La épica del liberalismo
Ezequiel Eiben
23/8/2014
Ezequiel Eiben
23/8/2014
El liberalismo es demostradamente, y por mucho, el sistema
político más eficiente de todos. Sirve en cualquier lado donde se lo prueba
consistentemente y en la medida en que se lo aplica. Podemos citar muchísimas
estadísticas y largar una catarata de datos para apoyar estas afirmaciones.
Podemos mostrar gráficos y análisis que nos van a dar la razón una y otra vez.
La libertad funciona, y es lo mejor para el ser humano. Sin embargo, hoy no
estoy aquí para hablar de números en economía, ni trazar paralelismos en
derecho comparado. No se malinterprete lo que voy a exponer a continuación como
un desprecio a lo anteriormente mencionado. Aquello lo considero necesario, y
le doy su lugar de importancia en la tarea de difundir los principios
liberales. Pero no es lo único que
considero necesario. Hay otras cosas que también
son indispensables en aras de promover las ideas de la Libertad. En una
batalla, abrir un frente no es excluyente de mantener abierto otro.
Hoy vengo a hablarles de algo que considero imperioso hacer: generar la épica del liberalismo. Darle al liberalismo el sentido de heroicidad que le corresponde.
La gente está malacostumbrada a formar filas sin chistar detrás de un líder carismático indiscutible cuyos designios son deber a cumplir. Así se forman las dictaduras: años de adoctrinamiento generan una masa acrítica, donde no se diferencian individuos con ideas propias sino que todo es un colectivo sin distinción que repite irreflexivamente consignas impuestas. Por encima del conglomerado, se encumbra al líder que encarna las voluntades y deseos del pueblo; un hombre legal y políticamente privilegiado que dirige a la gente a donde sea que le antoje, haciendo pasar su arbitrariedad por un plan iluminado para el bienestar general.
El liberalismo, en cambio, ofrece algo distinto. El exacto opuesto a lo dictatorial. No propone esclavizar a las personas poniéndoles un uniforme que no eligieron para luchar por una causa que no es de ellas. No propone reducir a un ser humano al status de una bestia salvaje. El liberalismo propone Libertad.
Las ideas de la Libertad hacen posible el florecimiento del individuo. Cada persona es potencialmente un héroe que puede realizar cosas grandiosas guiándose por su juicio crítico y sus habilidades. La Libertad es el marco propicio para el desarrollo personal, la independencia de criterio y el pensamiento sin ataduras. El liberalismo no impone una figura política que gobierna como un tirano al cual hay que adorar sin quejarse, en una falsa construcción de magnanimidad, más propia de un relato demagógico que de la realidad. En el liberalismo, cada persona es la soberana de sus propios intereses y gustos, y es libre de perseguir sus metas. Cada individuo puede ser un héroe cotidiano que vaya construyendo su vida, ganándose sus éxitos mediante su propio esfuerzo, y levantándose de sus derrotas mediante su propia determinación y perseverancia para buscar llegar más alto.
¿Pueden imaginarse una sociedad llena de héroes? Colmada de personas que defiendan lo que tienen bien ganado, y que colaboren en la defensa de lo que tienen los demás; individuos siempre dispuestos a enfrentarse al mal allí donde este surja. Una sociedad repleta de hombres libres, racionales, fuertes, honorables, que tengan al Bien como norte y a la Justicia como principio rector de sus relaciones. Una sociedad que respete el individualismo para que cada uno pueda efectuar sus propias iniciativas, y que permita el compañerismo cuando hombres libres quieran asociarse tras un objetivo en común.
La Libertad es un canto a lo mejor que tenemos. Es una oda a los más altos valores, los que pueden ser conseguidos en el contexto de paz y respeto que ella brinda.
Vale la pena luchar por la Libertad. Vale la pena luchar por lo que queremos, defender lo que tenemos, y buscar la grandeza. La gloria de la vida depende de cada uno de nosotros. Cada persona puede llegar a la gloria, ese lugar de realización personal y logro extraordinario. Las hazañas grandiosas, las epopeyas memorables, son posibles en este mundo. No son mera cuestión de cuentos fantásticos. La realidad lo permite. Pero para ello, nos exige un esfuerzo. Nuestra parte es conquistar la Libertad, usar nuestra razón y generar las condiciones para que el camino a la grandeza sea posible.
Luchar por ser libres es librar la batalla más digna que se puede dar, en el nombre de la causa más digna que se puede ostentar. Hay un héroe en cada uno de nosotros que puede surgir y prosperar. Nuestra lucha no es por esclavizar mentes, ni someter cuerpos, ni dirigir vidas, ni gastar patrimonios ajenos. Es una propuesta de liberación de la opresión estatista, de independencia ante las ataduras del colectivismo. Cada mente tiene un pensamiento que generar, cada corazón un latido que dar. Outro, música de M83, dice en su letra: “Enfrentando tempestades de polvo, lucharé hasta el final”. Tomando un mensaje así, haciendo de la perseverancia una constante, allanaremos el camino a la Libertad.
Esta es la épica del liberalismo. Ideas de Libertad portadas por hombres independientes, que buscan vivir y dejar vivir. La épica de ser libres, y levantar las banderas de la Justicia frente a la esclavitud y la criminalidad.
Queremos ser libres. Queremos ser los héroes de nuestro propio camino, los dueños de nuestra propia vida. Es posible. Luchemos por ello. Vamos por la Libertad.
Hoy vengo a hablarles de algo que considero imperioso hacer: generar la épica del liberalismo. Darle al liberalismo el sentido de heroicidad que le corresponde.
La gente está malacostumbrada a formar filas sin chistar detrás de un líder carismático indiscutible cuyos designios son deber a cumplir. Así se forman las dictaduras: años de adoctrinamiento generan una masa acrítica, donde no se diferencian individuos con ideas propias sino que todo es un colectivo sin distinción que repite irreflexivamente consignas impuestas. Por encima del conglomerado, se encumbra al líder que encarna las voluntades y deseos del pueblo; un hombre legal y políticamente privilegiado que dirige a la gente a donde sea que le antoje, haciendo pasar su arbitrariedad por un plan iluminado para el bienestar general.
El liberalismo, en cambio, ofrece algo distinto. El exacto opuesto a lo dictatorial. No propone esclavizar a las personas poniéndoles un uniforme que no eligieron para luchar por una causa que no es de ellas. No propone reducir a un ser humano al status de una bestia salvaje. El liberalismo propone Libertad.
Las ideas de la Libertad hacen posible el florecimiento del individuo. Cada persona es potencialmente un héroe que puede realizar cosas grandiosas guiándose por su juicio crítico y sus habilidades. La Libertad es el marco propicio para el desarrollo personal, la independencia de criterio y el pensamiento sin ataduras. El liberalismo no impone una figura política que gobierna como un tirano al cual hay que adorar sin quejarse, en una falsa construcción de magnanimidad, más propia de un relato demagógico que de la realidad. En el liberalismo, cada persona es la soberana de sus propios intereses y gustos, y es libre de perseguir sus metas. Cada individuo puede ser un héroe cotidiano que vaya construyendo su vida, ganándose sus éxitos mediante su propio esfuerzo, y levantándose de sus derrotas mediante su propia determinación y perseverancia para buscar llegar más alto.
¿Pueden imaginarse una sociedad llena de héroes? Colmada de personas que defiendan lo que tienen bien ganado, y que colaboren en la defensa de lo que tienen los demás; individuos siempre dispuestos a enfrentarse al mal allí donde este surja. Una sociedad repleta de hombres libres, racionales, fuertes, honorables, que tengan al Bien como norte y a la Justicia como principio rector de sus relaciones. Una sociedad que respete el individualismo para que cada uno pueda efectuar sus propias iniciativas, y que permita el compañerismo cuando hombres libres quieran asociarse tras un objetivo en común.
La Libertad es un canto a lo mejor que tenemos. Es una oda a los más altos valores, los que pueden ser conseguidos en el contexto de paz y respeto que ella brinda.
Vale la pena luchar por la Libertad. Vale la pena luchar por lo que queremos, defender lo que tenemos, y buscar la grandeza. La gloria de la vida depende de cada uno de nosotros. Cada persona puede llegar a la gloria, ese lugar de realización personal y logro extraordinario. Las hazañas grandiosas, las epopeyas memorables, son posibles en este mundo. No son mera cuestión de cuentos fantásticos. La realidad lo permite. Pero para ello, nos exige un esfuerzo. Nuestra parte es conquistar la Libertad, usar nuestra razón y generar las condiciones para que el camino a la grandeza sea posible.
Luchar por ser libres es librar la batalla más digna que se puede dar, en el nombre de la causa más digna que se puede ostentar. Hay un héroe en cada uno de nosotros que puede surgir y prosperar. Nuestra lucha no es por esclavizar mentes, ni someter cuerpos, ni dirigir vidas, ni gastar patrimonios ajenos. Es una propuesta de liberación de la opresión estatista, de independencia ante las ataduras del colectivismo. Cada mente tiene un pensamiento que generar, cada corazón un latido que dar. Outro, música de M83, dice en su letra: “Enfrentando tempestades de polvo, lucharé hasta el final”. Tomando un mensaje así, haciendo de la perseverancia una constante, allanaremos el camino a la Libertad.
Esta es la épica del liberalismo. Ideas de Libertad portadas por hombres independientes, que buscan vivir y dejar vivir. La épica de ser libres, y levantar las banderas de la Justicia frente a la esclavitud y la criminalidad.
Queremos ser libres. Queremos ser los héroes de nuestro propio camino, los dueños de nuestra propia vida. Es posible. Luchemos por ello. Vamos por la Libertad.
Discurso presentado el 29/8/2014 en el Festival de Ideas LibreMente, en el Hotel Amerian, en Córdoba. El evento se realizó en conmemoración del natalicio de los pensadores liberales John Locke y Juan Bautista Alberdi. Fue organizado por Fundación Ayn Rand y Centro de Estudios Libre, dentro del marco de JAL (Jóvenes Argentinos Liberales), con el apoyo de la Fundación Friedrich Naumann.