jueves, 26 de septiembre de 2013

Simjat Torá, la alegría de la Torá



Simjat Torá, la alegría de la Torá
Ezequiel Eiben
26/9/2013
22 Tishrei 5774

Simjat Torá es un jag de regocijo, la fiesta de la alegría de la Torá. El pueblo de Israel saca los rollos del Aron HaKodesh para hacer siete hakafot (vueltas) alrededor del Beit HaKnesset, y se escuchan cantos y observan bailes que completan el clima jovial de la ocasión.
 
La alegría por tener la Torá refleja reconocimiento a D-os por su entrega, disfrute de contar con sus enseñanzas para conducirse en la vida, y placer por su estudio.

El  reconocimiento a Hashem en el sentido de gratitud se apoya en la certeza de que la Torá es buena y útil, y por lo tanto motivo de regocijo al poseerla como soporte espiritual. Se sostiene sobre la noche de Simjat Torá que el énfasis durante las Hakafot es agradecer a Dios por los dones de la educación que se recibió durante el año pasado[1]. La Torá es un libro que se lee todo el año; se termina y se vuelve a comenzar de inmediato. Todas las semanas de este ciclo anual tenemos la oportunidad de leerla, aprender y profundizar los conocimientos. El agradecimiento es una respuesta a todo lo que hemos podido obtener a lo largo del año, sumergidos en sus palabras.

El disfrute de contar con la Torá se vive a pleno en este jag, en el cual lo primordial es la alegría. Hay momentos para pensar en obligaciones y en tareas a cumplir; este momento le otorga preponderancia al regocijo. Según Elie Wiessel: “Simjat Torá, es el Jag más hermoso y simple entre todos los Jaguim. En este Jag no hay obligaciones – no comer Matzá, no hacer ayuno... Toda la esencia del Jag consiste en alegrarse con la Torá”[2]. El propósito moral de la persona es su felicidad, y Simjat Torá es una oportunidad para el que quiera manifestarla en relación al conjunto de principios y valores morales que le sirven como patrón de referencia para obrar.            

El placer por el estudio de la Torá se demuestra en hechos como bailar y cantar con ella, finalizar su lectura y comenzarla de nuevo, y más ampliamente en organizar toda una festividad en su honor con la alegría como fundamento. Es conocida la importancia que el judaísmo le concede al estudio como herramienta indispensable en la formación de las personas. Está escrito: “Decía Hillel: Nunca digas: Cuando tenga tiempo estudiaré. Lo más probable es que no tengas tiempo”[3]. La necesidad de la formación personal se reconoce como urgente e inmediata, algo que no debe ser pospuesto, y respecto de lo cual muchas excusas pueden encontrarse para no dedicarle el tiempo que requiere. Hay que aprovechar los momentos que tenemos y hacerlos productivos cultivando nuestro intelecto, desarrollando nuestra capacidad de abstracción, y elaborando cadenas conceptuales que nos permitan interactuar y conocer la realidad cada vez de mejor manera. Alegría por estudiar y hacernos mejores y más completos individuos, es una recompensa bien ganada por el esfuerzo invertido y el tiempo dedicado. El estudio no debe ser visto como un peso no deseado sobre nuestros hombros o un sacrificio que hay que pasar, sino como la chance para ampliar el conocimiento útil para la existencia y la bendición de construirnos a nosotros mismos en búsqueda de los valores más preciados. En este sentido podemos tomar la frase atribuida a Albert Einstein: “Nunca consideres el estudio como una obligación sino como una oportunidad para penetrar en el bello y maravilloso mundo del saber”[4].

Los tres puntos señalados constituyen un eje en base al cual podemos interpretar de modo integral este jag de Simjat Torá. Concluyo deseando que la alegría de la Torá sea una expresión que reafirme nuestra convicción sobre la importancia del aprendizaje y el estudio, y canalice el regocijo por tener una fuente de formación y sabiduría irremplazable.       


[2] Simjat Torá – Material ampliatorio. Elaborado por Aliza Berman, Natalia Kovalsky, Moshe Rozen, Gabriel Volcovich y el equipo del Programa Lomdim - BAMÁ, 2007.
http://www.bamah.org/merkaz/jomer_on_line/simjat_tora.html
[3] Pirkei Avot, 2. Citado en: Simjat Torá – Material ampliatorio. Elaborado por Aliza Berman, Natalia Kovalsky, Moshe Rozen, Gabriel Volcovich y el equipo del Programa Lomdim - BAMÁ, 2007.
http://www.bamah.org/merkaz/jomer_on_line/simjat_tora.html

jueves, 12 de septiembre de 2013

Iom Kippur: el concepto de Teshuvá



Iom Kippur: el concepto de Teshuvá
Ezequiel Eiben
12/9/2013
8 Tishrei 5774

En Iom Kippur, el Día del Perdón, el pueblo de Israel hace Teshuvá (תשובה). Este concepto se refiere a “volver al camino correcto”. ¿Qué significa esto? ¿Acaso siempre vamos por un camino desviado? No necesariamente. A lo largo del año realizamos muchas acciones, emprendemos proyectos, descubrimos cosas nuevas, nos relacionamos con los demás. Contamos como guía con nuestra mente, nuestro juicio independiente, nuestro criterio. Ahora bien, es posible que durante el trayecto caigamos en el error, cometamos equivocaciones, incurramos en el mal. La Teshuvá nos señala la oportunidad para encaminarnos nuevamente, volver a la rectitud que refleja nuestro nombre “Israel”.

El hombre no debe considerarse a sí mismo como condenado de antemano a las desviaciones, incorrecciones y equivocaciones. No debe sentirse como un ser impotente que nada puede hacer frente a la fatalidad de su destino[1]. Tales concepciones solo pueden conducirlo a la dejadez, resignación e irresponsabilidad. El hombre, como fin en sí mismo, como persona individual y libre, puede ir por la buena senda, sin necesidad de caer en el pozo debido a supuestos determinismos metafísicos infranqueables que no tienen en cuenta su independencia y voluntad[2]. Su naturaleza le provee la herramienta básica de supervivencia, la mente, para que pueda descubrir y conocer aquello que le hace falta no solo para sobrevivir, sino también para vivir. Pero la infalibilidad no es una característica del ser humano, y por eso la Teshuvá permite su enderezamiento cuando falla.

Se dice que por medio de la Teshuvá el hombre toma consciencia de los males realizados por él, decide cambiar el rumbo de su vida, deja de hacer el mal y decide hacer el bien, y se convierte en consecuencia en otra persona; y para esto atraviesa cuatro etapas: reconocer el error (pensar), confesar el error (decir), decidir no volver a cometer el error (pensar), atravesar por la misma situación y no volver a cometer el error (acción)[3].  

El concepto de Teshuvá posee sentido en tanto y en cuanto el hombre tiene libre albedrío y es responsable por sus acciones. No habría Teshuvá si el hombre fuera incorregible, o un sujeto cuyo determinismo lo imposibilitara a la concientización para el cambio. Porque es libre, el hombre puede tomar decisiones y elegir entre opciones. Puede que no siempre elija de manera adecuada; y un ejercicio espiritual de Teshuvá le permite meditar sobre su error, asumirlo, prepararse para no cometerlo nuevamente y así poder elevarse moralmente a sí mismo. En palabras de Rav Abraham Kuc: “Uno de los fundamentos de la Teshuvá consiste en la toma de conciencia de la responsabilidad del hombre frente a sus actos, relacionado con el concepto de libre albedrío. Al practicar el retorno, el hombre reconoce que no hay factor alguno que pueda cargar la culpa de su pecado y sus consecuencias, sino el mismo, y de esta manera clarifica el sentido de la libertad de sus voliciones y el poder de gobernar su propia vida”[4].     

La falibilidad del hombre no es una licencia para actuar caprichosamente sin hacerse cargo. El hombre libre es el hombre responsable, y el hombre falible es el hombre sensato. Teshuvá no es dejarse librado a la arbitrariedad durante un año y luego esbozar un arrepentimiento sin sinceridad para sentirse legitimado a volver a la arbitrariedad un año más. Teshuvá conlleva sinceramiento y seriedad para evaluar y admitir las conductas realizadas. El hombre debe aplicar un estándar objetivo de análisis sobre los hechos y su conducta, para reconocer qué hizo mal, por qué esta mal, y por qué lo hizo. Sin la voluntad de lograr la rectitud y sin el empeño en corregirse, Teshuvá no tiene lugar. Según el Rambam: “Buscar el retorno a D-os significa no sólo el arrepentimiento, la confesión de los errores y la reparación; sino también la decisión firme de no cometer una vez más el mismo error. El que confiesa sus errores y no decide evitarlos en el futuro, se parece a aquella persona que se baña en agua sucia”[5].    

Iom Kippur nos brinda la oportunidad de arrepentirnos de lo que hicimos mal, pedir perdón por el daño causado, y retornar al camino correcto para hacer el bien. Corregirnos en aras de la rectitud, manteniendo coherencia entre pensamiento y acción, refleja virtuosismo. Que este día sea aprovechado para tomar la importante decisión de volver a la buena senda en caso de que nos hayamos equivocado, y que el aprendizaje obtenido nos sirva para mantenernos con integridad y hacer un uso responsable del libre albedrío.  


[1] Hay concepciones judías que reconocen la existencia del destino en la eterna sabiduría de D-os que conoce lo que fue, es y será. Mas esto no exime al hombre de la responsabilidad de sus actos. El hecho que el Creador conozca lo que sucederá, no implica que le impone al hombre una actuación determinada. El hombre sigue siendo una persona libre con consciencia volitiva y juicio independiente para actuar; que tenga un destino conocido por D-os no significa que no obra responsablemente por su parte hasta llegar a él.   

[2] Con esto no se quiere decir que no haya metafísica. Sino que, habiendo una, esta no cae en el determinismo total, donde la visión del hombre es la de un ser incorregiblemente condenado a la falla y sin verdadera responsabilidad por sus actos, por tener que suceder estos indefectiblemente. El ser humano sí tiene una naturaleza determinada, y dentro de sus parámetros es libre para actuar.  

[3] Acerca de Iom Kipur, material recopilado por la Vaadá de Contenidos del Proyecto Haluaj Haivrí de  Lomdim: Aliza Bergman, Gabriel Volcovich, Natalia Kovalsky y Moshé Rozen; BAMÁ. http://www.bama.org.ar/index.php?option=com_wrapper&view=wrapper&Itemid=245

[4] Acerca de Iom Kipur, material recopilado por la Vaadá de Contenidos del Proyecto Haluaj Haivrí de  Lomdim: Aliza Bergman, Gabriel Volcovich, Natalia Kovalsky y Moshé Rozen; BAMÁ. http://www.bama.org.ar/index.php?option=com_wrapper&view=wrapper&Itemid=245

[5] Acerca de Iom Kipur, material recopilado por la Vaadá de Contenidos del Proyecto Haluaj Haivrí de  Lomdim: Aliza Bergman, Gabriel Volcovich, Natalia Kovalsky y Moshé Rozen; BAMÁ. http://www.bama.org.ar/index.php?option=com_wrapper&view=wrapper&Itemid=245

jueves, 5 de septiembre de 2013

Rosh Hashaná: las primeras 48 horas del año



Rosh Hashaná: las primeras 48 horas del año
Ezequiel Eiben
5/9/2013

Comienza un nuevo año para el calendario judaico, y con los comienzos cosas nuevas pueden llegar. Rosh Hashaná es un momento para plantearse profundamente estas cuestiones: ¿qué buscamos en el año nuevo? ¿Haremos espacio al cambio y la renovación, o pretenderemos seguir por la misma vía que transitamos? ¿Esperamos algo distinto, o la continuidad de lo mismo? Para desarrollar los planteos, veamos una explicación desde la Cábala del Moré Abraham Dwek.
El mencionado Moré afirma que los principios son claves. En los comienzos estamos con ganas, con esperanzas, y si empezamos algo con ímpetu tenemos más chances de seguir del mismo modo. Rosh Hashaná, que trata sobre el principio del año, puede compararse con la concepción. En esta, el núcleo masculino se junta con el núcleo femenino y tras un proceso de ahí sale un nuevo ser. La parte más frágil y crítica es cuando el núcleo masculino fecunda al femenino; cada núcleo tiene su información y a partir de esto surgirá el adn del nuevo ser. Errores en cuanto a los cromosomas derivan en algo malo. Rosh Hashaná como comienzo de un nuevo año es un momento de fragilidad. Las primeras 48 horas del año son un momento frágil y crítico en cierto sentido. En estas horas, la Cábala afirma que podemos configurar lo que será el resto del año. Para hacerlo, debemos estar en un estado de consciencia. Hay que usar “rosh”[1], nuestra mente, pensar lo que queremos que sea este año. En las primeras 48 horas, el núcleo de la persona se junta con el núcleo del tiempo, y de esto saldrá lo que será el nuevo año.
Continúa el Moré Dwek enseñando que en Rosh Hashaná, el “ani”[2] debe tomar las riendas, buscar y conocer qué es lo que quiere. Porque un “ani” sin camino, sin saber lo que se quiere, es “ain”[3]. Debemos tener un espíritu de búsqueda, y saber dónde queremos ir y conocer qué queremos. Las primeras 48 horas del año son el momento para juntar el “ani” con “shana”[4], el Yo con el Tiempo. En esta unión, decidimos si optamos por un año de cambio y renovación, o por un año de repaso y de lo mismo. Hay que tener doble determinación: respecto de mi persona, y respecto del tiempo que D-os me otorga.
El Rabino Akiva Tatz también nos enseña sobre el aprovechamiento de la energía en Rosh Hashaná para el fortalecimiento de cara a lo nuevo:

Conforme la energía del tiempo circula a través de sus diferentes fases, llega a cimas específicas para sus épocas. La energía que se presta para la inspiración y la revigorización del “punto de partida” culmina en Rosh Hashaná, el Año Nuevo. La persona que desee elevar y amplificar su poder para crear algo nuevo, su capacidad para ser siempre nuevo y auto-generador, debe utilizar el poder de Rosh Hashaná hasta el máximo. (…) Fortalecer la inspiración de la primera fase de la experiencia constituye la clave para desarrollar la fuerza y el coraje necesarios para la segunda fase, la de inspiración limitada[5].

Para concluir, expreso que para el judaísmo Rosh Hashaná es el momento oportuno para visualizar lo que viene, reflexionar sobre cómo queremos que sea, diseñar nuestro camino para alcanzar eso que queremos, y poner ahínco en nuestro espíritu de búsqueda para llegar a donde deseamos estar. Considero que no hay que hablar de cambio como fin en sí mismo, como si no importara qué cambia y hacia dónde se cambia, considerándose únicamente el hecho de cambiar. Hay que tener una visión positiva del cambio cuando este es necesario, y cuando se cambia para bien, en busca de algo mejor.
Los comienzos sirven para ponernos en marcha con renovadas energías y fresca confianza en lo que conseguiremos con trabajo y proyección a largo plazo. La consideración de nuestra persona en relación al tiempo nos contextualiza el planteamiento de nuestras metas y los pasos a seguir para alcanzarlas. Aprovechando en plenitud nuestras jóvenes fuerzas en el principio del año y aspirando a mantenernos íntegros durante toda su duración, nos posibilitamos lograr lo que nos proponemos.
Aparte de compartir con familia y amigos el dulce comienzo del año, hagamos útil este tiempo reflexivo y renovador y ejercitemos nuestra mente para plantearnos lo que queremos ser y conseguir en el tiempo que vendrá, sin olvidarnos que somos “ahora” y que vivimos en el “hoy”.  
       


[1] “Cabeza” en hebreo.
[2] Se refiere al “Yo”.
[3] Significa “no es” o “nada”.
[4] “Año”
[5] Tatz, Rab Akiva; “Viviendo inspirado”. Citado en el siguiente espacio:  http://www.tora.org.ar/contenido.asp?idcontenido=943