viernes, 30 de noviembre de 2012

Inmoralidad del colectivismo

Inmoralidad del colectivismo
Ezequiel Eiben
21-1-2011

Debería sonar desafiante para los oídos de un colectivista, el espetarle: “Cuando alguien me convenza que iniciar el uso de la fuerza contra las personas es moral, y que esto lleva a buenos resultados, me hago socialista”. Pero claro, los colectivistas nunca podrán admitir sinceramente (por lo menos frente a los demás), que su sistema se basa en la fuerza y en la injusticia, si pretenden difundirlo con éxito como un proyecto humanitario basado en nobles ideales, y sin que derrumben precisamente la moral. Y por lo tanto, tal frase provocará las más obscenas evasiones de la realidad y el más bizarro enmascaramiento de las armas que están detrás de esas propuestas para el “bien de todos”. Y por supuesto, a una mente racional preocupada por la moral, jamás podrán convencerla de hacerse socialista, porque el colectivismo es esencialmente negador de la moral.
La moral de un individuo se refiere a un código de valores; implica principios que sirven para la elección y obtención de dichos valores, los cuales la persona estima como necesarios para sustentar y guiar su vida de acuerdo a sus propósitos. Ahora bien, para que algo sea un valor, se requiere previamente de alguien que valore. Un valor presupone alguien que lo estime como tal, que lo considere precisamente como algo valioso. Esa valoración, para ser tal, racional, independiente, no impuesta, debe ser voluntaria. Y aquí es preciso destacar que puede haber voluntad cuando existen alternativas. El que valora, aplica su criterio racional, realiza una elección entre alternativas, y según eso, lo elegido es algo de valor.
No existe esta valoración cuando media la coacción. Aquí no es el sujeto el que valora libremente, el que obtiene y conserva valores en base a elecciones propias; sino que alguien lo esta forzando a aceptar algo como si fuera un valor. Es un caso donde la elección de la persona no es primordial; alguien realiza una “valoración” por fuera de su voluntad y se la impone por la fuerza.
Lo moral es la obtención y/o conservación voluntaria de valores; la moral requiere elección. Hay moral cuando hay posibilidad de elegir, cuando hay voluntariedad del individuo encaminada, como se dijo, a la obtención y/o conservación de un valor. Así, la persona estructura su propio código de valores, de acuerdo a su criterio racional, emitiendo sus juicios, realizando sus evaluaciones y elecciones, y pudiendo accionar en consecuencia.
Sin esa posibilidad de libre elección, no hay valores. Lo contrario a la voluntario, es lo coactivo, la fuerza, la imposición; por lo tanto, la no elección, la no libertad, la no moralidad.
El colectivismo pretende someter a la persona, cobrarle impuestos, forzarla a colaborar en proyectos públicos, obligarla a cooperar con causas ajenas, ponerle un arma en la cabeza para que contribuya a lo que no valora, coaccionarla para que ponga de sus bienes en sustento de proyectos acerca de lo que otros valoran. El colectivismo no confía en los valores de un individuo, no respeta sus valoraciones, no acepta sus decisiones, ergo restringe su libertad para hacerlo. Niega la libertad, la elección, la libre y voluntaria búsqueda de valores, el consentimiento. Es de estas premisas colectivistas básicas, de donde se deriva la inmoralidad del socialismo y del colectivismo.
El inicio del uso de la fuerza, la coacción contra las personas; eso no es moral. Eso es la contracara de un racional código de valores.
El famoso "mundo mejor" de los colectivistas (famoso en sus teorías; jamás visto y sin posibilidades de serlo en la práctica) corresponde a la “valoración” que hacen los tiranos dominantes. No se concuerda con los valores del sujeto expropiado y robado. Dentro del yugo colectivista, el individuo trabaja no para perseguir sus valores, sino para cumplir los caprichos de los gobernantes y sus acomodados. Ese “mundo mejor” sigue los criterios irracionales de los que monopolizan la violencia e inician la agresión; no así los criterios racionales de quienes en libertad planean un curso de acción para sustentar la propia vida y mantienen (cuando lo desean) acuerdos (voluntarios) con otros individuos pacíficos.

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