miércoles, 25 de noviembre de 2015

Cambiemos y el debate presidencial

Cambiemos y el debate presidencial
Ezequiel Eiben
16-17/11/2015

Yo soy liberal, y Cambiemos no lo es. Por ende, si ganan la elección, no espero Liberalismo por parte de ellos, al menos en alta graduación.

Lo que espero es que vuelvan principalmente dos cosas: La República, y la decencia. La primera tiene que ver con la división de poderes, la justicia independiente, la libertad de prensa, no usar al estado para fines partidarios. La segunda, es parar con la confrontación por la confrontación misma desde el poder, parar la corrupción escandalosa, y la militancia ladrona. Con que Cambiemos logre esto, el "cambio" será sustancial. 

En el debate ya se vio parte de esto. Quien no respetó los tiempos, y no condenó tiranías anti-republicanas; y quien se ajustó a las reglas preestablecidas, y propuso alejarse de los peores regímenes del planeta. 

Es verdad que no se respondieron preguntas, pero hay una diferencia. Scioli no respondió nunca a preguntas concretas de Macri. En cambio Macri no respondió a preguntas capciosas precedidas por más falacias por parte de Scioli; responder implicaba entrar en su juego de etiquetas. Además, Macri si habló en parte de lo que Scioli le atribuía maliciosamente, dejando en claro que el candidato oficialista no sustentaba sus afirmaciones.

Ahora analicemos los análisis. Lo que se dijo sobre lo dicho en el debate.

En Argentina se confunde lo que es ser objetivo con el tener que quedar bien con ambas partes.
Si uno acuerda en todo con una parte y rechaza absolutamente la otra, es tildado de no objetivo por incapaz de ver algo bueno en esta última. 

Pero ser objetivo no es forzarse a ver virtudes donde no las hay. Ser objetivo es analizar racionalmente, apegado a los hechos y eliminando en la mayor medida posible arbitrariedades. Si hay una parte 100% correcta y otra 100% equivocada y esto es señalado racionalmente, no es falta de objetividad. No hay obligación de concederle algo a la otra parte. 

Hoy escuché varios periodistas intentando "mediar" en el análisis del debate. Diciendo que Scioli estaba nervioso pero Macri también, que Scioli fue agresivo pero Macri también, etc. Como si por cada una que se mandaba Scioli había que anotarle una Macri, o por cada una de Macri había que reconocerle una a Scioli. Todo en aras de ser "objetivos" según la visión de quedar bien con todos. Así no se la jugaban para decir quién ganó desde su criterio. 

Desde mi visión, Scioli hizo el ridículo y rozó el papelón en más de una oportunidad, y golpeó a Macri únicamente con el tema trapitos (tema en el cual el kirchnerismo tiene su responsabilidad, por lo que fue una maniobra artera). Fuera de eso no tuvo mucho más que ofrecer. 

¿Eso me hace "no objetivo"? ¿Tengo que terminar en el medio de los dos para no ser tendencioso? No. Los hechos son los hechos, y aquí hubo un nervioso, un gritón, uno que no respetó los tiempos, y uno al que le dieron un aplauso trucho al final fuera de lo permitido para construirle un final épico a lo que fue una presentación mediocre. Este fue Scioli.


Ganó Macri.

viernes, 20 de noviembre de 2015

Ley pareja

Ley pareja
Ezequiel Eiben
14/11/2015

Si aplicamos ley pareja, a Francia hay que tratarla ahora como los franceses y europeos tratan a Israel. Esto sería:

1) toda esta semana nos hacemos los tontos con los atentados. Que no salgan en ningún diario.
2) Cuando Francia responda, ahí recién empezamos a hablar. Pero a hablar mal de Francia, no de Isis.
3) Organizamos marcha contra la embajada francesa por la desproporcionalidad en su respuesta. Pancartas con leyendas "Francia imperialista", "Fuera franceses de Francia", son de uso obligatorio.
4) Exhortamos a Hollande a que se siente en la mesa de negociaciones con Isis inmediatamente a escuchar sus pedidos
5) Apoyamos al Consejo de DDHH de la ONU en su reunión de urgencia tras la condenable reacción francesa, cuando sancione al país europeo por no medirse.
6) Repetimos en los diarios y televisión una historia trucha de que los musulmanes vivían en Francia antes que los franceses
7) Exigimos al estado francés que cambie su bandera, himno y demás simbología nacional porque no es representativa de todas las culturas que hay en Francia y ofende a los musulmanes
8) Hacemos documentales financiados por el resto de Europa y Arabia Saudita sobre la pobre vida que llevan los jóvenes magrebíes en Francia, y los tratamos como víctimas del sistema.
9) Exigimos que Francia sea partida en dos. Una parte va para los musulmanes. "Dos estados para dos pueblos" como les gusta a los europeos pro palestinos.
10) París debe ser dividida en París occidental y en París oriental. Esta última exclusiva para musulmanes; la primera, de tinte cosmopolita.
11) Todo francés que viva en el nuevo estado, Al-FranciaYihadstan, debe ser señalado como un colono invasor y trasladado, hasta por el propio ejército francés. Los productos franceses en este lado deben ser etiquetados para que la gente sepa que está consumiendo imperialismo.
12) Todo musulmán que quiera vivir en la Francia occidental, podrá hacerlo en igualdad de condiciones.
13) Denunciamos a Francia como régimen apartheid por establecer precauciones de seguridad para evitar futuros atentados provenientes de Al-FranciaYihadstan.
14) Exigimos a Francia la apertura total de fronteras para el libre tránsito de musulmanes. Exigimos que no haya puestos de control en las fronteras.
15) Condenamos al gobierno francés si este decide demoler las casas de los terroristas.
16) Pedimos Boicot, Desinversión y Sanción contra Francia si los franceses construyen casas del lado musulmán. Los musulmanes pueden construir del lado francés sin problema.


Creo que con esto, Francia va a ser correctamente juzgada con el mismo estándar que usan para Israel, ¿no? Si se les ocurre otra, agreguen. No podemos permitir que Francia se mueva un centímetro del camino, aunque alegue autodefensa.

lunes, 31 de agosto de 2015

Islamismo: ideología y metodología

Islamismo: ideología y metodología
Ezequiel Eiben
8/8/2015
Conferencia para las I Jornadas sobre Libertad, Laicismo y Religión en el siglo XXI, organizadas por el Centro de Estudios RafaellaCimatti – 6 al 8 de Agosto de 2015, San Juan, Argentina

Introducción
Occidente lleva décadas presenciando un fenómeno sanguinario que en principio lo dejó descolocado para reaccionar: el terrorismo islamista. Este fue creciendo en proporción, ya sea por la espectacularidad de sus ataques como por el número de víctimas. Se comenzaban con atentados individuales o de poca escala, se pasaba al secuestro de aviones, y de ahí a la detonación de estructuras edilicias que se contaban entre las de mayor magnitud en el mundo.Pero más allá de la prolongación en el tiempo, hay un hecho crucial que marcó un antes y un después en la percepción sobre el islamismo: el ataque a las Torres Gemelas en Estados Unidos el 11 de septiembre de 2001. Fue tal su alcance y repercusión, que ya nadie se sintió indiferente o vio al fenómeno como algo lejano que sufría Israel, o algún país occidental de pasado imperialista cada cierto tiempo. Cuando la violencia se desató en el seno de la democracia más importante del mundo, se estuviera en el grupo de los perplejos, de los precavidos o de los plenamente conscientes, se acusó recibo con plenitud.
El propósito de esta conferencia es desentrañar el contenido ideológico y metodológico del islamismo, a los fines de tener una cabal comprensión del mismo en sus raíces intelectuales y en su modus operandi.

Conceptualizaciones
Vamos a referirnos aquí a los conceptos y definiciones que emplearemos a lo largo de la exposición, para que queden debidamente notificados y aclarados en su caso.
Por Islam entendemos a la religión que profesan los musulmanes, basada en la revelación al profeta islámico Muhammad –en occidente traducido como Mahoma-, cuyos principales textos sagrados son el Corán (libro fundamental y fundacional en el cual se desarrolla en extensión la palabra de Allah) y el Hadith (el conjunto de tradiciones del profeta Muhammad sobre sus dichos y acciones, transmitidas oralmente y luego compiladas).
El islamismo, a su vez, es un movimiento político, basado en la religión islámica, pero con su propio programa y agenda. Se encuentra presente en todas las zonas de conflicto musulmanas, en puestos de poder o buscando llegar a ellos. Emplea como método de acción el terrorismo, tanto contra personas de otros credos como contra musulmanes que no sigan sus visiones del islam.
En este punto nos sirve distinguir –sin negar la conexión- entre islam e islamismo. El segundo no puede pensarse sin el primero, del cual saca las bases fundamentales de su plataforma ideológica. Ahora bien, será útil a los efectos de referirnos a las personas que integran cada grupo: podemos decir que los musulmanes practicantes del islam se dividen a grandes rasgos en pacíficos y fanáticos; mientras que los musulmanes que integran el islamismo, necesariamente son violentos y moralmente repudiables. Uno puede considerar pacífico a un musulmán que practique aspectos de su fe de manera privada sin violar derechos de terceros. Pero no puede considerar pacífico ni bueno a un islamista. Hablar de un islamista bueno es equivalente a hablar de un nazi activo y militante como bueno.
A ideología la entenderemos aquí en el sentido que le da el Dr. Alberto Benegas Lynch (h), como algo “terminado, cerrado e inexpugnable”[1], y agrego yo, con carácter dogmático incuestionable.
El terrorismoes el ataque deliberado a población civil con fines políticos, que se lleva a cabo sembrando miedo y pánico en las víctimas.La violencia va dirigida contra un sector ya sea desarmado, inocente, no involucrado en combate, y salvaguardado por las leyes de guerra.Este concepto objetivo de terrorismo incluye, entonces, una acción (atacar), un objeto (el blanco del ataque, que son los civiles), una finalidad (el objetivo político que los terroristas desean alcanzar), y un efecto (el consecuente miedo que se siembra sobre los agredidos).  

Elementos, diferenciación y tipos de terrorismo[2]
En primer lugar abordaremos elementos característicos del terrorismo; diferenciaremos en segundo lugar terrorismo de guerra y guerrilla, y en tercer lugar lo clasificaremos. Siguiendo el acertado criterio del analista internacional Julián Schvindlerman[3], los elementos del terrorismo son:
1) Objetivo de ataque: civiles, sobre los cuales se lanza el ataque deliberado. Ejemplo: atacar intencionalmente zonas residenciales para asesinar a población civil.
2) Factor elevado de atrocidad: alto nivel de violencia, que a veces asume grados de perversa espectacularidad. Ejemplo: explosión de bombas en autos y aviones.
3) Finalidad última: siempre el fin último del terrorismo es político (se trate de derechos, territorios, reclamos religiosos o diversas clases de reivindicaciones). Ejemplo: concesión de status político a un determinado grupo nacional o religioso.
4) Mensaje psicológico mayor: el mensaje trasciende al atentado específico, es más amplio y no se circunscribe al daño causado. Ejemplo: un terrorista que se inmola en un boliche bailable, más que el daño provocado a las instalaciones y a las personas concretas, busca sembrar pánico en toda la población y preocupación en el gobierno.
El mencionado concepto de terrorismo permite distinguirlo de otros dos fenómenos: Guerra y Guerrilla.
La guerra clásica, en términos generales, es el enfrentamiento armado entre dos ejércitos regulares representativos de sus respectivos Estados. Los ejércitos están compuestos por soldados que son efectivos oficiales del bando al que pertenecen y avalados por el propio ordenamiento jurídico para desempeñarse.
La guerrilla consiste en el enfrentamiento entre un grupo armado irregular, que no constituye el ejército oficial de un Estado reconocido, y un ejército militar regular perteneciente a un Estado. Los integrantes del grupo aludido son guerrilleros, cuadros que más allá de no tener afiliación oficial a un ejército de Estado se mueven con rangos militares y reglamentación jurídica propios de su organización[4].
El terrorismo, como ya vimos, es específicamente agresión a civiles con una motivación final política. Este puede ser perpetrado por Estados o por grupos irregulares, e invocando más de un reclamo, lo que nos lleva a la necesidad de esbozar una clasificación general (que no intenta ser pormenorizada) teniendo en cuenta sus manifestaciones: 
-Terrorismo subversivo: organizaciones armadas que desconocen autoridades oficiales, quiebran el orden constitucional y atacan para lograr cambios radicales en el mismo (gubernamentales, institucionales, sociales, etc.). Ejemplos: Montoneros y ERP en Argentina, Sendero Luminoso en Perú.
-Terrorismo de Estado: Promovido por el aparato burocrático del Estado para asegurar la posición de los gobernantes, y reprimir y castigar levantamientos rebeldes contra la ley o incluso manifestaciones pacíficas que son tomadas como un desafío por las criminales autoridades. Ejemplos: Guardia Revolucionaria de Irán, el gobierno de Nicolás Maduro en Venezuela
- Terrorismo laico o secular: Generalmente es nacionalista, y busca reivindicaciones y legitimaciones históricas y territoriales. Ejemplo: ETA en España.
- Terrorismo religioso: Basado en el fundamentalismo y fanatismo religiosos que justifica el accionar violento a través de los valores y dictados del propio credo para imponer un orden teocrático. Ejemplos: Hamas en la Franja de Gaza, Hezbollah en el Líbano.

Identificación del enemigo
Escuchamos
decir que países como Israel y Estados Unidos están en guerra contra el terrorismo. Que el enemigo es el terrorismo. Ahora bien, ¿esto es realizar una correcta y suficiente identificación del enemigo? ¿Es el terrorismo en sí el rostro del enemigo, o debemos escavar más para llegar a la base, a lo que sirve como soporte de la práctica terrorista, siendo esta última una manifestación de eso que se encuentra allí abajo? Quien nos provee una respuesta es el Dr. YaronBrook:
¿Con quién estamos en guerra? (…) El presidente Bush nos ha dicho que estamos en guerra con terroristas. Yo igualo eso con decir que después de Pearl Harbour, cuando Japón atacó Estados Unidos, estábamos en guerra con luchadores kamikazes. Tú no peleas contra una táctica, no estás en guerra con una táctica. El terrorismo es una táctica. Las fuerzas contra las que estamos en guerra, algún día pueden tener tanques (…). En el futuro cercano pueden tener una bomba nuclear. ¿Eso todavía los hace terroristas? ¿Eso hace que la guerra sea diferente porque ahora luchamos contra un ejército? Entonces, yo no creo que estemos en guerra contra el terrorismo. (…) Tenemos que buscar la fuente ideológica del terrorismo para identificar al verdadero enemigo. (…) Estados Unidos estaba en guerra, en la Segunda Guerra Mundial, con el imperialismo japonés que motivaba y dirigía los luchadores kamikazes, y con el nazismo. Estábamos en guerra con una ideología, con gente que creía en esa ideología y aun no creyendo en ella luchaba por esa ideología. (…) La guerra en la que estamos hoy (…) es contra una ideología similar. La similitud es que es una ideología totalitaria. Es una ideología que cree en la conquista, no solo en la conquista territorial sino también en la conquista del alma humana. Es una ideología que quiere dictar cada aspecto de la vida humana. Es una ideología a la que yo llamo totalitarismo islámico, porque el islam es la forma que este totalitarismo adopta. (…) Ellos creen que el islam debe gobernar todos los aspectos de la vida, no debe haber separación entre Estado y religión, y aquellos que no adhieren son ciudadanos de segunda clase o merecen la muerte. (…) Y ellos creen en la expansión de esta ideología. No solo quieren un pequeño pedazo de tierra. Una primera meta es establecer un imperio en el Medio Oriente, hasta que se liberen todas las tierras que una vez pertenecieron a un imperio islámico, y al final el objetivo es la dominación del mundo. (…) Esto ha sido siempre un objetivo del totalitarismo. Ellos nunca se satisfacen con oprimir a la propia población o solo con oprimir a la población a su alrededor; ellos quieren la dominación mundial[5].    
No es la estrategia terrorista aquello contra lo que están en guerra Israel, Estados Unidos y el resto de los países interesados en frenar esta violencia. El terrorismo es el medio de expresión de una ideología subyacente a la aplicación de tan horrorosas prácticas. El enemigo fundamental es el islamismo, la doctrina política totalitaria basada en el islam.
Su naturaleza es esta ideología totalitaria con fundamentos religiosos islámicos implementada en un programa político para el sometimiento de todo el mundo[6].

Surgimiento del islam y del islamismo
El año inicial para el islam es el 610 de nuestra era, cuando Muhammad comienza a esparcir las “verdades” que le habían sido transmitidas. La nueva religión, cuyo nombre traducido significa “sumisión” debía considerarse la “verdadera fe” y la palabra definitiva de la divinidad. Era monoteísta, compartiendo este rasgo con el judaísmo y el cristianismo, y más estricta que las creencias pre-islámicas que circundaban la península arábica. Esto apuntaba a obtener un verdadero sometimiento de la persona al credo. A su vez, prometía mejores recompensas para después de la muerte, lo que presumiblemente era utilizado para obtener adeptos ilusionados con los premios que le esperaban tras observar una conducta apropiada.
La muerte de Muhammad trajo aparejada la discusión que provocó la mayor fisura en el seno del islam, conflicto jamás resuelto por las partes. En relación a quién debía continuar en el poder tras la muerte del profeta, la división se dio entre los que votaban por elegir a alguien idóneo para el cargo, y los que preferían a alguien de su linaje. Lo sucesivo se explica en los siguientes términos:
Un grupo de prominentes seguidores de la primera generación del Islam eligieron a Abu Baker, compañero de Mahoma, para ser el primer califa, o líder de la comunidad islámica, pese a las objeciones de los que favorecieron a Ali ibnAbiTalib, el primo y yerno de Mahoma. Los bandos opuestos al debate de sucesión finalmente evolucionaron en dos sectas principales del Islam. Chiitas, un término que deriva de Shi’atu Ali, palabra árabe que define a los “partidarios de Ali” (la fracción de Alí), que creen que Ali y sus descendientes son parte de un orden divino. Sunitas, refiriéndose a los seguidores del sunna, o “camino” en árabe, de Mahoma, se oponen a la sucesión política basada en el linaje de Mahoma.
Hoy en día se calcula que los musulmanes son más de 1600 millones[7]. Un 85% son sunitas, y 15% chiitas. Las luchas intestinas del islam entre ambas facciones son crueles, y se recurre al terrorismo como un medio más para triunfar e imponerse sobre el otro. También hay que afirmar, que se dan enfrentamientos internos inclusive dentro de cada rama.
En cuanto al islamismo, podemos ubicarlo como un totalitarismo político nacido en el siglo XX. Confluyen como circunstancias para su nacimiento y desarrollo:
1) La revitalización del islam en su aspecto político entrado el mundo moderno: se organizan ideologías y programas políticos en torno al islam, proponen creaciones de estados propiamente islámicos, se enciende un fervor militante traducido en violencia contra propios y extraños.
2) Rechazo a la occidentalización: Los experimentos occidentales son vistos como rotundos fracasos y/o intentos de apropiarse de tierras y bienes musulmanes y aplacar al islam. Nacionalismos laicos, socialismos, imperialismos, y cultura capitalista, provenientes de occidente, son todas manifestaciones repudiadas por la clase intelectual y religiosa que formará el establishment dominante, y que transmitirá esas visiones a las masas.
SayyudQutb, MawlanaMaududi, y RuhollahKhomeini son de los principales encargados en cimentar los pilares del islamismo, en Egipto, Pakistán e Irán respectivamente[8]. Los tres con contacto con países y cultura occidentales, a los que conocieron de cerca para luego dedicarse a esparcir el odio contra ellos.Qubt estaría ligado a la organización pionera del moderno islamismo Hermandad Musulmana. Maududi fue fundador de Jamaat-e-Islami, grupo político con el objetivo de establecer un estado islámico en Pakistán con la sharia (ley religiosa islámica) como ley oficial. Khomeini fue el protagonista principal y cabeza intelectual de la Revolución Islámica en Irán, que se hizo con el poder y se convirtió legalmente en el líder espiritual de la nación.

Principios del islamismo
Estudiemos aquí los principios sobre los que se asienta la estructura del islamismo
A) Colectivismo social: No hay consideración del individuo como un fin en sí mismo, sino como un medio para los fines de los demás. Lo primordial no es la libertad de cada persona para vivir su vida acorde a sus proyectos personales; en vez de eso, se busca que estas sean sujetos subyugados bajo el islam, cumplidoras de los dictámenes de origen supremo y preceptos religiosos inexcusables. El proyecto del islam y la realización solamente a través del islam es lo que cuenta. También, hay una notoria agresividad en la consideración colectiva a grupos no islámicos, a modo de discriminación general, como reglas sin excepciones. Transcribimos una prédica colectivista de un imán como ejemplo sustentador:
Los Sionistas (Judíos) y Cruzados (Cristianos)…los enemigos de Alá, los descendientes de monos y puercos… son la escoria de la raza humana, las ratas del mundo, los violadores de los pactos y acuerdos, los asesinos de los profetas, y sí, ¡son descendientes de puercos y monos!
(…) Lean la historia, y entenderán que los judíos de ayer son los padres malvados de los judíos de hoy, quienes son una descendencia maldita, infieles, distorsionadores de las palabras de los demás, idólatras de becerros, negadores de los profetas y sus profecías, a quienes Alá ha maldecido y los ha vuelto puercos y monos… Esos son los judíos, hacedores de mentiras, obstinados, amadores de lascivias, del mal y de la corrupción[9].
B) Altruismo ético: Se exige el sacrificio de todas las personas subyugadas. Los musulmanes deben obedecer su religión, específicamente la interpretación que de ella haga la corriente política dominante, para contribuir al sostenimiento de la sociedad islamista. Los no musulmanes deben renunciar a sus valores, creencias y tradiciones en beneficio del islam y convertirse al culto de Muhammad, que debe marcar la tendencia de la cultura e imponer modo de vida; los dhimmi (judíos y cristianos que pueden ser minorías toleradas) deben resignarse a vivir como ciudadanos de segunda clase satisfaciendo las necesidades de los de primera clase con impuestos especiales y trabajos esclavos; o bien estos pertenecientes a otros credos deben soportar el sacrificio máximo que es perder la vida, en este caso por la pureza del islam y la prolijidad de la sociedad islámica. En los discursos del ayatollahAlíKhameneí de Irán se puede escuchar la apelación al altruismo y al sacrificio del pueblo para el sostenimiento de los logros de la Revolución Islámica en el país persa. Ejemplo de lo señalado es la apertura de su mensaje por un aniversario de la guerra Irán-Irák (4):
(…) Tengo en alta estima el nombre y recuerdo de los honorables mártires quienes gozan de una elevada posición, por lo que le pido a Dios, el Altísimo, que les otorgue e lugar que se merecen en el Paraíso. Asimismo, envío mis saludos, mis respetos y sincero aprecio a los nobles familiares y altruistas que con su paciencia y resistencia sin igual, hicieron brillar el rostro de Irán en la historia. Hoy, con el desarrollo y el esplendor del país y su profunda influencia en el despertar del Mundo Islámico, se ha manifestado nuevamente el valor de la lucha y el sacrificio de nuestros queridos mártires. Agradecemos a Dios Prudente y Poderoso, que nuestra sangre no fue derramada en vano pues dichos sacrificios le dieron una vida nueva a la nación islámica[10].
C) Totalitarismo político: Las sociedades gobernadas por el islamismo deben tener un sistema jurídico basado en la sharia. Todos los aspectos de la vida del hombre, desde lo público hasta lo privado, desde las relaciones sociales hasta el fuero íntimo, tienen que estar regulados a través del derecho religioso impuesto por la autoridad. La sharia conlleva la legalización de penas salvajes como amputación de manos y lapidación, entre otros castigos; y la injustificable sanción de delitos sin víctimas como la ingesta de bebidas alcohólicas, con sus correspondientes sanciones. Todo esto está montado a través del establecimiento de un Estado totalitario represor de la disidencia. Conviene aquí citar las palabras de Khomeini dirigidas al pueblo iraní un 8 de agosto de 1979:
“Tenemos que advertirles a estos intelectuales [opositores y pro-democracia] que si no detienen su intromisión, serán aplastados. Los hemos tratado gentilmente para que tal vez pararan con su maldad, pero si no lo hacen, nosotros vamos a tener la última palabra. Estos simpatizantes de los estadounidenses y demás deben saber que en tan sólo unas pocas horas podemos arrojarlos al tacho de basura de la aniquilación, en cualquier día que queramos hacerlo”[11]
D) Misticismo religioso: El origen del gobierno islamista no está asentado en una racional declaración de principios. Las ideas no se fundamentan en última instancia en un estudio científico abarcador de la naturaleza humana. Los islamistas explican su poder alegando que el Corán contiene la verdad de Allah, y que ellos son los portadores de esta verdad religiosa; por lo cual tienen el derecho de imponer el credo de Muhammad, sus irracionalidades, arbitrariedades y delirios, a lo cual le suman sus propias irracionalidades, arbitrariedades y delirios. La concreción de un gobierno tirano basado en la fe religiosa, en vez de una sociedad con principios filosóficos racionales de libertad para los individuos, encuentra su punto culminante en el levantamiento de una teocracia islámica. Se gobierna en nombre de Allah, y se vive para Allah. Para ilustrar este punto, citamos el artículo 1 de la Carta Fundacional de Hamas, grupo terrorista que quiere establecer un gobierno teocrático en lo que considera la Palestina histórica perteneciente al islam:
El programa del Movimiento es el islam. De él extrae sus ideas, sus maneras de pensar y su comprensión del universo, de la vida y del hombre. A él remite el juicio en toda su conducta, y en él se inspira como guía de sus pasos[12]
E) Expansionismo geopolítico: El islamismo no se conforma con el gobierno sobre la actual cantidad de tierras que posee. La conquista del mundo entero es su objetivo máximo y final, y prometen no detenerse hasta conseguirlo. Sus planes son continuar la dominación por medio de la violencia de las tierras que poseen, seguir esclavizando inocentes, ampliar los territorios conquistados a través de la jihad (guerra santa), proliferar las acciones terroristas, y afianzarse como potencias nucleares. El plan de expansionismo violento en cumplimiento del deber religioso de la jihad se evidencia en declaraciones como la de Ahmed al-Ja'abari, líder del ala militar de Hamas, en relación a la conquista sobre Israel:
Valientes luchadores jihadistas, ustedes sacrifican sus almas por el bien de Allah, hasta que las ratas (por los israelíes) regresen a sus hoyos. Hoy Gaza, y mañana, por la voluntad de Allah, Jerusalén, y mañana el West Bank, y después Haifa, Jaffa, y Tel Aviv. Hasta la liberación de la patria, de toda Palestina[13].

Principales bloques y actores islamistas en la actualidad
Las dos mayores fuentes de islamismo son Arabia Saudita e Irán. Ambas potencias dentro del mundo musulmán se enfrentan en dos cuestiones: Arabia Saudita es sunita y lidera el bloque de esta rama. Irán es chiita y hace lo propio respecto de su bloque. A su vez, Arabia Saudita es árabe, mientras que Irán es persa. Es decir, hay dos diferencias en religión y cultura que los enfrentan por el monopolio del mundo islámico.
Un actor a mencionar aquí de más reciente aparición, que no tiene aún la capacidad por sí mismo que tienen saudíes e iraníes (ya que no es oficialmente en términos de derecho internacional un estado, con todo lo que eso conlleva) es ISIS. Si bien ellos se llaman a sí mismos un estado, tienen el estatus de grupo terrorista. Son de corte sunita, realizan ataques contra chiitas y no musulmanes (en enorme medida contra cristianos), tienen su principal foco en Siria e Irak, y están liderados por  Abu Bakr al-Baghdadi, quien se cree califa.  

Citas religiosas
El islamismo político tiene su fuente en el islam. El Corán y las tradiciones proveen las fundamentaciones para el accionar de los islamistas, más allá de que algunos sean selectivos en los versículos a tomar en cuenta y aquellos que es mejor dejar de lado momentánea o definitivamente.
A continuación se exhiben algunas citas islámicas que dan cuenta de que el islamismo es una expresión lógica y consecuente del islam[14]:
Sobre el islam como la “verdadera fe”:
Corán 31:30: Esto es así porque Alá es la Verdad, pero lo que ellos invocan en lugar de invocarle a Él es lo falso. Alá es el Altísimo, el más Grande.
Sobre la consideración de los infieles:
Corán 2:254. ¡Creyentes! … Los infieles, ésos son los impíos.
Corán 2:89: …Que la maldición de Alá caiga sobre los infieles!
Sobre la incitación a combatir a los infieles:
Corán 8:65: ¡Profeta! ¡Anima a los creyentes al combate! Si hay entre vosotros veinte hombres tenaces, vencerán a doscientos. Y si cien, vencerán a mil infieles, pues éstos son gente que no comprende.
Corán 9:29: ¡Combatid contra quienes, habiendo recibido la Escritura [judíos y cristianos], no creen en Alá ni en el último Día, ni prohíben lo que Alá y Su Enviado han prohibido, ni practican la religión verdadera [el Islam], hasta que, humillados, paguen el tributo directamente
Sobre la guerra santa islámica:
Corán 4:84: ¡Combate, pues, por Alá! Sólo de ti eres responsable. ¡Anima a los creyentes! Puede que Alá contenga el ímpetu de los infieles. Alá dispone de más violencia y es más terrible en castigar.
Corán 5:35: ¡Creyentes! ¡Temed a Alá y buscad el medio de acercaros a Él! ¡Combatid por Su causa! Quizás, así, prosperéis.

Conclusión
Esbocemos una triple conclusión:
1) Entender la naturaleza del enemigo
2) Combate intelectual
3) Combate militar
1) Saber a lo que nos enfrentamos. Hay que conocer al enemigo y entender su naturaleza para comprender que no se puede negociar con un totalitarismo fanático, que la racionalidad no es una de sus características, y que el misticismo religioso en el cual fundan su derecho a asesinar no puede ser puesto seriamente en consideración en cuanto a su validez en un “debate”.
2) Hay que combatir las ideas nefastas del islamismo, mediante las ideas racionales que promueven la defensa de los derechos individuales. Es menester destacar que la autodefensa es moral, y no hay que renunciar a ella frente al monstruoso enemigo. El combate intelectual no consiste en otorgarles status moral a los asesinos sentándolos en una mesa a explicar sus ideas; consiste en preparar a sus oponentes con las ideas correctas para estar seguros de sí mismos y de la moralidad de su oposición al totalitarismo.
3) Frente a quien ataca con armas, hay que defenderse con armas. Los judíos aprendimos que hay que defenderse en un vecindario repleto de malintencionados. Por su posición, autoridades eclesiásticas no saldrán a decir algo como esto, pero yo que no ocupo tal posición puedo decirlo: cristianos que no quieran sucumbir ante ISIS, armen un ejército y enfrenten al mal. Aprendan de los judíos que reunieron fuerzas y se defendieron. No se puede razonar con estos malvados, ni limitarse a rezar. Tomen a su vida en sus manos y defiéndala.



[1]Benegas Lynch (h), Alberto; En ebullición, Fundación Libertad, p. 19 
[2] Consultar: Terrorismo: el deber criminológico contra este flagelo – Ezequiel Eiben
http://ezequieleiben.blogspot.com.ar/2013/04/terrorismo-el-deber-criminologico.html
[3]Schvindlerman, Julián (2011): Introducción al terrorismo en Medio Oriente (clase oral); en Ben Tasgal, Gabriel –Director HatzadHashení- (2011): Seminario HatzadHashení (2011), CLAM, Córdoba
[4] Conceptualización del terrorismo - Ezequiel Eiben
http://ezequieleiben.blogspot.com.ar/2014_03_01_archive.html
[5] Dr. Yaron Brook - Israel and the West's War against Islamic Totalitarianism
http://www.youtube.com/watch?feature=player_embedded&v=wZVNYH5aR9E
[6] Chequear: Conoce a tu enemigo: quiénes son los que buscan la destrucción de Israel - Ezequiel Eiben
http://ezequieleiben.blogspot.com.ar/2013/05/conoce-tu-enemigo-quienes-son-los-que.html
[7]Según datos de la ONU la población musulmana en el mundo supera los mil seiscientos millones – Agencia Islámica de Noticias. Citado en: http://www.webislam.com/noticias/41456-segun_datos_de_la_onu_la_poblacion_musulmana_en_el_mundo_supera_los_mil_seiscien.html
[9] Citado en: Corán: ¡Muerte a los infieles! - Dawlin A. Ureña
http://www.antesdelfin.com/coranfuentedeodio.html
[11] Quotes from Ayatollah I Khomeini - By Dr. Jalal Matini
http://www.iran-heritage.org/interestgroups/government-article2.htm
[13] Head of Hamas' military wing Al-Ja'abari: Liberate all of "Palestine" from "the rats" (Israelis)
http://www.palwatch.org/main.aspx?fi=450&fld_id=450&doc_id=1145
[14]Amplia recopilación de citas en el artículo: El islamismo en guerra -Eduard Yitzhak

martes, 11 de agosto de 2015

Liberalismo y religión: coexistencia hasta nuestros días

Liberalismo y religión: coexistencia hasta nuestros días
Ezequiel Eiben
Julio 2015
Conferencia para las I Jornadas sobre Libertad, Laicismo y Religión en el siglo XXI, organizadas por el Centro de Estudios Rafaella Cimatti – 6 al 8 de Agosto de 2015, San Juan, Argentina

Introducción
En nuestros días, es perfectamente posible concebir la política separada de la religión; analizar una sin tener que recurrir necesariamente a la otra. Sin embargo, como la historia lo atestigua, esto no fue siempre así. Hay momentos en que ambas aparecen entrelazadas, ya sea por convicción o por necesidad; incluso, por períodos podemos advertir que la política se moldea desde la religión, llegando a encontrar en esta su fundamento último de existencia y justificación máxima del poder ejercido. Desde los imperios con religiones oficiales hasta las monarquías absolutas de origen divino, pasando por las persecuciones a las herejías y las cacerías de brujas, hay todo un desarrollo en donde el poder político entra en contacto con el poder religioso, llegando a ser este último no solo partícipe sino también protagonista de la vida pública de una comunidad, manejando ámbitos de la política con aprobación y exclusividad.
Con el advenimiento de dos caras del mismo fenómeno -la Ilustración como movimiento intelectual integral y el Estado Liberal como manifestación política- la relación entre política y religión cambia. Florecen las teorías que pregonan que ambas ya no deben ir inseparablemente de la mano; en cambio, cada una debe seguir su camino. La política sigue encargándose de los asuntos públicos; mientras que la religión se circunscribe a la esfera privada de los individuos, o bien es abordada en ambientes públicos pero ya no impuesta obligatoriamente a los ciudadanos, ni las instituciones tienen que ser necesariamente confesionales. Por supuesto, la historia está compuesta por procesos que toman su tiempo en desenvolverse, y no todo ocurre de manera tajante. Se perciben en ella mixturas y matices. Pero en una mirada global, podemos detectar la dirección mencionada como tendencia.
Al asentarse con peso propio el liberalismo, y al mantenerse vigente la religión en gran cantidad de las personas viviendo en el moderno mundo ilustrado, la pregunta que nos formulamos ahora es: ¿cómo se fue dando la relación entre el liberalismo y la religión? El propósito de este ensayo es responderla, repasando desde el mundo pre-moderno dominado por la segunda, alcanzando la modernidad donde campeó el primero, llegando hasta la actualidad.

Conceptualizaciones previas
Resulta conveniente a los fines de la presente exposición, que en primer lugar –antes de aventurarnos por el recorrido histórico a desarrollar- efectuemos conceptualizaciones básicas, que servirán para entender qué queremos decir con palabras relevantes que serán utilizadas a partir de aquí.
Cuando se habla de coexistencia, se utiliza para indicar la circunstancia de que dos o más cosas existen de manera simultánea, a la vez, en un determinado contexto. Se emplea este vocablo ex profeso, porque refleja neutralidad. No indica cómo “se llevan entre sí” las cosas; sino el simple hecho de su existencia. Convivencia, por su lado, sí es una palabra que muchas veces puede usarse con una carga positiva, aludiendo a la buena relación entre las cosas. Obviamente esto no siempre es así, ya que en ocasiones se habla también de una “mala o difícil convivencia”, una problemática relación entre las cosas. Por ello, para evitar malos entendidos, por coexistencia nos referiremos al hecho señalado de la simultaneidad, más allá que en nuestro análisis del mismo podamos determinar buenos o malos vínculos entre los elementos.
Por religión entenderemos a un conjunto sistematizado de creencias –a través de culto, rituales, oraciones, textos- que tratan sobre la relación del hombre con la divinidad o lo trascendente y el estudio o alegado conocimiento de dichos componentes. Teniendo en consideración el escenario a explorar, la religión a la cual haremos referencia será la mayoría de las veces la religión cristiana (en sus distintas variantes), por su predominancia indiscutible en el continente europeo en los siglos XVII, XVIII, XIX, XX, y aún en el XXI.
En cuanto al liberalismo, deberemos desdoblar el contenido del concepto en dos. Primero lo tomaremos como movimiento filosófico general en el cual, como adelantamos, se encuentra la Ilustración influyendo en la intelectualidad y las ciencias, y las ideas de libertad que confrontaron concepciones vigentes sobre la naturaleza humana y la organización comunitaria. Esto nos servirá para evaluar la relación entre liberalismo y religión a nivel de contenido sustancial, chequeando premisas filosóficas y morales. En segundo lugar, nos referiremos al concepto de liberalismo en su faz de política aplicada, es decir, al Estado Liberal, incluyendo sus vínculos con las nociones de Democracia y República que acompañaron su enderezamiento; y a las propuestas e iniciativas liberales que penetraron en los sistemas políticos –no del todo liberales- siendo aplicadas a la sociedad. 
Hechas estas anotaciones, ya estamos en condiciones de adentrarnos en la temática de marras con un panorama claro. El orden de la exposición será el siguiente: primero, analizaremos los principios de la religión y el liberalismo, contextualizados en sus épocas de asentamiento y contrapuestos en su contenido, y el posterior desarrollo hasta la actualidad. En segundo lugar, inspeccionaremos el camino de coexistencia de ambas corrientes como sistemas aplicados a lo largo de la historia llegando hasta el presente.

Principios básicos
Fundamentos del objeto de estudio
A la hora de analizar un objeto de estudio, lo primordial es ir a la esencia del mismo. Comprender cabalmente el fenómeno implica aprehender sus fundamentos, esto es, los pilares en los cuales se asienta y que lo definen como lo que es. Una vez que tenemos delineados los esenciales del objeto, podemos mirar y entender desde su lógica y perspectiva. No conocer los puntos fundamentales, es quedarnos en la mirada superficial que solo capta notas secundarias y derivaciones, sin llegar a la raíz del asunto. Queda a la vista, pues, la necesidad de detectar y definir los principios de lo que nos proponemos estudiar.
El Dr. Leonard Peikoff explica:

Un principio es una generalización básica. Es una afirmación conceptual que integra una riqueza de información sobre todo tipo de concretos que de otra forma seríamos impotentes para manejar o mantener en la mente. Pero somos capaces de hacerlo reduciendo esta información a unas pocas palabras o incluso a unas pocas letras (…). Un principio es la forma más importante del hombre de usar conceptos – de usarlos para reducir la complejidad a la que se enfrenta, mientras mantiene toda la información que es esencial para que una acción tenga éxito[1].

Pasemos a ver las premisas básicas de lo que nos interesa, religión y liberalismo.

Pre-modernismo y modernismo
Para distinguir y comparar los principios, ubicándonos temporalmente en el pre-modernismo y el modernismo a los fines de no perder de foco el contexto, nos valdremos del trabajo del Profesor Stephen Hicks Ph.D., quien sintetizó con precisión lo principal en ambos períodos. Primero, efectuemos algunas notas útiles.
La religión dominó el mundo pre-moderno, y el liberalismo fue la voz cantante de la modernidad. Por pre-moderno, Hicks se refiere al período que va desde el 400 hasta el 1300 de nuestra era, quedando excluidas las tradiciones griega y romana, siendo el cristianismo agustiniano el principal foco intelectual, hasta la era medieval tardía en la cual el tomismo entra en escena, sintetizando la religión cristiana con la filosofía de Aristóteles, abriendo las puertas a la modernidad.
Permitámonos aquí hacer un pequeño desarrollo: la enseñanza de Agustín de Hipona es de complementariedad entre fe y razón. Pero, al situar la fe al principio y al final de la especulación racional, y considerarla la pauta y guía de la razón[2], la parte de sus escritos que queda mayormente inscripta en la cultura es precisamente la de la fe, como principal e ineludible. Los siglos por venir son de oscurantismo respecto de la razón, y la religiosidad se despliega en su fase más mística. Habrá ciertos desarrollos científicos, pero no se verá al potencial humano desplegado en su máxima expresión. 
A su vez, la etapa tomista es una etapa de nueva vinculación a la razón, donde la religión no se reduce al puro misticismo. Tomás de Aquino y pensadores en consonancia empiezan a revalorizar al raciocinio, guiados por la formidable obra de Aristóteles. Tomás de Aquino no abandona la fe, pero tampoco en lo que a su trabajo concierne rechaza la razón. Esta última pasa a tener un mayor grado de independencia respecto de la fe que en la tradición agustiniana, contando con método y objeto de estudio propios[3]. Recuperar la obra aristotélica tras siglos de oscurantismo, invasiones y superstición, es lo que en el bagaje intelectual se toma como hecho crucial para el arribo de la modernidad racional.
En cuanto a esta última etapa, su comienzo se define principalmente desde el siglo XVIII a partir de la aparición de lo que conocemos como Renacimiento, Iluminismo, Ilustración, democracia liberal y capitalismo. Dentro de ella, en líneas generales vemos un avance progresivo recto en lo que a desarrollo científico se refiere, no tan así en la política, donde la marcha liberalizadora encuentra baches e impedimentos en el camino, que traen consigo a oponentes del liberalismo fabricando grados de autoritarismo y represión.
Ahora sí, pasemos a la síntesis del Profesor Hicks, plasmada en un cuadro comparativo[4]:   


Pre-modernismo
Modernismo
Metafísica
Realismo: supernaturalismo
Realismo: naturalismo
Epistemología
Misticismo y/o fe
Objetivismo: experiencia y razón
Naturaleza humana
Pecado original; sujeto a la voluntad de Dios
Tabula rasa y autonomía
Ética
Colectivismo: altruismo
Individualismo
Política y economía
Feudalismo
Capitalismo liberal
Cuándo y dónde
Medioevo
La Ilustración; las ciencias del siglo XX, los negocios, las áreas técnicas

Explayémonos sobre cada punto para una mejor comprensión del cuadro.
La metafísica se refiere al estudio de la naturaleza de la realidad. En el pre-modernismo se concebía a una realidad supernatural aparte o más allá de esta realidad natural, una dimensión divina, el cielo, el paraíso. Dios como Creador del universo, es el Ser Supremo y Perfecto cuyos atributos son estudiados mediante la teología. En el modernismo la preponderancia fue del naturalismo, el estudio de esta realidad, la que podemos ver, tocar, percibir, la realidad en la que nos encontramos de manera evidente o probada.
La epistemología estudia la naturaleza del conocimiento. El pre-modernismo recurrió al misticismo y/o la fe, esto es, creencias no asentadas en la razón, no apoyadas en evidencias científicas, apelaciones a realidades fuera del entendimiento humano. O bien, la razón presente en el proceso de conocimiento pero ligada inquebrantablemente a la fe y en subordinación a esta. La razón fue desprestigiada y removida a lugares secundarios, accesorios o innecesarios. El salto de fe del hombre para aceptar lo que está más allá de su reducido entendimiento humano era considerado una grandiosa virtud. El modernismo por su lado se concentró en esta realidad, manifestó que es objetiva y puede ser conocida por la persona mediante la razón. Se desarrolla el método científico, y el camino al conocimiento está basado en prueba y error, en evidencias, en la información adquirida por la experiencia. La razón pasa al primer plano y es celebrada con honores como la facultad que hace hombre al hombre y le permite transformar su entorno natural para la satisfacción de necesidades.
La naturaleza humana refiere a lo que el hombre es, las características esenciales que lo determinan como tal. La noción bíblica del pecado original atravesaba toda consideración sobre el ser humano en los devotos religiosos, mirándolo como un sujeto pecaminoso tentado por pasiones, expuesto por su debilidad a las herejías. Por ende, para no caer, el hombre debía seguir el camino de la salvación. Los católicos, en su caso, recibían las indulgencias otorgadas por representantes de la Iglesia para liberarse de penas temporales por pecados cometidos, o hacían penitencia para ser perdonados por Dios. El hombre, creado a imagen y semejanza de Dios, tenía que dedicarse con devoción a la vida que lo acercaría a su Creador. En el modernismo, la concepción del hombre cambia de manera radical. Ya no hay un pecado original por el cual el hombre deba pagar en esta vida una condena de antemano, o que influya durante toda su estadía en el mundo terrenal. El hombre llega a este mundo libre de culpa. No está sujeto a la voluntad de Dios atado a un destino ineludible, sino que es el arquitecto de su propio destino como ser autónomo, responsable por sus decisiones y soberano para ejecutarlas. Frente a los también presentes conceptos de ideas innatas, ideas traídas de otra dimensión, o ideas adquiridas por iluminación divina, cobra relevancia el concepto de tabula rasa; el hombre empieza a conocer en este mundo mediante la experiencia de sus sentidos y la integración conceptual de la razón. No trae conceptos predeterminados, sino que su interacción con lo que lo rodea es lo que le va proporcionando información a clasificar por su mente.
La ética estudia la naturaleza de los valores y su organización en un código jerárquico que define las pautas de conducta de los individuos. El pre-modernismo estuvo marcado por una ética colectivista (la consideración del grupo por encima del individuo) en la cual el principio básico era el altruismo, que enseñaba el sacrificio de la propia persona por los demás, una vida de servicio hacia algo mayor mientras se relegaba lo personal. Con el modernismo hace su entrada en escena la ética individualista, que propone seguir el interés propio, la auto-realización, y considera a cada individuo como un fin en sí mismo –no como medio para los fines de los demás-.
La política estudia la organización de los individuos en un sistema social, los medios de vinculación entre sí en la esfera pública y las formas de gobierno que establezcan al efecto –si lo hacen-. Historiadores ubican el núcleo del sistema feudal, dominante en el pre-modernismo, en los siglos IX a XV durante la Edad Media. El historiador François-Louis Ganshof lo define jurídicamente como “un cuerpo de instituciones que crean y regulan las obligaciones de obediencia y servicio –principalmente servicio militar- de parte de un hombre libre (vasallo) hacia otro hombre libre (señor), y las obligaciones de protección y mantenimiento de parte del señor respecto del vasallo. La obligación de mantenimiento, usualmente tenía como uno de sus efectos la concesión del señor al vasallo de una unidad de propiedad real conocida como feudo”[5]. En la modernidad se da el auge del sistema liberal, que trae consigo la limitación al poder del gobierno impidiendo su arbitrariedad, el constitucionalismo que le marca la cancha al poder político asentando por escrito sus márgenes de actuación, y las cartas que definen y protegen los derechos individuales garantizados por ley.
La economía estudia la organización, empleo y distribución de los recursos escasos encaminados a la satisfacción de las necesidades humanas. El feudalismo pre-moderno consistía en economías agrarias, de cultivo, que llegaban al nivel de subsistencia. El liberalismo moderno, en cambio, con su sistema de libre mercado y potencial industrial permitió economías de producción de alto vuelo, cuyos rasgos eran la división del trabajo, el empleo de tecnología y maquinarias de vanguardia, y la consecuente fabricación en serie a gran escala.
En definitiva, en lo que a épocas concierne, el pre-modernismo es una etapa de mucho misticismo y superstición, donde estar protegidos físicamente frente a peligrosas invasiones y estar orientados espiritualmente mediante la religiosidad para salvar el alma son preocupaciones primordiales. Con la entrada de la modernidad, se deposita confianza absoluta en la razón como facultad humana irremplazable, se despliega la moralidad individualista que reconoce derechos a las personas dejando estas de ser meros instrumentos al servicio del poder de turno, proliferan las ciencias –con desarrollos políticos, jurídicos, médicos, naturales, astronómicos-, se profundizan las especialidades laborales, y la apertura de los mercados trae consigo el crecimiento de los negocios y conexión entre lugares distintos y distantes.     

Las premisas en el contexto a partir de la modernidad
Ya vistos los principios básicos de la religión y las doctrinas místicas predominantes en el pre-modernismo, y del liberalismo y el auge científico imperantes en la modernidad, corresponde analizar su evolución en la coexistencia que ambas tendencias experimentaban en la nueva etapa histórica de la humanidad.
Muchas autoridades religiosas se mostraron renuentes a la liberalización, por considerar que el fenómeno chocaba de frente contra dos baluartes de su concepción: la fe y la tradición. El liberalismo venía acompañado de la exaltación a la racionalidad, y el reflejo de esto se notaba en las renovadas visiones sobre el hombre, en las ciencias que ponían en jaque o por lo menos en tela de discusión afirmaciones dogmáticas clericales, y en general en el despertar de la curiosidad que incomodaba a ciertas “verdades” que antaño gozaban de un lugar privilegiado. Así, el liberalismo –más precisamente el movimiento intelectual de la Ilustración- alejaba a las personas de la fe y los mandamientos religiosos y las alentaba a sumergirse en la razón y a pensar por sí mismas. El nuevo movimiento también desafiaba viejos estándares conservadores, en las dimensiones ética y política, lo cual no era bien recibido por quienes deseaban mantener el statu quo que les garantizaba su cuota de poder. Las visiones revolucionarias que rompían vínculos entre políticos y religiosos, y que tendían a quitarle centralidad en la vida de la gente a instituciones religiosas, eran algunas de las demostraciones a ser combatidas. Fernando de Ceballos y Mier, sacerdote católico en España, es un ejemplo de oposición directa y agresiva a la tendencia liberal en el siglo XVIII. En su vasta obra  “La falsa filosofía: o el ateísmo, deísmo, materialismo, y demás nuevas sectas convencidas de crimen de estado contra los soberanos y sus regalías, contra los magistrados y potestades legítimas”, se explaya en contra de la Ilustración y la democracia, defiende la asociación entre catolicismo y monarquía, y trata a las “sectas de filósofos” y demás “clases de impíos y libertinos” como “hombres turbulentos, amotinadores, sediciosos, y reos de estado”[6]. En el siglo XIX, un ejemplo paradigmático de oposición reside en el papa Pío IX, bajo cuyo papado se publica el texto conocido como Syllabus Errorum (“Catálogo que comprende los principales errores de nuestra época”) cuyo contenido recopila los supuestos errores de la Ilustración, el racionalismo y el liberalismo, entre otros conceptos en boga, condenados por el Sumo Pontífice en encíclicas y cartas apostólicas. A modo ejemplificativo, se considera error del racionalismo absoluto que la razón –sin relacionarse con Dios- sea el árbitro único de la verdad y de la mentira. Del racionalismo moderado, que la teología deba ser tratada de la misma manera que la filosofía porque la razón tiene la misma dignidad que la religión; y que la filosofía no puede ni debe someterse a autoridad alguna. De la moral natural y cristiana, que las ciencias y las leyes civiles pueden y deben separarse de la autoridad divina y eclesiástica. Del liberalismo moderno, que la religión católica no deba ser considerada como la única religión del estado con exclusión de los demás cultos; que extranjeros puedan ejercer lícita y públicamente su propio culto; que es falso que la libertad de culto y de opinión en público sin excepción, conduzca a los pueblos a corromperse y propagar el indiferentismo[7]. Es decir, el papa condenaba como errores favorecer sin excepción las libertades individuales de expresión, opinión y culto; la separación de iglesia y estado; y la razón sin Dios.          
Pero esta visión eclesiástica confrontadora con la modernidad liberal no fue asimilada por una gran cantidad de gente que, aun conservando su religión, decidió formar parte del mundo nuevo. Es así que encontramos a pensadores, científicos, y políticos, que sin dejar de lado la creencia en su Dios, y sin asumir posiciones clericales anti-modernas, ejercieron influencia en la modernidad floreciente. Se vio por caso, también, aquellos grandes protagonistas de la historia que sin ser siempre ritualistas ortodoxos, pero admitiendo su creencia en lo divino, encabezaron iniciativas liberales. Estaban los que se declaraban deístas en vez de teístas: creían en un Ser Supremo, o una fuerza mayor creadora de un universo inteligente, aunque no en un Dios personal y compasivo al cual rezarle para obtener perdón como acostumbraban los fieles cristianos. En definitiva, ser liberal o ilustrado o simplemente un ciudadano gozoso de la nueva época no era sinónimo de ser un enemigo de la religión, la fe, o corrientes que admitían algún grado de misticismo. Sin ir más lejos, tenemos notables ejemplos en los cambios políticos que vinieron con las independencias nacionales: Padres Fundadores de Estados Unidos, figuras estelares en la Revolución Americana (uno de los mayores eventos liberales que se han registrado), estaban vinculados a la masonería. Revolucionarios y Próceres de la naciente Argentina, país que comenzaría a transitar un camino liberal con el correr del siglo XIX, eran miembros de logias.
Lo que el espíritu liberal trajo consigo fue el fervor por el individuo como la unidad principal, la persona como medida de las cosas, y el despertar de la razón como facultad para alcanzar logros sin precedentes. Esto dejó atrás al espíritu de sumisión, de terror a la desobediencia pecaminosa, del temor a Dios al nivel de reprimir la propia personalidad, de suspensión de la consciencia. Los liberales avanzaron con hidalguía frente a los antiguos regímenes revitalizando instituciones laicas, reformulando el papel de las mujeres en la sociedad, aboliendo la esclavitud, achicando el tamaño de los estados. El liberalismo como movimiento no declaró una guerra abierta contra la religión en sí. Teniendo en cuenta el enfrentamiento moral y político a las características de la pre-modernidad y al clericalismo (que no debe confundirse con otros enfrentamientos violentos no liberales contra el clericalismo[8]), lo que cambiaron estos liberales, fueran no creyentes, creyentes religiosos o deístas, fue el enfoque tradicional sobre Dios y el papel de la religión en los hombres y en el ámbito público. Cuatro citas de Thomas Jefferson, tercer presidente de los Estados Unidos de América y defensor de la tolerancia religiosa[9], sirven para ilustrar este punto: “Nunca he podido concebir cómo un ser racional podría perseguir la felicidad ejerciendo el poder sobre otros”; “El Dios que nos dio la vida nos dio la libertad al mismo tiempo”[10]; “He jurado sobre el altar de Dios hostilidad eterna contra cualquier forma de tiranía sobre la mente del hombre”[11]; “Cuestiona con audacia hasta la existencia de un dios; porque, de existir uno, seguramente aprueba más el homenaje de la razón, que aquél con ojos vendados por miedo”[12]. A su vez, el pensador liberal tucumano Juan Bautista Alberdi, cuya obra fue base para la Constitución Nacional argentina de corte liberal, escribió:

En presencia del desierto, en medio de los mares, al principio de los caminos desconocidos y de las empresas inciertas y grandes de la vida, el hombre tiene necesidad de apoyarse en Dios, y de entregar a su protección la mitad del éxito de sus miras (…).
Casi todas [las constituciones] empiezan declarando que son dadas en nombre de Dios, legislador supremo de las naciones. Esta palabra grande y hermosa debe ser tomada, no en su sentido místico, sino en su profundo sentido político. Dios, en efecto, da a cada pueblo su constitución o manera de ser normal, como la da a cada hombre”[13].

Es más, la propia Constitución Nacional argentina establece en su segundo artículo que el gobierno federal sostiene el culto católico apostólico romano, y Dios es nombrado explícitamente en su preámbulo como fuente de toda razón y justicia[14].
Fueron los pesos de la democracia, el republicanismo y el avance científico-tecnológico, reunidos en contundente combinación por el liberalismo, que llevaron a la iglesia a redefinir algunas de sus posiciones (al menos, posiciones públicas) asimilando la modernidad y no desentonando con los cambios de la época. Si bien principios básicos se mantenían, su aplicación se moderó, y ciertas visiones e interpretaciones se alejaron de ellos o bien cambiaron aun partiendo de ellos. Hubo acercamientos en las últimas décadas a conceptos promovidos por el liberalismo, como también en el día de hoy observamos alejamientos. Es acertado para explicar este punto tomar como referencia a los últimos tres líderes que han encabezado el Vaticano, ya que sus pensamientos pintan el cuadro de finales de siglo XX y principios de siglo XXI.
En 1991 durante el pontificado del papa Juan Pablo II, queda promulgada su encíclica Centesimus Annus. Este papa no fue un campeón del capitalismo laissez faire, pero en el escrito volcó expresiones que resultarían impensadas en boca de algunos de sus antecesores, mucho más cerrados a la modernidad liberal. Desde el nombre mismo de la encíclica se alude al centenario de Rerum Novarum, encíclica de León XIII, y su publicación y dedicatoria se da en el marco de festejos conmemorativos hacia el “inmortal documento” que según Juan Pablo II trajo beneficios a la iglesia y arrojó luz al mundo. Rerum Novarum defendía a su modo la institución de la propiedad privada pero era crítica del liberalismo, y una nueva encíclica que pretendía honrar y seguir sus pasos, no podía ser del todo positiva hacia este. Pero la importancia radica en que el líder polaco habló explícitamente de libre empresa y libertad económica mediante elogios, al menos en cierto sentido, y el hecho que un papa abrazara este tipo de conceptos liberales (aunque no lo hiciera en sus plenos sentidos y totales alcances que el liberalismo les otorga) resultaba novedoso, y para los liberales católicos, alentador. Incluso conservando conceptos y enfoques de la encíclica homenajeada, semejante apertura hacia el capitalismo liberal en el papado no hubiera ocurrido jamás siglos anteriores. Ni que hablar en el ambiente intelectual cristiano de épocas pasadas respecto del comercio en general antes de la llegada del liberalismo, donde exponentes como Agustín de Hipona rechazaban de raíz a los negocios y la riqueza.
Centesimus Annus por un lado, mantiene las observaciones al liberalismo efectuadas por Rerum Novarum como sistema que no debe favorecer exclusivamente a los ricos, descuidar a los pobres, y dejar a estos sin la protección del estado como entidad que ayuda con especial atención a los débiles. Critica que en el mundo capitalista de hoy hay personas en condiciones de semi-esclavitud, explotación inhumana, y pobres en humillante dependencia, atribuyendo estos males al sistema vigente. A su vez, remarca los puntos beneficiosos del libre mercado -delineando su visión dentro de la doctrina social de la iglesia-, y lo que es materia de aprobación o desaprobación de acuerdo a cómo se comprendan los conceptos de marras:

La moderna economía de empresa comporta aspectos positivos, cuya raíz es la libertad de la persona, que se expresa en el campo económico y en otros campos. En efecto, la economía es un sector de la múltiple actividad humana y en ella, como en todos los demás campos, es tan válido el derecho a la libertad como el deber de hacer uso responsable del mismo. (…)
(…) Si por «capitalismo» se entiende un sistema económico que reconoce el papel fundamental y positivo de la empresa, del mercado, de la propiedad privada y de la consiguiente responsabilidad para con los medios de producción, de la libre creatividad humana en el sector de la economía, la respuesta ciertamente es positiva, aunque quizá sería más apropiado hablar de «economía de empresa», «economía de mercado», o simplemente de «economía libre». Pero si por «capitalismo» se entiende un sistema en el cual la libertad, en el ámbito económico, no está encuadrada en un sólido contexto jurídico que la ponga al servicio de la libertad humana integral y la considere como una particular dimensión de la misma, cuyo centro es ético y religioso, entonces la respuesta es absolutamente negativa[15].          

El papa Benedicto XVI efectúa una nueva aproximación entre la iglesia y los valores impulsados desde la modernidad por el liberalismo. El acento lo pone en la república y la democracia, elogiando su orden político e institucionalidad, y explícitamente afirma que estos elementos se condicen en gran medida con lo propuesto por la iglesia en su doctrina social. En discurso ante el parlamento británico, el sumo pontífice manifestó:

“(…) Gran Bretaña se ha configurado como una democracia pluralista que valora
enormemente la libertad de expresión, la libertad de afiliación política y el respeto por
el papel de la ley, con un profundo sentido de los derechos y deberes individuales, y de
la igualdad de todos los ciudadanos ante la ley. Si bien con otro lenguaje, la Doctrina
Social de la Iglesia tiene mucho en común con dicha perspectiva, en su preocupación
primordial por la protección de la dignidad única de toda persona humana, creada a
imagen y semejanza de Dios, y en su énfasis en los deberes de la autoridad civil para la
promoción del bien común”[16].

Siguiendo la línea de ponderación de los valores republicanos y democráticos, en su discurso al presidente italiano Giorgio Napolitano al conmemorarse el 150° aniversario de la unificación política de Italia, Benedicto XVI destacó la obra de los católicos en pos de la república:

La aportación fundamental de los católicos italianos a la elaboración de la Constitución republicana de 1947 es bien conocida. Aunque el texto constitucional fue el fruto positivo de un encuentro y una colaboración entre distintas tradiciones de pensamiento, no cabe ninguna duda de que sólo los constituyentes católicos se presentaron en la histórica cita con un proyecto preciso sobre la ley fundamental del nuevo Estado italiano; un proyecto madurado dentro de la Acción católica, en particular de la FUCI y del movimiento Laureati, y de la Universidad católica del Sagrado Corazón (…)[17].     

Muchos teólogos y sacerdotes de épocas anteriores a Benedicto XVI rechazaban la república, la democracia y los conceptos de Montesquieu; y ya sea por su interpretación de los contenidos eclesiásticos y/o la influencia de las doctrinas políticas vigentes, sostenían que el mejor sistema para el catolicismo era la monarquía. Este papa, en cambio, tenía mucha mejor opinión de tales modernas concepciones. Nuevamente hay que decir, que no encontraremos en Benedicto XVI a un defensor acérrimo del capitalismo laissez faire. Su obra también nos deja conceptos anti-liberales, como la propuesta del Vaticano de crear entre los países una Autoridad Pública con competencia universal para controlar la economía, desde la cual una especie de banco central mundial regularía el flujo y el sistema de los intercambios monetarios[18]. Solamente los nombres de tales instituciones pueden llevar a uno a pensar en el totalitarismo. Por eso, a lo que se va en estos párrafos es destacar el acercamiento y aprobación de la república y la democracia por parte de un papa, cuando en tiempos pasados no solo que no se proponía acercamiento sino que había directamente rechazo.
El último papa por analizar es Francisco, quien a todas luces es un opositor frontal y reacio al liberalismo, promotor de conceptos socialistas y simpatizante del populismo tercermundista. Como arzobispo de Buenos Aires, Jorge Bergoglio exclamó en una conferencia que   

“La crisis económico-social y el consiguiente aumento de la pobreza tiene sus causas en políticas inspiradas en formas de neoliberalismo que consideran las ganancias y las leyes de mercado como parámetros absolutos en detrimento de la dignidad de las personas y de los pueblos. En este contexto, reiteramos la convicción de que la pérdida del sentido de la justicia y la falta de respeto hacia los demás se han agudizado y nos han llevado a una situación de inequidad”[19].

Ya como papa Francisco, sus críticas al liberalismo-capitalismo se potenciaron incluso en la terminología empleada. En su exhortación apostólica Evangelii Gaudium, se manifiesta con dureza sobre la economía de mercado (lo que él considera economía de mercado, ya que en rigor en muchos países hay innumerables regulaciones que la entorpecen, bloquean y hasta impiden) y sobre la globalización. Francisco dice que “la mayoría de los hombres y mujeres de nuestro tiempo vive precariamente el día a día, con consecuencias funestas”; afirma que “hoy tenemos que decir 'no a una economía de la exclusión y la inequidad'. Esa economía mata”. Tras semejantes palabras, el tono se mantiene. “Hoy todo entra dentro del juego de la competitividad y de la ley del más fuerte, donde el poderoso se come al más débil” sostiene, para luego ir contra los que defienden la libertad económica: “Algunos todavía defienden las teorías del 'derrame'[20], que suponen que todo crecimiento económico, favorecido por la libertad de mercado, logra provocar por sí mismo mayor equidad e inclusión social en el mundo. Esta opinión, que jamás ha sido confirmada por los hechos, expresa una confianza burda e ingenua en la bondad de quienes detentan el poder económico y en los mecanismos sacralizados del sistema económico imperante”. Tras cargar contra la época actual bajo el mote de “globalización de la indiferencia” donde no nos ocupamos de los demás, asocia su economía a lo pecaminoso mediante una referencia bíblica: “Hemos creado nuevos ídolos. La adoración del antiguo becerro de oro (cf. Ex32,1-35) ha encontrado una versión nueva y despiadada en el fetichismo del dinero y en la dictadura de la economía sin un rostro y sin un objetivo verdaderamente humano”. La diferencia de ganancias entre los que más y los que menos tienen, según Francisco, es en sí mismo un hecho a corregir, y la culpa es del liberalismo económico: “Este desequilibrio proviene de ideologías que defienden la autonomía absoluta de los mercados y la especulación financiera. De ahí que nieguen el derecho de control de los Estados, encargados de velar por el bien común”. Luego sostiene que cualquier cosa frágil “queda indefensa ante los intereses del mercado divinizado, convertidos en regla absoluta”[21].
Tras la publicación de la encíclica, Francisco se mantuvo por la misma senda. En un discurso ante cooperativas italianas, se refirió al dinero como “estiércol del diablo”, habló de una “cultura del descarte” en referencia a las actuales relaciones entre empleadores con sus empleados, y apuntó contra “un cierto liberalismo que cree que sea necesario primero producir riqueza, no importa cómo, para después promover alguna política redistributiva por parte del Estado”[22]. En Bolivia, ante representantes de movimientos sociales, confirmó el rumbo de sus pensamientos, manifestando que “la ambición desenfrenada de dinero que gobierna” es el “estiércol del diablo”[23].
Por todas estas exclamaciones, a veces literalmente de demonización del liberalismo por parte del papa Francisco, hemos de concluir que tras las aproximaciones al liberalismo en su faz económica-comercial protagonizadas por Juan Pablo II y en su faz política republicana y democrática encabezadas por Benedicto XVI, la iglesia nuevamente ha elegido, en cabeza de su líder, alejarse del sistema de la libertad individual. 

Recorrido histórico
Habiendo visto ya los principios básicos del mundo pre-moderno y la modernidad, asociados a las influencias religiosas y liberales respectivamente, corresponde ahora efectuar el recorrido de las transiciones y pasos de las épocas, manteniendo un orden cronológico de los hechos en cuestión, para analizar el desenvolvimiento de la coexistencia entre la religión y el liberalismo como sistemas aplicados desde una perspectiva histórica.

La sociedad feudal previa
Antes de la gran entrada en escena –de manera definitiva- del liberalismo en la modernidad ilustrada, existía como ya se señaló el sistema feudal, que va desde el siglo IX hasta el XV aproximadamente. Las creencias religiosas ejercían una influencia determinante e insoslayable en la organización social, cuya procedencia se estimaba como surgida de la voluntad divina. Los estamentos fijos –donde no existía la movilidad social que apareció posteriormente en la sociedad capitalista- estaban constituidos por los caballeros, sacerdotes y campesinos. Cada uno cumplía sus funciones durante toda la vida: los caballeros se encargaban del aspecto militar, peleando guerras y brindando protección a quienes estuvieran bajo su órbita; los sacerdotes estudiaban sus escrituras sagradas, podían ser intelectuales encargados de explicar y/o justificar los sucesos que veían a su alrededor, y cumplían con el culto. Los campesinos trabajaban con la tierra y los animales, produciendo los bienes que sustentaban al resto. Recordemos que la vinculación se daba por el contrato de vasallaje donde los siervos campesinos trabajaban y ponían sus servicios a disposición del señor guerrero o eclesiástico, y este por su lado los protegía frente a atacantes e invasores. Los castillos fortificados para prevenir estas circunstancias eran el paisaje común de los tiempos feudales, tiempos en los cuales guerras en nombre de la religión y combates por poder político no eran algo poco frecuente. El miedo a ser atacados y las precauciones a tomar en consecuencia eran alicientes para este tipo de organización hermética. Al ir transcurriendo los años turbulentos, y llegada una mayor tranquilidad con el paso de las luchas, la burguesía se fue desarrollando en los alrededores de las moradas de los señores feudales, dando el salto hacia comunidades abiertas: mercado libre y fluido, intercambios ágiles y destrabados de productos, señalaban la nueva tendencia hacia la apertura social[24]. A partir de entonces, la visión podía cambiar: no vivir toda la vida con un rol funcional asumido de manera ineludible, perteneciendo a una clase fundada en una creencia de fe; sino pasar a formar parte de un circuito comercial abierto que permitía enriquecerse y, acorde a nuevos parámetros, ascender socialmente –aunque sea en el bienestar económico-. Con el fortalecimiento de las nuevas ideas de libertad económica, productiva y social, se iría afianzando con peso la noción del hombre como hacedor de su propio destino, dejando atrás al hombre de los estamentos fijos por voluntad divina o por organización político-social infranqueable.    

La sociedad liberal posterior
Hay un conjunto de fenómenos históricos paradigmáticos que sintetizan el surgimiento del liberalismo: la Revolución Gloriosa en 1688, la Ilustración extendida a partir del siglo XVII, la Revolución Industrial desde mediados del siglo XVIII, la Revolución Americana en Estados Unidos que lleva a la Declaración de Independencia en 1776, y la Revolución Francesa en 1789.
Primero conviene referirse a un episodio contenedor de antecedentes conceptuales que luego serían desarrollados por liberales en sus construcciones jurídico-políticas: la Carta Magna en 1215.  Los Barones Rebeldes, nobles ingleses reacios a seguir soportando la financiación de las guerras del Rey Juan sin Tierra mientras la intromisión de la autoridad violentaba sus bienes, lograron que este, tras acalorados encuentros en Runnymede, sellara el instrumento protector de derechos. Carrie-Ann Biondi lo resume de la siguiente manera:

“Este [el sello al documento] fue un paso importante hacia la concepción y puesta en práctica de gobierno adecuadamente limitado. En concreto, la Carta Magna estableció los límites dentro de los cuales los individuos, así como las corporaciones -como la Iglesia inglesa y la Ciudad de Londres-, serían libres de actuar sin la intromisión injustificada del gobierno. La Carta afirmó que el gobierno podía detener a la gente solamente por violaciones a las leyes conocidas públicamente; que todas las detenciones debían llevarse a cabo públicamente, con un testigo creíble que acreditara los cargos; y que los acusados tenían derecho a un juicio rápido por un jurado de sus pares. Además, estableció que el gobierno no podía tomar bienes o tierras de comerciantes o propietarios sin compensación pronta y justa, y que el gobierno no podía imponer multas excesivas –refiriéndose a multas que ascendían a la suma injusta de tomar los medios de vida de la persona”[25].

La civilización occidental –no sin arduos, costosos y trabajosos procesos de años- avanzó hacia sociedades con gobiernos limitados, frenos al poder del Rey que se creía de origen divino, y respeto por la libertad individual; y paralelamente se fue alejando de los procedimientos arbitrarios, las medidas confiscatorias injustificadas y la depredación fiscal. Con adelantos y retrocesos, no siempre de manera lineal, la civilización avanzó[26].
Siglos después de la Carta Magna, vienen las mentadas revoluciones que catapultaron al mundo a su siguiente escalón. Revoluciones jurídico-políticas como la Gloriosa en Inglaterra, político-filosóficas como la estadounidense y la francesa, económica-científica como la Industrial, y el movimiento integral epistemológico-metafísico-ético-político-artístico de la Ilustración.
La Revolución Gloriosa de 1688 en Inglaterra estuvo marcada por las ideas del filósofo empirista John Locke. Sucede a partir de los intentos del rey católico Jacobo II por reestablecer una monarquía absoluta desde su corriente religiosa; movida rechazada por la gran mayoría de la sociedad inglesa. Tanto parlamentarios como líderes de la iglesia anglicana, con apoyo popular, recurrieron al príncipe holandés Guillermo de Orange para que enfrentara la idea de Jacobo II, tomara la corona inglesa, mantuviera al protestantismo y reivindicara al parlamento. La noción de monarquía absoluta fue derrotada y se abrió el paso a la monarquía parlamentaria[27]. Escribe Juan Pablo Fusi sobre la Gloriosa:

Las consecuencias fueron eminentes. La revolución concedió la libertad religiosa (aunque no la completa igualdad política: la minoría católica, y por tanto Irlanda, quedó privada de ciertos derechos). Reforzó la independencia judicial. Purificó la administración de justicia. Abolió prácticamente los delitos de naturaleza política, garantía esencial de la libertad. Estableció un nuevo equilibrio de poder entre el rey y el Parlamento. Sometió a la autoridad de éste la fijación anual de los gastos militares y la aprobación de los impuestos: hizo de la Cámara de los Comunes la primera institución del Estado. Abolió la censura y estableció la libertad de imprenta -esto es, de expresión-, medida capital que Macaulay, el gran historiador liberal, juzgó, con razón, como la más decisiva de las reformas revolucionarias.
La revolución de 1688 dio a Inglaterra un sistema de libertades jurídicamente regulado. No le dio una constitución escrita. Pero le dio algo tan importante como eso: un Estado de derecho y un régimen parlamentario (…). Desterró de la vida pública la intolerancia política y religiosa. Desplazó el poder en beneficio de los representantes del pueblo. Negó el poder absoluto de los reyes. Estableció el principio de que el consentimiento de los súbditos es pieza irrenunciable de todo ordenamiento político justo, principios que Locke fundamentó luego, en 1690, en su Dos tratados de gobierno, esa obra capital de la teoría democrática[28].

Este episodio nos demuestra actuaciones -encaminadas en disimiles direcciones- de personas pertenecientes a distintas corrientes religiosas cristianas: anglicanos que compartieron posiciones con liberales, y católicos que las enfrentaron. Así como algunos representantes de religión constituían adversarios del liberalismo, otros religiosos trabajaban a su lado en la esfera política de cara al futuro.  
La Ilustración por su lado trajo el auge moral y científico de la nueva era. La concepción del hombre como centro del mundo y unidad de medida de las cosas fue el principio fundamental sobre el que se edificó la modernidad en sus variadas ramificaciones. Avances políticos, sociales, médicos, biológicos y artísticos hicieron del período ilustrado una fuente de sabiduría y creatividad que redefinieron al ser humano y su entorno.
La Revolución Industrial, iniciada en Gran Bretaña y extendida por Europa, implicó el florecimiento y crecimiento exponencial de la producción, la inventiva, innovaciones y modernos métodos de fabricación. Impulsó a la humanidad hacia un bienestar jamás conocido con anterioridad, cimentando las estructuras y bases materiales de la moderna sociedad capitalista. El implemento de planes sostenidos de producción, maquinarias y división del trabajo, catapultaron las economías a niveles incomparables respecto de las antecesoras reducidas al nivel de subsistencia. Lo que antes eran lujos, bajo la industrialización capitalista pasaban a ser bienes normales de posible alcance para un número cada vez mayor de personas.
La Revolución Americana marcó la explosión del individualismo ético en el continente y fue cuna de la filosofía política liberal que ordenó ejemplarmente al sistema estadounidense de cara a los notables éxitos que vendrían. El 4 de julio de 1776 Estados Unidos logra su independencia, y en su documento declarativo, un tesoro filosófico para todas las épocas, se afirma como verdades evidentes “que todos los hombres son creados iguales; que son dotados por su Creador de ciertos derechos inalienables; que entre éstos están la vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad; que para garantizar estos derechos se instituyen entre los hombres los gobiernos, que derivan sus poderes legítimos del consentimiento de los gobernados; que cuando quiera que una forma de gobierno se haga destructora de estos principios, el pueblo tiene el derecho a reformarla o abolirla e instituir un nuevo gobierno que se funde en dichos principios, y a organizar sus poderes en la forma que a su juicio ofrecerá las mayores probabilidades de alcanzar su seguridad y felicidad”[29]. Notamos en la redacción que los liberales hacían referencia a un creador y al hombre como sujeto creado; otra muestra de que ser liberal no era una afrenta contra las creencias en sí. 
La Revolución Francesa, por su lado, gozó de una etapa liberal durante la cual se produjeron reformas en consonancia con el espíritu moderno de libertad. En 1789 la Declaración de los derechos del hombre y del ciudadano se pronuncia en su introducción sobre los “derechos naturales, inalienables y sagrados del hombre”, y luego enumera como derechos naturales e imprescriptibles la libertad, la propiedad, la seguridad y la resistencia a la opresión[30]. Es cierto que baches en la Declaración y en su aplicación impidieron que se logre completamente la igualdad ante la ley, mas es cierto también que implicó una evolución conceptual digna de destacar respecto del estatus legal-social de los franceses bajo las monarquías absolutas. Lamentablemente para los amantes de la libertad, ni la intelectualidad ni la acción política de quienes manejaban concepciones liberales fueron las que se impusieron en Francia, y la Revolución giró a su posterior etapa jacobina donde el Terror Rojo fue la norma y la guillotina el arma. Esta última etapa es la que más sufrieron los representantes religiosos renuentes al cambio, no solo ya por el despliegue filosófico en lo político y social que había significado la Revolución, al cual repelían desde su conservadurismo pro Antiguo Régimen, sino porque –entre otros- fueron objeto de persecuciones y violencia por parte de los seguidores de Maximilien Robespierre, el fanático líder jacobino que ordenaba ejecuciones y represión contra los que se creían conspiradores y también contra los que simplemente resultaban desagradables e indeseables a los ojos de su línea jacobina (porque la falta de pruebas firmes no era obstáculo para evitar la condena)[31].      
Todos estos episodios cruciales en la historia de la humanidad moldearon al mundo moderno en el cual la religión, como jugador tradicional, y el liberalismo, como el jugador nuevo que entraba a la cancha, debían coexistir.   

Camino de coexistencia como sistemas aplicados
Las sociedades liberales (o con dosis de liberalismo) llevaron el estandarte de la modernidad y el progreso; símbolos del auge fueron Inglaterra y Estados Unidos. La religión, a su vez, no desapareció de la faz de la tierra, sino que permaneció en los nuevos tiempos. En rigor, el liberalismo en sí no significaba un peligro existencial para la religión, por lo que esta no debía encontrar en aquél verdaderos motivos para creer que la haría retirarse definitivamente. El liberalismo no proponía la prohibición de los credos, las persecuciones de fe ni la abolición del culto. Lo que el surgimiento del estado liberal había provocado, era una reconfiguración de roles: la política pasaba a ser manejada en mayor medida por el laicismo, y la religión pasaba en mayor medida a la esfera privada de los individuos. Todo esto dado como una tendencia, pero no un rumbo absoluto: quedaban reservorios y espacios religiosos en la vida pública de la sociedad liberal. La religión no se retiraba del todo de la cosa pública, podía ser debatida y enseñada en las universidades, pero el estado o sus instituciones ya no eran confesionales. En ocasiones, la religión era explícitamente citada en documentos políticos fundacionales. Ejemplos de la presencia religiosa se constataban en constituciones liberales como la argentina -la cual sostenía al catolicismo como culto del estado-, y en países entrados en la modernidad donde la iglesia seguía siendo una institución subsidiada y de enorme influencia política y moral en el grueso de la comunidad.
A pesar de los enfrentamientos políticos por espacios de poder y por el establecimiento del principio general liberal de la separación entre estado e iglesia, la coexistencia en el marco de las modernas republicas entre el liberalismo y la religión era posible. Esto era así gracias a la esencia misma del espíritu liberal: el derecho a la libertad individual que permitía a los individuos asociarse libremente (por ejemplo en congregaciones religiosas), profesar su culto sin temor a persecuciones oficiales, y difundir sus creencias sin ser censurado. El liberalismo promovía desde sus bases principistas la tolerancia religiosa, por lo que se suponía que la iglesia como institución no debía temer su desaparición por orden política. A lo sumo, podía temer su pérdida de seguidores por las influencias modernas y un rebaje en su poder público, pero no temer por su existencia misma. El liberalismo, afincado en la libertad, no era el comunismo: este último era un totalitarismo atroz que se pintaba a sí mismo como enemigo de la religión, y persiguió y asesinó a millares de representantes y fieles. En una moderna república democrática liberal, un individuo podía mantener en su estructura mental ambos esquemas conceptuales, liberal y religioso, y expresarlos pública y privadamente sin ser amonestado o eliminado por ello: demostrar vocación cívica y respeto por los derechos de terceros en la vía pública y relaciones privadas con otros; practicar su religión con soltura sin que le sea impuesta y sin imponerla a los demás.
El problema del liberalismo, entonces, no era con la religión como conjunto de creencias a ser asumidas libremente por una persona, sino con los religiosos que la consideraban de cumplimiento coactivo y obligatorio. En este aspecto, el avance de la sociedad se dio en dirección al respeto por la autonomía individual. La consideración amplia de la persona como ser libre que actuaba en base a sus propias decisiones, se reflejaba aquí también en el punto específico de la libertad religiosa. De modo que, en el conflicto entre el liberalismo promotor de la libertad individual -con la correspondiente tolerancia religiosa-, y los líderes religiosos que pretendían imponer sus creencias gracias al aparato gubernamental represivo, fue el liberalismo quien triunfó y delineó a la sociedad abierta, moderna y contemporánea. El pensador de la Escuela Austríaca de Economía, Ludwig Von Mises, explicó desde su óptica esta relación entre liberalismo y religión:

El liberalismo proclama la tolerancia para cualquier confesión religiosa o concepción del mundo no por indiferencia hacia estas cosas “superiores”, sino porque está firmemente convencido de que sobre cualquier otra cosa debe primar la seguridad de la paz social. Y porque pide tolerancia para todas las opiniones y para todas las iglesias y sectas religiosas, debe confinarlas dentro de sus propios límites cuando los sobrepasan con intolerancia[32].

A partir de las revoluciones liberales y ya entrada nuestra época, hemos visto que la gran mayoría de personas religiosas (o que digan sostener determinadas creencias religiosas aunque no sigan toda la normativa canónica) han compatibilizado su fe con sus vivencias en la sociedad liberal y los derechos reconocidos por esta. Los voceros del absolutismo religioso en la totalidad de la vida de una persona y de un país, han quedado reducidos a una minoría hoy sin fuerzas para revertir la liberalización experimentada por occidente.  

Conclusión
El liberalismo entendido como movimiento intelectual o filosofía política, en su aspecto ético, trae consigo una galería de valores en pos del respeto por los derechos individuales de las personas. Analizándolo desde esta perspectiva uno puede apreciar la gama de principios morales que sostienen su entramado. En el ámbito intelectual estos valores entran en conflicto con valores religiosos que refieran a la intolerancia y eliminación de lo distinto. Como movimiento y/o filosofía, el liberalismo plantea derrotar a los valores contrarios en el debate y la discusión, mediante la argumentación y consolidación de los propios valores como adecuados a la naturaleza humana y la vida en sociedad. Los liberales no estipulan la eliminación de quienes son portadores de dichos valores al esgrimirlos en un debate de ideas; el pensamiento no es un delito, por más desacertado que sea. La refutación lógica de los errores y desaciertos es la vía liberal en este caso.
Las armas netamente físicas del liberalismo se utilizan cuando la confrontación pasa precisamente al nivel físico por iniciativa del opositor. El liberalismo le otorga al uso de la fuerza un estatus moral positivo únicamente cuando este es defensivo, para protegerse de quienes iniciaron la violencia. Es decir, quien inicia el uso de fuerza física contra otros violando sus derechos, puede ser legítimamente reprimido[33]. Aquí ya pasamos a la segunda consideración del liberalismo, como sistema político contextualizado en un estado moderno. Una república liberal no debe imponer un catálogo de valores a sus ciudadanos, ni perseguir a las personas por sus pensamientos e ideas. La república liberal solamente reacciona frente a los que atentan contra las libertades fundamentales de los individuos impidiéndoles desenvolverse en paz. De modo que tanto personas religiosas como no religiosas pueden convivir pacíficamente en una sociedad liberal, por más que sostengan códigos morales distintos, en la medida en que uno no inicie el uso de la violencia contra el otro para imponer su voluntad.
Los conflictos intelectuales deben ser tratados en la esfera de las ideas, sin traducirse en hechos concretos de violencia física. Cada uno será libre de hacer su camino evitando perjudicar los derechos de terceros, sin que el liberalismo como sistema social le prescriba los pasos a seguir en su vida. El liberalismo se dedicará a mantener la paz, sin inmiscuirse en la integridad mental de los individuos. Volvemos a citar aquí a Ludwig Von Mises sobre su consideración del liberalismo:

La doctrina liberal considera exclusivamente el comportamiento de los hombres en este mundo. Se interesa prioritariamente por el aumento del bienestar exterior, material, de los individuos, y no se preocupa directamente de sus necesidades interiores, de sus exigencias espirituales y metafísicas. (…)
Si el liberalismo fija su atención exclusivamente en los bienes materiales, no es porque minusvalore los bienes espirituales, sino porque está convencido de que lo que hay de más alto y profundo en el hombre no puede quedar sometido a reglas externas. Trata de crear tan sólo el bienestar exterior, porque sabe que la riqueza interior, la riqueza espiritual, no puede venir al hombre desde fuera, sino sólo desde su interior. No quiere sino crear las condiciones preliminares para el desarrollo integral de la vida interior[34].

Es decir, que mientras el liberalismo como sistema social apunta a las condiciones materiales para el desarrollo individual y la convivencia pacífica entre personas, deja librada a las consciencias de cada uno la formación espiritual e intelectual. Este espacio podrá ser rellenado por la ciencia, la religión, la filosofía, lo que el individuo particular elija. Lo crucial aquí es que elegirá libremente, sin estar bajo coerción.   
Para finalizar, se sostiene que más allá de las mencionadas diferencias entre el liberalismo y la religión en el plano de la intelectualidad y de los valores morales, es posible una coexistencia pacífica entre ambas corrientes en cuanto a sistemas socialmente aplicados. Esto será así en la medida que se respete el principio de libertad individual defendido por el liberalismo, y la religión sea mantenida en su contexto institucional sin buscar imponerse mediante la fuerza pública. La sociedad liberal permite la convivencia de distintas doctrinas y corrientes de pensamiento, y no se asienta en la proscripción de ideas para mantener las propias. En un contexto liberal, la libertad de pensamiento y creencias es un sello distintivo; y quienes estén interesados en que dicho principio sea mantenido, tienen que sostener al sistema que lo establece.       



[1] ¿Por Qué Debe Uno Actuar Por Principio? – Leonard Peikoff
http://objetivismo.org/por-que-debe-uno-actuar-por-principio/
[4] Hicks, Stephen R.C.; Explicando el posmodernismo. La crisis del socialismo, Barbarroja Ediciones, 2014, p. 13
[5] Ganshof, Francois Louis; Feudalism, Medieval Academy of America, 1996, p. xvi
[6] Ceballos y Mier, Fernando de; La falsa filosofía: o el ateísmo, deísmo, materialismo, y demás nuevas sectas convencidas de crimen de estado contra los soberanos y sus regalías, contra los magistrados y potestades legítimas, Imprenta de Antonio Fernández, 1776
[8] Por ejemplo, el Terror de Robespierre, que veremos enseguida.
[12] The Letters of Thomas Jefferson 1743-1826. To Peter Carr Paris, Aug. 10, 1787
http://www.let.rug.nl/usa/presidents/thomas-jefferson/letters-of-thomas-jefferson/jefl61.php
[13] Citado en: EL DIOS DEL DR. JUAN BAUTISTA ALBERDI: SUS CAUSAS Y FINES PARA INVOCAR LA PROTECCION DE DIOS EN LA CONSTITUCION NACIONAL ARGENTINA - Dr. Sergio Luis Macagno
http://www.academia.edu/2373094/EL_DIOS_DEL_DR._JUAN_BAUTISTA_ALBERDI_SUS_CAUSAS_Y_FINES_PARA_INVOCAR_LA_PROTECCION_DE_DIOS_EN_LA_CONSTITUCION_NACIONAL_
[14] Constitución Nacional de Argentina
[16] Citado en: BENEDICTO XVI, EL LIBERALISMO CLÁSICO Y LOS AUTODENOMINADOS NACIONALISTAS CATÓLICOS -  Gabriel Zanotti
http://gzanotti.blogspot.com.ar/2011/05/benedicto-xvi-el-liberalismo-clasico-y.html
[17] BENEDICTO XVI…
[19] Citado en: Sobre el mensaje del arzobispo de Buenos Aires
[20] Hay que puntualizar aquí que no cabe asimilar a los defensores de la libertad económica con teorías del derrame, ya que no todos las adoptan para explicar y justificar sus posiciones.
[22] Papa Francisco: "El dinero es el estiércol del diablo"
http://www.lanacion.com.ar/1772302-papa
[23] Citado en: El estiércol del diablo - Martin Scheuch
https://laslineastorcidas.wordpress.com/2015/07/16/el-estiercol-del-diablo/
[24] Leer más sobre feudalismo en: La sociedad feudal
http://www.elhistoriador.com.ar/aula/medieval/sociedad_feudal.php
[25] Magna Carta: English Roots of American Liberty - Carrie-Ann Biondi
https://www.theobjectivestandard.com/2015/06/magna-carta-english-roots-of-american-liberty/
[26] 800 años de la sanción de la Carta Magna – Ezequiel Eiben
http://ezequieleiben.blogspot.com.ar/2015/06/800-anos-de-la-sancion-de-la-carta-magna.html
[27] Resumen de la Gloriosa Revolución En Inglaterra. Caida de la Monarquia
http://historiaybiografias.com/gloriosa_revolucion/
[28] La revolución gloriosa – Juan Pablo Fusi
http://elpais.com/diario/1988/09/30/opinion/591577210_850215.html
[30] Declaración de los derechos del hombre y del ciudadano
http://www.juridicas.unam.mx/publica/librev/rev/derhum/cont/30/pr/pr23.pdf
[31] Robespierre y Rousseau: conocer al alumno rastreando al maestro - Ezequiel Eiben
http://www.visionobjetivista.org/%EF%BB%BF%EF%BB%BFrobespierre-y-rousseau-conocer-al-alumno-rastreando-al-maestro/
[32] Mises, Ludwig Von; Liberalismo, Unión Editorial, 2007, p. 92
[33] Escribió la filósofa objetivista Ayn Rand: “Todas aquellas razones por las cuales la iniciación del uso de la fuerza física es un acto de maldad, convierten su uso como represalia en un imperativo moral”.
Ver: Rand, Ayn; La virtud del egoísmo, Grito Sagrado, 2007, p. 155
[34] Liberalismo, p. 28, 29