viernes, 30 de noviembre de 2012

Capitalismo y expansionismo



Capitalismo y expansionismo
Ezequiel Eiben
27/5/2012

Los intelectuales izquierdistas con título profesional habilitante en vista gorda ante desmanes socialistas y comunistas, acusan al capitalismo de ser un sistema esencialmente cruel y contrario a lo que el hombre necesita para ser feliz. A partir de esta calumnia inicial difunden vituperaciones y falsedades con el objetivo de que queden ancladas en la consciencia principalmente de la gente ignorante, para que esta odie al capitalismo sin llegar a entender su verdadera naturaleza, deformada a la visión de los receptores de propaganda colectivista tras generaciones de campañas hostiles.
Entre las falsas acusaciones que los intelectuales lanzan como flecha en busca de corazones víctimas (decir corazones es metafóricamente correcto; pocos propagandistas anticapitalistas se atreverían de veras a apelar al raciocinio del público a sabiendas que llevan las de perder) está la de que el capitalismo va de la mano con el expansionismo territorial, político y militar.
Se tacha a quienes asumen al capitalismo de imperialistas, malvados conquistadores colonialistas, saqueadores de lo ajeno; se espeta que sus regímenes practican el expansionismo violento devorando otras comunidades no capitalistas.
¿Qué quiere significar expansionismo en este contexto de propaganda colectivista? La conquista política o comercial por parte de un país o un Estado de otros países o Estados, financiada por altos capitales, persiguiendo altos intereses de grupos de poder, penetrando en los comercios con marcas internacionales y compañías multinacionales, o invadiendo territorios mediante la fuerza militar, todo con el objeto de someter a la población autóctona al voraz mercado, a la detestable e inmoral competencia, para destruir las industrias locales en beneficio de empresas y corporaciones privilegiadas, explotar a los trabajadores con grotescos fines de lucro, y generar esclavos laborales solo para seguir obteniendo inmorales ganancias.
La atribución de todo mal al capitalismo es la carne de cañón en los ataques colectivistas. No se dan cuenta, o lo hacen pero evaden el hecho, de que por un lado las características reprobables que le han adosado al capitalismo no son verdaderas, y que las maldades e injusticias provienen de los propios sistemas que ellos mismos defienden como buenos y justos; y por otro lado, que muchas de las características que ellos consideran malvadas son en realidad benignas, y malvada o ignorante puede ser la mente que las haga pasar por lo que no son. En definitiva, la deformación del capitalismo se da a través de la adjudicación de caracteres inmorales e injustos que no le son propios, y de la demonización de caracteres que sí le son propios y que en realidad son morales y justos.
El capitalismo no es imperialista, ni un imperio puede sobrevivir como tal en el marco de una pura y genuina economía capitalista, y esto se hace evidente prestando atención a  la siguiente cadena de razonamiento: el capitalismo se basa en el mercado, el mercado es anti-violencia, los imperios se sostienen en base a la coerción, por lo que imperios violentos y libertad de mercado son antagónicos. No es casualidad que muchos liberales hayan evolucionado teóricamente incluso hasta sostener que la anarquía (orden voluntario) es el mejor sistema para la humanidad. ¿Hay algo más anti-gobierno, anti-imperio, anti-hegemonía política violenta, que tal visión de voluntarismo? No es casualidad tampoco, por tomar ejemplos recientes, que las manifestaciones imperiales del siglo XX eran radicalmente anti-capitalistas. El nacionalsocialismo alemán y su aliado, el fascismo italiano, eran manifestaciones colectivistas sistemáticamente destructoras del libre mercado en particular y de la libertad de la persona en general. Sus regímenes totalitarios no podían darse el lujo de permitirles libertad a sus subyugados y sobrevivir como tales. A la par de someter a la población bajo su mando, su alianza era expansionista. El Tercer Reich reclamaba territorios no pertenecientes a Alemania para sojuzgarlos con su aparato brutal. El caso de la Unión Soviética también es paradigmático: el claro ejemplo del imperialismo invasor, arrasador, asesino y devastador. No hubo un solo país que cayera bajo la órbita comunista que no fracasara estrepitosamente en llevar a cabo el objetivo izquierdista y que no se sumiera en la violencia.
Debajo de la alfombra de los que defienden al estatismo y al colectivismo, también podemos sacar varios ejemplos del colonialismo practicado en base a la imposición. La extirpación de territorios o el sometimiento de su población respondiendo a una potencia estatista superior, son manifestaciones de los que han hecho del poder político irrespetuoso su credo.
Por supuesto, semejantes sistemas anti-capitalistas y de neto corte estatista colectivista, han practicado continuamente el saqueo de lo ajeno. El capitalismo es el sistema de la propiedad privada, y la distorsión y eliminación de tal noción reside como punto fundamental en las bases de los manifiestos y programas políticos de los grupos ideológicos que buscan el poder para encumbrarse a costa de la violación de los derechos de los demás. Si ha habido una defensa, una alternativa contra estos criminales sedientos de sangre y voraces de poder político, esa ha sido el capitalismo laissez faire.
Lo que sí ha logrado el capitalismo es la competencia de libre mercado en el marco del respeto por los derechos individuales de las personas. Contra esto, no hay queja moral genuinamente legítima. Quejarse del liberalismo como sistema filosófico que propone la libertad de las personas, es quejarse políticamente de que las personas son libres, y admitir psicológicamente el propio pensamiento dictatorial y totalitario que odia a los seres libres. El capitalismo se basa en los derechos individuales, no puede funcionar correctamente sin ellos, por lo que tildarlo de esclavista es una flagrante contradicción en términos. Son insalvables  las críticas vejatorias al capitalismo que hablan de esclavos cuando precisamente son los derechos inalienables del individuo la plataforma fundamental e infranqueable desde la que se sostiene el sistema.
De la mano del capitalismo, viene la sociedad abierta: abierta a los intercambios libres y voluntarios, a las interacciones pacíficas, a los contratos con mutuo consentimiento, a los acuerdos recíprocos. Y sí: abierta a la libre competencia, al comercio nacional e internacional, al mercado en el cual actúan tanto individuos particulares a título personal como grandes empresas. En el capitalismo hay poder económico (rentabilidad, lucro, ganancia) en oposición al poder político (restricción, regulación, control, violencia).
Solo en este sentido, el capitalismo puede ser señalado como expansionista (y eso no es precisamente una acusación para esconderse, sino un elogio para orgullosamente recibirlo): el capitalismo es expansionismo de mercado, es la libertad que busca traspasar fronteras y barreras para poner en contacto voluntario a millones de operadores en un sistema de respeto por los derechos y de cooperación para beneficio y conveniencia mutuos. Por el contrario, y esto sí es una acusación que debe hacerse y sostenerse: el estatismo y el colectivismo son los rostros del expansionismo criminal. Esto es, el expansionismo de bases militares en otras tierras por parte de regímenes que buscan esclavos foráneos porque no alcanzan o porque ya agotaron los propios; el expansionismo de campos de concentración para encerrar y esclavizar a quienes tienen el deber de mantener a sus verdugos; el expansionismo de unidades terroristas para desestabilizar sistemas libres que repudian la tiranía y reemplazarlos por sistemas oscurantistas y totalitarios que son los que les permitirán a los violentos subsistir.
En conclusión, lo que expande el capitalismo es libertad y progreso por doquier. Los intelectuales izquierdistas, estatistas y colectivistas que demonizan por ello al sistema de los derechos individuales, deberían proferir sus insultos y acusaciones de esclavitud mirándose en un espejo. De esta forma, le dirían en la cara al sujeto que los mira desde el otro lado que sus ideas defienden a un sistema criminal, y los comentarios proferidos se asegurarían de rebotar y chocar contra los propios emisores.

        

     

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