martes, 30 de abril de 2013

Sistema de educación libre: defensa desde una posición liberal libertaria.



Sistema de educación libre: defensa desde una posición liberal libertaria.
Ezequiel Eiben
31/12/2012


Introducción
Los gobiernos en general avanzan cada día más sobre la esfera de la libertad individual de las personas, reduciendo el margen de actuación para la iniciativa privada y socializando ámbitos que deberían quedar fuera del control oficial. El método utilizado por los estatistas que comandan aparatos burocráticos es el del poder político, traducido en la coerción contra individuos cuya representación se atribuyen por medio de mecanismos legales. Quien conoce y entiende el funcionamiento de la rapacería y brutalidad del poder coactivo del Estado, se pregunta: ¿cómo es posible que semejante actividad saqueadora y violadora de los derechos individuales sea consentida por un número tan grande de personas?
Para poder responder a este interrogante uno necesariamente llega al punto de confrontar la educación recibida por la gran mayoría de los complacidos, a los efectos de ver qué tipo de conceptos han absorbido a lo largo de su camino educativo para mostrarse cómodos ante un sistema que llega a perjudicarlos. Es así que resulta menester la investigación y la crítica al actual sistema público de enseñanza, plataforma desde la cual el Estado impone los contenidos educativos que quiere que el ciudadano obligatoriamente reciba. Dividiré al ensayo en dos partes: en la primera, analizaremos y criticaremos desde una posición liberal libertaria al sistema educativo estatal; en la segunda, realizaremos una propuesta básica de educación desde la filosofía del liberalismo en cuanto a principios y valores.


Primera Parte
Educación pública: génesis y crítica del sistema prusiano.
La idea de la educación pública trae aparejada la sospecha de pretensiones de uniformidad a la fuerza. No es casual que su concepción moderna haya tenido firme inicio y auge en la época del Estado-Nación, a partir de la cual los políticos se otorgaron el poder de fijar los contenidos a transmitirse en las aulas nacionales, y aleccionar a los ciudadanos jóvenes  a través de la homogeneización patriótica.
El ejemplo por excelencia y punto de partida del fenómeno en cuestión es el sistema prusiano, basado en la filosofía de Johann Fitche. En sus “Discursos a la nación alemana” desarrolla argumentaciones a favor de la enseñanza uniforme para todos los miembros de la nación germana. En el discurso octavo “Qué es un pueblo en el sentido superior de la palabra y qué es el amor a la patria”, afirma que el Estado es el medio para el objetivo superior de la educación: infundir amor auténtico y todopoderoso a la patria[1]. En el discurso noveno “Lugar real en que debe iniciarse la nueva educación nacional de los alemanes”, establece que la educación debe forjar en los educandos un espíritu firme y seguro donde anide el amor a la patria y la concepción de la vida terrena como eterna y de la patria como portadora de esa eternidad. Como medida necesaria, señala que se debe mantener a los educandos separados de sus padres para evitar que su pensamiento se vea contaminado, y puedan así desarrollar su cuerpo y espíritu de modo parejo[2]. Dentro de esta misma obra de discursos, Fitche sostuvo que el Estado debía moldear a cada persona, y moldearla de tal manera que simplemente no pueda querer otra cosa distinta a la que el Estado desee que quiera[3]. El autor español Juan Ramón Rallo señala: “El Estado debía adoctrinar al pueblo llano para disciplinarlo y convertirlo en un instrumento al servicio de las aspiraciones de los políticos. De esta manera, tres años después de la batalla de Jena se instauró el sistema educativo alemán, cuyo objetivo declarado era la creación de cinco grupos sociales: a) soldados obedientes para el ejército, b) trabajadores obedientes para las minas, c) buenos súbditos para el Gobierno, d) empleados serviles para la industria y e) ciudadanos que pensaran de la misma manera en la mayoría de las materias”[4].
Podemos apreciar entonces la puesta en marcha de la maquinaria estatal de adoctrinamiento, que se iría difundiendo en otros países y de la cual hoy los sistemas de educación pública son fieles reflejos, emulando la experiencia prusiana de manera más o menos explícita. En la señalada expresión estatista prusiana, lo prioritario a enseñar es el amor a la patria, y el medio eficaz es el Estado. No es sorprendente que en la jerarquía de contenidos se encuentre este señalado amor a una abstracción como la “patria”, por encima del amor a uno mismo, a la propia persona concreta. Es un rasgo característico del colectivismo el posicionamiento del bien común por encima del bien individual, y el entendimiento de la sociedad como entidad supraindividual mística por encima de los individuos de carne y hueso que la componen. De este modo, se robotiza a las personas para que mecánicamente respondan a los designios de “la sociedad”, y se los domestica como perros fieles para cumplir con la voluntad del amo, en este caso quienes se atribuyan la representación del pueblo. Elocuente de estas teorías es que el Estado sea visto como el único educador válido, y que se perciba una necesidad de apartar a los alumnos de sus familias de origen. El Estado es elegido porque puede aplicar políticas coactivas sobre ciudadanos obligados a obedecer, y porque a través del uso del concepto de soberanía sobre el territorio nacional, tiene una amplia llegada a todos los establecimientos escolares que quieran funcionar dentro de su jurisdicción. A esto se suma que su estructura está compuesta por burócratas que juegan a decidir el destino de cientos de miles de personas, y cuyos intereses y posiciones de poder deben ser preservados canalizando la obediencia de los dominados por vía de establecimientos educativos que los instruyen a no desafiar la autoridad. Es decir, el Estado siembra las raíces para su perpetuación adoctrinando a ciudadanos obedientes sometidos a su bombardeo propagandístico y apologético desde una temprana edad y durante muchos años de la juventud. La separación del educando del padre sirve para por un lado poner al aprendiz completamente bajo la influencia, resguardo y servicio del poder estatal a los fines de efectuar un lavado de cerebro sin interferencias del grupo familiar, y por otro lado para evitar precisamente que posibles intereses familiares contrapuestos a los de la burocracia terminen confundiendo al estudiante respecto de su deber patriótico.


Injusticia e ineficiencia del sistema educativo estatal

El sistema estatal de educación está plagado de errores de forma (como lo es por ejemplo el intento de enseñar a un mismo nivel y ritmo a personas completamente diferentes entre sí en cuanto a capacidades e intereses, y que solo comparten el año de nacimiento). Pero más importante aún es destacar sus errores de fondo, valga decir la perversidad que yace en la raíz misma de la idea de un Estado a cargo de la educación de la ciudadanía. El vicio se manifiesta desde una doble perspectiva (la moral y la económica) desde la cual se desprenden tres argumentos contundentes en contra del sistema estatista.
Argumento moral: 1) El modelo estatal es compulsivamente financiado a través de los impuestos de los ciudadanos. El Estado se vale del robo a punta de pistola para recolectar los fondos que son luego destinados al sistema educativo. Decía Thomas Jefferson que “obligar a un hombre a proporcionar contribuciones de dinero para la propagación de opiniones en las cuales él no cree y aborrece, es pecaminoso y tiránico”[5], por lo que llevando su filosofía a la máxima coherencia, se concluye que es pecaminoso y tiránico que una banda de ladrones burocráticos saqueen el bolsillo de la ciudadanía para montar escuelas públicas.  2) Las escuelas públicas detentan el requisito de la asistencia obligatoria, por lo que la violencia del Estado no se detiene en la extracción impositiva al ciudadano para solventar los gastos del proyecto, sino que continúa imponiéndole que asista a una escuela hasta un determinado nivel fijado arbitrariamente ley mediante, lo que puede verse como un sometimiento a servidumbre involuntaria. En tal sentido, escribe Murray N. Rothbard sobre la educación pública en su Manifiesto Libertario: “Podríamos haber analizado las leyes de asistencia obligatoria a la escuela en nuestro capítulo sobre la servidumbre involuntaria, pues ¿qué institución es de modo más evidente un vasto sistema de encarcelación?”[6]. 3) Los contenidos de las materias de estudio son fijados por los funcionarios públicos que componen el Ministerio de Educación. Por lo tanto, los educandos están expuestos a la absorción de sus particulares ideologías, puntos de vista y formas de comprender los fenómenos que constituyen el objeto de aprendizaje, como si fueran dogmas sacralizados. Hasta los colegios privados sufren la imposición de contenidos mínimos obligatorios seleccionados por el tiránico Ministerio. El resultado de esto es que ni siquiera en un establecimiento privado independiente y financiado voluntariamente los padres pueden elegir la  educación de sus hijos; los tentáculos del Estado llegan a apresarlos incluso allí. El Leviatán, cual monstruo preocupado porque ninguna víctima se escape, se muestra infranqueable.
Argumento político: 1) Los políticos en el poder emplean a la educación como un medio al servicio de sus propios intereses partidarios. Se transforma a la enseñanza en el instrumento de adoctrinamiento del gobierno de turno, cuyos funcionarios no se destacan precisamente por tener escrúpulos a la hora de reescribir la historia a conveniencia política o a medida ideológica, agregar o quitar temarios funcionales o perjudiciales a la plataforma del partido, y preocuparse por la imagen que va a dejar la enseñanza respecto de quien provee el servicio en vez de preocuparse por la libertad de mente y consciencia que debieran reconocerle a los educandos. 2) Los políticos en general rellenan los planes de estudio con contenidos imbuidos de un estatismo feroz y descarado. Es decir que más allá de intereses sectarios de partidos políticos específicos, hay un acuerdo tácito entre los componentes de la gran corporación política que los incluye a todos, para que la educación sea una herramienta de perpetuación del Estado y de la consigna que manifiesta que la política merece tener poder sobre el mercado. En otras palabras: por un lado los integrantes sinvergüenzas de la corporación política se cuidan entre sí difundiendo un mensaje estatista universal y totalizador, y por otro lado se agreden entre sí cuando uno llega al poder e impone sus dogmas partidarios y contrarresta la influencia que pueda haber acumulado el contrario.   
Argumento económico: 1) Por definición, un servicio prestado por alguien que detenta un monopolio coercitivo funciona peor que uno prestado por comerciantes en libre competencia. El Estado que pretenda monopolizar la educación, afectará y distorsionará la economía consiguiendo magros resultados (desviará recursos que particulares podrían invertir en una escuela seleccionada por el propio juicio crítico en vez de impuesta por orden oficial, y los establecimientos escolares funcionarán deficientemente bajo condiciones paupérrimas como acostumbramos a ver). Lo contrario es lo que se podría observar mediante el libre juego de oferta y demanda de servicios educativos en el mercado. 2) Hay derroche de fondos y malas inversiones que alcanzan proporciones espeluznantes, algo muy típico de la administración pública. Se requiere mucha plata para costear a un solo alumno durante todo el año lectivo, y encima por diversas razones (la deficiencia del servicio, la falta de motivación personal del educando al ver que pretenden su homogeneización al lado de otras personas con las cuales no tiene parecidos, y otras más) el porcentaje de deserción escolar en algunos países es enorme. Por lo tanto, se financia un sistema ineficiente y deficitario que ni siquiera es capaz de contener a todos aquellos a  quienes se obliga a ir y por quienes supuestamente los políticos asignan recursos públicos. En términos simples, un fracaso económico total, de cabo a rabo.


El status de la educación en una economía mixta
Ayn Rand describió a la economía mixta como “una mezcla de capitalismo y estatismo, de libertad y controles. Una economía mixta es un país en proceso de desintegración, una guerra civil de grupos de presión saqueando y devorándose unos a los otros”[7]. En esta situación se encuentra la educación en un país donde el Estado impone la educación pública y permite en cierta medida la existencia de educación (parcialmente) privada. Los establecimientos públicos son impuestos por el Estado y subsidiados por la población, incluso por aquellos sectores que no asistirán a los colegios oficiales. Las escuelas privadas poseen cierto grado de libertad para determinar los contenidos de las currículas, y deben cumplir bajo amenaza de sanción con los contenidos mínimos forzosamente impuestos por la burocracia estatal, reflejando estos últimos el control paternalista sobre las materias de estudio. Diversos grupos de presión intentan influenciar, sobornar y comprar lealtades de funcionarios públicos así su agenda particular es incluida como objeto de aprendizaje obligatorio en los planes educativos. Por supuesto, este intento va en muchas ocasiones de la mano del pedido por el desplazamiento fuera de los programas de estudio de contenidos que dejan bien parados a grupos de presión rivales con intereses contrapuestos o irreconciliables.    

Segunda Parte
Educación privada desde una posición liberal libertaria
Mi alegato en defensa de la educación libre está dividido en dos partes: primero me concentraré en los fundamentos de un sistema que permita la educación libremente escogida; y en segundo lugar brindaré las razones para, dentro de un sistema libre, optar por la alternativa de una educación basada en la filosofía de la libertad.
1) En una sociedad libre, el Estado no agrede a sus ciudadanos para recaudar fondos cuyo destino será una educación uniforme encaminada a enseñarles a los mismos agredidos que no está bien que se quejen de la violencia sufrida. Hay cuantiosos ejemplos de que la educación estatal es en verdad un adoctrinamiento, enmascarado en mayor o menor medida, cuyo fin es establecer el pensamiento único, anular el pensamiento crítico particular de cada ciudadano individual, y abolir posibilidades de elegir estudiar argumentos en disidencia con el discurso oficial. La preparación del camino hacia una sociedad dominada por el totalitarismo, va de la mano del control estatal sobre las aulas escolares.  De ahí la radical importancia, para la causa de la libertad, de un sistema libre de educación. En este sistema, ningún ciudadano es obligado a financiar un establecimiento educativo cuyo servicio no consumirá. Es el individuo en base a su propio juicio racional quien elige el colegio que considera mejor preparado para impartir los conocimientos que anda buscando. En este contexto, los padres tienen plena libertad para elegir la educación que desean que sus hijos reciban, y solo pagarán el establecimiento específico al cual los envíen, sin estar coaccionados por las armas estatales a subsidiar escuelas que nada tienen que ver con sus gustos, intereses, o intenciones. El individuo que decida establecer un colegio, no tendrá que respetar las directrices arbitrarias en lo referente a contenidos impartidas por un Ministerio de Educación cuya existencia no tendrá cabida. Se respetará a rajatabla su iniciativa individual privada, su libertad de empresa, su trabajo, su propiedad, sin necesidad de rendirle cuentas a la administración pública por impartir enseñanzas por fuera de la corrección política consensuada entre los miembros de la corporación más temible de todas.
2) En una institución privada libre financiada voluntariamente, la educación en los valores y principios del liberalismo libertario es lo que permitirá que los educandos de hoy sean mañana los protectores de la vigencia de un sistema de educación libre, manteniendo fuera las garras ladronas del Estado. Vemos que el aparato burocrático quiere legitimarse, justificarse y perpetuarse a sí mismo, y para ello busca que desde niños los individuos tengan mentes colectivizadas y uniformes incapaces de actuar en disidencia. La filosofía de la libertad es la que combate acabadamente esta tiranía despreciable, de las peores en las que puede pensarse porque se mete con las personas ya desde la tierna infancia. La educación liberal libertaria enseña a las personas que cada una de ellas tiene derechos individuales inalienables, que puede actuar en libertad, y que el inicio de la fuerza debe ser proscripto de las relaciones humanas. La iniciativa privada debe ser respetada, y el principio de no agresión debe ser una pauta rectora de conducta. Es esta educación la que viene a refutar definitivamente a la idea del parasitismo. Una persona no debe vivir a costa de otra, sino que debe actuar para el auto-mantenimiento. Así, por medio de la enseñanza de valores y principios objetivos, se sientan las bases para que personas libres puedan forjar una cultura de trabajo, libre empresa, responsabilidad por los propios actos, y reconocimiento de la individualidad de cada una. La educación más valorable es aquella que enseña a las personas a ser independientes y autosustentables, a seguir educándose a ellas mismas, y a no esperar dádivas para sobrevivir o permisos para ejercer la libertad por parte de quienes se encuentran circunstancialmente en posiciones de poder político. Como dijo el pensador británico Herbert Spencer: “Educar es formar personas aptas para gobernarse a sí mismas, y no para ser gobernadas por otros"[8]


[1] “Discursos a la nación alemana” de Johann Fitche, citado en “Filosofía Política: las grandes obras”, editado por Luis García San Miguel; editorial Dykinson 
[2] “Discursos a la nación alemana” de Johann Fitche, citado en “Filosofía Política: las grandes obras”, editado por Luis García San Miguel; editorial Dykinson  [3] “La educación pública o la trampa totalizadora” de Juan Ramón Rallo.
[4] “La educación pública o la trampa totalizadora” de Juan Ramón Rallo.
http://revista.libertaddigital.com/la-educacion-publica-o-la-trampa-totalizadora-1276230935.html
[5] “Virginia Statute for Religious Freedom” por Thomas Jefferson.           
[6] “Hacia una nueva libertad. El manifiesto libertario” por Murray N. Rothbard; editorial Grito Sagrado.
[7] “Capitalismo. El ideal desconocido” por Ayn Rand; editorial Grito Sagrado.

jueves, 25 de abril de 2013

Sin concesiones


Sin concesiones
Ezequiel Eiben
24/4/2013
14 de Iyyar 5773


Así debe actuar Israel: a través de una política sin concesiones a sus enemigos, que los tiene, y son muchos. El país judío está del lado de la justicia, sus enemigos están del lado de la injusticia. Por lo tanto, cada concesión que Israel haga a quienes desean su obliteración, es un espacio que gana la injusticia, y un retroceso de la justicia.
Israel debe actuar por principios, consistentemente, aferrado a ellos. De tal forma, no le dará lugar a este mal (impotente en sí mismo) que busca extenderse como una plaga anidándose en los resquicios que deja la falta de coherencia y consistencia. Tomando como base primordial el reconocimiento del enemigo (directriz fundamental), veamos a continuación los principios que le servirán a Israel para lograr sus objetivos y defender con éxito su causa ante las amenazantes fuerzas que lo enfrentan. 

A) No hay que realizar concesiones a los enemigos:
La renuncia al derecho propio en favor de la sinrazón del contrincante es un acto de autoflagelo y de fortalecimiento al otro. Israel no debe ceder frente a las demandas infundadas y las amenazas de muerte de la Autoridad Palestina y Hamas. La causa de Israel es primordialmente moral; los judíos que allí viven están moralmente legitimados a ejercer sus derechos individuales y practicar la autodefensa. A Israel no le hace falta tener al derecho positivo internacional de su lado, y aun así lo tiene. Los llamados “territorios en disputa” no son territorios “ocupados”, ni son territorios palestinos “confiscados”. Los asentamientos allí ubicados no son “ilegales” ni muestras de “colonización imperial”. El Vice-Ministro de Relaciones Exteriores Danny Ayalon, realiza una muy pertinente explicación: “¿A quién, los israelíes, capturaron la Banda Occidental? ¿A los palestinos? No. En 1967 no había ninguna nación árabe o Estado con el nombre de Palestina. En realidad, nunca lo hubo. Israel tomó la Banda Occidental de manos jordanas en un acto de autodefensa, después que Jordania se uniera a una guerra iniciada por Egipto y Siria con el fin de destruir a Israel. Y a propósito, destruir países, sí es ilegal. (…) La resolución 242 del Consejo de Seguridad (de la ONU) no demandaba un retiro unilateral por parte de Israel, sino que Naciones Unidas llamó a la negociación de la solución (…) Jordania, ¿saben qué?, no tenía ninguna justificación legal para estar allí (en la Banda Occidental). Jordania simplemente ocupó la Banda durante los intentos previos de destruir el joven Estado de Israel en 1948, cambiando el nombre comúnmente aceptado de Judea y Samaria por el de “Banda Occidental del Río Jordán”[1]. (…) Entonces, si Jordania no tenía reclamo legal sobre este territorio y Palestina no existía, ¿de quién es este territorio? (…)” (1).
Debemos recordar a su vez, varios puntos: 1) Gran Bretaña tomó el control de la zona llamada Palestina tras la Primer Guerra Mundial; 2) La posterior presentación del documento de Arthur James Balfour[2], mientras se desempeñaba como Ministro de Relaciones Exteriores de Gran Bretaña, en el cual se reconocía el derecho del pueblo judío de levantar su Hogar Nacional en Palestina; 3) El mandato recibido por los británicos de parte de la Liga de las Naciones (antecesora de la ONU) para promover el establecimiento del Hogar Nacional Judío; 4) El mandato recaía sobre todo el territorio de Palestina, es decir, incluía la parte hoy conocida como Banda Occidental y lo que hoy constituye Jordania; 5) La entrega de los británicos de ¾ partes de todo el territorio que se suponía destinado al Hogar Nacional Judío, a manos árabes para que levantaran el Reino Hashemita de Jordania; 6) En conclusión, la pérdida de los judíos de la mayor parte de las tierras donde se iba a levantar su Hogar, actuando los británicos en flagrante contradicción con el mandato entregado por la Liga de las Naciones y en desconocimiento del alcance territorial al que se refería originariamente la mentada Declaración Balfour.   
Por todo lo mencionado, es clara la legalidad y afianzada la legitimidad moral en el obrar de Israel. Respecto de la ley, hubo un mandato expreso de la Liga de las Naciones, una declaración del Ministerio de Relaciones Exteriores británico, y resoluciones de la ONU, que avalan la posición israelí sobre los territorios. A esto le sumamos el derecho internacional en lo concerniente a la guerra, para apoyar la acción defensiva israelí en la “Guerra de los 6 días”[3], acontecimiento en el cual Israel toma control de los territorios en cuestión. Y en lo concerniente a los asentamientos, vemos que los ciudadanos israelíes han edificado sobre tierras que forman parte del país al cual ellos pertenecen. No hay ley externa que deba imponérseles para impedir que continúen su desarrollo y expansión. Es más, en las negociaciones de Oslo[4] se previó que el tema de los asentamientos sería tratado en el status final, y que hasta llegar a un arreglo definitivo no debía modificarse la situación de la Banda Occidental, por lo tanto es un enorme incumplimiento que los dirigentes palestinos reclamen y presionen por el congelamiento en la construcción de asentamientos por un lado, y pretendan la declaración unilateral de su Estado y auspicio de la ONU en su traición por el otro.
Respecto de la moralidad, no caeremos en un tratamiento inútil sobre abstracciones, inexistencias y conceptos colectivistas falaces. Por encima de soberanías nacionales, derechos de países y expresiones colectivistas que impregnan la política internacional en la actualidad, se encuentra en el ámbito moral la consideración del individuo. Y aquí hay que defender los derechos individuales de los hombres, en este caso de los hombres judíos, más precisamente los asentadores (mal llamados colonos): han ejercido su legítimo derecho de propiedad para construir sus hogares y sus ciudades, y ninguna invocación mística estatista por parte del gobierno palestino debe prevalecer sobre los auténticos derechos individuales. La abstracción de una soberanía palestina inexistente sobre la tierra no puede ir por encima de derechos de propiedad concretizados en la realidad. Los asentadores habrán elegido una bandera, un himno a cantar, una pertenencia nacional con la cual identificarse; pero la base de su derecho moral a las tierras en las que se encuentran es el principio de los derechos individuales, la propiedad que ejercen sobre el terreno.         

B) No hay que negociar con los enemigos en sus términos sin estar forzados a hacerlo:
La letal falacia que guió en gran parte y por mucho tiempo a la política israelí en lo que a la guerra en su contra incumbe, se manifestó con nitidez en la declaración de Itzjak Rabin cuando era Primer Ministro de Israel: “Yo quisiera hacer un tratado de paz con el Príncipe de Mónaco, pero mi enemigo es Arafat y con él hay que hacerlo”. Este razonamiento erróneo ha sido bien llamado por un colega “silogismo de la muerte”:
“1-La paz se hace con el enemigo.
2-Mi enemigo es el terrorismo palestino.
Conclusión: La paz la tengo que hacer con el terrorismo palestino.
Esto es una reductio ad absurdum” (2).
Si la conclusión es hacer la paz con quien pretende asesinarme, entonces debo rebajarme al nivel de mi verdugo, transigir con él, darle mi consideración y permitir que avance en su camino sin exigir que cambie su cometido. Negociar con el enemigo en sus términos (sin que estemos forzados a hacerlo) es negociar con terroristas sin exigir que estos dejen de ser terroristas, es negociar con quien quiere asesinarme sin que el asesino modifique su objetivo. Yo consigo algo inútil (quizás solamente hacer tiempo), y él consigue una transacción de la cual sale victorioso. El terrorista quiere mi vida, y negociando con él yo renuncio al principio de mi derecho a la vida. No se negocia con el enemigo; se negocia con quien no es o ha renunciado a ser nuestro enemigo. Nuestras acciones deben ser pro-vida, y no pro-muerte. Buscar hacer la paz con el enemigo es negociar con él en sus términos (sin estar forzados a hacerlo), es hacerle una concesión sin intimarlo a renunciar a sus aspiraciones a la par que nosotros renunciamos a nuestros fundamentos. La política israelí no debe estar direccionada a la realización de un acuerdo de paz con terroristas, sino a combatirlos para lograr la supervivencia.
Palabras de Leonard Peikoff: ““En cualquier concesión entre comida y veneno”, dice Ayn Rand, “es sólo la muerte la que puede ganar. En cualquier concesión entre el bien y el mal, es sólo el mal el que puede beneficiarse”. La razón de esto no es que el mal sea más potente que el bien. Al contrario, la razón es que el mal es impotente y que, por lo tanto, sólo puede existir como un parásito del bien. Lo bueno es lo racional; es lo que se adhiere a las demandas de la realidad y de esa forma promueve y beneficia la vida del hombre, junto con todos los valores que la vida requiere. Tal política no obtiene ninguna ventaja de su antítesis. (…) Por su propia naturaleza, el bien sólo tiene algo que perder si negocia con el mal. El mal está exactamente en la posición contraria. El mal es lo irracional, es lo que contradice los hechos de la realidad y por lo tanto amenaza la vida del hombre. Tal política no puede ser mantenida como un absoluto o practicada de forma consistente – no, si uno quiere evitar su destrucción inmediata. El mal tiene que contar con algún elemento del bien; el mal puede existir sólo como un parásito, sólo como una excepción a las virtudes con las que está contando” (3).  
Querer vivir es bueno, es racional. Querer asesinar es malo, es irracional. En cualquier concesión entre la defensa de la vida y el terrorismo asesino, solo este último se beneficia. El terrorista le arranca algo a la víctima, la víctima no obtiene nada del terrorista. Si Israel quiere evitar la destrucción inmediata, no debe negociar con terroristas islamistas. Israel no tiene nada que ganar del islamismo; este último tiene mucho que ganar de Israel.

C) No hay que aceptar amenazas ni chantajes por parte de quienes quieren perjudicarnos: Este principio es un desprendimiento del anterior, y en la práctica se aplica como un corolario de lo visto. El enemigo que amenaza a Israel pretende infundirle temor, no respeta su derecho y su voluntad, busca obtener algo por medio de la fuerza. No hay marco de negociación aquí, sino de imposición violenta. Como ejemplo, Israel no debe aceptar y resignarse a las amenazas de Irán de borrarlo del mapa[5]. Debe actuar en consecuencia evitando la concreción de la amenaza, salvándose a sí mismo, y destruyendo la estructura desde la cual el enemigo profiere sus diatribas y ataca.
 De igual modo, Israel no debe ceder a los chantajes terroristas. Quienes pretendan arrancarle concesiones por la fuerza, bajo amenaza de daño, deben saber que no podrán obtener ningún provecho de Israel, que este los combatirá hasta hacer cesar la situación y derrotarlos. El gran ejemplo histórico de un correcto proceder israelí sin ceder al chantaje terrorista y luchando con violencia defensiva hasta derrotar al enemigo es la Operación Entebbe[6].   

D) No hay que pedir perdón por ejercer nuestros derechos: Ejercer derechos es actuar dentro de la justicia, desplegar legítimamente la individualidad, obrar en una esfera de acción por cuyo motivo nadie sale indebidamente perjudicado. A nivel de países, Israel ejerce su legítimo derecho a la autodefensa cuando enfrenta a sus enemigos. Se debe tener en cuenta que Israel no es el agresor en la contienda, es el agredido; no es quien inicia el uso de la fuerza, sino quien emplea la fuerza como represalia. Israel actúa con derecho, con justicia, con rectitud moral.
No se pide perdón por defenderse, no se pide perdón por querer vivir, no se pide perdón por querer ser amo del propio destino, no se pide perdón por no ceder a la voluntad del enemigo que pretende el exterminio. Pedir perdón acarrea la idea de que algo se hizo mal, se afectó indebidamente a quien no lo merecía, la asunción de responsabilidad, y por lo tanto la necesidad de unas disculpas y un ofrecimiento de reparación. No hay nada que repararle a los islamistas por ejercer un legítimo derecho con fundamento en la vida como fin en si misma.
Llegados aquí tratamos como ejemplo el caso del proceder israelí tras el episodio de la Flotilla en 2010. Recientemente la Oficina del Primer Ministro Biniamín Netanyahu emitió un comunicado diciendo que el líder hebreo “(…) aclaró que los resultados trágicos de la flotilla Mavi Marmara no fueron intencionados e Israel lamenta el daño y pérdida de vidas. Dado que la investigación israelí sobre el incidente apuntó varios errores operativos, el primer ministro se disculpó ante el pueblo turco por los errores que pudieron llevar a la pérdida de vidas” (4).
Esta nota fue inmediatamente tomada por gran parte de la prensa mundial como un claro y literal pedido de disculpas por parte de Israel, con todo lo que eso conlleva. Alejándose de esas posturas, el analista Barry Rubin escribió: “Israel pide disculpas a Turquía, reza en todos los titulares. Eso simplemente no es cierto en el sentido de lo que implica. (…) Durante las conversaciones, (El Primer Ministro turco) Erdogan reclamó tres exigencias: -Israel debe disculparse por completo. -Tal disculpa implica la responsabilidad legal de pagar las compensaciones. -Erdogan insistió en que Israel debe levantar el bloqueo contra la Franja de Gaza.
Israel rechazó estas demandas y ofreció en su lugar: -Manifestar que lamenta el enfrentamiento y las pérdidas de vidas humanas. Esto es como decir: si he ofendido a alguien, lo siento. -Ofreció hacer un pago voluntario, como un gesto humanitario y no como parte de una declaración de culpabilidad, a las familias de los fallecidos. -Israel rechazó cualquier cambio de política hacia la Franja de Gaza.
Erdogan rechazó airadamente la oferta de Israel.
Ahora, se ha llegado a un compromiso, al parecer con la ayuda del presidente, Barak Obama. El acuerdo, que incluye el restablecimiento de relaciones bilaterales normales, ha sido caracterizado como una especie de rendición israelí. Eso simplemente no es verdad. El acuerdo está mucho más cerca de la posición de Israel. No hay, en absoluto, ningún cambio en la política estratégica de Israel hacia la Franja de Gaza. Mientras que la palabra “disculpa” aparece en la declaración de Netanyahu, se dirige particularmente hacia el pueblo turco y no hacia el gobierno, y es del tipo de lo sentimos-si-tus-sentimientos-fueron-heridos” (5).
Aunque la posición de Rubin es atendible en cierta medida, en cuanto es verdad que la política israelí hacia Gaza no ha sido modificada por las exigencias de Recep Tayyip Erdogan, ello de ninguna manera puede ser utilizado para dejar pasar la cuestión del empleo de la palabra “disculpas”. El obrar no modificado de Israel no justifica que su Primer Ministro le pida disculpas al pueblo turco, aún estableciéndose una línea divisoria y diferencial entre pueblo y gobierno de Turquía. ¿Qué es acaso la abstracción “pueblo turco” para que un líder en nombre de todo el país y sus habitantes (ya que actúa como mandatario de estos últimos) tenga que pedir disculpas por defenderse? Esto sí que es injustificable y debe ser interpretado como una concesión de Israel a sus enemigos. Si bien no se identifica al “pueblo turco” como el enemigo de Israel, el triunfo (aún parcial) se lo llevan los interesados en que Israel se muestre débil y sea difamado. Y Erdogan ha dado señales de que le sienta el papel de enemigo del Estado Judío, al cual odia.
Israel no es culpable de haberle causado un daño indebido al “pueblo turco”; Israel se defendió de un intento por parte de una flotilla cargada con terroristas de quebrar su ley y su política para ayudar a declarados enemigos del Estado Judío. Israel no le debe una rendición de cuentas a los turcos, y mucho menos un pedido de disculpas oficial por una acción defensiva en nombre de víctimas de agresiones terroristas (como lo son los civiles israelíes) que nada tienen que ver con responsabilidades para con los turcos. Israel sí falló en este punto, y esto es algo que debe ser corregido de cara al futuro. Israel debe actuar por principios; no puede permitirse este tipo de rendiciones y decaídas.        

E) Si alguien quiere tratar con nosotros, debe hacerlo en nuestros términos: Así lo enseña la filósofa Ayn Rand en su novela “La Rebelión de Atlas” (6). Si alguien quiere tratar conmigo, aceptará mis términos; no cooperaré con quienes buscan mi destrucción. Israel debe utilizar este principio en sus relaciones con los demás países. No debe transigir y ceder a las premisas erróneas y postulados maliciosos de los demás. Va a lograr sus metas manteniéndose fiel a sus posiciones. De esta forma quien quiera tratar con Israel, deberá hacerlo en sus términos. Nadie tratará con Israel despreciando sus principios y buscando un beneficio a costa de un perjuicio para el Estado Judío, alentando una rendición, explotando con malicia una debilidad. No habrá negociación con quien niega la propia existencia del interlocutor hebreo, con quien pretende hacer tiempo para aniquilarlo, con quien busca ganar metros en la carrera rumbo a su desintegración y destrucción poblacional. Habrá negociación con quien reconozca la realidad de Israel, respete su legitimidad, y tenga algo para ofrecer que Israel quiera o necesite. Por eso es correcto que no haya negociaciones con Hamas, que no cumple ninguno de estos requisitos enunciados.     

F) Las relaciones con otros deben ser con consentimiento recíproco y para mutuo beneficio: De esta forma se puede llegar a un sincero y honesto acuerdo, en el estricto sentido de la palabra. Las relaciones entre hombres deben ser voluntarias, para mutuo provecho (por eso las partes están interesadas en la transacción), proscribiendo el uso de la fuerza.
Siguiendo la misma línea se plantea el tema para las relaciones internacionales entre países: deben ser voluntarias, no entre amos y esclavos, no mediante la extorsión y la amenaza. Israel, por ende, no debe relacionarse en miras a un acuerdo con autoridades gubernamentales que abogan por su destrucción, ni con aquellas que no reconocen plenamente el derecho que lo asiste. Acerca de ejemplos que ilustran este punto, podemos formular cómo podría ser una posición israelí respecto de sus enemigos políticos palestinos: no hay voluntad de reconocimiento y paz por parte de Hamas, por lo que Israel está en lo correcto al no tener vinculación directa con la agrupación terrorista islamista, y al responder por la fuerza los ataques violentos que esta inicia; no hay sincera voluntad de reconocimiento y paz por parte de la Autoridad Palestina, por lo que Israel estaría en su derecho si cortase las vinculaciones con la mencionada entidad hostil.
Sumado al desprecio mostrado por las autoridades palestinas respecto de los intereses israelíes, y a las jugadas truculentas que han protagonizado menoscabando o dejando de lado el consentimiento israelí, está el hecho de que Israel no tiene en qué beneficiarse si hay un pacto con corruptos y asesinos. Israel debe estar bien plantado, y no moverse de su posición: si actúa, debe hacerlo para obtener un beneficio. Y el circo de la muerte y carnaval de la violencia que los terroristas islamistas exhiben en su menú, no es una oferta provechosa para el país judío.       

Para concluir, Israel debe actuar por principios para mantener su rectitud moral, alcanzar sus legítimos objetivos, y defender correctamente su justificada causa. El fundamento moral de Israel triunfará, en la medida en que sea defendido con consistencia y coherencia. El mal no tendrá cabida si Israel no le deja espacio. El bien requiere consistencia para su triunfo, e Israel es idóneo para tenerla.
Hay muchos héroes en Israel capaces de sostenerlo y protegerlo. Actuando en base a los principios adecuados, lo lograrán.

Bibliografía:
1) The truth about the West Bank with Danny Ayalon
http://www.youtube.com/watch?v=9y6cf9oG8d4
2) El Silogismo de la Muerte
http://elrejunteil.wordpress.com/2011/09/13/el-silogismo-de-la-muerte/
3) ¿Por Qué Debe Uno Actuar Por Principio? - Dr. Leonard Peikoff
http://objetivismo.org/por-que-debe-uno-actuar-por-principio/
4) Israel pide disculpas a Turquía por el asalto de la flotilla y normalizan relaciones
http://www.elmundo.es/elmundo/2013/03/22/internacional/1363966722.html
5) ¿Pidió Israel “disculpas” a Turquía? - Barry Rubin
http://www.aurora-israel.co.il/articulos/israel/Opinion/50548/
6) Rand, Ayn; “La Rebelión de Atlas”, Editorial Grito Sagrado.
   


[1] A los territorios conocidos como Judea y Samaria (nombres que reflejan su tradición judaica provenientes de épocas bíblicas), las autoridades jordanas le pusieron la denominación “Cisjordania”. Esto es una muestra de cómo se ha intentado borrar la identidad judaica y la historia del lugar, cambiándole el nombre para ocultar su pasado, confundir respecto de su procedencia, y poder por ende disputar su tenencia presente.
[2] La carta es conocida como Declaración Balfour. Su contenido es breve, y no ostenta gran precisión técnica. Fechado el 2 de noviembre de 1917, reza en una parte: “El Gobierno de Su Majestad contempla favorablemente el establecimiento en Palestina de un hogar nacional para el pueblo judío y hará uso de sus mejores esfuerzos para facilitar la realización de este objetivo (…)”.
[3] El enfrentamiento bélico entre Israel y la coalición árabe (Egipto, Siria y Jordania) al cual hace referencia Danny Ayalon en su cita, se desarrolló en Junio de 1967. Israel resultó vencedor, quedando en posición de control sobre los Altos del Golán (que dominaba Siria), Cisjordania (la parte oriental de Jerusalén incluída, que estaba en poder de Jordania), la Península del Sinaí (perteneciente a Egipto), y la Franja de Gaza (a la cual Egipto dejó de lado tras la contienda).   
[4] Los Acuerdos de Oslo en 1994 son la manifestación central del infructuoso Proceso de Paz entre Israel y los gobernantes palestinos, incumplido y saboteado en reiteradas ocasiones por estos últimos.
[5] El presidente de la República Islámica de Irán Mahmoud Ahmadinejad, exponente del islamismo y representante de un gobierno teocrático totalitario, ha manifestado en reiteradas ocasiones su intención de hacer desaparecer a la “entidad sionista”. 
[6] Llevada a cabo por Tzahal el histórico 4 de julio de 1976 en Uganda. Terroristas habían secuestrado un avión de Air France donde viajaban pasajeros israelíes, entre otros. El chantaje consistía en la amenaza de asesinar a los israelíes si el gobierno de Israel no liberaba presos. Israel no cedió a la presión de los terroristas y preparó una heroica operación secreta para derrotar al enemigo y rescatar a los rehenes.