas una manera radical de santificar la vida humana. Sin armaduras, tanques, aviones o fortificaciones de concreto. ¡La solución radical, señoras y señores, se llama Paz!”.
Por eso se dedicó de lleno a intentar erradicar la violencia y lograr un tratado real y duradero con los palestinos. Esto le valió ser conocido como el “luchador de la paz”.
Es paradójico que debamos referirnos a quien busca la paz justamente como alguien que lucha. No deberíamos tener que luchar para conseguir vivir tranquilos con nosotros mismos y convivir con los demás. Debería ser algo ya dado, debería ser lo natural; la violencia y la guerra deberían ser las circunstancias extrañas que nos afectan, pero nunca lo normal.
Para finalizar, queremos tomar una parte más de la visión de Rabin para nuestros janijim de Hejalutz Lamerjav y Macabilandia. Es su frase que dice “una juventud activa es la base de una vida plena”, para impulsarlos a que vivan con dignidad, sigan adelante y persigan sus sueños, cumplan sus expectativas de jóvenes para tener un ideal cuando les toque ser grandes.
Jazak Veematz
Ezequiel Eiben
23/10/2010
15 Heshvan 5771
domingo, 24 de octubre de 2010
viernes, 15 de octubre de 2010
La sinceridad de Netanyahu
La sinceridad de Netanyahu
El Primer Ministro de Israel Biniamin Netanyahu ha dejado en claro, en su discurso del primero de septiembre de 2010, pronunciado en la Casa Blanca, que Israel busca la paz.
A pesar de todo, Israel sigue demostrando que quiere paz. ¿Por qué digo a pesar de todo? Esa expresión bien podría envolver más de seis décadas en donde continuamente se desarrollaron episodios que pisotearon las ilusiones israelíes de vivir en paz con el resto del vecindario, episodios en los cuales Israel fue amenazado, atacado, incluso traicionado. Pero no. Aún siendo escéptico respecto de la posición palestina, con ánimos de superar el pasado (aunque nunca olvidarlo) no hace falta repasar viejos encontronazos. Basta con leer un diario del presente para ser abofeteado nuevamente. 4 israelíes asesinados (entre los que se incluía una mujer embarazada) por un atentado terrorista ejecutado por Hamas en el mismísimo tiempo en que Israel y la AP reencausan las conversaciones de paz interrumpidas por largos meses.
Entonces nuevamente lo subrayo. A pesar de todo, Israel sigue demostrando que quiere paz. Subyace en la superficie la vocación histórica, milenaria, de paz del pueblo judío. Ese valor arraigado en la tradición escrita y oral, palpable en la cultura hebrea. Gente que incluso para saludar utiliza la palabra “Shalom” (paz).
Porque si Netanyahu sigue adelante con su discurso, no pone en duda la reanudación del proceso, remarca que Abbas condenó el ataque, e incluso para finalizar saluda y pide por la paz en tres idiomas (“Shalom” en hebreo, “Peace” en inglés y también “Salaam” en árabe), si eso no puede ser interpretado como sinceros gestos de paz, ¿qué más puede serlo?
¿Qué opinaran los detractores del Primer Ministro, que prejuiciosamente lo tachan por considerarlo “de derecha” y rehusado a querer paz? ¿Seguirán pintándolo con una imagen tan dura que resulta incapaz de abrirse a un proceso para negociar? ¿Mantendrá incólume su afirmación aquel dirigente árabe que tras las elecciones israelíes en 2009 afirmó que “con estos resultados, Israel demuestra que no quiere la paz”?
Señores, está bien claro que del lado israelí hay buena predisposición. Basta de tergiversar los hechos de este conflicto que ya data de innumerables idas y venidas. El problema vuelve a recaer, y esto es innegable, en la posición de la AP, tan renuente a aceptar a Israel como Estado Judío.
Netanyahu exclamó en Washington: “…en un discurso que yo di en la Universidad Bar-Ilan en Israel, yo intenté destacar los dos pilares de la paz que yo pienso que nos permitirán resolver todos los temas sobresalientes. Y estos son legitimidad y seguridad. Así como ustedes esperan que nosotros estemos listos para reconocer un Estado Palestino como la Nación Estado del pueblo palestino, nosotros esperamos que ustedes estén preparados para reconocer a Israel como la Nación Estado del pueblo judío”.
Muy conciso. No puede haber paz verdadera si no hay reconocimiento. Solo emprender negociaciones para crear un futuro Estado Palestino, da la pauta de que Israel está preparado para efectuar el reconocimiento (que de hecho se expresa a viva voz por las personas más importantes del país, y es un reconocimiento más duro que el que le toca a la parte de enfrente, porque se trata de una creación). Pero del lado palestino no es así. No alcanza con que reconozcan la existencia de Israel (eso debería hacer normalmente todo el mundo). Hace falta que de una vez por todas admitan el vínculo de los judíos con su tierra, acepten que hay un Estado Judío en Eretz Israel, abandonen la ilusión de ser mayoría incluso dentro de Israel para quitarle su judeidad, no desparramen más ideas como la del “sionismo invasor”. El reconocimiento de Israel como Estado Judío es uno de los pasos fundamentales que la AP debe dar para que los confiados, y también nosotros los escépticos, terminemos de creerle que quiere “encaminarse” hacia la paz.
Igual, la última declaración hecha por Abbas el día de hoy es alentadora: “Los palestinos no firmarán bajo ninguna circunstancia ningún acuerdo en el que reconozcan a Israel como Estado judío”. También, muy conciso.
Ezequiel Eiben
15-10-2010
7 Heshvan 5771
El Primer Ministro de Israel Biniamin Netanyahu ha dejado en claro, en su discurso del primero de septiembre de 2010, pronunciado en la Casa Blanca, que Israel busca la paz.
A pesar de todo, Israel sigue demostrando que quiere paz. ¿Por qué digo a pesar de todo? Esa expresión bien podría envolver más de seis décadas en donde continuamente se desarrollaron episodios que pisotearon las ilusiones israelíes de vivir en paz con el resto del vecindario, episodios en los cuales Israel fue amenazado, atacado, incluso traicionado. Pero no. Aún siendo escéptico respecto de la posición palestina, con ánimos de superar el pasado (aunque nunca olvidarlo) no hace falta repasar viejos encontronazos. Basta con leer un diario del presente para ser abofeteado nuevamente. 4 israelíes asesinados (entre los que se incluía una mujer embarazada) por un atentado terrorista ejecutado por Hamas en el mismísimo tiempo en que Israel y la AP reencausan las conversaciones de paz interrumpidas por largos meses.
Entonces nuevamente lo subrayo. A pesar de todo, Israel sigue demostrando que quiere paz. Subyace en la superficie la vocación histórica, milenaria, de paz del pueblo judío. Ese valor arraigado en la tradición escrita y oral, palpable en la cultura hebrea. Gente que incluso para saludar utiliza la palabra “Shalom” (paz).
Porque si Netanyahu sigue adelante con su discurso, no pone en duda la reanudación del proceso, remarca que Abbas condenó el ataque, e incluso para finalizar saluda y pide por la paz en tres idiomas (“Shalom” en hebreo, “Peace” en inglés y también “Salaam” en árabe), si eso no puede ser interpretado como sinceros gestos de paz, ¿qué más puede serlo?
¿Qué opinaran los detractores del Primer Ministro, que prejuiciosamente lo tachan por considerarlo “de derecha” y rehusado a querer paz? ¿Seguirán pintándolo con una imagen tan dura que resulta incapaz de abrirse a un proceso para negociar? ¿Mantendrá incólume su afirmación aquel dirigente árabe que tras las elecciones israelíes en 2009 afirmó que “con estos resultados, Israel demuestra que no quiere la paz”?
Señores, está bien claro que del lado israelí hay buena predisposición. Basta de tergiversar los hechos de este conflicto que ya data de innumerables idas y venidas. El problema vuelve a recaer, y esto es innegable, en la posición de la AP, tan renuente a aceptar a Israel como Estado Judío.
Netanyahu exclamó en Washington: “…en un discurso que yo di en la Universidad Bar-Ilan en Israel, yo intenté destacar los dos pilares de la paz que yo pienso que nos permitirán resolver todos los temas sobresalientes. Y estos son legitimidad y seguridad. Así como ustedes esperan que nosotros estemos listos para reconocer un Estado Palestino como la Nación Estado del pueblo palestino, nosotros esperamos que ustedes estén preparados para reconocer a Israel como la Nación Estado del pueblo judío”.
Muy conciso. No puede haber paz verdadera si no hay reconocimiento. Solo emprender negociaciones para crear un futuro Estado Palestino, da la pauta de que Israel está preparado para efectuar el reconocimiento (que de hecho se expresa a viva voz por las personas más importantes del país, y es un reconocimiento más duro que el que le toca a la parte de enfrente, porque se trata de una creación). Pero del lado palestino no es así. No alcanza con que reconozcan la existencia de Israel (eso debería hacer normalmente todo el mundo). Hace falta que de una vez por todas admitan el vínculo de los judíos con su tierra, acepten que hay un Estado Judío en Eretz Israel, abandonen la ilusión de ser mayoría incluso dentro de Israel para quitarle su judeidad, no desparramen más ideas como la del “sionismo invasor”. El reconocimiento de Israel como Estado Judío es uno de los pasos fundamentales que la AP debe dar para que los confiados, y también nosotros los escépticos, terminemos de creerle que quiere “encaminarse” hacia la paz.
Igual, la última declaración hecha por Abbas el día de hoy es alentadora: “Los palestinos no firmarán bajo ninguna circunstancia ningún acuerdo en el que reconozcan a Israel como Estado judío”. También, muy conciso.
Ezequiel Eiben
15-10-2010
7 Heshvan 5771
miércoles, 13 de octubre de 2010
Interrogantes antes de emprender el camino hacia la paz
Interrogantes antes de emprender el camino hacia la paz
¿La paz económica?
Se pueden encontrar torrentes de justificaciones de varios autores para la violencia por estar sus practicantes hundidos en condiciones de pobreza. La razón económica es casi siempre la primordial que aducen en sus teorías.
El progresismo e izquierdismo internacional ponen en práctica estos estandartes al evaluar guerras y enfrentamientos, y el conflicto palestino-israelí no es la excepción. La figura de un Israel conquistador, opresor, imperialista y dominador que desposeyó a los palestinos y controla la economía manteniéndolos en la pobreza, es el punto de partida que emplean para justificar el terrorismo asesino, suicida y cobarde de los radicales palestinos. Pareciera ser que, o bien voluntariamente ,o por olvido, dejan de lado un factor trascendental en la mentalidad terrorista palestina que es el ideológico: la no aceptación de la existencia del Estado de Israel.
En estos errores también ha caído en las últimas décadas la izquierda israelí. Quienes le tiran flores a Shimon Peres mientras arrasan despiadadamente con Avigdor Lieberman son los defensores de los acuerdos de Oslo y de enfoques aspirantes a firmar la paz a toda costa basándose en la economía. La visión de dos pueblos en guerra que se llevarán bien a partir de la cooperación económica, sin importar que el gobierno de uno de los pueblos (Hamás) quiere borrar al otro pueblo (Israel), choca de frente contra la realidad y ni mil airbags pueden resistir el impacto y salvar esa idea.
Por su parte, Lieberman entiende el no reconocimiento de la existencia de Israel por parte de Hamas, el no reconocimiento de la existencia de Israel como Estado Judío por el lado de la AP, y el no reconocimiento de la existencia de Israel como Estado Judío más el pedido de un Estado Binacional hecho por la mayoría de los árabes israelíes, como un impedimento enquistado para lograr un tratado de paz, y por estas divergencias ideológicas entre las partes protagonistas ve la solución en un intercambio poblacional.
Aclarar se debe que nadie niega que la pobreza es un factor que explica olas de violencia en ciertos ámbitos. Ahora bien, explicar no es justificar. El terrorismo palestino no se puede justificar. En el caso de Hamas, lo económico no es primordial. Su terrorismo se apoya principalmente en un fanatismo religioso que conlleva la no aceptación de la existencia de Israel ni de un gobierno judío en lo que ellos consideran la Palestina musulmana. Hamas no lanza misiles porque sus miembros tienen hambre; de hecho, sus actividades cuentan con financiamientos de miles de millones de dólares.
¿La moderación interna?
Una agrupación terrorista como Hamas, que gobierna la Franja de Gaza, representa los intereses de los islamistas (los fanáticos del Islam que quieren extender su revolución por el mundo y someter a los pueblos bajo su totalitaria ley religiosa). Ahora bien, constantemente hacemos esfuerzos por distinguir a los islamistas de los practicantes del Islam (quienes profesan la religión mahometana sin incurrir en esta veta radical que pregona la Jihad global). Y siempre queremos trazar una división entre los gobernantes musulmanes fanáticos y sus seguidores, y el resto del pueblo que no comparte sus ideales terroristas, sino que componen el sector moderado de la sociedad.
Habiendo mil millones de musulmanes aproximadamente en el mundo, un alto porcentaje de intelectuales occidentales afirma que los fanáticos son los menos y los moderados son los más. Esto podría explicarse en base a medir la cantidad de musulmanes existentes y la cantidad de actos terroristas perpetrados (aunque se debe aclarar que los ataques se suceden día tras día, y que aún entre los mismos musulmanes se mantienen decenas de conflictos armados).
Sin embargo, en el mundo musulmán no escuchamos muchas voces disidentes. Con razón se puede argumentar que en el seno de sociedades totalitarias es difícil levantarse en contra del régimen dominante sin ser acribillado por la osadía. Pero al mismo tiempo, reflexionamos que si los moderados son más y los extremistas menos, alguna vez en la vida debería producirse una revolución oriental que destituya los despóticos gobiernos que someten a su población y atacan a las demás.
¿Revolución?
En Occidente, revoluciones contra la injusticia se dieron en condiciones de pobreza, insalubridad y analfabetismo entre otras. Entonces es falaz, o por lo menos incompleto, el argumento que diga que las condiciones de los árabes son inapropiadas para una revolución. De hecho, repasar la historia reciente de Irán es encontrar un doble ejemplo: la subida al poder de los Ayatollahs y de la Guardia Revolucionaria para imponer su doctrina totalitaria derrocando al Sha; y los últimos indicios de hartazgo de la población iraní que salió a las calles a protestar por el fraude electoral que mantuvo, en calidad de reelecto, a Mahmoud Ahmadinejad en la presidencia.
Los siglos pasaron tanto para Occidente como para Oriente, por más dispares que hayan sido los respectivos desarrollos culturales. Da la impresión de que solo Occidente entabló reformas contra la injusticia. Si los musulmanes realmente no desean vivir bajo sus nefastas dictaduras (como humanitariamente queremos pensar), deberían levantarse de una vez por todas, y Occidente apoyar la bravura (pero no para arremeter con imperialismo luego, como lamentablemente experimentamos ejemplos en el pasado, sino para consolidar las renovadas y reforzadas sociedades libres que surjan).
¿Cambio de mentalidad?
“Si lo hacen, los matan” es común escuchar como respuesta ante el pedido por una revolución de musulmanes de cara a la paz.
Pues bien, hay musulmanes que se dedican al terrorismo suicida. Se matan por un ideal asesinando a inocentes. Esto conlleva que el terrorista no solo legitima el islamismo que somete a sus pares musulmanes, sino que manifiesta la intención de expandirlo. Entonces, si estos asesinos se dejaran de inmolar y tuvieran un cambio de actitud que implicara por un lado, la preocupación de que su prójimo no viva bajo la opulencia y por otro, la tolerancia a los demás, con la misma facilidad podrían dar su vida por un propósito noble.
Acá no hay doble discurso, no se malinterprete: No se pide que cese el terrorismo islamista a la vez que flote un terrorismo revolucionario nacionalista. Se espera un abandono a los medios terroristas para conseguir fines; y un cambio tendiente a combatir y derrocar el totalitarismo islamista que sponsorea y comete los atentados terroristas. En vez de entrenar terroristas suicidas, preparar soldados que enfrenten dictaduras que obstaculizan el logro de la paz. No inmolarse para asesinar inocentes; estar listos para una batalla dura en la cual pueden morir soldados, pero no hay guerra en la que no mueran. Hay una enorme diferencia entre un hombre bomba cuyo blanco deliberado son civiles y que se suicida haciéndolos volar en pedazos, y un soldado que enfrenta terroristas pudiendo morir en el intento pero siguiendo principios morales y aspirando a la libertad de su pueblo. Una frase dicha por Joseph Trumpeldor al ser herido en el fragor de la batalla, puede tener cabida en este segundo caso: "Ein davar. Tov lamut be'ad hartzeinu" ("No importa. Vale la pena morir por nuestra patria").
¿Nuevas voces?
Los islamistas mediante sus lavados de cerebro generan en los terroristas la intención de inmolarse para lograr el paraíso y obtener 70 vírgenes que se encargarán de realizarles delicias sexuales. Le dan más importancia al mundo venidero que al mundo terrenal (lo cual no es un inconveniente en sí mismo ya que cualquier persona religiosa puede pensar de este modo) pero el problema es que para “ganarse” ese paraíso hay que explotarse y matar a muchos inocentes (y ahí sí radica un fanatismo despiadado).
A esta mentalidad hay que combatirla y derrotarla. Si los moderados que no comparten la ridícula propuesta paradisíaca y sexual ni la manera de propagar tal mensaje religioso deciden convencerse de que no pueden seguir sojuzgados como lo están por siempre, si esos moderados realmente existen en la proporción que los intelectuales insinúan, deberán preparar el camino para el cambio y la renovación. Deberán aparecer, de una vez por todas.
Y por su parte, Occidente no debe ser ciego al odio tremendo que está creciendo en su contra. Porque por más que muchos afirmen la proporción superior de moderados, quienes no lo son llegan a un número que significa una verdadera amenaza. No entrevisté a todos, musulmán por musulmán, para verificar su posición y medir si hay más moderados que fanáticos. Pero sí consulté las estadísticas que confirman un auge del terrorismo islamista. Los extremistas islamistas son muchos más de lo que los pacificadores nos quieren hacer creer que hay. Al respecto, tenemos que prestar atención a Oriana Fallaci: “¿Simples grupos de extremistas? ¡¿Simples minorías de fanáticos?! Son millones y millones, los fanáticos. Son millones y millones, los extremistas”.
Ezequiel Eiben
12-10-2010
4 de Heshvan 5771
¿La paz económica?
Se pueden encontrar torrentes de justificaciones de varios autores para la violencia por estar sus practicantes hundidos en condiciones de pobreza. La razón económica es casi siempre la primordial que aducen en sus teorías.
El progresismo e izquierdismo internacional ponen en práctica estos estandartes al evaluar guerras y enfrentamientos, y el conflicto palestino-israelí no es la excepción. La figura de un Israel conquistador, opresor, imperialista y dominador que desposeyó a los palestinos y controla la economía manteniéndolos en la pobreza, es el punto de partida que emplean para justificar el terrorismo asesino, suicida y cobarde de los radicales palestinos. Pareciera ser que, o bien voluntariamente ,o por olvido, dejan de lado un factor trascendental en la mentalidad terrorista palestina que es el ideológico: la no aceptación de la existencia del Estado de Israel.
En estos errores también ha caído en las últimas décadas la izquierda israelí. Quienes le tiran flores a Shimon Peres mientras arrasan despiadadamente con Avigdor Lieberman son los defensores de los acuerdos de Oslo y de enfoques aspirantes a firmar la paz a toda costa basándose en la economía. La visión de dos pueblos en guerra que se llevarán bien a partir de la cooperación económica, sin importar que el gobierno de uno de los pueblos (Hamás) quiere borrar al otro pueblo (Israel), choca de frente contra la realidad y ni mil airbags pueden resistir el impacto y salvar esa idea.
Por su parte, Lieberman entiende el no reconocimiento de la existencia de Israel por parte de Hamas, el no reconocimiento de la existencia de Israel como Estado Judío por el lado de la AP, y el no reconocimiento de la existencia de Israel como Estado Judío más el pedido de un Estado Binacional hecho por la mayoría de los árabes israelíes, como un impedimento enquistado para lograr un tratado de paz, y por estas divergencias ideológicas entre las partes protagonistas ve la solución en un intercambio poblacional.
Aclarar se debe que nadie niega que la pobreza es un factor que explica olas de violencia en ciertos ámbitos. Ahora bien, explicar no es justificar. El terrorismo palestino no se puede justificar. En el caso de Hamas, lo económico no es primordial. Su terrorismo se apoya principalmente en un fanatismo religioso que conlleva la no aceptación de la existencia de Israel ni de un gobierno judío en lo que ellos consideran la Palestina musulmana. Hamas no lanza misiles porque sus miembros tienen hambre; de hecho, sus actividades cuentan con financiamientos de miles de millones de dólares.
¿La moderación interna?
Una agrupación terrorista como Hamas, que gobierna la Franja de Gaza, representa los intereses de los islamistas (los fanáticos del Islam que quieren extender su revolución por el mundo y someter a los pueblos bajo su totalitaria ley religiosa). Ahora bien, constantemente hacemos esfuerzos por distinguir a los islamistas de los practicantes del Islam (quienes profesan la religión mahometana sin incurrir en esta veta radical que pregona la Jihad global). Y siempre queremos trazar una división entre los gobernantes musulmanes fanáticos y sus seguidores, y el resto del pueblo que no comparte sus ideales terroristas, sino que componen el sector moderado de la sociedad.
Habiendo mil millones de musulmanes aproximadamente en el mundo, un alto porcentaje de intelectuales occidentales afirma que los fanáticos son los menos y los moderados son los más. Esto podría explicarse en base a medir la cantidad de musulmanes existentes y la cantidad de actos terroristas perpetrados (aunque se debe aclarar que los ataques se suceden día tras día, y que aún entre los mismos musulmanes se mantienen decenas de conflictos armados).
Sin embargo, en el mundo musulmán no escuchamos muchas voces disidentes. Con razón se puede argumentar que en el seno de sociedades totalitarias es difícil levantarse en contra del régimen dominante sin ser acribillado por la osadía. Pero al mismo tiempo, reflexionamos que si los moderados son más y los extremistas menos, alguna vez en la vida debería producirse una revolución oriental que destituya los despóticos gobiernos que someten a su población y atacan a las demás.
¿Revolución?
En Occidente, revoluciones contra la injusticia se dieron en condiciones de pobreza, insalubridad y analfabetismo entre otras. Entonces es falaz, o por lo menos incompleto, el argumento que diga que las condiciones de los árabes son inapropiadas para una revolución. De hecho, repasar la historia reciente de Irán es encontrar un doble ejemplo: la subida al poder de los Ayatollahs y de la Guardia Revolucionaria para imponer su doctrina totalitaria derrocando al Sha; y los últimos indicios de hartazgo de la población iraní que salió a las calles a protestar por el fraude electoral que mantuvo, en calidad de reelecto, a Mahmoud Ahmadinejad en la presidencia.
Los siglos pasaron tanto para Occidente como para Oriente, por más dispares que hayan sido los respectivos desarrollos culturales. Da la impresión de que solo Occidente entabló reformas contra la injusticia. Si los musulmanes realmente no desean vivir bajo sus nefastas dictaduras (como humanitariamente queremos pensar), deberían levantarse de una vez por todas, y Occidente apoyar la bravura (pero no para arremeter con imperialismo luego, como lamentablemente experimentamos ejemplos en el pasado, sino para consolidar las renovadas y reforzadas sociedades libres que surjan).
¿Cambio de mentalidad?
“Si lo hacen, los matan” es común escuchar como respuesta ante el pedido por una revolución de musulmanes de cara a la paz.
Pues bien, hay musulmanes que se dedican al terrorismo suicida. Se matan por un ideal asesinando a inocentes. Esto conlleva que el terrorista no solo legitima el islamismo que somete a sus pares musulmanes, sino que manifiesta la intención de expandirlo. Entonces, si estos asesinos se dejaran de inmolar y tuvieran un cambio de actitud que implicara por un lado, la preocupación de que su prójimo no viva bajo la opulencia y por otro, la tolerancia a los demás, con la misma facilidad podrían dar su vida por un propósito noble.
Acá no hay doble discurso, no se malinterprete: No se pide que cese el terrorismo islamista a la vez que flote un terrorismo revolucionario nacionalista. Se espera un abandono a los medios terroristas para conseguir fines; y un cambio tendiente a combatir y derrocar el totalitarismo islamista que sponsorea y comete los atentados terroristas. En vez de entrenar terroristas suicidas, preparar soldados que enfrenten dictaduras que obstaculizan el logro de la paz. No inmolarse para asesinar inocentes; estar listos para una batalla dura en la cual pueden morir soldados, pero no hay guerra en la que no mueran. Hay una enorme diferencia entre un hombre bomba cuyo blanco deliberado son civiles y que se suicida haciéndolos volar en pedazos, y un soldado que enfrenta terroristas pudiendo morir en el intento pero siguiendo principios morales y aspirando a la libertad de su pueblo. Una frase dicha por Joseph Trumpeldor al ser herido en el fragor de la batalla, puede tener cabida en este segundo caso: "Ein davar. Tov lamut be'ad hartzeinu" ("No importa. Vale la pena morir por nuestra patria").
¿Nuevas voces?
Los islamistas mediante sus lavados de cerebro generan en los terroristas la intención de inmolarse para lograr el paraíso y obtener 70 vírgenes que se encargarán de realizarles delicias sexuales. Le dan más importancia al mundo venidero que al mundo terrenal (lo cual no es un inconveniente en sí mismo ya que cualquier persona religiosa puede pensar de este modo) pero el problema es que para “ganarse” ese paraíso hay que explotarse y matar a muchos inocentes (y ahí sí radica un fanatismo despiadado).
A esta mentalidad hay que combatirla y derrotarla. Si los moderados que no comparten la ridícula propuesta paradisíaca y sexual ni la manera de propagar tal mensaje religioso deciden convencerse de que no pueden seguir sojuzgados como lo están por siempre, si esos moderados realmente existen en la proporción que los intelectuales insinúan, deberán preparar el camino para el cambio y la renovación. Deberán aparecer, de una vez por todas.
Y por su parte, Occidente no debe ser ciego al odio tremendo que está creciendo en su contra. Porque por más que muchos afirmen la proporción superior de moderados, quienes no lo son llegan a un número que significa una verdadera amenaza. No entrevisté a todos, musulmán por musulmán, para verificar su posición y medir si hay más moderados que fanáticos. Pero sí consulté las estadísticas que confirman un auge del terrorismo islamista. Los extremistas islamistas son muchos más de lo que los pacificadores nos quieren hacer creer que hay. Al respecto, tenemos que prestar atención a Oriana Fallaci: “¿Simples grupos de extremistas? ¡¿Simples minorías de fanáticos?! Son millones y millones, los fanáticos. Son millones y millones, los extremistas”.
Ezequiel Eiben
12-10-2010
4 de Heshvan 5771
miércoles, 6 de octubre de 2010
Sucot y la alegría del Pueblo Judío
Sucot y la alegría del Pueblo Judío
La fiesta de la alegría
Sucot es la fiesta de la alegría. Es la única festividad judía en la cual se estipula como una obligación alegrarse, pues así está escrito en la Torá: “Y te alegrarás en tus fiestas solemnes, tú, tu hijo, tu hija, tu siervo, tu sierva, y el levita, el extranjero, el huérfano y la viuda que viven en tus poblaciones.” (Deuteronomio 16:14).
Siendo por lo tanto un tiempo de regocijo, en el cual cumplimos una mitzvá poniéndonos contentos, agradecemos a D-os por bendecirnos en nuestros frutos, nuestras cosechas, la obra de nuestras manos. Finaliza un año de trabajo y reconocemos que nuestro éxito, basado en el esfuerzo y la perseverancia, nos llega por la gracia de D-os, por su benevolencia, que nos permite disfrutar de lo obtenido.
A partir de esta premisa de la alegría que ponemos en práctica en Sucot, se abre un panorama de diversos significados que podemos extraer del jag. Aquí trataremos principalmente dos: el recuerdo del éxodo de Egipto, y el valor de la igualdad, ambos plenamente visibles y recreados en el armado y el habitado de la sucá. Luego finalizaremos con una reflexión sobre la conexión del hombre con D-os durante Sucot inspirada en la Kabalá.
Tras la salida de Egipto
Luego de que D-os los liberara de la esclavitud en Egipto, a los israelitas les quedaba un tortuoso camino hasta llegar a la Tierra Prometida. Las variadas interpretaciones esbozadas acerca del relato de Shemot que tenemos para considerar, provocan que con el armado de la sucá recordemos diferentes cuestiones: lo que fue el transcurso del Pueblo de Israel por el desierto viviendo en tabernáculos; o según Rabi Akiva, la protección enviada por D-os, nubes de Presencia Divina como él las llama, que daban sombra y rodeaban a los israelitas, un milagro de D-os hacia su Pueblo.
Sea cual sea la interpretación que elijamos, para respetar Sucot la Torá establece: “Y tomaréis el primer día ramas con fruto de árbol hermoso, ramas de palmeras, ramas de árboles frondosos, y sauces de los arroyos, y os regocijaréis delante de Jehová vuestro Dios por siete días. Y le haréis fiesta a Jehová por siete días cada año; será estatuto perpetuo por vuestras generaciones; en el mes séptimo la haréis. En tabernáculos habitaréis siete días; todo natural de Israel habitará en tabernáculos, para que sepan vuestros descendientes que en tabernáculos hice yo habitar a los hijos de Israel cuando los saqué de la tierra de Egipto. Yo Jehová vuestro Dios.” (Levítico 23, 40-43).
Cumpliendo estas mitzvot, habitamos en sucot como nuestros antepasados lo hicieron, y somos capaces de experimentar las condiciones en las que ellos se encontraban, el modo de vida que podían tener en esas precarias construcciones.
El valor de la igualdad
El estar dentro de una sucá tiene otro bellísimo sentido arraigado en la tradición judía. Implica por un momento dejar las comodidades del hogar, hacer a un lado el estilo de vida confortable y lujoso que podemos tener allí, para pasar a estar en la mencionada frágil construcción, que refleja la antítesis de lo que uno desearía como una verdadera casa para vivir. La sucá elaborada con ramas no es ni parecida a una casa con firmes paredes de cemento. Todo lo cual nos hace tomar real conciencia de aquellos que cotidianamente, por ser pobres o no tener recursos suficientes para sustentarse, pasan todos los días viviendo como en una sucá, en condiciones que nadie consideraría ideales.
He aquí que cuando los judíos habitamos en una sucá, desaparecen las diferencias entre ricos y pobres, entre los que todo lo tienen y los que poco poseen. Estamos todos bajo un mismo techo en igualdad de condiciones, compartiendo lo mismo, siendo solidarios con el prójimo. En esta paridad creada, los que en su vida diaria tienen todas las necesidades cubiertas y los gustos satisfechos, en la sucá tienen las mismas necesidades que alguien viviendo en condiciones más humildes. Un texto del American Jewish Joint Distribution Committee lo explica excelentemente en una sola línea: “El rico deja sus aposentos y comodidades de todo el año y por una semana vive lo que el humilde vive todo el año”.
El acercamiento a D-os
Para la Kabalá, el hombre se encuentra en un estado de gran elevación espiritual en la sucá. Esto puede explicarse porque al estar desprovisto de comodidades y elementos de los que se vale en su vida diaria, se encuentra íntimamente consigo mismo, con su esencia, con su mismísimo ser. Por lo tanto, hay condiciones favorables para que la persona explore su espíritu.
Precisamente a través de la espiritualidad es que nos acercamos a D-os. Y en este punto se produce una conexión entre Rosh HaShaná, Iom Kippur y Sucot. El rabino Uriel Neuah nos explica sintéticamente esta unión: tenemos dos formas de acercarnos a D-os, por temor y por amor. Por temor es cuando observamos que debemos cumplir cosas y lo hacemos para que no nos pase nada. Por amor es cuando nos aproximamos a D-os a través de reflexiones, voluntariamente investigando, buscándolo. En Rosh HaShaná y en Iom Kippur nos acercamos a D-os mayoritariamente por el lado del temor, pensando sobre lo que hicimos, sabiéndonos juzgados, pidiendo perdón, y presentando un proyecto para el nuevo año con objetivos a cumplir y cosas para hacer. En Sucot, en cambio, nos acercamos más por amor, a través de la alegría. En la sucá nuestro cuerpo no tiene todo lo que le facilita una casa normal, pero la ventaja es que el ambiente le da preponderancia al alma. Por eso nos ocupamos del alma y eso nos posibilita ser alegres. Quien se ocupa de otras cosas descuidando el alma, le resultará muy difícil ser alegre.
Como podemos ver, con esta sucesión de jaguim tenemos oportunidad de desarrollarnos y elevarnos espiritualmente, de llegar a D-os por distintas formas, y complementar así nuestro crecimiento interior. Específicamente en Sucot D-os nos pide ser alegres, y siendo Él nuestro Creador y en consecuencia conocedor de lo que necesitamos, predisponernos a la alegría y querer estar contentos le hará muy bien a nuestras almas.
Ezequiel Eiben
1-10-2010
23 de Tishrei de 5771
La fiesta de la alegría
Sucot es la fiesta de la alegría. Es la única festividad judía en la cual se estipula como una obligación alegrarse, pues así está escrito en la Torá: “Y te alegrarás en tus fiestas solemnes, tú, tu hijo, tu hija, tu siervo, tu sierva, y el levita, el extranjero, el huérfano y la viuda que viven en tus poblaciones.” (Deuteronomio 16:14).
Siendo por lo tanto un tiempo de regocijo, en el cual cumplimos una mitzvá poniéndonos contentos, agradecemos a D-os por bendecirnos en nuestros frutos, nuestras cosechas, la obra de nuestras manos. Finaliza un año de trabajo y reconocemos que nuestro éxito, basado en el esfuerzo y la perseverancia, nos llega por la gracia de D-os, por su benevolencia, que nos permite disfrutar de lo obtenido.
A partir de esta premisa de la alegría que ponemos en práctica en Sucot, se abre un panorama de diversos significados que podemos extraer del jag. Aquí trataremos principalmente dos: el recuerdo del éxodo de Egipto, y el valor de la igualdad, ambos plenamente visibles y recreados en el armado y el habitado de la sucá. Luego finalizaremos con una reflexión sobre la conexión del hombre con D-os durante Sucot inspirada en la Kabalá.
Tras la salida de Egipto
Luego de que D-os los liberara de la esclavitud en Egipto, a los israelitas les quedaba un tortuoso camino hasta llegar a la Tierra Prometida. Las variadas interpretaciones esbozadas acerca del relato de Shemot que tenemos para considerar, provocan que con el armado de la sucá recordemos diferentes cuestiones: lo que fue el transcurso del Pueblo de Israel por el desierto viviendo en tabernáculos; o según Rabi Akiva, la protección enviada por D-os, nubes de Presencia Divina como él las llama, que daban sombra y rodeaban a los israelitas, un milagro de D-os hacia su Pueblo.
Sea cual sea la interpretación que elijamos, para respetar Sucot la Torá establece: “Y tomaréis el primer día ramas con fruto de árbol hermoso, ramas de palmeras, ramas de árboles frondosos, y sauces de los arroyos, y os regocijaréis delante de Jehová vuestro Dios por siete días. Y le haréis fiesta a Jehová por siete días cada año; será estatuto perpetuo por vuestras generaciones; en el mes séptimo la haréis. En tabernáculos habitaréis siete días; todo natural de Israel habitará en tabernáculos, para que sepan vuestros descendientes que en tabernáculos hice yo habitar a los hijos de Israel cuando los saqué de la tierra de Egipto. Yo Jehová vuestro Dios.” (Levítico 23, 40-43).
Cumpliendo estas mitzvot, habitamos en sucot como nuestros antepasados lo hicieron, y somos capaces de experimentar las condiciones en las que ellos se encontraban, el modo de vida que podían tener en esas precarias construcciones.
El valor de la igualdad
El estar dentro de una sucá tiene otro bellísimo sentido arraigado en la tradición judía. Implica por un momento dejar las comodidades del hogar, hacer a un lado el estilo de vida confortable y lujoso que podemos tener allí, para pasar a estar en la mencionada frágil construcción, que refleja la antítesis de lo que uno desearía como una verdadera casa para vivir. La sucá elaborada con ramas no es ni parecida a una casa con firmes paredes de cemento. Todo lo cual nos hace tomar real conciencia de aquellos que cotidianamente, por ser pobres o no tener recursos suficientes para sustentarse, pasan todos los días viviendo como en una sucá, en condiciones que nadie consideraría ideales.
He aquí que cuando los judíos habitamos en una sucá, desaparecen las diferencias entre ricos y pobres, entre los que todo lo tienen y los que poco poseen. Estamos todos bajo un mismo techo en igualdad de condiciones, compartiendo lo mismo, siendo solidarios con el prójimo. En esta paridad creada, los que en su vida diaria tienen todas las necesidades cubiertas y los gustos satisfechos, en la sucá tienen las mismas necesidades que alguien viviendo en condiciones más humildes. Un texto del American Jewish Joint Distribution Committee lo explica excelentemente en una sola línea: “El rico deja sus aposentos y comodidades de todo el año y por una semana vive lo que el humilde vive todo el año”.
El acercamiento a D-os
Para la Kabalá, el hombre se encuentra en un estado de gran elevación espiritual en la sucá. Esto puede explicarse porque al estar desprovisto de comodidades y elementos de los que se vale en su vida diaria, se encuentra íntimamente consigo mismo, con su esencia, con su mismísimo ser. Por lo tanto, hay condiciones favorables para que la persona explore su espíritu.
Precisamente a través de la espiritualidad es que nos acercamos a D-os. Y en este punto se produce una conexión entre Rosh HaShaná, Iom Kippur y Sucot. El rabino Uriel Neuah nos explica sintéticamente esta unión: tenemos dos formas de acercarnos a D-os, por temor y por amor. Por temor es cuando observamos que debemos cumplir cosas y lo hacemos para que no nos pase nada. Por amor es cuando nos aproximamos a D-os a través de reflexiones, voluntariamente investigando, buscándolo. En Rosh HaShaná y en Iom Kippur nos acercamos a D-os mayoritariamente por el lado del temor, pensando sobre lo que hicimos, sabiéndonos juzgados, pidiendo perdón, y presentando un proyecto para el nuevo año con objetivos a cumplir y cosas para hacer. En Sucot, en cambio, nos acercamos más por amor, a través de la alegría. En la sucá nuestro cuerpo no tiene todo lo que le facilita una casa normal, pero la ventaja es que el ambiente le da preponderancia al alma. Por eso nos ocupamos del alma y eso nos posibilita ser alegres. Quien se ocupa de otras cosas descuidando el alma, le resultará muy difícil ser alegre.
Como podemos ver, con esta sucesión de jaguim tenemos oportunidad de desarrollarnos y elevarnos espiritualmente, de llegar a D-os por distintas formas, y complementar así nuestro crecimiento interior. Específicamente en Sucot D-os nos pide ser alegres, y siendo Él nuestro Creador y en consecuencia conocedor de lo que necesitamos, predisponernos a la alegría y querer estar contentos le hará muy bien a nuestras almas.
Ezequiel Eiben
1-10-2010
23 de Tishrei de 5771
martes, 7 de septiembre de 2010
Rosh HaShaná: Arrepentimiento, Corrección y Cambio.
Rosh HaShaná: Arrepentimiento, Corrección y Cambio.
Llega Rosh HaShaná y es mucho más que el paso a otro año en el calendario hebreo. El nuevo año que comienza trae consigo el inicio de los Yamim Noraim, los Días Terribles, en los cuales nos dedicamos a la reflexión e introspección, recorremos el alma a conciencia y repasamos nuestras acciones.
Es una oportunidad que se nos brinda para que tengamos un sincero arrepentimiento de aquellos malos actos que realizamos, logremos enderezarnos espiritualmente y retornemos al camino correcto.
El hombre es un ser que posee libre albedrío, la libertad de elegir cómo obrar, de evaluar las opciones que ante él se abren y optar la que estime conveniente. Es así que el ser humano no viene predeterminado y moldeado a hacer el bien y las mitzvot que D-os le pide, sin poder incurrir en otro tipo de acciones. En vez de eso, su naturaleza es una en la cual la libertad predomina, y el factor determinante en su conducta será su propia decisión. Capaz de distinguir el bien del mal, es el responsable de sus elecciones y de la respectiva traducción en consecuentes actos. En relación a Rosh HaShaná, lo explica concretamente el Dr. Michael Gillis tomando una interpretación de Maimónides: “La exigencia al hombre que modifique sus acciones y se arrepienta, se basa en la premisa que el hombre tiene la capacidad de cambiar a partir de una decisión interna”.
Como seres libres, podemos equivocarnos y obrar mal. En esta época debemos trabajar el concepto de Teshuvá, volver al camino correcto y corregir lo malo que ocasionamos. De manera que en el “Día del Juicio”, empezamos una corrección espiritual que nos conduce a enderezarnos y a recuperar el balance en nuestra vida, para poder estar plenos y enteros. Ser tzadikim (justos) y tener un comportamiento ético nos guían en la tarea de convertirnos en mejores personas, y así ser inscriptos en el libro de la vida. Citando al Tratado de Rosh HaShana del Talmud de Babilonia: “Dijo Rabí Iojanán: Tres libros son abiertos en Rosh Hashaná, uno de malvados absolutos, uno de justos absolutos y uno de intermedios. Los justos absolutos – son inscriptos y sellados inmediatamente para la vida. Los malvados absolutos – son inscriptos y sellados inmediatamente para la muerte. Los intermedios – quedan pendientes desde Rosh Hashaná hasta Iom Hakipurim. Si son merecedores – son inscriptos para la vida, si no – son inscriptos para la muerte”.
El Moré Abraham Dwek nos enseña que la Kabalá hace otro aporte desde la mística judía, detallándonos que en Rosh HaShaná, la Cabeza del Año, frente a nosotros se abren dos opciones, de acuerdo a lo que queramos para el tiempo que viene: el cambio, o el repaso. El cambio implica mejorar, crecer, progresar. El repaso conlleva más de lo mismo, de lo que ya conocemos, es estanco. En las primeras 48 horas del año podemos definir cómo será el resto, utilizando como hombres nuestra cabeza, nuestra mente. Si nos concentramos dichas horas en el cambio, repasando lo que hicimos pero aspirando a más, sin que sea algo totalmente definitivo hay más posibilidades de que a lo largo del año cambiemos, mejoremos y nuestros objetivos planteados sean alcanzados. Si nos recostamos sobre el repaso, sin enfocarnos en convertirnos en mejores personas, las mayores posibilidades serán que el año no traiga consigo demasiado crecimiento, sino más de lo que ya sabemos. Por lo tanto, si aspiramos a elevarnos y llegar cada vez más alto en nuestra vida, adquiriendo nuevos conocimientos, fortaleciendo vínculos humanos y expandiendo nuestras fronteras a más vivencias gratificantes, los dos primeros días del año son un tiempo de concentración y fijación de metas, de planteamientos, para luego ponernos manos a la obra arrancando favorecidos por nuestra aspiración al cambio.
Todo lo dicho anteriormente es abarcado por Rosh HaShaná. Como se dijo, es más profundo que el simple paso de un año a otro; las implicancias son varias y los significados muy interesantes para estudiar. Lo que hay que tener en claro es que es un tiempo para arrepentirnos, corregirnos y potenciarnos. Podemos aprovecharlo para entrar en contacto con nosotros mismos, para penetrar en nuestro interior y definir que queremos ser mejores. Personalmente creo que con una reflexión en Rosh HaShaná aumentando nuestra predisposición a trabajar, estudiar y ayudar; afianzando relaciones con nuestro prójimo; profundizando en nuestras raíces y nuestro judaísmo; sosteniendo el compromiso con nuestra Kehilá; apoyando al sionismo y a Israel; estaremos contribuyendo a nuestra identidad, a elevarnos como judíos, a crecer como personas, a respetar y amar al prójimo, y a fomentar la salud y bienestar de nuestro pueblo.
Ezequiel Eiben
7-9-2010
28 de Elul 5770
Llega Rosh HaShaná y es mucho más que el paso a otro año en el calendario hebreo. El nuevo año que comienza trae consigo el inicio de los Yamim Noraim, los Días Terribles, en los cuales nos dedicamos a la reflexión e introspección, recorremos el alma a conciencia y repasamos nuestras acciones.
Es una oportunidad que se nos brinda para que tengamos un sincero arrepentimiento de aquellos malos actos que realizamos, logremos enderezarnos espiritualmente y retornemos al camino correcto.
El hombre es un ser que posee libre albedrío, la libertad de elegir cómo obrar, de evaluar las opciones que ante él se abren y optar la que estime conveniente. Es así que el ser humano no viene predeterminado y moldeado a hacer el bien y las mitzvot que D-os le pide, sin poder incurrir en otro tipo de acciones. En vez de eso, su naturaleza es una en la cual la libertad predomina, y el factor determinante en su conducta será su propia decisión. Capaz de distinguir el bien del mal, es el responsable de sus elecciones y de la respectiva traducción en consecuentes actos. En relación a Rosh HaShaná, lo explica concretamente el Dr. Michael Gillis tomando una interpretación de Maimónides: “La exigencia al hombre que modifique sus acciones y se arrepienta, se basa en la premisa que el hombre tiene la capacidad de cambiar a partir de una decisión interna”.
Como seres libres, podemos equivocarnos y obrar mal. En esta época debemos trabajar el concepto de Teshuvá, volver al camino correcto y corregir lo malo que ocasionamos. De manera que en el “Día del Juicio”, empezamos una corrección espiritual que nos conduce a enderezarnos y a recuperar el balance en nuestra vida, para poder estar plenos y enteros. Ser tzadikim (justos) y tener un comportamiento ético nos guían en la tarea de convertirnos en mejores personas, y así ser inscriptos en el libro de la vida. Citando al Tratado de Rosh HaShana del Talmud de Babilonia: “Dijo Rabí Iojanán: Tres libros son abiertos en Rosh Hashaná, uno de malvados absolutos, uno de justos absolutos y uno de intermedios. Los justos absolutos – son inscriptos y sellados inmediatamente para la vida. Los malvados absolutos – son inscriptos y sellados inmediatamente para la muerte. Los intermedios – quedan pendientes desde Rosh Hashaná hasta Iom Hakipurim. Si son merecedores – son inscriptos para la vida, si no – son inscriptos para la muerte”.
El Moré Abraham Dwek nos enseña que la Kabalá hace otro aporte desde la mística judía, detallándonos que en Rosh HaShaná, la Cabeza del Año, frente a nosotros se abren dos opciones, de acuerdo a lo que queramos para el tiempo que viene: el cambio, o el repaso. El cambio implica mejorar, crecer, progresar. El repaso conlleva más de lo mismo, de lo que ya conocemos, es estanco. En las primeras 48 horas del año podemos definir cómo será el resto, utilizando como hombres nuestra cabeza, nuestra mente. Si nos concentramos dichas horas en el cambio, repasando lo que hicimos pero aspirando a más, sin que sea algo totalmente definitivo hay más posibilidades de que a lo largo del año cambiemos, mejoremos y nuestros objetivos planteados sean alcanzados. Si nos recostamos sobre el repaso, sin enfocarnos en convertirnos en mejores personas, las mayores posibilidades serán que el año no traiga consigo demasiado crecimiento, sino más de lo que ya sabemos. Por lo tanto, si aspiramos a elevarnos y llegar cada vez más alto en nuestra vida, adquiriendo nuevos conocimientos, fortaleciendo vínculos humanos y expandiendo nuestras fronteras a más vivencias gratificantes, los dos primeros días del año son un tiempo de concentración y fijación de metas, de planteamientos, para luego ponernos manos a la obra arrancando favorecidos por nuestra aspiración al cambio.
Todo lo dicho anteriormente es abarcado por Rosh HaShaná. Como se dijo, es más profundo que el simple paso de un año a otro; las implicancias son varias y los significados muy interesantes para estudiar. Lo que hay que tener en claro es que es un tiempo para arrepentirnos, corregirnos y potenciarnos. Podemos aprovecharlo para entrar en contacto con nosotros mismos, para penetrar en nuestro interior y definir que queremos ser mejores. Personalmente creo que con una reflexión en Rosh HaShaná aumentando nuestra predisposición a trabajar, estudiar y ayudar; afianzando relaciones con nuestro prójimo; profundizando en nuestras raíces y nuestro judaísmo; sosteniendo el compromiso con nuestra Kehilá; apoyando al sionismo y a Israel; estaremos contribuyendo a nuestra identidad, a elevarnos como judíos, a crecer como personas, a respetar y amar al prójimo, y a fomentar la salud y bienestar de nuestro pueblo.
Ezequiel Eiben
7-9-2010
28 de Elul 5770
sábado, 31 de julio de 2010
El cuentito del vecino para los chicos (y para algún que otro judeófobo adulto también)
El cuentito del vecino para los chicos (y para algún que otro judeófobo adulto también)
Imagina que llega un nuevo vecino al barrio. En realidad no es nuevo, sus padres y abuelos ya habían vivido allí, y familiares todavía lo hacen. El vecino se establece en la casa más pequeña, más rústica, la que necesita mucho trabajo para verse como un cálido hogar. Sin embargo, aún antes de comenzar con los arreglos, el vecino ya la siente su hogar, puesto que la adquirió legítimamente, respetando un contrato que le asignaba dicho lugar, más toda la historia familiar que allí había acontecido.
Luego de tantas jornadas de reparación, la casa de este vecino luce espectacular, y sin tener una ubicación de privilegio o recursos que facilitarían su desarrollo, supera a las demás casas gracias al poder constructivo y al querer. A pesar de que el vecino es muy atento, todas las mañanas saluda a quienes comparten el vecindario, y estira su brazo para estrechar sus manos, nadie le devuelve el saludo. No solo eso, sino que le gruñen como animales salvajes. El vecino intenta más, ofrece las fuentes de su progreso, pero le son rechazadas una y otra vez. Los gruñidos vana acompañados con amenazas, las amenazas se transforman en ataques. El vecindario adopta una actitud inhumana, la de la bestia, y paralelamente alimenta la paradoja de querer hacer creer a los demás que justamente es el vecino el inhumano.
El vecino comprende que no es bienvenido, que están todos en su contra. Pero el vecino también tiene sentimientos, ¿saben? Sentimientos y un poco de amor propio como para no renunciar a lo que es legítimamente suyo. Declara que la casa le pertenece, y fiel a su espíritu invita en la declaración a la convivencia y cooperación. Como respuesta recibe un “no” unánime. Esa negativa va acompañada de la agresión: desde cinco casas cercanas lo atacan, sumado a otros vándalos de demás casas, como para dejar bien en claro que prefieren asesinarlo a tenerlo como compañero, o ni siquiera como compañero, sino simplemente como vecino.
El solitario buscador de la paz triunfa increíblemente contra el ataque, pero muchos que lo odian no se rinden. Vuelven a agredirlo tres casas, y son derrotadas nuevamente. Con mucha lógica, el vecino entiende que su seguridad peligra y que esto no puede seguir así. Su victoria en la contienda nacida de una agresión no provocada y no iniciada le ha permitido controlar parte de las casas enemigas, lo que le ayuda a prevenir y evitar muchos ataques. Una de las tantas diferencias que radican entre el vecino y los demás, es que él sigue apostando a la vida y al progreso de todos, mientras que la contraparte solo busca la muerte y destrucción.
Prueba fehaciente de esto, es que vuelve a ser atacado, ahora por una coalición de dos casas. La inquebrantable fuerza del vecino logra imponerse, aunque la victoria es triste, pues ha costado mucho y las pérdidas son enormes. Para rescatar el alma del vecino y sus principios que saben guiarlo en medio de tantos inmorales y perversos, poco tiempo después del último enfrentamiento hace las paces con un atacante del barrio, y convienen la devolución de las partes de su casa que quería recuperar, y el vecino accede confiando en que por ese flanco no volverá a ser atacado.
Pasa más tiempo, y las agresiones de otros siguen. Le arrojan piedras a su casa, le disparan balas, le explotan bombas, le tiran misiles, se inmolan contra ella. Por más pedazos que se caigan, la construcción sigue en pie. Otro atacante más decide estrechar la mano del vecino y abandonar la idea de asesinarlo. Pero los demás ataques siguen, y el vecino, harto de sufrir, decide construir una alambrada que lo proteja. La idea no está mal, y consigue reducir a un 99% los ataques de los suicidas.
Con buena voluntad decide retirarse de otra parte de una casa que controlaba. Lo hace por iniciativa propia, sin negociar con aquellos que se niegan a aceptarlo como miembro del barrio, que no lo reconocen como dueño de su propia casa. Lo que abandona para los otros, no lo deja desolado. Fiel a su estilo trabajador y comprometido, había edificado destacadas obras y proporcionado útiles servicios que podrían ser utilizados por quienes se quedarían con la parte de la casa. Pero no es así, y ya a esta altura de la historia antivecino no debe resultar para nada algo sorprendente. De nuevo eligen materializar su odio, esta vez de una forma que no solo expresa repulsión hacia el vecino, sino hacia varios factores humanos y la intolerancia empujada hasta sus extremos. En pocas palabras, destruyen todo lo que el vecino en un gesto amigable les dejó.
Hay más. El gesto pacífico es correspondido luego como ellos saben hacerlo. Empiezan a disparar desde la parte que les dejaron contra el vecino y sus instalaciones. Un fuego incesante, escudado en su famosa doctrina de limpieza de la vecindad que apunta todos sus cañones al mismo vecino, el que para ellos es el “molesto de siempre” según podría indicar un exámen sobre enfermedad crónica del odio, la desmesura violenta y la agresión acérrima.
La realidad se impone, y el vecino opta acertadamente por obrar de nuevo según lo que marca la lógica: defenderse. El vecino ataca a quienes lo agreden y los lastima. Hace bien el vecino en tomar la distancia necesaria de gente de otras vecindades lejanas, que no sufren los ataques en carne propia, y le plantean la ridícula idea de la moral suicida: que espere sentado, de brazos cruzados, sin defenderse, mientras intentan acribillarlo. Reitero que el vecino tiene amor propio, conciencia y racionalidad. Por eso se mueve acorde a lo que las ganas de vivir dictan.
Si les parece complicada la vida del vecino, de una sola persona, traten de imaginar la vida de todo un país bajo las mismas circunstancias. Toda una nación. Las adversidades y enemigos multiplicados por miles, no solo unos pocos vecinos gruñones. Esta es la lucha del Estado de Israel contra el terrorismo islamista, y en otro plano, la defensa judía de la moral y el honor contra detractores, relativistas y banalizadores.
La Operación Plomo Fundido fue ejecutada para desbaratar las instalaciones de Hamas en Gaza e impedir que siguiera con sus incesantes lanzamientos de cohetes. La prensa internacional arrasó a Israel con críticas que demostraban la locura de pedirle a un país que se dejara lastimar.
Israel se retiró de manera unilateral de la Franja de Gaza en un gesto encaminado a la paz, dejando tras de sí toda una infraestructura en pie, que Hamas se encargó de demoler y rechazar el cambio a la moderación y la búsqueda de paz.
Israel construyó la Valla de Seguridad para evitar el terrorismo palestino que era principalmente mortal con los atentados suicidas, en especial durante la Segunda Intifada, y la medida logró reducirlo en un 99%.
Israel triunfó en la Guerra de Iom Kippur iniciada por Egipto y Siria, quienes en el día más sagrado para el pueblo judío se aprovecharon con deshonra de las circunstancias y resultaron a pesar de todo derrotados. Aún así, Israel estuvo dispuesto a negociar con el agresor egipcio y llegó a firmar un tratado de paz, devolviendo una porción de tierra legítimamente conquistada en autodefensa durante un enfrentamiento anterior.
Ese anterior episodio fue la Guerra de los Seis Días en la cual Egipto, Siria y Jordania fueron derrotados por un Israel que estaba solo frente a tantos enemigos, pero igual con energía victoriosa cual pueblo de hierro basado en el temple de sus miembros.
Y antes de esto, cinco ejércitos árabes habían atacado a Israel en una guerra de exterminio al día siguiente que el Estado Judío declaraba su independencia. El recién nacido país, diminuto pero valeroso, con poco territorio pero enorme corazón, fue aplastante y derrotó a los invasores.
Esta es la historia del Estado de Israel, el vecino menos querido del barrio, y paradójicamente el más justo y correcto. Israel, la luz de medio oriente, sigue afianzado en su casa y aferrado a sus valores.
Ezequiel Eiben
5/2010
Imagina que llega un nuevo vecino al barrio. En realidad no es nuevo, sus padres y abuelos ya habían vivido allí, y familiares todavía lo hacen. El vecino se establece en la casa más pequeña, más rústica, la que necesita mucho trabajo para verse como un cálido hogar. Sin embargo, aún antes de comenzar con los arreglos, el vecino ya la siente su hogar, puesto que la adquirió legítimamente, respetando un contrato que le asignaba dicho lugar, más toda la historia familiar que allí había acontecido.
Luego de tantas jornadas de reparación, la casa de este vecino luce espectacular, y sin tener una ubicación de privilegio o recursos que facilitarían su desarrollo, supera a las demás casas gracias al poder constructivo y al querer. A pesar de que el vecino es muy atento, todas las mañanas saluda a quienes comparten el vecindario, y estira su brazo para estrechar sus manos, nadie le devuelve el saludo. No solo eso, sino que le gruñen como animales salvajes. El vecino intenta más, ofrece las fuentes de su progreso, pero le son rechazadas una y otra vez. Los gruñidos vana acompañados con amenazas, las amenazas se transforman en ataques. El vecindario adopta una actitud inhumana, la de la bestia, y paralelamente alimenta la paradoja de querer hacer creer a los demás que justamente es el vecino el inhumano.
El vecino comprende que no es bienvenido, que están todos en su contra. Pero el vecino también tiene sentimientos, ¿saben? Sentimientos y un poco de amor propio como para no renunciar a lo que es legítimamente suyo. Declara que la casa le pertenece, y fiel a su espíritu invita en la declaración a la convivencia y cooperación. Como respuesta recibe un “no” unánime. Esa negativa va acompañada de la agresión: desde cinco casas cercanas lo atacan, sumado a otros vándalos de demás casas, como para dejar bien en claro que prefieren asesinarlo a tenerlo como compañero, o ni siquiera como compañero, sino simplemente como vecino.
El solitario buscador de la paz triunfa increíblemente contra el ataque, pero muchos que lo odian no se rinden. Vuelven a agredirlo tres casas, y son derrotadas nuevamente. Con mucha lógica, el vecino entiende que su seguridad peligra y que esto no puede seguir así. Su victoria en la contienda nacida de una agresión no provocada y no iniciada le ha permitido controlar parte de las casas enemigas, lo que le ayuda a prevenir y evitar muchos ataques. Una de las tantas diferencias que radican entre el vecino y los demás, es que él sigue apostando a la vida y al progreso de todos, mientras que la contraparte solo busca la muerte y destrucción.
Prueba fehaciente de esto, es que vuelve a ser atacado, ahora por una coalición de dos casas. La inquebrantable fuerza del vecino logra imponerse, aunque la victoria es triste, pues ha costado mucho y las pérdidas son enormes. Para rescatar el alma del vecino y sus principios que saben guiarlo en medio de tantos inmorales y perversos, poco tiempo después del último enfrentamiento hace las paces con un atacante del barrio, y convienen la devolución de las partes de su casa que quería recuperar, y el vecino accede confiando en que por ese flanco no volverá a ser atacado.
Pasa más tiempo, y las agresiones de otros siguen. Le arrojan piedras a su casa, le disparan balas, le explotan bombas, le tiran misiles, se inmolan contra ella. Por más pedazos que se caigan, la construcción sigue en pie. Otro atacante más decide estrechar la mano del vecino y abandonar la idea de asesinarlo. Pero los demás ataques siguen, y el vecino, harto de sufrir, decide construir una alambrada que lo proteja. La idea no está mal, y consigue reducir a un 99% los ataques de los suicidas.
Con buena voluntad decide retirarse de otra parte de una casa que controlaba. Lo hace por iniciativa propia, sin negociar con aquellos que se niegan a aceptarlo como miembro del barrio, que no lo reconocen como dueño de su propia casa. Lo que abandona para los otros, no lo deja desolado. Fiel a su estilo trabajador y comprometido, había edificado destacadas obras y proporcionado útiles servicios que podrían ser utilizados por quienes se quedarían con la parte de la casa. Pero no es así, y ya a esta altura de la historia antivecino no debe resultar para nada algo sorprendente. De nuevo eligen materializar su odio, esta vez de una forma que no solo expresa repulsión hacia el vecino, sino hacia varios factores humanos y la intolerancia empujada hasta sus extremos. En pocas palabras, destruyen todo lo que el vecino en un gesto amigable les dejó.
Hay más. El gesto pacífico es correspondido luego como ellos saben hacerlo. Empiezan a disparar desde la parte que les dejaron contra el vecino y sus instalaciones. Un fuego incesante, escudado en su famosa doctrina de limpieza de la vecindad que apunta todos sus cañones al mismo vecino, el que para ellos es el “molesto de siempre” según podría indicar un exámen sobre enfermedad crónica del odio, la desmesura violenta y la agresión acérrima.
La realidad se impone, y el vecino opta acertadamente por obrar de nuevo según lo que marca la lógica: defenderse. El vecino ataca a quienes lo agreden y los lastima. Hace bien el vecino en tomar la distancia necesaria de gente de otras vecindades lejanas, que no sufren los ataques en carne propia, y le plantean la ridícula idea de la moral suicida: que espere sentado, de brazos cruzados, sin defenderse, mientras intentan acribillarlo. Reitero que el vecino tiene amor propio, conciencia y racionalidad. Por eso se mueve acorde a lo que las ganas de vivir dictan.
Si les parece complicada la vida del vecino, de una sola persona, traten de imaginar la vida de todo un país bajo las mismas circunstancias. Toda una nación. Las adversidades y enemigos multiplicados por miles, no solo unos pocos vecinos gruñones. Esta es la lucha del Estado de Israel contra el terrorismo islamista, y en otro plano, la defensa judía de la moral y el honor contra detractores, relativistas y banalizadores.
La Operación Plomo Fundido fue ejecutada para desbaratar las instalaciones de Hamas en Gaza e impedir que siguiera con sus incesantes lanzamientos de cohetes. La prensa internacional arrasó a Israel con críticas que demostraban la locura de pedirle a un país que se dejara lastimar.
Israel se retiró de manera unilateral de la Franja de Gaza en un gesto encaminado a la paz, dejando tras de sí toda una infraestructura en pie, que Hamas se encargó de demoler y rechazar el cambio a la moderación y la búsqueda de paz.
Israel construyó la Valla de Seguridad para evitar el terrorismo palestino que era principalmente mortal con los atentados suicidas, en especial durante la Segunda Intifada, y la medida logró reducirlo en un 99%.
Israel triunfó en la Guerra de Iom Kippur iniciada por Egipto y Siria, quienes en el día más sagrado para el pueblo judío se aprovecharon con deshonra de las circunstancias y resultaron a pesar de todo derrotados. Aún así, Israel estuvo dispuesto a negociar con el agresor egipcio y llegó a firmar un tratado de paz, devolviendo una porción de tierra legítimamente conquistada en autodefensa durante un enfrentamiento anterior.
Ese anterior episodio fue la Guerra de los Seis Días en la cual Egipto, Siria y Jordania fueron derrotados por un Israel que estaba solo frente a tantos enemigos, pero igual con energía victoriosa cual pueblo de hierro basado en el temple de sus miembros.
Y antes de esto, cinco ejércitos árabes habían atacado a Israel en una guerra de exterminio al día siguiente que el Estado Judío declaraba su independencia. El recién nacido país, diminuto pero valeroso, con poco territorio pero enorme corazón, fue aplastante y derrotó a los invasores.
Esta es la historia del Estado de Israel, el vecino menos querido del barrio, y paradójicamente el más justo y correcto. Israel, la luz de medio oriente, sigue afianzado en su casa y aferrado a sus valores.
Ezequiel Eiben
5/2010
martes, 1 de junio de 2010
Refutación al artículo “El peso de una alianza” de Alejandra Conti
Refutación al artículo “El peso de una alianza” de Alejandra Conti
Lo acontecido con respecto a la flotilla con destino a Gaza es otro lamentable episodio de antiisraelismo, que se encarga de despertar con ayuda de comentarios de ignorantes y apologistas occidentales del terrorismo islámico, la siempre latente judeofobia, a esta altura imposible de enmascarar en el refugio de la crítica desmedida a Israel. En defensa de la verdad, y del honor judío y de Israel, hay que refutar los argumentos expuestos por la señora Alejandra Conti en su artículo “El peso de una alianza”.
Con irresponsable ligereza pide un cambio radical de la política de EEUU hacia Israel. Pues bien, hay que avisar que el cambio ya se produjo desde que comenzó a gobernar la administración Obama, en donde el foco de las críticas norteamericanas es Israel, la víctima, y las demandas escuchadas son las palestinas, quienes han sido los victimarios. Con esta inversión, queda la imagen de un Israel culpable del conflicto en Medio Oriente, cuando en efecto es el único que se preocupa por resolverlo. No viene mal recordar el discurso de Obama en el Cairo, donde se salteó la histórica conexión judía con la Tierra de Israel, o las reacciones desproporcionadas ante el anuncio de construcciones en Jerusalén. Se sabe que el pueblo judío tiene el derecho histórico sobre Israel, y se sabe que Israel no tiene por qué aceptar restricciones a su soberanía en su propia capital, y menos cuando se trata de construcciones que ni siquiera encuadran en lo que muchos denominan injustificadamente “asentamientos”.
Luego Conti prosigue haciendo referencia a Tel Aviv como la capital de Israel. En 1980 (sí, hace ya 30 años, lapso suficiente para que una escritora tenga tiempo de enterarse) el Parlamento israelí, la knesset, aprobó la ley que establece a Jerusalén como capital eterna e indivisible del pueblo judío, la capital de Israel en definitiva. Pero ahí está el viejo truco de tratar de deslegitimar a Israel como sea. O criticando absolutamente todo lo que hace, o desconociendo a su propia capital, sus propios derechos sobre la ciudad emblema de toda su historia. Debe saber la señora Conti que cuando el señor Primer Ministro Biniamín Netanyahu habla, lo hace desde la capital Jerusalén. Washington no lo va a encontrar si llama a Tel Aviv. Por otra parte, el poder de veto, cuando es utilizado por EEUU, es utilizado con sentido común, en contra de las innumerables condenas inmerecidas contra el Estado de Israel. Acerca de los reclamos “inofensivos” de Europa, Asia, América y países árabes, no son para nada inofensivos. Se nota que usted nunca vivió en Israel y sufrió constantes disparos de misiles, para que luego cuando responda a las agresiones terroristas sea condenada por un infame “Informe Goldstone” o con comisiones investigadoras específicas por sucesos en Israel que ni se comparan a terribles tragedias que acontecen en Sudán o Darfur y que no ameritan un mínimo de esfuerzo por parte de la ONU o una aunque sea pequeña condena por parte de varias ongs que se hacen llamar de “derechos humanos” pero son antiisraelíes o a lo sumo de “derechos terroristas”. Ni hablar de una institución palestina antiisraelí específica en la ONU que trata a los refugiados, o de lo que las ingratas condenas logran despertando boicots alrededor del mundo de productos israelíes en los mercados, o de intelectuales israelíes en universidades.
Por si fuera poco, Conti recurre a una de las armas judeofóbicas más antiguas: el prejuicio. Ella adopta las famosas “teorías conspirativas” al hablar del lobby sionista en EEUU. De más está decir que el mito del complot judío mundial para la dominación del planeta es un absurdo que se ha arraigado y prolongado a lo largo de los años en parte por la culpa de personas como ésta, que los siguen resucitando y los dan por sentado. Alguien que quiera enmarcarse en la seriedad, se dedica a la investigación y a la obtención de información idónea. Alguien que solo quiere plantar en el pensamiento colectivo una idea que no tiene sustento en la realidad, que no es susceptible de investigación en cuanto que no existe, recurre a estos mitos judeofóbicos. Un intelectual honesto investiga, lee y opina para consagrar su esfuerzo a la verdad. Conti recurre a la mentira, al mito, a la teoría conspirativa que escuchó pero no investigó, por lo cual, fuera de lo que es un intelectual, cuadra perfectamente en la casilla de una “intelectualoide”.
Conti continúa con su errático análisis sugiriendo que la debilidad de Obama le da vía libre a Israel para cometer atrocidades. En realidad, justamente lo que necesita Israel de su aliado es que sea fuerte, y lo ayude en su lucha contra los enemigos que pretenden su obliteración, contrario a la política ejecutada por Obama hasta el momento. La debilidad de Obama solo ha traído consecuencias negativas para Israel, como por ejemplo el desarrollo del plan nuclear iraní que EEUU y el mundo libre no atinó a frenar a tiempo, y ahora con la alianza de Irán con Turquía y Brasil, será más difícil. ¿Hay que recordar que Irán busca una bomba y el lema de su presidente, el infame Ahmadinejad, es “borrar a Israel del mapa”? Irán sí es un Estado terrorista, no Israel. La sugerencia de que el procedimiento de defensa israelí contra la flotilla es terrorismo de Estado, no encuentra respaldo ni siquiera en la definición de terrorismo. Esos “humanitarios” estaban armados, tenían vínculos terroristas, iniciaron el ataque que fue premeditado, y buscaban nada menos que fortalecer a los terroristas de Hamas. Lo que hizo Israel fue autodefensa, señora Conti.
El último párrafo de su artículo ya es el colmo, puede ser catalogado como el “reino del revés”. Israel tiene un Ejército de Defensa que responde a las agresiones, en vez de iniciar guerras genocidas como lo han hecho los totalitarios dirigentes árabes y persas. El “disparar primero y preguntar después” es falaz, puesto que justo en este caso, los que atacaron primero fueron los de la flotilla. Ah, y ni se molestaron en preguntar después. ¿Acaso usted puede alegar discapacidad visual y no vio los videos? Después le otorga a Israel el carácter de intransigente y de no querer dialogar. Qué locura. Han sido los palestinos, todo este tiempo, quienes han planteado exigencias maximalistas y han rechazado las iniciativas de paz, y desperdiciado todas las oportunidades de establecer un Estado propio. ¿No lo escuchó a Netanyahu llamar a los palestinos a la mesa de negociaciones sin condiciones previas? El final de su artículo es bochornoso. ¿Qué trata de decir? ¿Qué Israel es el culpable de que haya terrorismo? Más bien, Israel es uno de los pocos países que tiene los pantalones bien puestos para combatir al terrorismo. Israel pelea para desbaratar el terrorismo. Ya existía el terrorismo contra los sionistas aun antes de que se creara el Estado de Israel. Apologistas, colaboradores y fanáticos, son los que los terroristas aprovechan para perpetrarse. Pero la sugerencia de que una democracia que ejerce el derecho a la autodefensa es culpable de la intransigencia de sus enemigos (en otras palabras, la víctima es la responsable de ser la víctima) es una locura. Hacer el bien no es ser culpable.
Ezequiel Eiben
1-6-2010
Lo acontecido con respecto a la flotilla con destino a Gaza es otro lamentable episodio de antiisraelismo, que se encarga de despertar con ayuda de comentarios de ignorantes y apologistas occidentales del terrorismo islámico, la siempre latente judeofobia, a esta altura imposible de enmascarar en el refugio de la crítica desmedida a Israel. En defensa de la verdad, y del honor judío y de Israel, hay que refutar los argumentos expuestos por la señora Alejandra Conti en su artículo “El peso de una alianza”.
Con irresponsable ligereza pide un cambio radical de la política de EEUU hacia Israel. Pues bien, hay que avisar que el cambio ya se produjo desde que comenzó a gobernar la administración Obama, en donde el foco de las críticas norteamericanas es Israel, la víctima, y las demandas escuchadas son las palestinas, quienes han sido los victimarios. Con esta inversión, queda la imagen de un Israel culpable del conflicto en Medio Oriente, cuando en efecto es el único que se preocupa por resolverlo. No viene mal recordar el discurso de Obama en el Cairo, donde se salteó la histórica conexión judía con la Tierra de Israel, o las reacciones desproporcionadas ante el anuncio de construcciones en Jerusalén. Se sabe que el pueblo judío tiene el derecho histórico sobre Israel, y se sabe que Israel no tiene por qué aceptar restricciones a su soberanía en su propia capital, y menos cuando se trata de construcciones que ni siquiera encuadran en lo que muchos denominan injustificadamente “asentamientos”.
Luego Conti prosigue haciendo referencia a Tel Aviv como la capital de Israel. En 1980 (sí, hace ya 30 años, lapso suficiente para que una escritora tenga tiempo de enterarse) el Parlamento israelí, la knesset, aprobó la ley que establece a Jerusalén como capital eterna e indivisible del pueblo judío, la capital de Israel en definitiva. Pero ahí está el viejo truco de tratar de deslegitimar a Israel como sea. O criticando absolutamente todo lo que hace, o desconociendo a su propia capital, sus propios derechos sobre la ciudad emblema de toda su historia. Debe saber la señora Conti que cuando el señor Primer Ministro Biniamín Netanyahu habla, lo hace desde la capital Jerusalén. Washington no lo va a encontrar si llama a Tel Aviv. Por otra parte, el poder de veto, cuando es utilizado por EEUU, es utilizado con sentido común, en contra de las innumerables condenas inmerecidas contra el Estado de Israel. Acerca de los reclamos “inofensivos” de Europa, Asia, América y países árabes, no son para nada inofensivos. Se nota que usted nunca vivió en Israel y sufrió constantes disparos de misiles, para que luego cuando responda a las agresiones terroristas sea condenada por un infame “Informe Goldstone” o con comisiones investigadoras específicas por sucesos en Israel que ni se comparan a terribles tragedias que acontecen en Sudán o Darfur y que no ameritan un mínimo de esfuerzo por parte de la ONU o una aunque sea pequeña condena por parte de varias ongs que se hacen llamar de “derechos humanos” pero son antiisraelíes o a lo sumo de “derechos terroristas”. Ni hablar de una institución palestina antiisraelí específica en la ONU que trata a los refugiados, o de lo que las ingratas condenas logran despertando boicots alrededor del mundo de productos israelíes en los mercados, o de intelectuales israelíes en universidades.
Por si fuera poco, Conti recurre a una de las armas judeofóbicas más antiguas: el prejuicio. Ella adopta las famosas “teorías conspirativas” al hablar del lobby sionista en EEUU. De más está decir que el mito del complot judío mundial para la dominación del planeta es un absurdo que se ha arraigado y prolongado a lo largo de los años en parte por la culpa de personas como ésta, que los siguen resucitando y los dan por sentado. Alguien que quiera enmarcarse en la seriedad, se dedica a la investigación y a la obtención de información idónea. Alguien que solo quiere plantar en el pensamiento colectivo una idea que no tiene sustento en la realidad, que no es susceptible de investigación en cuanto que no existe, recurre a estos mitos judeofóbicos. Un intelectual honesto investiga, lee y opina para consagrar su esfuerzo a la verdad. Conti recurre a la mentira, al mito, a la teoría conspirativa que escuchó pero no investigó, por lo cual, fuera de lo que es un intelectual, cuadra perfectamente en la casilla de una “intelectualoide”.
Conti continúa con su errático análisis sugiriendo que la debilidad de Obama le da vía libre a Israel para cometer atrocidades. En realidad, justamente lo que necesita Israel de su aliado es que sea fuerte, y lo ayude en su lucha contra los enemigos que pretenden su obliteración, contrario a la política ejecutada por Obama hasta el momento. La debilidad de Obama solo ha traído consecuencias negativas para Israel, como por ejemplo el desarrollo del plan nuclear iraní que EEUU y el mundo libre no atinó a frenar a tiempo, y ahora con la alianza de Irán con Turquía y Brasil, será más difícil. ¿Hay que recordar que Irán busca una bomba y el lema de su presidente, el infame Ahmadinejad, es “borrar a Israel del mapa”? Irán sí es un Estado terrorista, no Israel. La sugerencia de que el procedimiento de defensa israelí contra la flotilla es terrorismo de Estado, no encuentra respaldo ni siquiera en la definición de terrorismo. Esos “humanitarios” estaban armados, tenían vínculos terroristas, iniciaron el ataque que fue premeditado, y buscaban nada menos que fortalecer a los terroristas de Hamas. Lo que hizo Israel fue autodefensa, señora Conti.
El último párrafo de su artículo ya es el colmo, puede ser catalogado como el “reino del revés”. Israel tiene un Ejército de Defensa que responde a las agresiones, en vez de iniciar guerras genocidas como lo han hecho los totalitarios dirigentes árabes y persas. El “disparar primero y preguntar después” es falaz, puesto que justo en este caso, los que atacaron primero fueron los de la flotilla. Ah, y ni se molestaron en preguntar después. ¿Acaso usted puede alegar discapacidad visual y no vio los videos? Después le otorga a Israel el carácter de intransigente y de no querer dialogar. Qué locura. Han sido los palestinos, todo este tiempo, quienes han planteado exigencias maximalistas y han rechazado las iniciativas de paz, y desperdiciado todas las oportunidades de establecer un Estado propio. ¿No lo escuchó a Netanyahu llamar a los palestinos a la mesa de negociaciones sin condiciones previas? El final de su artículo es bochornoso. ¿Qué trata de decir? ¿Qué Israel es el culpable de que haya terrorismo? Más bien, Israel es uno de los pocos países que tiene los pantalones bien puestos para combatir al terrorismo. Israel pelea para desbaratar el terrorismo. Ya existía el terrorismo contra los sionistas aun antes de que se creara el Estado de Israel. Apologistas, colaboradores y fanáticos, son los que los terroristas aprovechan para perpetrarse. Pero la sugerencia de que una democracia que ejerce el derecho a la autodefensa es culpable de la intransigencia de sus enemigos (en otras palabras, la víctima es la responsable de ser la víctima) es una locura. Hacer el bien no es ser culpable.
Ezequiel Eiben
1-6-2010
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