jueves, 3 de julio de 2014

Terrorismo y criminalidad con jerarquía de simbología nacional

Terrorismo y criminalidad con jerarquía de simbología nacional
Ezequiel Eiben
3/7/2014

La fusión entre el kirchnerismo y Madres de Plaza Mayo

El miércoles 2/7/2014 es otro día infame más para los impresentables políticos argentinos kirchneristas o funcionales al kirchnerismo. La cámara de diputados (hoy sí que ameritan ser escritos con minúscula) aprobó un proyecto para que el pañuelo blanco de las Madres de Plaza de Mayo sea declarado “emblema nacional argentino”. Con esto, en la jerarquía de la simbología nacional, el pañuelo se encontraría a la altura del Himno Nacional y la escarapela.
Explica Agustín Laje en su artículo “El pañuelo del terrorismo como símbolo patrio”:

Lo cierto es que el proyecto en cuestión no debe entenderse de manera aislada, sino como parte de un profundo proceso de estatización de la Fundación Madres de Plaza de Mayo, iniciado tras el secreto pacto Kirchner-Bonafini del 26 de mayo de 2003 (…). En efecto, hace algunas semanas hablábamos de la estatización de la Universidad de las Madres; poco antes la polémica pasaba por el proyecto “Sueños Compartidos” de [Hebe de] Bonafini y [Sergio] Schoklender financiado por el Estado y, si nos vamos más atrás en el tiempo, podemos rememorar el salvataje económico que le dio el gobierno kirchnerista a la organización de las Madres a través de cheques millonarios emitidos por el Tesoro de la Nación y pauta oficial en el programa radial “La voz de las madres”[1].  

Desde hace largo rato el kirchnerismo hace cargar el peso de los simpatizantes y colaboradores del terrorismo sobre los hombros de todos, incluyendo los que no aprobamos sus ideas y prácticas deleznables. Este es un paso más en la imposición general de su componente ideológico.

El proyecto

El proyecto en sí provino del diputado kirchnerista Leonardo Grosso, un apologista del terrorismo setentista, para quien perpetrar atentados con bombas cuya explosión liquidan a inocentes constituye un acto honorable digno de recuerdo, homenaje y reivindicación. El diputado justificó la iniciativa en favor del pañuelo por ser un “tributo a los valores que el mismo universalmente representa en la lucha por memoria, verdad y justicia y el respeto a los Derechos Humanos”[2]. ¿Las consideraciones de nuestros diputados frente a semejante proyecto gestado por semejante personaje? 176 votos a favor, 7 en contra y 4 abstenciones. Así estamos; y mientras estos sigan estando donde están, así estaremos. Por si no se notó: solo 7 votos en contra.

Imposición de relato

Una cosa son madres buscando a sus hijos desaparecidos y reclamando justicia. Otra cosa es una organización compuesta por criminales defendiendo a otros criminales y reivindicando crímenes. Esto último constituye Madres de Plaza de Mayo bajo el dominio de Hebe de Bonafini, quien incluso tuvo enfrentamientos con la línea fundadora de la agrupación por desviar los motivos originales de su creación. Bonafini y Sergio Schoklender son criminales (por ejemplo, corrupción en el manejo de fondos estatales y cooperación con dictaduras la primera; parricida el segundo; defraudaciones los dos). Han defendido a otros criminales (tienen reclamos en favor de probados terroristas marxistas-leninistas). Han reivindicado crímenes (de las FARC, de Fidel Castro, de Al-Qaeda, de Montoneros)[3].
El relato kirchnerista hace pasar a la fundación de Bonafini como un ejemplo mundial de lucha por los derechos humanos, cuando en rigor los ha violado y ha defendido a quienes los violan. El pañuelo como símbolo es un avance en la estrategia oficialista de copar la cultura y tergiversar la realidad para que se adapte a su cuento.

La “oposición”   

La gran mayoría de los “opositores” (a esta altura a algunos ya casi suena ridículo llamarlos así) aprobó la iniciativa kirchnerista. Entre estos, se encuentran diputados del PRO, la que se creía en un tiempo que iba a ser (supuestamente) la fuerza política más enfrentada al gobierno nacional.
Políticos del Pro son funcionales a la tiranía kirchnerista con el propósito de estar en la vía de postulación para ser los herederos del país. Pareciera ser que están convencidos que siendo obsecuentes, políticamente correctos y acompañando cada vez más las locuras y maldades del oficialismo, pavimentan el camino hacia la salida elegante del kirchnerismo y la toma del poder por Mauricio Macri. Todos los que votaron en favor del pañuelo sanguinario, se han comportado como impresentables.
Si el kirchnerismo es anti-entidad (lo contrario a lo que una persona necesita para vivir bien), los diputados del Pro que votaron ayer son no-entidad, la nada misma, y asquerosamente serviciales al primero[4]. No votan con principios propios que se opongan indudablemente al kirchnerismo; siguen una conveniencia pragmática que le termina haciendo el juego. A estas personas, que la política se los saque de encima pronto y la historia los olvide rápido[5]. Son traidores: a su causa (supuestamente cambiar la Argentina) y a su gente (que los votó para enfrentar al kirchnerismo en la creencia de que eran una opción republicana de derecha). Y de última, si en verdad estaban convencidos moral e ideológicamente de lo que votaron, tengo una sugerencia: el sábado que viene, para alentar a la selección argentina en su partido contra Bélgica por la Copa del Mundo, además de la bandera y la camiseta, que no se olviden de lucir un pañuelo blanco. Que lo usen así les creemos que votaron por sus ideales y no por mera corrección política o esos “rumores esparcidos por malas lenguas” que andan diciendo que tienen un pacto con el kirchnerismo para ser los herederos del modelo.
Lo concreto es que este caso deja en claro que diputados no representan a la gente, sino que se representan a ellos mismos y a sus propios planes políticos de cara al traspaso del poder en 2015.

El kirchnerismo en la batalla de las ideas

Entrevistada en la Universidad de Michigan en 1961 por el profesor James McConnell, Ayn Rand expresó en relación al liderazgo en la cultura:

Los intelectuales profesionales son, en efecto, la infantería del ejército cuyo líder o comandante en jefe es el filósofo. El filósofo, el hombre que define las ideas básicas, fundamentales de una cultura, es el hombre que determina la historia. Y los intelectuales profesionales son todos aquellos cuyas profesiones tienen que ver con las humanidades, con el estudio del hombre, en contraste con las ciencias físicas. Los intelectuales profesionales, en todas sus variadas profesiones, le llevan al resto de la cultura, al resto de la sociedad, las premisas filosóficas, las ideas que han sido definidas por el filósofo. Por lo tanto ellos son las cintas transportadoras. Ellos son los que determinan los objetivos, los valores y la dirección de una cultura[6]

Podríamos decir, basándonos en las apreciaciones de la excelente filósofa, que a la cabeza de la cultura se encuentra el filósofo que elabora las ideas abstractas que funcionan como principios básicos y rectores de la cultura. Luego vienen los intelectuales, encargados de difundir, esparcir, traducir y hacer llegar al común de la gente estas ideas, en formatos asequibles a los variados grupos existentes en la sociedad. De acuerdo a este proceso, el tenor de la moralidad reinante y el rumbo cultural a seguir en la sociedad quedan determinados por estos hombres de ideas y humanidades.
Las ideas contrapuestas se encuentran en la arena del conflicto; se miden y disputan no solo razón, sino recepción. No solo hay que saber lo que se dice (y poderlo comprobar y ratificar en la realidad si se es intelectualmente honesto); hay que saberlo transmitir para que otros puedan sostenerlo desde su lugar. La batalla de las ideas es la lucha fundamental cuyo ganador asentará el tono de la cultura. Tal es su importancia; tal es su carácter de irrenunciable para los que pretendan una determinada dirección o modificación de fondo en la sociedad. El kirchnerismo está peleando y triunfando en esta batalla. Podemos tomar elementos de su acervo para graficarlo.
Un filósofo comandante en jefe del kirchnerismo ha sido Ernesto Laclau, encargado de elaborar y explicar en términos abstractos al populismo. El kirchnerismo difunde su modelo “nacional y popular” apelando a la demagogia, la exaltación nacionalista y el ensalzamiento del “pueblo argentino”, a través de un paquete de ideas y técnicas proveniente del populismo. Para Laclau, el pueblo “es algo menos que la totalidad de los miembros de la comunidad: es un componente parcial que aspira, sin embargo, a ser concebido como la única totalidad legítima”[7]. En base a esto, el kirchnerismo, que simplemente es una parcialidad política, en medio de muchas otras, al hablar atribuyéndose “la voz del pueblo” y pretender encarnar sus intereses, se postula a sí mismo como la totalidad de la Argentina. Su modelo es “para todos y todas”, es nacional (incluye a toda la nación), es popular (incluye a todo el pueblo), es inclusivo (no deja a nadie afuera) y siempre beneficia “a los 40 millones de argentinos y argentinas” (a todos y cada uno de los ciudadanos). Es verdad que un político electo gobierna para todos y no solo para quienes lo votaron, pero el kirchnerismo no se reduce a eso: el kirchnerismo pretende mostrarse como la totalidad ideológica de los electores. Siguiendo esta línea, si al kirchnerismo se le antoja que un símbolo que representa solo a determinados sectores de la sociedad (en este caso un pañuelo blanco), debe hacerse pasar como un símbolo representativo de todos (de todos los que componen Argentina), elabora un proyecto de ley para que dicho símbolo adquiera el status de símbolo patrio.
Un intelectual del kirchnerismo, difusor de mentiras, errores y maldades en masa, ha sido José Pablo Feinmann[8]. En su función de promoción de ideas y valores en periódicos, libros y televisión, sirvió como cinta transportadora de la estrategia populista consistente en hacer pasar a una parte por el todo. Lo explicado por Laclau en términos de academia, Feinmann lo baja a lenguaje más asequible (no exento de rebuscadas expresiones) y lo concretiza en una causa particular: el símbolo del pañuelo en la bandera argentina. Escribió en un artículo para el diario oficialista Página 12:

¿Qué proponer entonces? Otra bandera. Vamos de a poco. Estamos en busca de los símbolos nacionales que signifiquen algo para nosotros hoy. Porque HOY es que hay que librar la ardua lucha (hegemónicamente cultural) de la identidad de este territorio que habitamos. Si alguien quiere conservar la azul y blanca y si –más aún– la quiere conservar con ese sol en el centro, ese sol enceguecedor que identifica a la bandera como bandera de guerra, que la conserve. Pero para los actos militares o, a lo sumo, para algunos protocolos oficiales. Aquí, desde estas líneas, tenemos una propuesta que debiera ser casi inapelable. El único símbolo nacional glorioso, universalmente aceptado, honrado e incorporado por otros países como símbolo de la más pura de las luchas, la de lucha por los derechos humanos es el pañuelo de las Madres y las Abuelas de Plaza de Mayo. Para este siglo XXI, para esta lucha de hoy contra la globalización del Uno Imperial [Estados Unidos], necesitamos otra bandera. Que sea azul y que sea blanca, como la anterior. De acuerdo. Pero le sacamos ese sol de la guerra y ahí, en ese lugar, reemplazándolo, ponemos el pañuelo blanco de las Madres y la Abuelas, el pañuelo de la paz, el de la vida, el de nuestro más genuino, verdadero orgullo[9].           

A sabiendas de que hay círculos en Argentina (liberales, republicanos, derechistas, por citar algunos) que rechazan enfáticamente el accionar de las Madres de Plaza de Mayo, Feinmann se da la altura suficiente como para decir que su propuesta del pañuelo para la bandera debe ser casi inapelable. El populismo, en este caso el kirchnerismo, por más que en la realidad sea una parcialidad, en la construcción del relato se avizora como la totalidad. El pañuelo es lo más genuino de la argentinidad, motivo de orgullo de todos y símbolo que debe incorporarse a un instrumento identificativo tan grande como la bandera nacional.
¿Qué viene después de que el filósofo establezca la premisa fundamental y el intelectual la concretice en causas y eslóganes difundidos para luchar por su consecución? Políticos que elaboran y aprueban un proyecto de ley que refleja estas ideas, y sectores de la sociedad que alaban la iniciativa con justificaciones populistas, aprendidas de la mano de hombres de ideas y humanidades de la misma calaña que Laclau y Feinmann[10].

Presentar combate al kirchnerismo

Hay que presentarle combate al kirchnerismo en el terreno de las ideas. Sino, su populismo seguirá avanzando como hasta ahora, y más simbología terrorista y criminal será impuesta en lo social por el relato y en lo jurídico por leyes del congreso.
Se debe dejar en claro que los símbolos nacionales argentinos (escudo, bandera, himno) obedecen a la historia fundacional y al camino transitado por el país, reflejan hechos y circunstancias trascendentales y de profundo significado en relación a las raíces, y remontan a la obra de próceres constructores de la patria. El debate sobre si debieran o no existir símbolos nacionales oficiales, es otro tema. Pero si se los va a tener, estos tienen que corresponderse con un parámetro racional e históricamente acorde, y no ser relativizados legalmente al agregarse a la misma altura simbología terrorista y criminal particular.
Los símbolos nacionales representan un proyecto en conjunto de país y evocan un pasado y desarrollo histórico en común; mientras que el pañuelo blanco (en los hechos manchado de sangre) refleja un reclamo particular de un sector de la sociedad con el cual, de paso, mucha gente no está de acuerdo, y no remite a una gesta histórica fundacional del país, sino a la defensa de lo peor. Ni siquiera hay amplio consenso social o mayoría social garantizada para proceder a declarar al pañuelo símbolo nacional. El solo hecho que los diputados obsecuentes y tergiversadores de la realidad (que cuando quieren hacen oídos sordos a la gente que los puso ahí y siguen la senda de su propia conveniencia política), hayan encontrado tamaña resistencia a sus aspiraciones, como una rápida pasada por las redes sociales y las opiniones en la calle demuestra con sencillez, ya es un indicador que ellos no son representativos de muchos (incluyendo quienes los votaron), y que el símbolo en cuestión no es representativo de la Argentina en su conjunto como para ser declarado nacional.
Las fuerzas liberales de la República deben estar atentas para repudiar este nuevo embate del populismo kirchnerista. No pueden permitir que un país fundado sobre ideas de libertad y trabajo sea de ahora en más identificado en su simbología con criminalidad y parasitismo. Incluso aquellos liberales que no son nacionalistas, que ante el suceso manifiestan desinterés porque la simbología nacional no los identifica, deberían estar interesados en presentar aquí batalla en el terreno de las ideas. Aun siendo auto-declarados “no nacionalistas” y estando en contra de  la simbología nacional, pueden aportar para que las expresiones nacionalistas ya existentes no se vuelvan peores a sus ojos y para que la simbología por lo menos refleje un mínimo de cordura y no sea manchada con símbolos completamente perversos, o por lo menos, peores según su criterio. No creo que les dé lo mismo enviar a sus hijos a un colegio donde se iza una bandera celeste y blanca y en fecha patria se coloca una escarapela, que enviar a sus hijos a un colegio donde se iza una bandera con el símbolo del pañuelo y en fecha patria además de escarapela se luce en la cabeza el famoso pañuelo. Y hablamos de pañuelo, porque hoy son los nacionalpopulistas los que están ganando la batalla cultural. Mañana pueden ser marxistas leninistas más directos que las Madres que intenten imponer como simbología el martillo y la hoz. O pueden ser nacionalsocialistas que, en medio de un entorno colectivista ganado a los liberales por omisión de estos últimos, impongan la esvástica. Como se ve, hasta alguien que no sea nacionalista puede encontrar un interés en luchar contra el kirchnerismo en este tema.

Conclusión

De todo lo expresado, se desprende la obvia conclusión de repudiar y trabajar para detener otro avance más del relato kirchnerista que trastoca las raíces fundacionales del país, manosea la historia, pervierte la simbología y tergiversa la realidad de los hechos. El pañuelo manchado de sangre que carga con crímenes y posiciones inmorales varias en su historial, no debe ser aceptado como símbolo nacional.       




[1] El pañuelo del terrorismo como símbolo patrio – Por Agustín Laje
[2] La Cámpora lo hizo: El pañuelo de las Madres sería declarado “emblema nacional”
http://www.urgente24.com/228400-la-campora-lo-hizo-el-panuelo-de-las-madres-seria-declarado-%E2%80%9Cemblema-nacional%E2%80%9D
[3] Para profundizar, leer: Márquez, Nicolás; Laje, Agustín; Cuando el relato es una farsa, Contracultura.
[4] Esta reflexión con connotaciones metafísicas me la inspiró un artículo de Leonard Peikoff, “Por qué votaré a Romney”, en el cual analiza en modo similar a los candidatos a las elecciones presidenciales de 2012 en Estados Unidos, Mitt Romney y Barak Obama. Escribe Peikoff: “La opción política en noviembre [de 2012] es: “no-entidad” contra “anti-entidad”. O: un hombre que no es nada contra un hombre que quiere producir “nadas” de forma masiva. Esto, a mi juicio, es una razón incontestable para votar por Romney, no importa cuál sea la naturaleza o la cantidad de sus defectos. (…)”.
Ver: USA 2012: “no-entidad” contra “anti-entidad”
http://objetivismo.org/usa-2012-no-entidad-contra-anti-entidad/
[5] En el sentido de que no los elijan más; no en referencia a olvidar el daño que hacen, el cual hay que tenerlo presente para juzgarlos.
[6] Ayn Rand: El Nuevo Intelectual [1 de 4]
[7] Laclau, Ernesto; La razón populista, Buenos Aires, FCE, 2013, p. 107-108. Citado en: La amenaza populista – Agustín Laje. Puede leerse en: www.caminosdelalibertad.com
[8] También hace filosofía (mala para mi gusto), pero aquí lo tomaremos en su rol de intelectual difusor.
[9] Una bandera para el siglo XXI - José Pablo Feinmann
http://www.pagina12.com.ar/diario/contratapa/13-28171.html
[10] No seguí un orden cronológico de aparición de las obras tomadas como ejemplo para ilustrar el proceso. De hecho, el artículo de Feinmann fue publicado antes que el libro de Laclau. Se los toma aquí a modo ejemplificativo por ser los dos hombres de referencia kirchnerista, y teniendo en cuenta que el clima de las ideas populistas ya estaba ampliamente difundido y en gran medida aceptado en Latinoamérica cuando Feinmann escribió su nota, reflejando que maneja y se nutre de nociones abstractas desarrolladas también por otros autores de similar pensamiento.