jueves, 5 de abril de 2012

Fin de la opresión, nacimiento del pueblo y milagro de la liberación en Pesaj

Fin de la opresión, nacimiento del pueblo y milagro de la liberación en Pesaj


El fin de la opresión

La opresión que duró generaciones enteras, arruinando la oportunidad maravillosa de existir para tener una vida digna, llegó a su fin cuando el ejército más poderoso del mundo en aquella época se desplomó en el mar, bajo las aguas que se cerraron a su paso, clausurando el camino. Mitzraim perdía las herramientas para seguir llevando a cabo esa malvada costumbre de someter por la fuerza a las personas, y eran eliminados los hombres responsables de desempeñar tan cruel y deshonrosa tarea. Por las arenas del desierto soplaba un viento con renovado mensaje: la incomparable sensación de ser libres.
Bnei Israel tenía motivos de sobra para ser felices y festejar. Aún así, y después de las heridas y humillaciones recibidas por parte de los verdugos esclavizadores, se cuenta que Hashem no permitió un despliegue de júbilo en la forma de bailes una vez cruzado el mar. Dice el Midrash que aún en ese momento, Hashem les pidió a los Hijos de Israel que tuvieran en cuenta que gente se estaba ahogando en el mar. Por más que los egipcios que morían habían sido enemigos, había que esperar a que cesara su sufrimiento para recién poder demostrar felicidad. Un gesto para con el sufrimiento humano, allí a orillas del mar, ya del otro lado, ya con otro camino enfrente, y todavía con el pasado reciente impreso a fuego en la mentalidad de los liberados. Las fuentes indican que a Israel se le pedía consideración de la humanidad de los que sufrían, hasta de la de los peores villanos que lo habían afligido.

El nacimiento del pueblo
Luego de la liberación del yugo de Egipto, Israel se disponía a formarse como un pueblo libre, y ahora sí, la propia humanidad israelita iba a poder florecer, dejando atrás la vida de las bestias de carga, y abriéndole los brazos a la libertad.
Pesaj es un pasaje: de la esclavitud a la libertad, del sufrimiento de la fuerza al ejercicio de la voluntad. El rabino Marcelo Polakoff utiliza la metáfora del nacimiento: lo previo a cruzar el mar y abandonar Egipto es la sala de partos, donde se empieza a gestar lo que culminaría en la liberación. Se nace en un lugar estrecho (un pasaje). Luego salimos al desierto, pasamos a la amplitud, nacemos, y lo hacemos como personas libres.
No hay que olvidar el hecho de que algunos quisieron un aborto: volver a Egipto, volver a la esclavitud. Pero conocemos la historia: el nacimiento aconteció de manera exitosa. La libertad pudo más que los oscuros deseos de volver a vivir bajo el látigo.


El milagro de la liberación

“No nos basamos en milagros” dice el Talmud, y es una elocuente afirmación de lo que el concepto de milagro implica para la tradición judía. Que el mar se abra para que Israel pase por el, meramente como una bondad divina sin una pizca de esfuerzo o voluntad por parte de las personas beneficiadas, es una idea que no tiene lugar en la Torá. Primero, los israelitas debían empezar a caminar hacia el mar, y recién después Moshé lo abriría posando su vara en las aguas. No al revés. No sucedería un milagro por determinación divina sin conexión a la acción humana. El milagro en el judaísmo requiere intervención humana, determinación, voluntad, pedir sin rendirse, mantenerse sin abandonar. Hashem no hizo un mero regalo sin esperar nada a cambio al abrir las aguas, sino que se requirió la iniciativa de las personas de empezar a entrar en el mar para que el camino seco entre bordes acuáticos se formara.
En tal sentido, reafirmando la concepción de que por más que soliciten ayuda, es imprescindible que las personas se muevan en pos de sus objetivos, citamos a Shimón ben Eleazar, en Gésesis Raba: “Ni un puñado de lluvia desciende del cielo sin que la tierra envíe a su encuentro dos puñados de humedad”.
También decía Baal Shem Tov: “La diferencia entre un milagro y un hecho natural es sólo su frecuencia”. Relacionándolo con lo anterior, una persona que quiera enfocarse en cumplir sus metas, elevando una plegaria al Eterno invocando protección pero sin esperar que Él haga el trabajo, sino poniendo a la par todos sus esfuerzos y dando lo mejor de sí, podrá llegar a buen puerto; y en un mundo de personas honradas, trabajadoras y voluntariosas, sin dudas que ocurrirán milagros desde la óptica judaica con mayor frecuencia.

Ezequiel Eiben
5/4/2012
13 de Nisan 5772