Noble tarea en una dura historia judía
La del pueblo judío es una historia llena de heroísmo, transitada con esfuerzo, sufrimiento, sangre, y también con alegrías y responsabilidad, basándose en una visión romántica a la vez que real de la vida, en la cual siempre presente debe estar la justicia.
El judaísmo nos ofrece una gama interminable de fuentes del saber, de las cuales se desprenden sistemas de conocimiento de consistente integridad. Una filosofía con bases sólidas, claridad conceptual, bellas construcciones, sabiduría milenaria. Ideologías apasionadas con rigor científico o fe religiosa, con lógica racional o creencias virtuosas. En general, del pueblo judío destacamos la honestidad en los cimientos, la coherencia intelectual y la aptitud educativa. Y esto es lo que se da en los diversos matices que han surgido a lo largo del arduo trayecto que le ha implicado su hasta aquí milagrosa existencia, siempre plagada de feroces luchas por sobrevivir ante incansables ataques de sus enemigos.
Pero hasta aquí ha llegado el heroico pueblo judío, y tiene todo para seguir. Con divisiones internas, posiciones enfrentadas que se advierten irreconciliables, y que se baten a duelo en el mismo y esencial centro de la nación, ha perdurado contraviento y marea. Las campañas en su contra no han impedido que siembre las semillas del pensamiento de la humanidad, que moldee la moral que debe regir en un mundo justo que sea para todos, y que consagre la ética personal como modo de obrar para el beneficio propio y para el beneficio y el no perjuicio de los demás.
Esta sangre derramada de los hijos de Israel, estas heridas abiertas que se cree jamás cicatrizarán, o que bien pueden cerrar y tener todos un mundo de paz con la llegada del Mashiaj, y el forjamiento de un proyecto común de nación, fortalecen al pueblo judío y lo cohesionan más allá de cualquier diferencia de ideas o divergencia en las miradas. Arrastrarse por duras rocas hasta poder volver a ponerse de pie y observar lo que fue y lo que es con los ojos de quien espera más y tiene con que encararlo, es algo que el pueblo judío acepta. Asume como propia la misión de mantener viva su tradición y de contribuir al progreso de toda la humanidad. Asume como propio ser el Pueblo Elegido para indicar el camino a los demás, sin imponerlo, pero sin negarles la luz para que se animen a recorrer los senderos desconocidos u oscuros.
Noble tarea asumida por siglos con desafíos que constantemente se renuevan, y que el pueblo judío, fortalecido por cada uno de ellos, sabe que puede superarlos.
Ezequiel Eiben
12-3-2010
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