miércoles, 17 de junio de 2015

Defendiendo al capitalismo

Defendiendo al capitalismo
Ezequiel Eiben
18/6/2015

“¡Dios salve al capitalismo de los defensores del capitalismo!”[1] escribió Ayn Rand al notar que los autoproclamados capitalistas, quienes supuestamente debían conocer la naturaleza del sistema que representaban y promovían, no lo defendían de manera apropiada. La filósofa señaló que los promotores del capitalismo armaban su defensa recurriendo a bases como la fe y la tradición, o girando hacia meras argumentaciones económicas que apuntaban al bien común o al aspecto social. Ese no era el camino para Rand: ni las mencionadas bases eran las correctas, ni las señaladas argumentaciones la cuestión prioritaria.  

El capitalismo tiene que ser justificado mediante la razón; no porque sea consistente con escrituras místicas, ni porque sea simplemente una costumbre heredada que deba mantenerse. El capitalismo es el sistema que permite al hombre la necesaria libertad de acción para que desenvuelva su pensamiento autónomo y despliegue sus energías creativas dirigidas a producir y comerciar, aplicando sus capacidades para resolver el problema de la supervivencia. El hombre como ser racional necesita valerse de su mente para vivir como tal y responder a los desafíos de la existencia; el capitalismo reconoce este hecho y lo respeta. Son los hombres los que construyen los sistemas humanos, y un sistema adecuado para ellos es uno que reconozca su naturaleza específica de individuos racionales. Empleando sin recortes la razón, se llega a la conclusión de que el capitalismo como exponente de libertad es adecuado para el hombre; pensar en el diseño de un sistema respetuoso de los derechos del hombre trae como una derivación lógica el laissez faire. En palabras de Rand: “No soy primariamente una defensora del capitalismo, sino del egoísmo; y no soy primariamente una defensora del egoísmo, sino de la razón. Si uno reconoce la primacía de la razón y la aplica consistentemente, todo lo demás viene por sí solo”[2]

En cuanto a las argumentaciones económicas planteadas desde un enfoque completamente pragmático, con énfasis en el bienestar social, hay que reconocer que es verdad que el capitalismo es el sistema que mejor produce bienestar social (entendiendo por esto el bienestar de los individuos que componen una sociedad), que mayor riqueza genera, y permite el progreso de todos, ya sean ricos o pobres. En el capitalismo hay genuina movilidad ascendente y quien nació en una clase social baja puede hacer su camino hacia la cima de manera libre e independiente. Pero estas son cuestiones secundarias como argumentos pro-capitalistas; son derivaciones y consecuencias. Para defender al capitalismo de manera integral hay que ir prioritariamente a su esencia: el fundamento máximo y principal del capitalismo es que es un sistema moral. Es consistente con la naturaleza humana y reconoce los derechos del hombre, respetando su esfera de libertad de acción y proscribiendo el inicio de la fuerza contra su persona y bienes. Este sentido profundamente ético del capitalismo es el quid de la cuestión y la causa por la cual merece ser defendido. La protección intelectual brindada debe ser principista: basada en los principios generales básicos que constituyen los sólidos cimientos del sistema. De esta forma, se lucha por el capitalismo en primera instancia en términos de esenciales, de manera coherente e integrada, y no se confunden sus fundamentos primarios. Los excelentes resultados económicos y sociales del laissez faire no deben dejar de mencionarse, pero hay que ponerlos en su lugar jerárquico sin perder el foco. Si solo nos concentramos en argumentos tecnocráticos y sociales, abandonamos el terreno de la ética y este pasa a ser ocupado por los opositores al capitalismo, permitiendo que mediante sus abstracciones de contenido colectivista gobiernen el mundo de las ideas morales dirigiendo a la gente al rechazo moral del sistema de la libertad.

El economista y escritor liberal francés Frédéric Bastiat (1801-1850), entendió en su tiempo lo que a su vez entendió Ayn Rand en el suyo propio: la importancia de la correcta defensa de  las ideas. En Sofismas económicos, Bastiat escribió que “(…) lo peor que le puede suceder a una buena causa no es el ser bien atacada, sino el ser mal defendida”[3].  Rand pensaba en términos similares: ella sabía que los socialistas-colectivistas no ganaban debates por el mérito de sus ideas (equivocadas, malignas), sino por la omisión y las fallas de los capitalistas a la hora de sostener sus posiciones. De aquí que aprendiendo de estos gigantes autores –el economista y la filósofa-, tenemos que entender lo vital que es defender al capitalismo partiendo de sus fundamentos primarios, y lo urgente que este lo necesita.
     




[1] Más citas en: www.objetivismo.org
[2] Ayn Rand, “Brief Summary,” The Objectivist
[3] Bastiat, Frédéric; Sofismas económicos, Madrid, Imprenta de Manuel Galiano, 1859, p. 103

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