Defendiendo al
capitalismo
Ezequiel Eiben
18/6/2015
Ezequiel Eiben
18/6/2015
“¡Dios salve al capitalismo de los defensores del
capitalismo!”[1]
escribió Ayn Rand al notar que los autoproclamados capitalistas, quienes
supuestamente debían conocer la naturaleza del sistema que representaban y
promovían, no lo defendían de manera apropiada. La filósofa señaló que los
promotores del capitalismo armaban su defensa recurriendo a bases como la fe y
la tradición, o girando hacia meras argumentaciones económicas que apuntaban al
bien común o al aspecto social. Ese no
era el camino para Rand: ni las mencionadas bases eran las correctas, ni
las señaladas argumentaciones la cuestión prioritaria.
El capitalismo tiene que ser justificado mediante la razón; no porque sea consistente con escrituras místicas, ni porque
sea simplemente una costumbre heredada que deba mantenerse. El capitalismo es
el sistema que permite al hombre la necesaria libertad de acción para que desenvuelva su pensamiento autónomo y
despliegue sus energías creativas dirigidas a producir y comerciar, aplicando
sus capacidades para resolver el problema de la supervivencia. El hombre como
ser racional necesita valerse de su mente para vivir como tal y responder a los
desafíos de la existencia; el capitalismo reconoce este hecho y lo respeta. Son
los hombres los que construyen los sistemas humanos, y un sistema adecuado para
ellos es uno que reconozca su naturaleza específica de individuos racionales. Empleando
sin recortes la razón, se llega a la conclusión de que el capitalismo como
exponente de libertad es adecuado para el hombre; pensar en el diseño de un
sistema respetuoso de los derechos del hombre trae como una derivación lógica
el laissez faire. En palabras de
Rand: “No soy primariamente una defensora del capitalismo, sino del egoísmo; y
no soy primariamente una defensora del egoísmo, sino de la razón. Si uno
reconoce la primacía de la razón y la aplica consistentemente, todo lo demás
viene por sí solo”[2].
En cuanto a las argumentaciones económicas planteadas desde un enfoque
completamente pragmático, con énfasis
en el bienestar social, hay que reconocer que es verdad que el capitalismo es
el sistema que mejor produce bienestar social (entendiendo por esto el
bienestar de los individuos que componen una sociedad), que mayor riqueza
genera, y permite el progreso de todos, ya sean ricos o pobres. En el
capitalismo hay genuina movilidad ascendente y quien nació en una clase social
baja puede hacer su camino hacia la cima de manera libre e independiente. Pero estas
son cuestiones secundarias como
argumentos pro-capitalistas; son derivaciones y consecuencias. Para defender al
capitalismo de manera integral hay que ir prioritariamente a su esencia: el fundamento máximo y
principal del capitalismo es que es un sistema moral. Es consistente con la naturaleza humana y reconoce los
derechos del hombre, respetando su esfera de libertad de acción y proscribiendo
el inicio de la fuerza contra su persona y bienes. Este sentido profundamente ético
del capitalismo es el quid de la cuestión
y la causa por la cual merece ser
defendido. La protección intelectual brindada debe ser principista: basada en los principios generales básicos que
constituyen los sólidos cimientos del sistema. De esta forma, se lucha por el
capitalismo en primera instancia en términos de esenciales, de manera coherente
e integrada, y no se confunden sus fundamentos primarios. Los excelentes
resultados económicos y sociales del laissez
faire no deben dejar de mencionarse, pero hay que ponerlos en su lugar
jerárquico sin perder el foco. Si solo nos concentramos en argumentos
tecnocráticos y sociales, abandonamos el terreno de la ética y este pasa a ser
ocupado por los opositores al capitalismo, permitiendo que mediante sus
abstracciones de contenido colectivista gobiernen el mundo de las ideas morales
dirigiendo a la gente al rechazo moral del sistema de la libertad.
El economista y escritor liberal francés Frédéric Bastiat (1801-1850), entendió en su tiempo lo que a su vez entendió Ayn Rand en el suyo propio: la importancia de la correcta defensa de las ideas. En Sofismas económicos, Bastiat escribió que “(…) lo peor que le puede suceder a una buena causa no es el ser bien atacada, sino el ser mal defendida”[3]. Rand pensaba en términos similares: ella sabía que los socialistas-colectivistas no ganaban debates por el mérito de sus ideas (equivocadas, malignas), sino por la omisión y las fallas de los capitalistas a la hora de sostener sus posiciones. De aquí que aprendiendo de estos gigantes autores –el economista y la filósofa-, tenemos que entender lo vital que es defender al capitalismo partiendo de sus fundamentos primarios, y lo urgente que este lo necesita.
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