martes, 28 de diciembre de 2010

El nuevo mito de la caverna (y un guiño a “El señor de los anillos”)

El nuevo mito de la caverna (y un guiño a “El señor de los anillos”)

-Todavía existe algo de bondad en este mundo –dijo Sam en “El señor de los anillos”-. Y vale la pena luchar por ella.

Así es, Sam. Pero ¿por qué, si justamente hablamos de bondad, tenemos que llegar al punto de pelear para conseguirla? ¿No podríamos establecer la bondad sin necesidad de una guerra? Salvo la resucitación de Gandhi, se ve un poco difícil.
Vaya uno a saber cuántas cosas nos están pasando y afectando. Pero desafortunadamente es común que se desencadene una pelea entre personas, una guerra entre países. Exploremos a fondo y cautelosos en las cuevas de la conciencia y la prudencia para encontrar ese algo que nos falta a los fines de evitar semejantes conflictos.
Me parece que hubo una época (no estoy seguro, yo no la viví) en la cual la conciencia y la prudencia no eran cuevas, eran casas. Hogares a diario visitados. Parece que ese hogar paulatinamente se fue transformando en un museo, donde de vez en cuando la gente se interesaba por ir a ver, pero al fin y al cabo, lo que se exhibía “no era más que una absurda reliquia” (como apunta Boromir refiriéndose a los fragmentos de Narsil, que cuando era espada cortó la mano de Sauron desposeyéndolo del anillo y erradicando el mal, sin perjuicio de lo que haría Isildur después).
De eso pasó a ser, ante la poca productiva indiferencia de los ex habitantes del hogar y los ex visitantes del museo, un geriátrico de valores. Nadie se podía hacer cargo ya de lo que en una época fueron las comodidades de la casa y las reliquias. Eran ancianas, ni siquiera les merecían la delicadeza de esa un tanto amable denominación, y se las llamaba “viejas” de una manera tan despectiva que no podía significar otra cosa que la consideración de que eran inservibles, solo ocupaban lugar que se podía destinar a cosas mejores. No es que estaban últimos los viejos en la lista de prioridades; ni siquiera figuraban.
Haciendo este análisis, no debe sorprender cómo llegamos a la cueva. No hay hogar con comodidades, no hay museo con reliquias, no hay geriátrico con viejos. Solo hay una oscura y pedregosa caverna en la cual cuesta caminar y si se entra hay miedo de salir herido. Era previsible este final.
Pero, un momento. Hay quienes todavía incitan a entrar en la cueva sin miedo. Solo se exige un poco de valentía y responsabilidad, no hay por qué temer. Entonces no voy a llamar a esta situación el final. No, solo es la actualidad, pero la historia sigue, menos mal que no es el final, la sumisión completa y ya inevitable en la desesperanza.
Entra un haz de luz por la caverna. Algo me dice que hay que seguirlo. Y justamente estoy en busca de ese “algo” que mencioné para evitar los conflictos y sus dañosas consecuencias. Tenemos que inspeccionar lo que anda dando vueltas por nuestra cabeza antes de lanzarnos hacia la cueva. Por un lado, aunque no estemos completamente seguros porque no existía nuestra generación, creemos que una vez hubo un hogar. Por otro lado, consideramos previsible, de acuerdo a ese supuesto camino recorrido, que la fatalidad resquebrajara la obra de antaño y hoy en día nos presente solo una cueva. Y ahora se proyecta una luz…
Dejemos, mejor para todos, de creer nada más. Lo pensemos y sostengamos con la seguridad y convicción propias de alguien que habla sabiendo lo que dice. Hubo un hogar y puede ser reestablecido. La verdadera cuestión es ese algo, y ahí requerimos la voluntariosa participación de todos lo que puedan, o quieran. Quizá ese algo este enterrado en los cimientos antiguos, o bajo una piedra, o bajo una verdaderamente pesada roca. Pero con muchas manos la roca se podría mover y descubrir lo que hay bajo su portentosa dures. Obviamente lo que haya estará aplastado, pero también se puede recomponer. Y si está en los cimientos, pues a comprar palas, máquinas, lo que sea. Porque excavaremos y cada gota de sudor de cada uno de los que participe tendrá un valor inestimable. Ya lo dijeron esos pocos, que no hay que tener miedo.
Estuve leyendo a Platón, y en su caverna, un prisionero salió y conoció un mundo mejor, la verdad. En nuestro caso debemos meternos a la caverna, encontrar el tesoro, y cuando salgamos y lo abramos el mundo automáticamente se transformará en un lugar mejor, en algo más parecido a lo que soñábamos a veces.
Somos participantes del nuevo mito de la caverna. Y si prestamos atención al título, dice “mito de la caverna”. Espero que se de tal cual se expresa. Que no sea un mito del hogar, sino que este salga a flote, que se reestablezca y no sea un cuento viejo. Que no sea un mito. Que el hogar esté con nosotros, en la actualidad y para la posteridad. Que la caverna pase a ser un mito, que sea cosa del pasado, que ya no haya una caverna. Que verdaderamente sea un mito de la caverna, y que nos resulte lejano dentro de un tiempo.
Ahora nos encaminemos en la realidad del hogar, y así solo se formará el nuevo mito de la caverna. Hagamos las cosas bien, y nuestros hijos tendrán el hogar, no el mito del hogar. La casa sí estará en su época, en su generación. El haz de luz será un torrente de luz.

Ezequiel Eiben
2008

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