Crítica al marxismo
Ezequiel Eiben
2013
Ezequiel Eiben
2013
1) Introducción
Cuando quien pretende defender la libertad humana se pregunta por las deplorables violaciones a los derechos individuales cometidas con frecuencia por los Estados en nuestros días, debe indagar sobre el fondo de la cuestión en aras de obtener una satisfactoria respuesta que explique tan lamentables sucesos desde sus causas. Es de vital importancia para ello, captar las ideas que subyacen a la práctica; las ideas que explican y hacen posible que abominaciones sean percibidas, en un contexto de mediocridad o indiferencia intelectual, como hechos normales; las ideas que, en definitiva, expresan afrenta y aversión contra la humanidad y aun así han logrado penetrar en los campos académicos y políticos a punto tal de influenciar y hasta determinar las agendas y caminos a seguir por sus exponentes.
Si hay una ideología (en el más estricto sentido de la palabra)[1] contraria a la naturaleza y libertad humanas, pero que ha tenido y sigue teniendo recepción, esa es el marxismo[2]. Refugiándose en ella, muchas construcciones intelectuales y políticas se lanzan hacia el avasallamiento de las autonomías individuales no solo creyéndose legitimadas, sino vociferando con petulancia críticas destructivas hacia las disidencias. Por eso, haciendo frente a los atropellos y con la intención de presentar batalla contra los evidentes errores vendidos como verdades empaquetadas, nos proponemos en el presente ensayo:
1) Realizar una crítica y una refutación al marxismo, tomando como ejes determinados aspectos teóricos que consideramos claves por ser de influencia negativa en las ramas de la filosofía.
2) Denunciar los errores y aspectos contrarios a la naturaleza humana y a la realidad misma que contiene el marxismo, contaminantes de los ambientes del conocimiento, la ciencia y la investigación, a los fines de evitar la proliferación de tan dañinas falsedades en las disciplinas afectadas del derecho y la psicología.
Cuando quien pretende defender la libertad humana se pregunta por las deplorables violaciones a los derechos individuales cometidas con frecuencia por los Estados en nuestros días, debe indagar sobre el fondo de la cuestión en aras de obtener una satisfactoria respuesta que explique tan lamentables sucesos desde sus causas. Es de vital importancia para ello, captar las ideas que subyacen a la práctica; las ideas que explican y hacen posible que abominaciones sean percibidas, en un contexto de mediocridad o indiferencia intelectual, como hechos normales; las ideas que, en definitiva, expresan afrenta y aversión contra la humanidad y aun así han logrado penetrar en los campos académicos y políticos a punto tal de influenciar y hasta determinar las agendas y caminos a seguir por sus exponentes.
Si hay una ideología (en el más estricto sentido de la palabra)[1] contraria a la naturaleza y libertad humanas, pero que ha tenido y sigue teniendo recepción, esa es el marxismo[2]. Refugiándose en ella, muchas construcciones intelectuales y políticas se lanzan hacia el avasallamiento de las autonomías individuales no solo creyéndose legitimadas, sino vociferando con petulancia críticas destructivas hacia las disidencias. Por eso, haciendo frente a los atropellos y con la intención de presentar batalla contra los evidentes errores vendidos como verdades empaquetadas, nos proponemos en el presente ensayo:
1) Realizar una crítica y una refutación al marxismo, tomando como ejes determinados aspectos teóricos que consideramos claves por ser de influencia negativa en las ramas de la filosofía.
2) Denunciar los errores y aspectos contrarios a la naturaleza humana y a la realidad misma que contiene el marxismo, contaminantes de los ambientes del conocimiento, la ciencia y la investigación, a los fines de evitar la proliferación de tan dañinas falsedades en las disciplinas afectadas del derecho y la psicología.
2) Influencia del
marxismo en las ramas de la filosofía
Nos valdremos de la estructura sobre las ramas de la filosofía planteada por la filósofa objetivista Ayn Rand[3]: metafísica (estudio de la existencia como tal), epistemología (estudio de los medios de conocimiento del hombre), ética (estudio del código de valores para guiar las decisiones y acciones del hombre), y política (estudio de los principios de un sistema social adecuado)[4].
A partir de dicho esquema analizaremos la posición marxista en cada una de estas ramas, e iremos efectuando nuestras críticas[5].
Nos valdremos de la estructura sobre las ramas de la filosofía planteada por la filósofa objetivista Ayn Rand[3]: metafísica (estudio de la existencia como tal), epistemología (estudio de los medios de conocimiento del hombre), ética (estudio del código de valores para guiar las decisiones y acciones del hombre), y política (estudio de los principios de un sistema social adecuado)[4].
A partir de dicho esquema analizaremos la posición marxista en cada una de estas ramas, e iremos efectuando nuestras críticas[5].
Epistemología
El campo de la epistemología es vital porque se encarga de estudiar nada menos que la naturaleza del conocimiento humano, con las implicancias que esto trae a la hora de ofrecer una explicación convincente de la realidad y elaboraciones científicas serias. Los aportes del marxismo en este punto no pueden calificarse como esfuerzos realizados con vistas a perfeccionar el estudio de las vías del conocimiento, sino como misiles dirigidos directamente a destruirlo y hacerlo imposible. ¿Cuál ha sido la artimaña implementada para la consecución de tan tremendo resultado? Es aquí donde entra en juego el “polilogismo”, un concepto del cual se han valido los marxistas para justificar sus posturas.
Polilogismo significa “muchas lógicas”, y se refiere a la teoría de que la estructura lógica de la mente humana difiere acorde a ciertas divisiones de la humanidad[6]. El gran economista de la Escuela Austríaca Ludwig Von Mises fue quien acuñó el término, para describir la mencionada teoría y denunciar su aplicación en lo que entendemos como un fraude intelectual marxista. En su opus magnum, “La Acción Humana”, Mises escribe que según Karl Marx:
El campo de la epistemología es vital porque se encarga de estudiar nada menos que la naturaleza del conocimiento humano, con las implicancias que esto trae a la hora de ofrecer una explicación convincente de la realidad y elaboraciones científicas serias. Los aportes del marxismo en este punto no pueden calificarse como esfuerzos realizados con vistas a perfeccionar el estudio de las vías del conocimiento, sino como misiles dirigidos directamente a destruirlo y hacerlo imposible. ¿Cuál ha sido la artimaña implementada para la consecución de tan tremendo resultado? Es aquí donde entra en juego el “polilogismo”, un concepto del cual se han valido los marxistas para justificar sus posturas.
Polilogismo significa “muchas lógicas”, y se refiere a la teoría de que la estructura lógica de la mente humana difiere acorde a ciertas divisiones de la humanidad[6]. El gran economista de la Escuela Austríaca Ludwig Von Mises fue quien acuñó el término, para describir la mencionada teoría y denunciar su aplicación en lo que entendemos como un fraude intelectual marxista. En su opus magnum, “La Acción Humana”, Mises escribe que según Karl Marx:
“la razón humana es
inepta para encontrar la verdad. La estructura lógica de la mente es diferente
en las varias clases sociales. No hay tal cosa como una lógica universalmente
válida. Lo que produce la mente no puede ser otra cosa que “ideología”, esto
es, en la terminología marxista, un conjunto de ideas disfrazando los intereses
egoístas de la propia clase social del pensador. Por lo tanto, la mente
“burguesa” de los economistas es completamente incapaz de producir más que una
apología del capitalismo”[7].
El marxismo adopta al polilogismo sentando
como criterio de clasificación de las lógicas y división de los hombres, a las
diferentes clases sociales. Ahora bien, si llevamos la teoría marxista hasta
las últimas consecuencias, fácilmente nos percatamos de que conduce a su propio
callejón sin salida. Si toda producción mental de las personas es el mero
reflejo de su clase social de pertenencia, imposible de aprobarse con
objetividad, y por lo tanto reducida a la categoría de “ideología”, esto
necesariamente (si es que al marxista le interesa ser coherente, y juzgarse y
medirse por sus propios parámetros) debe incluir en su consideración a la
propia teoría marxista, como una expresión ideológica clasista de sus
manifestantes. Siguiendo esta línea, no cabría concluir otra cosa que definir
al marxismo como una ideología-disfraz,
que oculta intereses egoístas de quienes la proclaman, y articulada por mentes
incapaces de encontrar la verdad. Es más, hay un incómodo punto adicional: Karl
Marx y Friedrich Engels, ambos hacedores de esta corriente de pensamiento, no
pertenecían a la clase proletaria, sino que vivían en mejores que condiciones que
varios de los “burgueses” a los cuales se opusieron. ¿Cómo podrían ser
entonces, de acuerdo a sus propios parámetros, representantes de
los obreros y no de sus propios intereses egoístas de clase?
Por supuesto, los marxistas no pueden permitir este estado de cosas y pretender defender su teoría de manera exitosa, a la vez que admiten que las sentencias de Marx son autorreferenciales y constituyen paupérrimas muestras de una teoría que se refuta a sí misma. Ergo, para conseguir lo primero y evitar lo segundo, algún mecanismo de salvataje y excusa absolutoria se necesita para mantener en pie a la teoría a pesar de sus evidentes lagunas. La deshonestidad intelectual de los marxistas encuentra la manera de lograrlo: elevar la lógica de una de las clases (la proletaria, exactamente la que le convenía al marxismo) a un status superior al resto; y conformar un grupo intelectual (casualmente de pensadores marxistas), ajeno a las influencias de la consciencia de clase, capaz de captar y explicar la verdad. Y si alguien se atreve a señalar tal cosa como una contradicción flagrante con la posición previamente sostenida por Marx acerca de la imposibilidad de una lógica universal, válida y verdadera, debe recurrir precisamente a esta negada lógica; pero detalle: la lógica universal ya ha sido destruida y descartada por la implementación del polilogismo, por lo que el marxismo se siente inmune a una refutación fundamentada en la lógica pura. Nuevamente, Mises descubre y denuncia la estrategia marxista:
Por supuesto, los marxistas no pueden permitir este estado de cosas y pretender defender su teoría de manera exitosa, a la vez que admiten que las sentencias de Marx son autorreferenciales y constituyen paupérrimas muestras de una teoría que se refuta a sí misma. Ergo, para conseguir lo primero y evitar lo segundo, algún mecanismo de salvataje y excusa absolutoria se necesita para mantener en pie a la teoría a pesar de sus evidentes lagunas. La deshonestidad intelectual de los marxistas encuentra la manera de lograrlo: elevar la lógica de una de las clases (la proletaria, exactamente la que le convenía al marxismo) a un status superior al resto; y conformar un grupo intelectual (casualmente de pensadores marxistas), ajeno a las influencias de la consciencia de clase, capaz de captar y explicar la verdad. Y si alguien se atreve a señalar tal cosa como una contradicción flagrante con la posición previamente sostenida por Marx acerca de la imposibilidad de una lógica universal, válida y verdadera, debe recurrir precisamente a esta negada lógica; pero detalle: la lógica universal ya ha sido destruida y descartada por la implementación del polilogismo, por lo que el marxismo se siente inmune a una refutación fundamentada en la lógica pura. Nuevamente, Mises descubre y denuncia la estrategia marxista:
“Afirman para sus propias
doctrinas el carácter de verdad absoluta. Así, Dietzgen enseña que “las ideas
de la lógica proletaria no son ideas de partido sino el resultado de la pura y
simple lógica”. La lógica proletaria no es “ideología”, sino lógica absoluta.
Los marxistas de hoy en día, que califican a sus enseñanzas como sociología del
conocimiento, dan pruebas de la misma incoherencia. Uno de sus defensores, el
profesor Mannheim, trata de demostrar que existe un grupo de hombres, los
“intelectuales independientes”, que disponen del don de entender la verdad sin
caer presa de los errores ideológicos. Por supuesto, el profesor Mannheim está
convencido de que él es el principal de estos “intelectuales independientes”.
Sencillamente no puedes rebatirle. Si estás en desacuerdo con él, solo pruebas
así que no eres parte de esta élite de “intelectuales independientes” y que tus
declaraciones son insensateces ideológicas”[8].
Tres observaciones merecen efectuarse a esta
altura: el marxismo jamás ha explicado la peculiaridad de cada estructura
mental de clase y sus respectivos funcionamientos diferentes; nunca ha brindado
una razón convincente acerca de la “clase social” como criterio de
clasificación y división de los hombres de distintas lógicas; y no ha podido
justificar la existencia de sus propios intelectuales como seres iluminados
sobreponiéndose a la pantalla de la realidad que afecta al resto de la
humanidad para entregarnos la verdad limpia de sedimentos burgueses. Ante sus
evidentes faltas y deficiencias, es nuestra tarea derribar su mitología
ladrillo por ladrillo:
A) Así como el racismo es un colectivismo ridículo que agrupa y distingue a los humanos por razas, sin poder aportar pruebas científicas fehacientes que clasifiquen a las mismas en superiores e inferiores; el marxismo es un colectivismo al que podemos llamar “clasismo”, el cual falla en su intento de rechazar la lógica describiendo, sin probar, la aparente existencia de diversas lógicas. En lo que a los humanos concierne, dentro de la realidad, A es A, lo piense un empresario o lo piense un obrero. El Manifiesto Comunista, basado en las premisas del polilogismo, vocifera: “El objetivo inmediato de los comunistas es (…): formar la conciencia de clase del proletariado, derrocar el régimen de la burguesía, llevar al proletariado a la conquista del Poder”[9], pero por más proclamas de formación de conciencia clasista que haga, las reglas del correcto pensar son las mismas para todos los hombres, y no hay prueba marxista que sustente el argumento de que lo lógicamente correcto para los capitalistas es lógicamente incorrecto para los proletarios. La lógica seguiría siendo la lógica, aún con otro régimen al mando.
B) El marxismo esboza una noción de división arbitraria entre los hombres enfocándose en una injustificable diferenciación de estructuras mentales de acuerdo al origen social de la gente. El clasismo no aporta razón científica a la afirmación de que la clase social es el factor determinante para categorizar mentes humanas. Todo su soporte se reduce a una creencia mística o afirmación sin fundamento que no pueden ser tomadas en serio, por falta de rigurosidad. El Manifiesto asegura acerca de los proletarios que “su lucha contra la burguesía data del instante mismo de su existencia”[10]; y sin embargo, por más que se hayan constatado luchas en el plano social entre personas pertenecientes a “clases” distintas, ello de ninguna manera constituye una fundamentación automática del argumento que explica los enfrentamientos como resultado de lógicas incompatibles que llegan a resultados diferentes. Por ejemplo, puede darse un escenario en el cual batallen personas que defienden códigos morales basados en ideas antagónicas, sin que tal situación sugiera que el conflicto está condenado a mantenerse a perpetuidad por las lógicas contrarias a las que obedecen los luchadores.
C) Al parecer, el marxismo desliza que los simples mortales (la regla) estamos bajo el velo de la falsa visión ideológica clasista; pero los intelectuales marxistas comunistas (la excepción) son capaces de correr aquello que se interponga a su ojo de águila, de ese modo convertirse en aptos para percibir la realidad, y consecuentemente asumir su rol de guiarnos en su conocimiento anti-burgués. Nos cuenta la dupla iluminada, Marx y Engels:
A) Así como el racismo es un colectivismo ridículo que agrupa y distingue a los humanos por razas, sin poder aportar pruebas científicas fehacientes que clasifiquen a las mismas en superiores e inferiores; el marxismo es un colectivismo al que podemos llamar “clasismo”, el cual falla en su intento de rechazar la lógica describiendo, sin probar, la aparente existencia de diversas lógicas. En lo que a los humanos concierne, dentro de la realidad, A es A, lo piense un empresario o lo piense un obrero. El Manifiesto Comunista, basado en las premisas del polilogismo, vocifera: “El objetivo inmediato de los comunistas es (…): formar la conciencia de clase del proletariado, derrocar el régimen de la burguesía, llevar al proletariado a la conquista del Poder”[9], pero por más proclamas de formación de conciencia clasista que haga, las reglas del correcto pensar son las mismas para todos los hombres, y no hay prueba marxista que sustente el argumento de que lo lógicamente correcto para los capitalistas es lógicamente incorrecto para los proletarios. La lógica seguiría siendo la lógica, aún con otro régimen al mando.
B) El marxismo esboza una noción de división arbitraria entre los hombres enfocándose en una injustificable diferenciación de estructuras mentales de acuerdo al origen social de la gente. El clasismo no aporta razón científica a la afirmación de que la clase social es el factor determinante para categorizar mentes humanas. Todo su soporte se reduce a una creencia mística o afirmación sin fundamento que no pueden ser tomadas en serio, por falta de rigurosidad. El Manifiesto asegura acerca de los proletarios que “su lucha contra la burguesía data del instante mismo de su existencia”[10]; y sin embargo, por más que se hayan constatado luchas en el plano social entre personas pertenecientes a “clases” distintas, ello de ninguna manera constituye una fundamentación automática del argumento que explica los enfrentamientos como resultado de lógicas incompatibles que llegan a resultados diferentes. Por ejemplo, puede darse un escenario en el cual batallen personas que defienden códigos morales basados en ideas antagónicas, sin que tal situación sugiera que el conflicto está condenado a mantenerse a perpetuidad por las lógicas contrarias a las que obedecen los luchadores.
C) Al parecer, el marxismo desliza que los simples mortales (la regla) estamos bajo el velo de la falsa visión ideológica clasista; pero los intelectuales marxistas comunistas (la excepción) son capaces de correr aquello que se interponga a su ojo de águila, de ese modo convertirse en aptos para percibir la realidad, y consecuentemente asumir su rol de guiarnos en su conocimiento anti-burgués. Nos cuenta la dupla iluminada, Marx y Engels:
“Los comunistas son, pues, prácticamente, la parte más
decidida, el acicate siempre en tensión de todos los partidos obreros del
mundo; teóricamente, llevan de ventaja a las grandes masas del proletariado su
clara visión de las condiciones, los derroteros y los resultados generales a
que ha de abocar el movimiento proletario. (…) Las proposiciones teóricas de
los comunistas no descansan ni mucho menos en las ideas, en los principios
forjados o descubiertos por ningún redentor de la humanidad. Son todas
expresión generalizada de las condiciones materiales de una lucha de clases
real y vívida, de un movimiento histórico que se está desarrollando a la vista
de todos”[11].
Cómo es que los intelectuales comunistas de
“clases pudientes” que deberían tener su
propia lógica, se asocian a los obreros “explotados” que son portadores de
una lógica distinta; cómo es que la intelectualidad marxista ostenta la lógica correcta y lleva su clara visión a las
masas, siendo estas últimas capaces de receptarla; cómo es que las
proposiciones teóricas de Marx y Engels son expresión generalizada de las
condiciones materiales de la lucha de clases, con validez para ser aceptadas
por los proletarios, si en vez de haber sido proletarios Marx y Engels vivían como burgueses; son todos
interrogantes para los cuales no hay respuesta convincente.
Tras este análisis epistemológico del marxismo, llega el momento de sacar conclusiones al respecto:
1) La lógica (el método de la identificación no contradictoria fundamental para razonar correctamente) es de inevitable aplicación si queremos efectuar inferencias aceptables. Una explicación de la realidad debe necesariamente utilizar a la lógica como método si pretende validez. El marxismo intenta una explicación por fuera de la lógica en su acepción más estricta, y obviamente no consigue más que magros resultados. A es A, no contradicción y tercero excluido, son principios universales, leyes de la realidad, y la sujeción a ellos no depende de si una persona nace en el seno de una familia acaudalada de empresarios o en un barrio pobre de obreros. No son caprichos intelectuales, sino la realidad objetiva lo que lo determina así.
2) La epistemología marxista se erige sobre un presupuesto teórico falso: el polilogismo. Explica el pensador Gustavo Perednik, basándose en Mises: “(los marxistas) negaron a la lógica su carácter obligatorio, válido, y general para todos los hombres y todas las épocas. Toda crítica era ipso facto descalificada por «burguesa»”[12]. El marxismo destruye la lógica, por lo que pierde credibilidad como teoría, y se incapacita a si mismo como fuente de explicación de los medios del conocimiento humano. Esta falsedad original, que conlleva la afirmación de la existencia de estructuras mentales variadas de acuerdo a las clases sociales, vicia de nulidad las elaboraciones derivadas en consecuencia sobre la actuación de las personas con una falsa consciencia de acuerdo a sus intereses clasistas. El marxismo no ofrece fundamentos sólidos aquí; sino una acusación arbitraria, mística o irracional a todo lo “burgués” que desafía sus postulados. Cabe citar nuevamente a Gustavo Perednik cuando escribe que
Tras este análisis epistemológico del marxismo, llega el momento de sacar conclusiones al respecto:
1) La lógica (el método de la identificación no contradictoria fundamental para razonar correctamente) es de inevitable aplicación si queremos efectuar inferencias aceptables. Una explicación de la realidad debe necesariamente utilizar a la lógica como método si pretende validez. El marxismo intenta una explicación por fuera de la lógica en su acepción más estricta, y obviamente no consigue más que magros resultados. A es A, no contradicción y tercero excluido, son principios universales, leyes de la realidad, y la sujeción a ellos no depende de si una persona nace en el seno de una familia acaudalada de empresarios o en un barrio pobre de obreros. No son caprichos intelectuales, sino la realidad objetiva lo que lo determina así.
2) La epistemología marxista se erige sobre un presupuesto teórico falso: el polilogismo. Explica el pensador Gustavo Perednik, basándose en Mises: “(los marxistas) negaron a la lógica su carácter obligatorio, válido, y general para todos los hombres y todas las épocas. Toda crítica era ipso facto descalificada por «burguesa»”[12]. El marxismo destruye la lógica, por lo que pierde credibilidad como teoría, y se incapacita a si mismo como fuente de explicación de los medios del conocimiento humano. Esta falsedad original, que conlleva la afirmación de la existencia de estructuras mentales variadas de acuerdo a las clases sociales, vicia de nulidad las elaboraciones derivadas en consecuencia sobre la actuación de las personas con una falsa consciencia de acuerdo a sus intereses clasistas. El marxismo no ofrece fundamentos sólidos aquí; sino una acusación arbitraria, mística o irracional a todo lo “burgués” que desafía sus postulados. Cabe citar nuevamente a Gustavo Perednik cuando escribe que
“uno puede seguir
sosteniendo el marxismo, aferrado a una teoría que jamás se tradujo en éxitos
reales, tanto como puede insistir en el espiritismo y en que los OVNIS nos visitan.
Lo que no puede es argumentar que sus creencias son doctrinas científicas”[13].
3) El marxismo epistemológico es una falacia
del concepto robado. Identificada por Ayn Rand, la falacia consiste en el
“artificio de usar un concepto mientras se niega la validez de sus raíces
genéticas, o sea, de uno o más conceptos anteriores de los que lógicamente
depende”[14].
Los marxistas se dedican a hablar de lógicas de clase diferentes, al tiempo que
rechazan la validez del concepto esencial de lógica. Niegan la existencia de
una lógica universalmente válida, a la par que dictaminan la validez universal
de tal posición. Niegan la posibilidad de que tengamos verdadera consciencia de
la realidad, a la vez que evaden el hecho de que para validar tal afirmación se
requiere consciencia verdadera. Buscan negar la razón a partir de la razón.
Esta técnica del robo de conceptos busca agarrar desprevenidas a las mentes
receptoras del mensaje, para que acepten sus posiciones sin reparar en las
negaciones de lo que estas presuponen. Por eso los marxistas nos arrastrarán a
disquisiciones sobre nuestra falsa
consciencia de clase, en las que no habrá lugar para hablar sobre su propia consciencia.
4) Al proyectar la lógica proletaria como superior, el clasismo marxista debe admitir (aun implícitamente) a los proletarios como clase superior, y esto desemboca naturalmente en la concepción de que una clase debe dominar a las demás. La “dictadura del proletariado” sería una expresión acabada de tales reflexiones. Ahora bien, un intelectual marxista podría objetar que el objetivo de este plan es la igualdad entre los hombres, que no hayan diferencias de clases, y que la dictadura del proletariado es solo una etapa camino a un paraíso en la Tierra. Pues bien, habría que solicitarle una explicación sobre un par de cuestiones, a saber: cómo unos dictadores proletarios buscadores de la igualdad lograrían expresar el pensamiento correcto y actuar en pos de la igualdad contando con el poder arrebatado a la burguesía, puesto que su status social habría cambiado y quizás también su lógica (el intelectual de marras recurriría a la falacia del polilogismo para hacer pasar a la lógica proletaria como la correcta a cualquier precio); cómo habría igualdad, una vez alcanzado el triunfo por la dictadura proletaria, para quienes tuvieron la desgracia de nacer entre la burguesía, ya que sus mentes tendrían la estructura equivocada y necesitarían de la guía proletaria hacia la verdad (el pensador marxista inventaría un mito de que la estructura mental puede cambiar en el tiempo y que la lógica del burgués se transmuta en lógica proletaria cuando deja de pertenecer a la clase incorrecta; o bien debería directamente confesar su pensamiento de que hay hombres que son casos irrecuperables y por lo tanto se requieren 50 años de dictadura del proletariado para que haya recambio generacional). Dejando de lado estas suposiciones religiosas marxistas, podemos constatar que la lógica universal, en cambio, implica el reconocimiento de que los hombres poseen en este sentido la misma estructura mental; que este método les posibilita hacer inferencias para conocer la realidad y así entender que no pueden unos ser amos de otros; y que no hay clases, determinadas por la naturaleza o por condiciones materiales, que poseen lógicas superiores. Después de todo, como dijo el escritor Jorge Luis Borges: “Yo creo que solo existen los individuos: todo lo demás, las nacionalidades y las clases sociales, son meras comodidades intelectuales”[15].
5) Según la perspectiva marxista, no podría llevarse a cabo un debate con posiciones opuestas, donde se discutieran ideas para aprobar o refutar. La ausencia de una lógica universal impide a las partes valerse de una norma objetiva como referencia para resolver disputas. El filósofo Leonard Peikoff apunta con buen criterio:
4) Al proyectar la lógica proletaria como superior, el clasismo marxista debe admitir (aun implícitamente) a los proletarios como clase superior, y esto desemboca naturalmente en la concepción de que una clase debe dominar a las demás. La “dictadura del proletariado” sería una expresión acabada de tales reflexiones. Ahora bien, un intelectual marxista podría objetar que el objetivo de este plan es la igualdad entre los hombres, que no hayan diferencias de clases, y que la dictadura del proletariado es solo una etapa camino a un paraíso en la Tierra. Pues bien, habría que solicitarle una explicación sobre un par de cuestiones, a saber: cómo unos dictadores proletarios buscadores de la igualdad lograrían expresar el pensamiento correcto y actuar en pos de la igualdad contando con el poder arrebatado a la burguesía, puesto que su status social habría cambiado y quizás también su lógica (el intelectual de marras recurriría a la falacia del polilogismo para hacer pasar a la lógica proletaria como la correcta a cualquier precio); cómo habría igualdad, una vez alcanzado el triunfo por la dictadura proletaria, para quienes tuvieron la desgracia de nacer entre la burguesía, ya que sus mentes tendrían la estructura equivocada y necesitarían de la guía proletaria hacia la verdad (el pensador marxista inventaría un mito de que la estructura mental puede cambiar en el tiempo y que la lógica del burgués se transmuta en lógica proletaria cuando deja de pertenecer a la clase incorrecta; o bien debería directamente confesar su pensamiento de que hay hombres que son casos irrecuperables y por lo tanto se requieren 50 años de dictadura del proletariado para que haya recambio generacional). Dejando de lado estas suposiciones religiosas marxistas, podemos constatar que la lógica universal, en cambio, implica el reconocimiento de que los hombres poseen en este sentido la misma estructura mental; que este método les posibilita hacer inferencias para conocer la realidad y así entender que no pueden unos ser amos de otros; y que no hay clases, determinadas por la naturaleza o por condiciones materiales, que poseen lógicas superiores. Después de todo, como dijo el escritor Jorge Luis Borges: “Yo creo que solo existen los individuos: todo lo demás, las nacionalidades y las clases sociales, son meras comodidades intelectuales”[15].
5) Según la perspectiva marxista, no podría llevarse a cabo un debate con posiciones opuestas, donde se discutieran ideas para aprobar o refutar. La ausencia de una lógica universal impide a las partes valerse de una norma objetiva como referencia para resolver disputas. El filósofo Leonard Peikoff apunta con buen criterio:
“En la visión
polilogista, no hay lógica común o universal que sirva como estándar objetivo y
árbitro cuando los hombres tienen desacuerdos. No hay manera de que los
miembros de grupos opositores, con puntos de vista opuestos, resuelvan sus
disputas; es inútil apelar a los hechos o a la evidencia para este propósito,
ya que las mentes que participan en este proceso obedecen a reglas diferentes
de razonamiento. (…) En realidad, el polilogismo no es una teoría de la lógica
– es una negación de la lógica. El polilogista inviste a “la lógica” con el
carácter de una revelación mística, y la convierte en su antítesis: en vez de
ser los medios para validar objetivamente las pretensiones de conocimiento de
los hombres, la lógica se convierte en un dispositivo subjetivo a ser usado
para “justificar” cualquier cosa que cualquier persona desee”[16].
Es más, la noción de aceptación de lo
proveniente desde la lógica proletaria y de rechazo hacia lo originado por la
lógica burguesa, a falta de parámetros objetivos disponibles para todos,
elimina la posibilidad de triunfo para los opuestos al marxismo demostrando
correspondencia entre sus ideas y la realidad, y toda discusión puede ser
reducida a la proliferación por parte de los marxistas de una serie de falacias
ad hominem y descalificaciones del origen del pensador contrario. No es
importante lo que “el burgués” tenga para decir
y demostrar, sino que se produce un descarte automático de su pensamiento
por lo que el burgués es y por la clase de donde proviene.
6) La epistemología marxista deja en claro que el conocimiento verdadero no es posible para una considerable parte de la humanidad. Solo las mentes proletarias, que han nacido sin privilegios políticos pero que cuentan con el extraordinario privilegio natural de poder captar la realidad sin malas influencias de anteojeras burguesas, pueden experimentar el verdadero saber. Tal don no puede hacer otra cosa que convertir a la doctrina marxista y a las ideas proletarias en una cuestión de elite. Paradójicamente, el mismo marxismo que se jacta de ser popular e igualitario, establece jerarquías de pensamiento y categoriza en superiores e inferiores, aptos y no aptos, a los sujetos capaces de entender su lógica suprema. No resultan desacertadas, sino por el contrario quirúrgicamente precisas, las observaciones sobre el socialismo realizadas por intelectuales de la talla de Friedrich Hayek y Ayn Rand, al encuadrarlo como un movimiento de intelectuales, en vez de ser (como se autoproclama con frecuencia) un movimiento popular. Las citamos a continuación porque son perfectamente aplicables con especificidad al marxismo[17]. Opina el economista de la Escuela Austríaca:
6) La epistemología marxista deja en claro que el conocimiento verdadero no es posible para una considerable parte de la humanidad. Solo las mentes proletarias, que han nacido sin privilegios políticos pero que cuentan con el extraordinario privilegio natural de poder captar la realidad sin malas influencias de anteojeras burguesas, pueden experimentar el verdadero saber. Tal don no puede hacer otra cosa que convertir a la doctrina marxista y a las ideas proletarias en una cuestión de elite. Paradójicamente, el mismo marxismo que se jacta de ser popular e igualitario, establece jerarquías de pensamiento y categoriza en superiores e inferiores, aptos y no aptos, a los sujetos capaces de entender su lógica suprema. No resultan desacertadas, sino por el contrario quirúrgicamente precisas, las observaciones sobre el socialismo realizadas por intelectuales de la talla de Friedrich Hayek y Ayn Rand, al encuadrarlo como un movimiento de intelectuales, en vez de ser (como se autoproclama con frecuencia) un movimiento popular. Las citamos a continuación porque son perfectamente aplicables con especificidad al marxismo[17]. Opina el economista de la Escuela Austríaca:
“El Socialismo nunca y
en ninguna parte ha sido un movimiento
de la clase obrera. (…) Es una construcción de teóricos, que se derivan de
ciertas tendencias del pensamiento abstracto con el que durante un largo tiempo sólo los intelectuales
estaban familiarizados, y que requirió
grandes esfuerzos por los intelectuales antes de que la clase obrera pudiera
ser persuadida para que lo adoptaran como su programa”[18].
Por su parte, Rand arguye:
“El socialismo no es
un movimiento popular. Es un movimiento de los intelectuales, originado,
dirigido y controlado por ellos, sacado por ellos de sus torres de marfil y
llevado a cabo en sus sangrientas prácticas, donde se unen con sus aliados y
ejecutores: los malhechores”[19].
7) En definitiva, la epistemología marxista es
una teoría falsa basada tanto en errores garrafales como en deliberadas
mentiras, que debe ser descartada principalmente por su negación de la lógica.
Al clasificar absurdamente a la humanidad estableciendo una clase superior, y
deshacerse del parámetro de objetividad que permite juzgar y resolver disputas
entre personas de acuerdo a la realidad, se transforma en una plataforma de
lanzamiento ideal para una ideología totalitaria; puesto que los criminales
encuentran, invocando superioridad en medio del caos sin objetividad, la manera
de justificar sus atrocidades o eximir sus culpas. No sorprende que el
totalitarismo resultante sea el comunismo, y este tenga adeptos fanáticos
dispuestos a masacrar millones de personas para lograr sus objetivos. No hay
posibilidad de mantener una relación lógica y racional con fanáticos marxistas,
y una sociedad dominada por ellos no puede ser otra cosa que una sociedad sin
libertad. Después de todo, como observó uno de los Padres Fundadores de los
Estados Unidos de América, Thomas Paine:
“Argumentar con un
hombre que ha renunciado al uso y autoridad de la razón, y cuya filosofía
consiste en valorar a la humanidad en el desprecio, es como suministrar
medicina a un muerto, o tratar de convertir a un ateo por medio de las Escrituras”[20].
Metafísica
El estudio de la naturaleza de la realidad nos permite entender a la existencia, al mundo y al hombre como son. En relación al marxismo, primero debemos reparar en el hecho de que representantes de la teoría bajo la lupa se muestran contrarios a la misma idea de metafísica. Según el profesor Jesús Conill:
El estudio de la naturaleza de la realidad nos permite entender a la existencia, al mundo y al hombre como son. En relación al marxismo, primero debemos reparar en el hecho de que representantes de la teoría bajo la lupa se muestran contrarios a la misma idea de metafísica. Según el profesor Jesús Conill:
“El movimiento
marxista ha adoptado una actitud negativa frente a la metafísica. (…) La
metafísica sería una forma de pensamiento antidialéctico (…). Cualquier tratado
de Materialismo dialéctico e histórico o de Filosofía
marxista-leninista expone con toda claridad esta contraposición entre el
modo metafísico y el modo dialéctico de pensar. Hasta el punto de considerar
toda la historia de la filosofía, no sólo como una “lucha entre idealismo y
materialismo”, sino también una “lucha
entre dialéctica y metafísica”. (…) la metafísica ha de ser sustituida por
el materialismo. Dialéctica y materialismo
son las dos instancias desde donde se lucha contra la metafísica”[21].
El marxismo explica la realidad a través de
estudios históricos y analizando las condiciones materiales imperantes, que
muestren las relaciones de producción existentes. El concepto primario es el
mundo material (la realidad, lo que se puede percibir), que es independiente de
lo espiritual; lo primero (materia) es determinante de lo segundo (consciencia)[22].
Afirma Marx:
“(…) en la producción
social de su vida los hombres establecen determinadas relaciones necesarias e
independientes de su voluntad, relaciones de producción que corresponden a una
fase determinada de desarrollo de sus fuerzas productivas materiales. El
conjunto de estas relaciones de producción forma la estructura económica de la
sociedad, la base real sobre la que se levanta la superestructura jurídica y
política y a la que corresponden determinadas formas de conciencia social. (…)
Al cambiar la base económica se transforma, más o menos rápidamente, toda la
inmensa superestructura erigida sobre ella. Cuando se estudian esas
transformaciones hay que distinguir siempre entre los cambios materiales
ocurridos en las condiciones económicas de producción y que pueden apreciarse
con la exactitud propia de las ciencias naturales, y las formas jurídicas,
políticas, religiosas, artísticas o filosóficas, en un a palabra las formas
ideológicas en que los hombres adquieren conciencia de este conflicto y luchan
por resolverlo”[23].
De esta visión se
desprende que tanto la materia en
movimiento, como los cambios que
se producen en las bases materiales con repercusión profunda y decisiva en las
ideas y consciencias, son nociones que colisionan de frente con una concepción “estática” y “no dinámica” de la realidad como a los ojos marxistas ofrece la
metafísica. Al explicar una realidad independiente de caprichos provenientes de
cualquier clase, no determinada en su
esencia por los hombres de un modo subjetivo sino por el contrario determinante
de la naturaleza de las entidades que en ella existen, y no reducida a un
enfoque de materialismo determinante de lo espiritual; la metafísica puede ser
machacada por los marxistas por tratarse de un arma ideológica, proveniente de
la consciencia de clase burguesa, para la conservación de las relaciones de
producción como se encuentran en el momento, aboliendo el despertar
revolucionario de los proletarios.
Mas a pesar de su repudio a la metafísica o bien al método metafísico, el marxismo sostiene (aun implícitamente, como cualquier teoría que quiera basarse en la naturaleza de la realidad) una posición metafísica. Para abordarla, la dividiremos en dos aspectos: el primero relacionado con la visión colectivista de las personas, y el segundo con la consideración acerca de la naturaleza humana.
A) El colectivismo marxista en la metafísica viene arrastrado desde lo que ya estudiamos en el apartado sobre epistemología: la clasificación de las clases sociales y el encumbramiento de la clase obrera. Si solo los proletarios pueden ostentar la lógica correcta (quizás acompañados por un selecto grupo intelectual con el don magnífico de sobreponerse a sus intereses de clase distinta), solo ellos pueden comprender y estudiar acertadamente la realidad. Por lo tanto, de esto podría derivarse que la clase obrera y la intelectualidad marxista gozan de un status metafísico privilegiado, como únicos intérpretes confiables del mundo que se abre alrededor. Va de suyo que la metafísica racionalmente descubierta no permite clasificaciones arbitrarias entre los hombres, por eso es que el marxismo debe necesariamente recurrir al materialismo y la dialéctica para encontrar en las condiciones materiales y el movimiento de la materia un punto de apoyo desde el cual se determinan las consciencias. Para el marxismo, el individuo, por ser individuo (A es A) y por ejercitar la racionalidad dentro de un contexto, no es suficiente para conocer la realidad y desarrollar ideas verdaderas. Las condiciones materiales en las que se encuentra el individuo ejercen influencia decisiva sobre su consciencia, y si el individuo nace en el seno de la clase social equivocada que “controla los medios de producción”, perseguirá falsedades y será incapaz de comprender la verdad (excepto que realice su conversión intelectual al marxismo). No hay una consideración netamente primaria del individuo en sí (y esto último no significa dejar de tener en cuenta el contexto, donde todo individuo se desarrolla); sino de clases sociales en relación a la materia, de individuos en relación a. Se afianzan la colectivización al agruparlos y categorizarlos, y la discriminación metafísica al concederle primacía a una determinada categoría. De la confirmación de la preponderancia proletaria se encarga el líder bolchevique Vladimir Ilich Ulianov, más conocido como Lenin, cuando espeta: “Pueden darse situaciones en las que los intereses de la humanidad tengan que ceder su prioridad a los intereses de clase del proletariado"[24].
Nuevamente comprobamos a lo que conducen una mala teoría epistemológica sumada a una falsa concepción de la realidad: nótese que el elemento fundamental a la hora de poder conocer la realidad, no es la razón como característica distintiva del hombre respecto de las demás entidades(del ser humano como especie, pudiendo consecuentemente apreciar la realidad todos los individuos humanos que ejerciten la razón); sino que lo crucial para ser apto en el conocimiento de la realidad es la pertenencia a la clase social (puesto que se puede ser humano y sin embargo estar imposibilitado de dicho conocimiento por pertenecer a la burguesía).
B) El marxismo es también una doctrina que desprecia y niega la naturaleza humana. El nivel al que llega su odio por lo que los hombres son, se ve reflejado en el slogan marxista: “Si el socialismo va en contra de la naturaleza humana, nosotros cambiaremos la naturaleza humana”[25]. Esto quiere decir dos cosas: por un lado, que los marxistas prefieren al socialismo aún a costa de lo que los hombres son, lo que equivale a afirmar que prefieren su elaboración teórica aún a costa de lo que la realidad es. Si hay diferencias entre la teoría y la realidad, es la realidad la que está mal y hay que cambiarla, no la teoría cuya finalidad de cambio se mantiene. Por otro lado, se evidencia que hay algo malo o equivocado en la naturaleza humana, y por eso requiere ser modificada. Téngase en cuenta que entre los delirios marxistas y socialistas de variadas procedencias (sin olvidar que comparten el principio básico), casi siempre ha estado presente la idea de crear el “Nuevo Hombre”. Si se requiere crear un hombre nuevo, es porque hay disconformidad con el hombre actual, y se desea que este pase a ser un hombre viejo, en otras palabras desechado. Alguien podría objetar que disconformidad no es lo mismo que odio y que se podría estar confundiendo el móvil de los marxistas. Pues bien, no hay que olvidar a la teoría en su conjunto ni a su aplicación práctica. El solo nombre de "comunismo", ya da cuenta de sus rasgos totalitarios y de homogeneización, irrespetuoso de las individualidades e intolerante con las diferencias[26]. Y si se prefieren ideas equivocadas y la generación de un Nuevo Hombre a lo que dicta la realidad y lo que los hombres son, y encima se está dispuesto a actuar en contra de la naturaleza humana forzando a los integrantes de la especie a compartir el sueño y organizando baños de sangre con vistas a su consecución, no puede reducirse la cuestión a una mera “disconformidad”[27].
Tras el análisis efectuado, llega el momento de elaborar nuestras conclusiones en el área metafísica:
1) Se ha dicho que el marxismo tiene características religiosas. Pues bien, incluso se puede hacer un paralelismo (salvando distancias y diferencias, y sin sugerir completa similitud) entre el concepto de la primacía lógica para conocer la realidad de la clase proletaria con el concepto de “elección” en algunas religiones, puesto que de ambos puede derivarse un status metafísico privilegiado para un grupo selecto. Así como los proletarios son los únicos que tienen la lógica correcta, el marxismo es una especie de iluminación intelectual, y su contracara es blanco de la violencia[28]; el islam clama ser “la verdadera fe”, ostentar al “último profeta” con la palabra definitiva (Muhammad), y tener la única llave para la salvación, pudiendo gozar sus fieles seguidores de vida eterna mientras se promete a detractores y opositores fuego eterno[29]. El proletariado es la clase social “elegida” en el marxismo para hacer la revolución, cambiar la naturaleza humana, forjar el Hombre Nuevo, e instaurar el paraíso socialista. Los musulmanes son los elegidos en el Corán para imponer la Sharia (ley religiosa islámica), establecer un Califato o Gobierno Mundial (según sean sunitas o chiitas), y asegurar el reinado de la divinidad Allah. La superioridad espiritual en ambos casos, conduce a la salvación.
2) La visión colectivista del marxismo en su interpretación de la realidad, se verá inconfundiblemente plasmada en la confección y puesta en marcha de sus sistemas políticos colectivistas. Mala metafísica lleva a mala ética y esta sumatoria inexorablemente lleva a mala política, como veremos luego.
3) El fracaso en la tarea de hacer surgir un Hombre Nuevo ha sido indiscutiblemente total y previsiblemente estrepitoso. En términos metafísicos, ni un solo Hombre Nuevo marxista se ha conocido; en términos sociales, muchos de los que cayeron bajo la redada marxista y tuvieron la desgracia de servir como experimento comunista perecieron por asesinato, inanición, o intentando escapar de los países que se transformaron en laboratorios-prisiones a gran escala.
4) El odio, el desprecio y la falta de respeto a la naturaleza humana llevó a los marxistas a imponer el arbitrario sueño de cambiarla por los medios más violentos y espantosos. Pero frente a la deficiencia teórica, la verdadera realidad se impone.
Mas a pesar de su repudio a la metafísica o bien al método metafísico, el marxismo sostiene (aun implícitamente, como cualquier teoría que quiera basarse en la naturaleza de la realidad) una posición metafísica. Para abordarla, la dividiremos en dos aspectos: el primero relacionado con la visión colectivista de las personas, y el segundo con la consideración acerca de la naturaleza humana.
A) El colectivismo marxista en la metafísica viene arrastrado desde lo que ya estudiamos en el apartado sobre epistemología: la clasificación de las clases sociales y el encumbramiento de la clase obrera. Si solo los proletarios pueden ostentar la lógica correcta (quizás acompañados por un selecto grupo intelectual con el don magnífico de sobreponerse a sus intereses de clase distinta), solo ellos pueden comprender y estudiar acertadamente la realidad. Por lo tanto, de esto podría derivarse que la clase obrera y la intelectualidad marxista gozan de un status metafísico privilegiado, como únicos intérpretes confiables del mundo que se abre alrededor. Va de suyo que la metafísica racionalmente descubierta no permite clasificaciones arbitrarias entre los hombres, por eso es que el marxismo debe necesariamente recurrir al materialismo y la dialéctica para encontrar en las condiciones materiales y el movimiento de la materia un punto de apoyo desde el cual se determinan las consciencias. Para el marxismo, el individuo, por ser individuo (A es A) y por ejercitar la racionalidad dentro de un contexto, no es suficiente para conocer la realidad y desarrollar ideas verdaderas. Las condiciones materiales en las que se encuentra el individuo ejercen influencia decisiva sobre su consciencia, y si el individuo nace en el seno de la clase social equivocada que “controla los medios de producción”, perseguirá falsedades y será incapaz de comprender la verdad (excepto que realice su conversión intelectual al marxismo). No hay una consideración netamente primaria del individuo en sí (y esto último no significa dejar de tener en cuenta el contexto, donde todo individuo se desarrolla); sino de clases sociales en relación a la materia, de individuos en relación a. Se afianzan la colectivización al agruparlos y categorizarlos, y la discriminación metafísica al concederle primacía a una determinada categoría. De la confirmación de la preponderancia proletaria se encarga el líder bolchevique Vladimir Ilich Ulianov, más conocido como Lenin, cuando espeta: “Pueden darse situaciones en las que los intereses de la humanidad tengan que ceder su prioridad a los intereses de clase del proletariado"[24].
Nuevamente comprobamos a lo que conducen una mala teoría epistemológica sumada a una falsa concepción de la realidad: nótese que el elemento fundamental a la hora de poder conocer la realidad, no es la razón como característica distintiva del hombre respecto de las demás entidades(del ser humano como especie, pudiendo consecuentemente apreciar la realidad todos los individuos humanos que ejerciten la razón); sino que lo crucial para ser apto en el conocimiento de la realidad es la pertenencia a la clase social (puesto que se puede ser humano y sin embargo estar imposibilitado de dicho conocimiento por pertenecer a la burguesía).
B) El marxismo es también una doctrina que desprecia y niega la naturaleza humana. El nivel al que llega su odio por lo que los hombres son, se ve reflejado en el slogan marxista: “Si el socialismo va en contra de la naturaleza humana, nosotros cambiaremos la naturaleza humana”[25]. Esto quiere decir dos cosas: por un lado, que los marxistas prefieren al socialismo aún a costa de lo que los hombres son, lo que equivale a afirmar que prefieren su elaboración teórica aún a costa de lo que la realidad es. Si hay diferencias entre la teoría y la realidad, es la realidad la que está mal y hay que cambiarla, no la teoría cuya finalidad de cambio se mantiene. Por otro lado, se evidencia que hay algo malo o equivocado en la naturaleza humana, y por eso requiere ser modificada. Téngase en cuenta que entre los delirios marxistas y socialistas de variadas procedencias (sin olvidar que comparten el principio básico), casi siempre ha estado presente la idea de crear el “Nuevo Hombre”. Si se requiere crear un hombre nuevo, es porque hay disconformidad con el hombre actual, y se desea que este pase a ser un hombre viejo, en otras palabras desechado. Alguien podría objetar que disconformidad no es lo mismo que odio y que se podría estar confundiendo el móvil de los marxistas. Pues bien, no hay que olvidar a la teoría en su conjunto ni a su aplicación práctica. El solo nombre de "comunismo", ya da cuenta de sus rasgos totalitarios y de homogeneización, irrespetuoso de las individualidades e intolerante con las diferencias[26]. Y si se prefieren ideas equivocadas y la generación de un Nuevo Hombre a lo que dicta la realidad y lo que los hombres son, y encima se está dispuesto a actuar en contra de la naturaleza humana forzando a los integrantes de la especie a compartir el sueño y organizando baños de sangre con vistas a su consecución, no puede reducirse la cuestión a una mera “disconformidad”[27].
Tras el análisis efectuado, llega el momento de elaborar nuestras conclusiones en el área metafísica:
1) Se ha dicho que el marxismo tiene características religiosas. Pues bien, incluso se puede hacer un paralelismo (salvando distancias y diferencias, y sin sugerir completa similitud) entre el concepto de la primacía lógica para conocer la realidad de la clase proletaria con el concepto de “elección” en algunas religiones, puesto que de ambos puede derivarse un status metafísico privilegiado para un grupo selecto. Así como los proletarios son los únicos que tienen la lógica correcta, el marxismo es una especie de iluminación intelectual, y su contracara es blanco de la violencia[28]; el islam clama ser “la verdadera fe”, ostentar al “último profeta” con la palabra definitiva (Muhammad), y tener la única llave para la salvación, pudiendo gozar sus fieles seguidores de vida eterna mientras se promete a detractores y opositores fuego eterno[29]. El proletariado es la clase social “elegida” en el marxismo para hacer la revolución, cambiar la naturaleza humana, forjar el Hombre Nuevo, e instaurar el paraíso socialista. Los musulmanes son los elegidos en el Corán para imponer la Sharia (ley religiosa islámica), establecer un Califato o Gobierno Mundial (según sean sunitas o chiitas), y asegurar el reinado de la divinidad Allah. La superioridad espiritual en ambos casos, conduce a la salvación.
2) La visión colectivista del marxismo en su interpretación de la realidad, se verá inconfundiblemente plasmada en la confección y puesta en marcha de sus sistemas políticos colectivistas. Mala metafísica lleva a mala ética y esta sumatoria inexorablemente lleva a mala política, como veremos luego.
3) El fracaso en la tarea de hacer surgir un Hombre Nuevo ha sido indiscutiblemente total y previsiblemente estrepitoso. En términos metafísicos, ni un solo Hombre Nuevo marxista se ha conocido; en términos sociales, muchos de los que cayeron bajo la redada marxista y tuvieron la desgracia de servir como experimento comunista perecieron por asesinato, inanición, o intentando escapar de los países que se transformaron en laboratorios-prisiones a gran escala.
4) El odio, el desprecio y la falta de respeto a la naturaleza humana llevó a los marxistas a imponer el arbitrario sueño de cambiarla por los medios más violentos y espantosos. Pero frente a la deficiencia teórica, la verdadera realidad se impone.
Ética
La ética define un código de valores por medio del cual el hombre guía su conducta. Ahondar en este aspecto del marxismo nos permite examinar la moralidad que se encuentra en la raíz de la teoría, a partir de la cual pueden explicarse los valores y comportamientos de sus adherentes.
El profesor C. Bradley Thompson menciona los “tres versículos del Libro Sagrado de Marx” que resumen la moralidad presente en la teoría:
La ética define un código de valores por medio del cual el hombre guía su conducta. Ahondar en este aspecto del marxismo nos permite examinar la moralidad que se encuentra en la raíz de la teoría, a partir de la cual pueden explicarse los valores y comportamientos de sus adherentes.
El profesor C. Bradley Thompson menciona los “tres versículos del Libro Sagrado de Marx” que resumen la moralidad presente en la teoría:
1. “El enemigo de ser
es tener” (de Manuscritos económicos y filosóficos de 1844)
2. “Cada uno según su capacidad, a cada uno según su necesidad” (de Crítica al programa de Gotha, 1875)
3. “Los filósofos solo han interpretado el mundo, en varios sentidos; el punto, sin embargo, es cambiarlo” (de Tesis sobre Feuerbach, 1845).
El primer versículo resume la crítica de Marx al capitalismo, el segundo establece la visión moral del comunismo, y el tercero es un mandamiento de acción[30].
2. “Cada uno según su capacidad, a cada uno según su necesidad” (de Crítica al programa de Gotha, 1875)
3. “Los filósofos solo han interpretado el mundo, en varios sentidos; el punto, sin embargo, es cambiarlo” (de Tesis sobre Feuerbach, 1845).
El primer versículo resume la crítica de Marx al capitalismo, el segundo establece la visión moral del comunismo, y el tercero es un mandamiento de acción[30].
Guiándonos con esta selección, pasamos a
esbozar nuestras propias consideraciones al respecto.
A) “El enemigo del ser es tener” es una frase con implicancias metafísicas y éticas de enorme relevancia. Dice mucho de la visión de su autor acerca de la realidad y del hombre. Al plantear el tema en base a “enemigos”, Marx describe una contraposición insalvable, un enfrentamiento irreconciliable, entre el ser y el tener. El ser está referido a lo que el estimaba como el hombre en su verdadera humanidad, sin verse afectado por la alienación de su trabajo, de su persona y de los demás que le ocasiona la sociedad capitalista; y por los desvíos provocados debido a la acumulación de riqueza material. El tener es una clara alusión a la propiedad privada, la gran enemiga de la verdadera humanidad de las personas, la fuente de los desvíos e infortunios. Hay una incompatibilidad entre el verdadero ser y el tener, por lo que no se puede conseguir lo primero si se detenta lo segundo. De esto podemos extraer un pilar moral básico del marxismo en contra de lo que es la identidad de los hombres en cuanto seres que generan y conservan riqueza, que acumulan capital, y que resguardan los resultados de su esfuerzo estableciendo derechos de propiedad. Si en verdad la propiedad es un impedimento para la verdadera realización del hombre como tal, la ética que dirija las conductas humanas en orden a la consecución de valores debe tallar en roca la prohibición de poseer riqueza de manera personal. Los valores reales de tal ética no podrán afincarse en la posesión privada de objetos materiales, ya que esta práctica encarna el rostro del anti-valor. Las únicas opciones que quedan para encasillar como valores son los valores espirituales, o bien objetos materiales básicos que sean de propiedad colectiva (para evitar la acumulación personal y para que la pertenencia solidaria a todos evite desigualdades) y que sean realmente necesarios (lo indispensable para sustentar la vida, porque sin ellos no podría haber supervivencia; pero nada que se pase de la raya, porque se abriría paso a la alienación capitalista).
A partir de esta caracterización negativa del tener, Marx personaliza y le da rostro al enemigo: el capitalista, el que tiene, la encarnación de los valores de la propiedad privada. Es el capitalista el culpable de la alienación que sufren los proletarios, el representante de la clase explotadora de propietarios que oprime a la clase proletaria que busca el verdadero ser. El capitalista acumula riqueza de forma privada, no permite la colectivización del capital y su sociedad carcome los cimientos de la verdadera espiritualidad. De esta raíz moral despegan las ideas políticas de abolición de la propiedad privada y combate a la sociedad capitalista que leemos en el Manifiesto Comunista:
A) “El enemigo del ser es tener” es una frase con implicancias metafísicas y éticas de enorme relevancia. Dice mucho de la visión de su autor acerca de la realidad y del hombre. Al plantear el tema en base a “enemigos”, Marx describe una contraposición insalvable, un enfrentamiento irreconciliable, entre el ser y el tener. El ser está referido a lo que el estimaba como el hombre en su verdadera humanidad, sin verse afectado por la alienación de su trabajo, de su persona y de los demás que le ocasiona la sociedad capitalista; y por los desvíos provocados debido a la acumulación de riqueza material. El tener es una clara alusión a la propiedad privada, la gran enemiga de la verdadera humanidad de las personas, la fuente de los desvíos e infortunios. Hay una incompatibilidad entre el verdadero ser y el tener, por lo que no se puede conseguir lo primero si se detenta lo segundo. De esto podemos extraer un pilar moral básico del marxismo en contra de lo que es la identidad de los hombres en cuanto seres que generan y conservan riqueza, que acumulan capital, y que resguardan los resultados de su esfuerzo estableciendo derechos de propiedad. Si en verdad la propiedad es un impedimento para la verdadera realización del hombre como tal, la ética que dirija las conductas humanas en orden a la consecución de valores debe tallar en roca la prohibición de poseer riqueza de manera personal. Los valores reales de tal ética no podrán afincarse en la posesión privada de objetos materiales, ya que esta práctica encarna el rostro del anti-valor. Las únicas opciones que quedan para encasillar como valores son los valores espirituales, o bien objetos materiales básicos que sean de propiedad colectiva (para evitar la acumulación personal y para que la pertenencia solidaria a todos evite desigualdades) y que sean realmente necesarios (lo indispensable para sustentar la vida, porque sin ellos no podría haber supervivencia; pero nada que se pase de la raya, porque se abriría paso a la alienación capitalista).
A partir de esta caracterización negativa del tener, Marx personaliza y le da rostro al enemigo: el capitalista, el que tiene, la encarnación de los valores de la propiedad privada. Es el capitalista el culpable de la alienación que sufren los proletarios, el representante de la clase explotadora de propietarios que oprime a la clase proletaria que busca el verdadero ser. El capitalista acumula riqueza de forma privada, no permite la colectivización del capital y su sociedad carcome los cimientos de la verdadera espiritualidad. De esta raíz moral despegan las ideas políticas de abolición de la propiedad privada y combate a la sociedad capitalista que leemos en el Manifiesto Comunista:
“Lo que caracteriza al
comunismo no es la abolición de la propiedad en general, sino la abolición del
régimen de propiedad de la burguesía, de esta moderna institución de la
propiedad privada burguesa, expresión última y la más acabada de ese régimen de
producción y apropiación de lo producido que reposa sobre el antagonismo de dos
clases, sobre la explotación de unos hombres por otros. Así entendida, sí
pueden los comunistas resumir su teoría en esa fórmula: abolición de la
propiedad privada”[31].
Cuando alguien piense sobre por qué las
sociedades marxistas no descienden ni siquiera a un nivel de austeridad, sino
directamente a la pobreza extrema y al espanto de la muerte al por mayor debido
a hambrunas, necesita plantearse si este no es precisamente el objetivo del
marxismo: pobreza por doquier, a la cual quedan condenados aquellos a los que
no se les permite acumular capital y mantener bienes (en la cantidad que
quieran y puedan) de forma privada. La eliminación de los derechos de propiedad
privada por medio de los cuales se puede defender la producción resultante del
trabajo, reduce a las personas a la esclavitud.
B) “Cada uno según su capacidad, a cada uno según su necesidad” es una fórmula que describe el funcionamiento de las relaciones humanas en la sociedad marxista. La primera parte habla de exigencia de trabajo, de pedidos de aporte; la segunda parte de exigencia sobre lo que hay que recibir. Todo esto presupone necesariamente una autoridad encargada de la planificación y distribución del trabajo y sus beneficios, una figura que da las ordenes contenidas en la formulación y las hace cumplir. Esta forma de organización no se da en un orden espontáneo donde hay hombres que quieren trabajar más o menos independientemente de sus aptitudes, y en el cual reciben recompensa por sus esfuerzos y no premios por sus carencias; o al menos, si llega a darse dicha forma, aparece en un marco de voluntarismo, y no de coerción.
Implícita en la enunciación está la proyección del trabajo encaminado a la contribución social y no al beneficio personal. Se traza una línea divisoria entre la fuerza laboral por un lado, y la disposición de los frutos del trabajo por otro, lo que implica que el resultado del trabajo de alguien va a desembocar en alguien más que no es el propio productor (y no precisamente del modo en que la gente se beneficia indirectamente de la producción en un mercado libre). Se aprueba la socialización del producto, y no la libre disposición personal del mismo. Según la descripción de cómo debe actuar y qué debe recibir cada uno inmersos en un contexto social “científicamente organizado”, los parámetros para una y otra cosa son la capacidad y la necesidad. El capaz es el que debe trabajar más, es quien debe poner al servicio de los demás su competencia e idoneidad. El necesitado es el que debe recibir más, es quien debe beneficiarse en mayor medida con lo producido. Una inferencia lógica concluye por ende que el menos capaz trabaja en menor medida y que el menos necesitado recibe en menor medida.
Uno puede aprehender aquí cómo están elucubrados en este sistema los incentivos: mientras más competente se sea, más exigencias se harán; mientras más carenciado se sea, más se recibirá. El productor soportará más reclamos que quien produce menos o no produce nada; el necesitado recibirá más producción independientemente de su nivel de colaboración en la misma. Por lo tanto, la conveniencia indica que no hay que demostrar o utilizar la propia habilidad porque los demás tienen un cheque en blanco sobre ella, y la producción que de ella resulta termina siendo expoliada y disfrutada por manos ajenas; y que hay que exhibir las necesidades y las miserias, porque solo así es posible quedarse con una porción de la torta, habiendo una relación proporcional entre los factores. El incentivo no está puesto en la producción y el respeto por la autónoma disposición de lo producido, y en el fomento de la capacitación para salir del estado de necesidad. Todo lo contrario: el sistema penaliza competencia y glorifica la necesidad. La moralidad de la miseria, que también es la moralidad de la debacle, se hace presente y dirige la sociedad marxista.
C) “Los filósofos solo han interpretado el mundo, en varios sentidos; el punto, sin embargo, es cambiarlo” es una cita que refiere a un llamado directo a la acción concreta. Como sabemos, el marxismo funciona en la práctica con intelectuales dirigiendo y movilizando a las masas para armar una revolución, por lo que el llamamiento es a gran escala, con tinte colectivizado. El marxismo no quiere ser una filosofía que meramente se discuta en una mesa de café; pretende ser un motor de cambio. Una muestra de lo mencionado se escribe al final del Manifiesto Comunista: “¡Proletarios de todos los Países, uníos!”[32]. Cambiar el mundo tiene, dentro del marxismo, una implicancia más profunda de lo que aparenta a priori en la frase de cabecera. No hay conformismo con modificar las estructuras sociales existentes, sino que la reforma incluye, como ya vimos, una rebelión en contra de la propia naturaleza humana de los agentes del cambio. En el marxismo, el cambio no solo es político y social sino que, siguiendo el lineamiento interpretativo trazado con anterioridad, posee además una connotación metafísica.
Cabe preguntarse acerca del marxismo: ¿Cuáles son los medios para el cambio y cuáles son las reglas por las cuales se administran los medios? Un medio posible es expresado sin tapujos: terrorismo. Los marxistas aceptan a la táctica terrorista como opción viable y justificada. El debate en el seno del marxismo no gira en torno a si de acuerdo a la moral se debe emplear o condenar al terrorismo, sino que aceptado este, se debe evaluar qué tipo de terrorismo es el mejor para lograr las metas. Vale decir: como principio de fondo, el terrorismo es válido; lo que resta es discutir las formas del mismo. Para esto, el marxismo clasifica al terrorismo en “terrorismo individual” y “terrorismo revolucionario”. El primero es el que surge de un grupo de personas actuando por fuera del movimiento de masas para adelantar la llegada o allanar el camino de la histórica lucha de masas. El segundo es el que se emplea no mediante grupos aislados, sino dentro del movimiento de masas y la lucha de clases, en el contexto histórico propicio para encumbrar la revolución. Un comunicado del Partido Socialista Revolucionario de Puerto Rico contribuye a evidenciar el principio de aceptación del terrorismo (fondo) y el examen de cuál es la metodología a escoger apropiada para el momento (forma):
B) “Cada uno según su capacidad, a cada uno según su necesidad” es una fórmula que describe el funcionamiento de las relaciones humanas en la sociedad marxista. La primera parte habla de exigencia de trabajo, de pedidos de aporte; la segunda parte de exigencia sobre lo que hay que recibir. Todo esto presupone necesariamente una autoridad encargada de la planificación y distribución del trabajo y sus beneficios, una figura que da las ordenes contenidas en la formulación y las hace cumplir. Esta forma de organización no se da en un orden espontáneo donde hay hombres que quieren trabajar más o menos independientemente de sus aptitudes, y en el cual reciben recompensa por sus esfuerzos y no premios por sus carencias; o al menos, si llega a darse dicha forma, aparece en un marco de voluntarismo, y no de coerción.
Implícita en la enunciación está la proyección del trabajo encaminado a la contribución social y no al beneficio personal. Se traza una línea divisoria entre la fuerza laboral por un lado, y la disposición de los frutos del trabajo por otro, lo que implica que el resultado del trabajo de alguien va a desembocar en alguien más que no es el propio productor (y no precisamente del modo en que la gente se beneficia indirectamente de la producción en un mercado libre). Se aprueba la socialización del producto, y no la libre disposición personal del mismo. Según la descripción de cómo debe actuar y qué debe recibir cada uno inmersos en un contexto social “científicamente organizado”, los parámetros para una y otra cosa son la capacidad y la necesidad. El capaz es el que debe trabajar más, es quien debe poner al servicio de los demás su competencia e idoneidad. El necesitado es el que debe recibir más, es quien debe beneficiarse en mayor medida con lo producido. Una inferencia lógica concluye por ende que el menos capaz trabaja en menor medida y que el menos necesitado recibe en menor medida.
Uno puede aprehender aquí cómo están elucubrados en este sistema los incentivos: mientras más competente se sea, más exigencias se harán; mientras más carenciado se sea, más se recibirá. El productor soportará más reclamos que quien produce menos o no produce nada; el necesitado recibirá más producción independientemente de su nivel de colaboración en la misma. Por lo tanto, la conveniencia indica que no hay que demostrar o utilizar la propia habilidad porque los demás tienen un cheque en blanco sobre ella, y la producción que de ella resulta termina siendo expoliada y disfrutada por manos ajenas; y que hay que exhibir las necesidades y las miserias, porque solo así es posible quedarse con una porción de la torta, habiendo una relación proporcional entre los factores. El incentivo no está puesto en la producción y el respeto por la autónoma disposición de lo producido, y en el fomento de la capacitación para salir del estado de necesidad. Todo lo contrario: el sistema penaliza competencia y glorifica la necesidad. La moralidad de la miseria, que también es la moralidad de la debacle, se hace presente y dirige la sociedad marxista.
C) “Los filósofos solo han interpretado el mundo, en varios sentidos; el punto, sin embargo, es cambiarlo” es una cita que refiere a un llamado directo a la acción concreta. Como sabemos, el marxismo funciona en la práctica con intelectuales dirigiendo y movilizando a las masas para armar una revolución, por lo que el llamamiento es a gran escala, con tinte colectivizado. El marxismo no quiere ser una filosofía que meramente se discuta en una mesa de café; pretende ser un motor de cambio. Una muestra de lo mencionado se escribe al final del Manifiesto Comunista: “¡Proletarios de todos los Países, uníos!”[32]. Cambiar el mundo tiene, dentro del marxismo, una implicancia más profunda de lo que aparenta a priori en la frase de cabecera. No hay conformismo con modificar las estructuras sociales existentes, sino que la reforma incluye, como ya vimos, una rebelión en contra de la propia naturaleza humana de los agentes del cambio. En el marxismo, el cambio no solo es político y social sino que, siguiendo el lineamiento interpretativo trazado con anterioridad, posee además una connotación metafísica.
Cabe preguntarse acerca del marxismo: ¿Cuáles son los medios para el cambio y cuáles son las reglas por las cuales se administran los medios? Un medio posible es expresado sin tapujos: terrorismo. Los marxistas aceptan a la táctica terrorista como opción viable y justificada. El debate en el seno del marxismo no gira en torno a si de acuerdo a la moral se debe emplear o condenar al terrorismo, sino que aceptado este, se debe evaluar qué tipo de terrorismo es el mejor para lograr las metas. Vale decir: como principio de fondo, el terrorismo es válido; lo que resta es discutir las formas del mismo. Para esto, el marxismo clasifica al terrorismo en “terrorismo individual” y “terrorismo revolucionario”. El primero es el que surge de un grupo de personas actuando por fuera del movimiento de masas para adelantar la llegada o allanar el camino de la histórica lucha de masas. El segundo es el que se emplea no mediante grupos aislados, sino dentro del movimiento de masas y la lucha de clases, en el contexto histórico propicio para encumbrar la revolución. Un comunicado del Partido Socialista Revolucionario de Puerto Rico contribuye a evidenciar el principio de aceptación del terrorismo (fondo) y el examen de cuál es la metodología a escoger apropiada para el momento (forma):
“No es correcto, para
los marxistas, el rechazar el terrorismo per se, por lo mismo que no rechazamos
ningún método de lucha ni ninguna táctica de antemano en ausencia de un
análisis de la situación particular de cada momento dado. Pero es igualmente
ajeno al marxismo el apoyar todos los métodos de lucha a priori. Lo que
corresponde en cada etapa del proceso revolucionario es determinar, en base al
grado de desarrollo de la lucha de clases, y en base al grado de desarrollo de
las condiciones subjetivas de conciencia, organización y preparación de las
diferentes clases, cuáles métodos contribuyen a adelantar el desarrollo de la
lucha revolucionaria”[33].
La obra del revolucionario Lev Davidovich
Bronstein, más conocido como León Trotsky, es paradigmática de la elección de
una u otra opción terrorista por análisis de conveniencia y efectividad.
Trotsky se manifiesta en contra del terrorismo individual que reemplaza u
obstaculiza al movimiento de masas. Escribe Will Reissner en una publicación
del Secretariado Centroamericano del Centro Internacional del Trotskismo
Ortodoxo:
“La oposición de
Trotsky al terrorismo individual no surge de ninguna aversión pacifista,
moralista o ética hacia la violencia en cualquier situación, ni de ilusiones
reformistas sobre la posibilidad de una revolución social pacífica. Más bien
surgía de una comprensión básica de la inefectividad del terrorismo individual
como estrategia para el cambio social. Repitió una y otra vez los tres temas
principales de sus argumentos: primero, que los actos terroristas no pueden
eliminar más que a miembros individuales de la clase dominante y no a la propia
clase dominante; segundo, que el terrorismo es un intento de sustituir la
movilización social necesaria de las propias masas con las proezas técnicas de un
pequeño grupo; y tercero, que no importa cuánto quieran los terroristas ligar
sus proezas al movimiento de masas y a la lucha de clases, la necesidad de
insistir en la más estricta seguridad y clandestinidad, y los esfuerzos que
implica la preparación de las acciones obligan inevitablemente a los
terroristas a abandonar todo trabajo agitativo y organizativo en la clase
obrera y el campesinado”[34].
Son motivos pragmáticos, logísticos y
operativos, los que aduce Trotsky para condenar al terrorismo individual. No
hay una condena moral de fondo al terrorismo en sí. Su propia pluma se encarga de confirmar esto en dos párrafos
elocuentes:
“Para nosotros el
terror individual es inadmisible precisamente porque empequeñece el papel de
las masas en su propia conciencia, las hace aceptar su impotencia y vuelve sus
ojos y esperanzas hacia el gran vengador y libertador que algún día vendrá a
cumplir su misión.
(…) Nos oponemos a los atentados terroristas porque la venganza individual no nos satisface. La cuenta que nos debe saldar el sistema capitalista es demasiado elevada como para presentársela a un funcionario llamado ministro. Aprender a considerar los crímenes contra la humanidad, todas las humillaciones a que se ven sometidos el cuerpo y el espíritu humanos, como excrecencias y expresiones del sistema social imperante, para empeñar todas nuestras energías en una lucha colectiva contra este sistema: ése es el cauce en el que el ardiente deseo de venganza puede encontrar su mayor satisfacción moral”[35].
(…) Nos oponemos a los atentados terroristas porque la venganza individual no nos satisface. La cuenta que nos debe saldar el sistema capitalista es demasiado elevada como para presentársela a un funcionario llamado ministro. Aprender a considerar los crímenes contra la humanidad, todas las humillaciones a que se ven sometidos el cuerpo y el espíritu humanos, como excrecencias y expresiones del sistema social imperante, para empeñar todas nuestras energías en una lucha colectiva contra este sistema: ése es el cauce en el que el ardiente deseo de venganza puede encontrar su mayor satisfacción moral”[35].
Como mucho, podrá haber un trotskista que
rechace con sesgo moral al terrorismo individual por ser una expresión
individualista frente a la lucha armada de clase que es muestra de
colectivismo; pero esto no deja de ser algo superfluo que no modifica el
principio moral básico que es la aprobación del terrorismo. Su rechazo estaría
orientado en la superficie a las vías empleadas por ser símbolo de
individualismo y desvío de la masa, pero en el fondo la justificación moral al
terrorismo seguiría intacta y como punto de partida para una acción masificada.
A favor de la opción del terrorismo revolucionario, Karl Marx le propicia su bendición y certificado de aprobación: “Sólo existe un solo medio de abreviar, simplificar, y concentrar las angustias de la muerte de la vieja sociedad, los dolores de parto de la nueva sociedad: el terrorismo revolucionario”[36]. La revolución, entonces, se alcanza por las vías de este tipo de terrorismo. La nueva sociedad llega manchada en sangre por este obrar colectivo violento. Para Marx, el terrorismo revolucionario es el medio.
Habiendo visto entonces que el medio predilecto del marxismo para conseguir sus objetivos es el terrorismo, falta responder la segunda parte de la pregunta sobre la regla para emplearlo. El marxismo santifica el inicio de la violencia en la búsqueda de su paraíso terrenal. Justifica el empleo de terrorismo revolucionario para posibilitar el nacimiento de la sociedad nueva. En otras palabras, el marxismo legitima que un grupo de hombres comiencen a ejercer fuerza física sobre otro grupo de hombres. Y esto no puede negarlo un marxista que intente maquillar la teoría diciendo que la violencia va encauzada al gobierno que previamente la inició; porque su ideología claramente establece una lucha de clases, y quienes pertenecen a la clase burguesa (blanco de ataques) no son todos gobernantes. De hecho, las sociedades marxistas terminan con millones y millones de muertos, y no se puede decir que todos esos millones pertenecen a una pequeña elite gobernante. Es más, entre los millones de muertos, siempre se cuentan grandes cantidades de proletarios (ya sea por utilizarlos como caballitos de batalla, carne de cañón, ratas de laboratorio, idiotas útiles, o esclavos sin voz ni voto). Los gobiernos marxistas hacen de la violencia y la opresión su credo y no se detienen por más que unas cuantas víctimas sirvan como muestra de su fracaso. Hay un fin a lograr con la revolución, que traerá un paraíso terrenal, y para alcanzarlo muchos deben morir, muchos deben ser expropiados, muchos deben ser esclavizados[37]. Teniendo en cuenta la doctrina del terrorismo revolucionario, se puede apreciar en contexto qué es exactamente lo que quieren decir Marx y Engels en el Manifiesto Comunista cuando escriben:
A favor de la opción del terrorismo revolucionario, Karl Marx le propicia su bendición y certificado de aprobación: “Sólo existe un solo medio de abreviar, simplificar, y concentrar las angustias de la muerte de la vieja sociedad, los dolores de parto de la nueva sociedad: el terrorismo revolucionario”[36]. La revolución, entonces, se alcanza por las vías de este tipo de terrorismo. La nueva sociedad llega manchada en sangre por este obrar colectivo violento. Para Marx, el terrorismo revolucionario es el medio.
Habiendo visto entonces que el medio predilecto del marxismo para conseguir sus objetivos es el terrorismo, falta responder la segunda parte de la pregunta sobre la regla para emplearlo. El marxismo santifica el inicio de la violencia en la búsqueda de su paraíso terrenal. Justifica el empleo de terrorismo revolucionario para posibilitar el nacimiento de la sociedad nueva. En otras palabras, el marxismo legitima que un grupo de hombres comiencen a ejercer fuerza física sobre otro grupo de hombres. Y esto no puede negarlo un marxista que intente maquillar la teoría diciendo que la violencia va encauzada al gobierno que previamente la inició; porque su ideología claramente establece una lucha de clases, y quienes pertenecen a la clase burguesa (blanco de ataques) no son todos gobernantes. De hecho, las sociedades marxistas terminan con millones y millones de muertos, y no se puede decir que todos esos millones pertenecen a una pequeña elite gobernante. Es más, entre los millones de muertos, siempre se cuentan grandes cantidades de proletarios (ya sea por utilizarlos como caballitos de batalla, carne de cañón, ratas de laboratorio, idiotas útiles, o esclavos sin voz ni voto). Los gobiernos marxistas hacen de la violencia y la opresión su credo y no se detienen por más que unas cuantas víctimas sirvan como muestra de su fracaso. Hay un fin a lograr con la revolución, que traerá un paraíso terrenal, y para alcanzarlo muchos deben morir, muchos deben ser expropiados, muchos deben ser esclavizados[37]. Teniendo en cuenta la doctrina del terrorismo revolucionario, se puede apreciar en contexto qué es exactamente lo que quieren decir Marx y Engels en el Manifiesto Comunista cuando escriben:
“Los
comunistas no tienen por qué guardar encubiertas sus ideas e intenciones.
Abiertamente declaran que sus objetivos sólo pueden alcanzarse derrocando por
la violencia todo el orden social existente. Tiemblen, si quieren, las clases
gobernantes, ante la perspectiva de una revolución comunista (…)[38]”.
Engels aclara aún más su visión: “En cuanto
revolucionario, todo medio me resulta bueno para alcanzar el objetivo, tanto el
más violento como el más blando en apariencia”[39]. Puede afirmarse, por ende,
que la regla en el marxismo no es otra que “el
fin justifica los medios”.
Pasemos a esbozar las pertinentes conclusiones sobre la ética en el marxismo:
1) El principio moral básico en el marxismo es el altruismo. Este código moral que antepone otros a uno mismo es lo que se requiere para que el sistema pueda funcionar. Se le enseña al hombre a sacrificarse por los demás (y la contrapartida de esto es que otros se sacrifican por él), a renunciar a su individualidad en beneficio del colectivo, a rechazar ambiciones personales por ser perjudiciales a los fines de la masa. Una moralidad de de desapego a la creación propia, de renuncia al plan de vida personal, de relaciones entre víctimas y victimarios (algunas veces alguien es víctima de otro cuando debe sacrificarse, otras veces es victimario cuando el otro es quien debe sacrificarse).
2) La ética propuesta (mejor dicho impuesta) por el marxismo busca la igualdad de los hombres por medio de métodos forzosos de igualación. Tener una ambición personal que colisione con el deseo unificado de la masa es una depravación, y motivo de justificada represión. Acumular capital que en verdad pertenece a la sociedad en su conjunto es un crimen digno de la horca. El bien común de los comunistas siempre debe imponerse al bien individual de los individualistas.
3) Al evaluar los dos puntos anteriores, recordar se debe que el colectivo solidario por excelencia y redentor de la humanidad es el proletariado (con los privilegios metafísicos y políticos que esto implica), por lo que las víctimas de los sacrificios (aún perteneciendo a los proletarios) tienden a beneficiar a lo que se entienda por intereses de esta clase. No es difícil comprender así como es que las sociedades marxistas se edifican en relaciones de fuerza (ellos prefieren llamarlas “relaciones solidarias” o “humanitarias”) entre amos y esclavos. Ante la duda, recuerde consultar a Lenin cuando dice que en ciertas situaciones los intereses de la humanidad tienen que ceder su prioridad a los intereses de clase del proletariado.
4) La ética colectivista entierra la individualidad de los hombres, y realiza sobre ellos observaciones de clase, análisis grupales, y generalizaciones indebidas, al tiempo que se muestra incapaz de distinguir a los individuos como unidades primarias, cada uno como ser único e independiente, sin ataduras invisibles a la masa total de ellos. Por esto, vemos discriminaciones y acusaciones colectivas absurdas, dentro de las cuales la acusación contra los judíos es ilustrativa. Ya vimos que Marx personalizaba al enemigo en los capitalistas. En su escrito “La cuestión judía”, incurre aun más en la personalización del enemigo: dentro del enemigo capitalista general, identifica especialmente a los judíos de manera colectiva. Marx (cuyas banderas paradójicamente hoy son levantadas por unos cuantos movimientos izquierdistas “anti-discriminación”) era un discriminador colectivista y judeófobo que desperdigó su odio en estos términos:
Pasemos a esbozar las pertinentes conclusiones sobre la ética en el marxismo:
1) El principio moral básico en el marxismo es el altruismo. Este código moral que antepone otros a uno mismo es lo que se requiere para que el sistema pueda funcionar. Se le enseña al hombre a sacrificarse por los demás (y la contrapartida de esto es que otros se sacrifican por él), a renunciar a su individualidad en beneficio del colectivo, a rechazar ambiciones personales por ser perjudiciales a los fines de la masa. Una moralidad de de desapego a la creación propia, de renuncia al plan de vida personal, de relaciones entre víctimas y victimarios (algunas veces alguien es víctima de otro cuando debe sacrificarse, otras veces es victimario cuando el otro es quien debe sacrificarse).
2) La ética propuesta (mejor dicho impuesta) por el marxismo busca la igualdad de los hombres por medio de métodos forzosos de igualación. Tener una ambición personal que colisione con el deseo unificado de la masa es una depravación, y motivo de justificada represión. Acumular capital que en verdad pertenece a la sociedad en su conjunto es un crimen digno de la horca. El bien común de los comunistas siempre debe imponerse al bien individual de los individualistas.
3) Al evaluar los dos puntos anteriores, recordar se debe que el colectivo solidario por excelencia y redentor de la humanidad es el proletariado (con los privilegios metafísicos y políticos que esto implica), por lo que las víctimas de los sacrificios (aún perteneciendo a los proletarios) tienden a beneficiar a lo que se entienda por intereses de esta clase. No es difícil comprender así como es que las sociedades marxistas se edifican en relaciones de fuerza (ellos prefieren llamarlas “relaciones solidarias” o “humanitarias”) entre amos y esclavos. Ante la duda, recuerde consultar a Lenin cuando dice que en ciertas situaciones los intereses de la humanidad tienen que ceder su prioridad a los intereses de clase del proletariado.
4) La ética colectivista entierra la individualidad de los hombres, y realiza sobre ellos observaciones de clase, análisis grupales, y generalizaciones indebidas, al tiempo que se muestra incapaz de distinguir a los individuos como unidades primarias, cada uno como ser único e independiente, sin ataduras invisibles a la masa total de ellos. Por esto, vemos discriminaciones y acusaciones colectivas absurdas, dentro de las cuales la acusación contra los judíos es ilustrativa. Ya vimos que Marx personalizaba al enemigo en los capitalistas. En su escrito “La cuestión judía”, incurre aun más en la personalización del enemigo: dentro del enemigo capitalista general, identifica especialmente a los judíos de manera colectiva. Marx (cuyas banderas paradójicamente hoy son levantadas por unos cuantos movimientos izquierdistas “anti-discriminación”) era un discriminador colectivista y judeófobo que desperdigó su odio en estos términos:
“Consideremos al judío
real, mundano (…).
¿Cuál es el fundamento secular del judaísmo? La necesidad práctica, el interés propio. ¿Cuál es la religión mundana del judío? La usura. ¿Cuál es su Dios mundano? El dinero.
¡Pues bien entonces! La emancipación de la usura y el dinero, por consiguiente, del judaísmo práctico y mundano, sería la autoemancipación de nuestra época.
Una organización de la sociedad que aboliera las precondiciones para la usura, y por lo tanto la posibilidad de practicar la usura, haría imposible al judío”[40].
¿Cuál es el fundamento secular del judaísmo? La necesidad práctica, el interés propio. ¿Cuál es la religión mundana del judío? La usura. ¿Cuál es su Dios mundano? El dinero.
¡Pues bien entonces! La emancipación de la usura y el dinero, por consiguiente, del judaísmo práctico y mundano, sería la autoemancipación de nuestra época.
Una organización de la sociedad que aboliera las precondiciones para la usura, y por lo tanto la posibilidad de practicar la usura, haría imposible al judío”[40].
Se percibe la generalización: consideración
del colectivo “judíos”, en vez de una observación particular sobre seres
individuales, y por lo tanto una condena contra todos los “judíos mundanos”[41].
5) La ética marxista no está en contra de la explotación del hombre por el hombre, sino simplemente de lo que entiende como explotación del capitalista al proletario. Por el contrario, aprueba la explotación a los más capaces en beneficio de los débiles y necesitados, y premia la incompetencia en perjuicio de los competentes.
6) Los marxistas que claman por la “revolución permanente”, con el proletariado como conductor y su expansión internacional, están clamando por violencia permanente. La sociedad moral marxista es aquella en donde la violencia se despliega para establecer y mantener los estándares revolucionarios, anulando o eliminando la oposición[42]. Es un proyecto de violencia a perpetuidad, o en el mejor de los casos, hasta que se cumpla la fantasía del cambio en la naturaleza humana y los hombres abandonen su egoísmo y no quieran tener propiedad privada.
7) En el corazón del marxismo, se encuentra la lucha de clases[43]. Las personas pertenecientes a clases distintas están indefectiblemente enfrentadas, y los marxistas apelan a una suerte de deber moral de librar la batalla para triunfar sobre el capitalismo (victoria inevitable que llegará por el determinismo histórico, pero mientras no se pierde el tiempo agitando a las masas a moverse). ¿Qué forma toma esa moral en las sociedades marxistas? El escritor Paul-Dominique Dognin visualiza el asunto en la Unión Soviética donde la moral “comenzó por tomar la forma exclusiva de un utilitarismo descarado: es moral lo que sirve para asegurar la victoria del proletariado”[44]. A continuación trae a colación un elocuente texto de Lenin:
5) La ética marxista no está en contra de la explotación del hombre por el hombre, sino simplemente de lo que entiende como explotación del capitalista al proletario. Por el contrario, aprueba la explotación a los más capaces en beneficio de los débiles y necesitados, y premia la incompetencia en perjuicio de los competentes.
6) Los marxistas que claman por la “revolución permanente”, con el proletariado como conductor y su expansión internacional, están clamando por violencia permanente. La sociedad moral marxista es aquella en donde la violencia se despliega para establecer y mantener los estándares revolucionarios, anulando o eliminando la oposición[42]. Es un proyecto de violencia a perpetuidad, o en el mejor de los casos, hasta que se cumpla la fantasía del cambio en la naturaleza humana y los hombres abandonen su egoísmo y no quieran tener propiedad privada.
7) En el corazón del marxismo, se encuentra la lucha de clases[43]. Las personas pertenecientes a clases distintas están indefectiblemente enfrentadas, y los marxistas apelan a una suerte de deber moral de librar la batalla para triunfar sobre el capitalismo (victoria inevitable que llegará por el determinismo histórico, pero mientras no se pierde el tiempo agitando a las masas a moverse). ¿Qué forma toma esa moral en las sociedades marxistas? El escritor Paul-Dominique Dognin visualiza el asunto en la Unión Soviética donde la moral “comenzó por tomar la forma exclusiva de un utilitarismo descarado: es moral lo que sirve para asegurar la victoria del proletariado”[44]. A continuación trae a colación un elocuente texto de Lenin:
“Nosotros afirmamos que nuestra moral está
subordinada por entero a los intereses de la lucha de clase del proletariado.
(…) La lucha de clases continúa, y nuestra tarea está en subordinar todos los intereses a esta lucha.
Y a esta tarea subordinamos nosotros nuestra moral comunista. Nosotros decimos: es moral lo que sirve para destruir la antigua sociedad explotadora y para unir a todos los trabajadores en torno al proletariado (…).
(…) para el comunista, la moral consiste por entero en esa disciplina solidaria y coherente y en esa lucha consciente de las masas contra los explotadores”[45].
(…) La lucha de clases continúa, y nuestra tarea está en subordinar todos los intereses a esta lucha.
Y a esta tarea subordinamos nosotros nuestra moral comunista. Nosotros decimos: es moral lo que sirve para destruir la antigua sociedad explotadora y para unir a todos los trabajadores en torno al proletariado (…).
(…) para el comunista, la moral consiste por entero en esa disciplina solidaria y coherente y en esa lucha consciente de las masas contra los explotadores”[45].
En definitiva, como ya se dijo, para el marxismo el fin justifica los
medios.
Política
La política versa sobre el sistema social en el cual se relacionan las personas. En la teoría marxista, la organización política va variando de acuerdo a etapas ordenadas cronológicamente: la revolución instaura la dictadura del proletariado, y de ahí se avanza a la sociedad sin clases afincada en la solidaridad. Como se ha observado en la práctica, las aventuras marxistas terminan de una u otra forma desembocando en brutales dictaduras que reprimen y hambrean a la población (La Unión Soviética, Cuba y Corea del Norte son ejemplos), haciendo la vida imposible y destruyendo los valores humanos.
En la teoría, la extraña idea que de una dictadura sale algo beneficioso para la humanidad mantiene encantados a los marxistas. Postulan este dominio proletario como etapa necesaria en la evolución de los pueblos. Pero una dictadura no es evolución, es involución; no es avanzar hacia un sistema de reconocimiento de los derechos de las personas, sino un retroceso al salvajismo y a la brutalidad. Suponer que de semejante gobierno surgirán las condiciones para un paraíso terrenal es una ingenuidad, desde el momento en que otorgar poder a un grupo de personas para que lo ejerzan coactivamente y someter a las víctimas a la indefensión es arrastrar a una sociedad a un bajo nivel primitivo de violencia. Aplica en este tema el famoso “dictum de Acton”, como se conoce a la frase del historiador Lord Acton: “El poder tiende a corromper y el poder absoluto corrompe absolutamente”[46]. El marxismo quiere darle a un grupo de hombres poder absoluto sobre otros hombres, de lo que deriva el sometimiento de la vida de los segundos a la discrecionalidad de los primeros. Un marco que luce auspicioso para corromper espíritus. Un marco desde el que supuestamente se desemboca en la sociedad sin clases, mientras en el momento previo se concentran todos los esfuerzos en fortalecer una clase por encima de otra. La ingenua esperanza marxista añora que el poder absoluto conduzca a la ausencia de poder, que la explotación de una dictadura a sus oprimidos conduzca a la comunidad sin explotación, que el dominio político conduzca a la igualdad.
En la práctica, las relaciones sociales en la política marxista están atravesadas por el espanto. El gigantesco Estado represor somete mediante la violencia a los ciudadanos, que quedan desguarnecidos frente a un aparato burocrático implacable. Este Estado controla los medios de producción, acuchillando a la economía con decisiones de corte político, impidiendo el desarrollo de un mercado libre basado en la competencia. Esto lleva, como no puede ser de otra manera, a la escasez y al hambre. La figura del planificador central que todo lo puede y todo lo ve es económicamente una falacia atroz y moralmente una injusticia espeluznante. Lo primero porque le resulta imposible reunir y manejar toda la información dispersa que se encuentra en el mercado, y sus regulaciones que reemplazan los gustos y decisiones de los actores terminan distorsionando y arruinando un proceso que se desenvuelve espontáneamente. Lo segundo porque se sitúa a un ser humano en una posición política de privilegio como si fuera superior al resto, y se le atribuyen facultades de dominio y explotación sobre las vidas y propiedades ajenas.
A su vez, el Estado maneja las imprentas, por lo que la libertad de prensa es imposible. Solo se imprime y se publica lo que el Estado quiere difundir, y lo que pasa por la supervisión de sus funcionarios[47]. La gente se informa de lo que sus gobernantes quieren que se informe, y no se entera de lo que sus gobernantes prefieren esconder. En palabras de Mises:
La política versa sobre el sistema social en el cual se relacionan las personas. En la teoría marxista, la organización política va variando de acuerdo a etapas ordenadas cronológicamente: la revolución instaura la dictadura del proletariado, y de ahí se avanza a la sociedad sin clases afincada en la solidaridad. Como se ha observado en la práctica, las aventuras marxistas terminan de una u otra forma desembocando en brutales dictaduras que reprimen y hambrean a la población (La Unión Soviética, Cuba y Corea del Norte son ejemplos), haciendo la vida imposible y destruyendo los valores humanos.
En la teoría, la extraña idea que de una dictadura sale algo beneficioso para la humanidad mantiene encantados a los marxistas. Postulan este dominio proletario como etapa necesaria en la evolución de los pueblos. Pero una dictadura no es evolución, es involución; no es avanzar hacia un sistema de reconocimiento de los derechos de las personas, sino un retroceso al salvajismo y a la brutalidad. Suponer que de semejante gobierno surgirán las condiciones para un paraíso terrenal es una ingenuidad, desde el momento en que otorgar poder a un grupo de personas para que lo ejerzan coactivamente y someter a las víctimas a la indefensión es arrastrar a una sociedad a un bajo nivel primitivo de violencia. Aplica en este tema el famoso “dictum de Acton”, como se conoce a la frase del historiador Lord Acton: “El poder tiende a corromper y el poder absoluto corrompe absolutamente”[46]. El marxismo quiere darle a un grupo de hombres poder absoluto sobre otros hombres, de lo que deriva el sometimiento de la vida de los segundos a la discrecionalidad de los primeros. Un marco que luce auspicioso para corromper espíritus. Un marco desde el que supuestamente se desemboca en la sociedad sin clases, mientras en el momento previo se concentran todos los esfuerzos en fortalecer una clase por encima de otra. La ingenua esperanza marxista añora que el poder absoluto conduzca a la ausencia de poder, que la explotación de una dictadura a sus oprimidos conduzca a la comunidad sin explotación, que el dominio político conduzca a la igualdad.
En la práctica, las relaciones sociales en la política marxista están atravesadas por el espanto. El gigantesco Estado represor somete mediante la violencia a los ciudadanos, que quedan desguarnecidos frente a un aparato burocrático implacable. Este Estado controla los medios de producción, acuchillando a la economía con decisiones de corte político, impidiendo el desarrollo de un mercado libre basado en la competencia. Esto lleva, como no puede ser de otra manera, a la escasez y al hambre. La figura del planificador central que todo lo puede y todo lo ve es económicamente una falacia atroz y moralmente una injusticia espeluznante. Lo primero porque le resulta imposible reunir y manejar toda la información dispersa que se encuentra en el mercado, y sus regulaciones que reemplazan los gustos y decisiones de los actores terminan distorsionando y arruinando un proceso que se desenvuelve espontáneamente. Lo segundo porque se sitúa a un ser humano en una posición política de privilegio como si fuera superior al resto, y se le atribuyen facultades de dominio y explotación sobre las vidas y propiedades ajenas.
A su vez, el Estado maneja las imprentas, por lo que la libertad de prensa es imposible. Solo se imprime y se publica lo que el Estado quiere difundir, y lo que pasa por la supervisión de sus funcionarios[47]. La gente se informa de lo que sus gobernantes quieren que se informe, y no se entera de lo que sus gobernantes prefieren esconder. En palabras de Mises:
“Una prensa libre solo puede existir donde hay
control privado de los medios de producción. En una comunidad socialista, donde
todas las plantas de publicación e imprentas pertenecen al gobierno y son
operadas por este, no puede haber ninguna cuestión sobre libertad de prensa”[48].
Hablar de libertad de prensa cuando los órganos de publicación y
difusión son del gobierno, es decir, hablar de una prensa libre gubernamental, es una contradicción en términos.
El Estado marxista también irrumpe en la vida privada de los hombres haciendo que esta sea solo una ilusión o un recuerdo de otra época. La interferencia en los procesos de decisiones personales, el montaje de aparatos de espionaje y delación, las invasiones a la intimidad y los intentos por manejar la mente de las personas, son características comunes en el asfixiante mundo comunista.
¿Qué concepción posibilita el surgimiento de esta política en una sociedad? Las ideas morales falsas en las que se asienta el consecuente sistema. La transición de la ética a la política en el marxismo no puede resultar en otra cosa que no sea un colectivismo feroz. Ayn Rand explica respecto de los sistemas estatistas colectivistas:
El Estado marxista también irrumpe en la vida privada de los hombres haciendo que esta sea solo una ilusión o un recuerdo de otra época. La interferencia en los procesos de decisiones personales, el montaje de aparatos de espionaje y delación, las invasiones a la intimidad y los intentos por manejar la mente de las personas, son características comunes en el asfixiante mundo comunista.
¿Qué concepción posibilita el surgimiento de esta política en una sociedad? Las ideas morales falsas en las que se asienta el consecuente sistema. La transición de la ética a la política en el marxismo no puede resultar en otra cosa que no sea un colectivismo feroz. Ayn Rand explica respecto de los sistemas estatistas colectivistas:
“En todos esos sistemas la moralidad fue un código aplicable al individuo, pero no a la
sociedad. Ésta no estaba sometida a
la ley moral, sino que era su corporización, su fuente o su intérprete
exclusivo; así, se consideró que el propósito principal de la ética en la
existencia del ser humano era una devoción que implicaba un autosacrificio a
favor del deber para con la sociedad. Dado que la “sociedad” no existe como
tal, ya que sólo está constituida por una cantidad de hombres individuales,
esto significó en la práctica que los dirigentes de la sociedad quedaban
exceptuados de la ley moral, sujetos únicamente a los rituales tradicionales,
poseedores de poder total y que exigían una obediencia ciega basada en el
principio implícito de que “el bien es aquello que es bueno para la sociedad
(…), y los edictos de los dirigentes son su voz en la Tierra”[49].
Resuenan los ecos de
Lenin alegando que lo moral es lo que sirve a los proletarios; y los de los
intelectuales marxistas, creyéndose los únicos idóneos para interpretar la
realidad.
Los marxistas otorgan a la sociedad preeminencia sobre los individuos que la componen. Para ellos, la “sociedad” no es solamente una abstracción que señala una cantidad de individuos, sino una entidad supraindividual con una vida propia que supera la suma de sus integrantes, y está facultada para hacerle a estos demandas y exigencias. Por lo tanto, los hombres no son portadores de derechos inalienables independientes del capricho de la tribu, sino sujetos sin derechos o con derechos mínimos expuestos a violaciones seriales que dependen de la voluntad de aquellos poderosos que son el cuerpo de la sociedad. Esta equivocada visión con tintes metafísicos de la sociedad, que en verdad no existe como entidad independiente y superior sino como conceptualización tomando en cuenta una reunión de individuos, es un punto neurálgico en los códigos de aniquilamiento de la libertad humana. Lo que le está vedado a un individuo, como puede ser el ejercicio de un indebido poder tiránico sobre otro individuo, no puede serle permitido a un grupo de individuos simplemente por el hecho de juntar más voluntades y adjudicarse la etiqueta de “sociedad”.
Se puede establecer cierto paralelismo (que no sugiera similitud total) entre otras filosofías y creencias con el marxismo, para entender los cimientos desde los que edifican sus sistemas políticos. Estas obras terminan cayendo en el totalitarismo, por lo que resulta interesante fijarse en los rasgos compartidos:
A) El pensador griego Platón desarrolla el mito de la caverna[50], metáfora referida al conocimiento del ser humano, la cual puede compararse en algunas cosas con el marxismo (reiteramos a riesgo de ser repetitivos: sin sugerir completa identificación entre los pensamientos). Platón describe hombres encadenados que solo pueden mirar hacia la pared de fondo de la caverna. Detrás de ellos hay un pasillo, una hoguera, y la salida de la cueva hacia el exterior. Por el pasillo caminan otros hombres llevando objetos, y la luz del fuego hace que la sombra de estos se proyecten sobre la pared del fondo que miran los encadenados. Para los hombres prisioneros, la verdad son las sombras que ellos ven en la pared, no conocen otra cosa, no han visto los objetos reales. Esto puede relacionarse con la noción marxista de la falsa consciencia de clase, en la cual no percibimos la realidad, sino que el trasfondo ideológico de la clase a la cual pertenecemos se inmiscuye y está presente en nuestras visiones. Hay muchos que lamentablemente son prisioneros del sistema capitalista y están encadenados por sus opresores.
B) Platón plantea la situación de un hombre que fuese liberado de las cadenas, se diera vuelta y mirara hacia la luz, y que luego saliera de la caverna para contemplar el mundo exterior, la realidad. Este sujeto que llega a la iluminación puede corresponderse con el intelectual marxista, el iluminado que no responde a los meros intereses de clase sino que se alza por encima de las vanas ideologías y puede interpretar el mundo como es.
C) El final de la historia platónica proyecta un escenario donde el hombre que vio la luz vuelve a ingresar a la caverna para liberar a los demás prisioneros, pero estos se burlan de él e incluso son capaces de asesinarlo de presentarse la ocasión. Similar al iluminado marxista, que descubre la verdad y organiza un movimiento de liberación para salvar al pueblo de las cadenas, pero entre los interesados en que siga el aprisionamiento hay burgueses que buscan asesinar al profeta del socialismo, el mártir de la verdad.
D) En Platón, el gobernante es el Rey Filósofo, y la República es un Estado verticalista y con dirigismo. En el marxismo, gobierna la cúpula de líderes comunistas, y Estado es un monstruoso planificador centralizado. En Platón, gobiernan los que tienen el alma racional capaz de contemplar las verdaderas ideas. En el marxismo, asumen el poder los proletarios, que ostentan la lógica correcta. Así como en Platón se sitúa arriba al filósofo de alma racional, el marxismo desemboca en una sociedad estamental donde los intelectuales iluminados que piensan con la lógica correcta son la clase superior que debe dirigir a los demás. Básicamente, la lucha de clases, para eliminar las clases, es clasista.
E) Se pueden trazar paralelismos con el islamismo iraní en los asuntos referidos a colectivos superiores y liderazgos políticos. El marxismo clama por la superioridad de clase del proletariado; el islamismo por la superioridad religiosa de los musulmanes que sigan su interpretación del Corán. El líder marxista es una persona con cualidades intelectuales que planifica científicamente a la sociedad; el jefe islamista en Irán, el ayatollah, es el líder espiritual del pueblo al cual conduce por la correcta senda del islam.
F) La comparación más obvia y evidente del marxismo es con el nazismo. El primero cree en la superioridad de una clase (clasismo); el segundo en la superioridad de una raza (racismo). En el polilogismo del primero se impone la lógica proletaria; en el polilogismo del segundo se impone la lógica aria.
Habiendo evaluado todos estos puntos, estamos en condiciones de proceder a sacar las conclusiones políticas sobre el marxismo:
1) El marxismo planea una revolución que no se encamina a una verdadera liberación de los hombres oprimidos, sino al establecimiento de una dictadura comunista asfixiante. El propósito de la revolución marxista es un mundo dictatorial. Nunca mejor encajadas las palabras del escritor George Orwell: “No se establece una dictadura para salvaguardar una revolución; se hace la revolución para establecer una dictadura”[51].
2) El marxismo y el resto de los sistemas que comparamos son totalitarismos, como consecuencia lógica de una premisa básica que comparten: una concepción intrínseca del valor. Recurrimos a la claridad de Ayn Rand para exponer esto:
Los marxistas otorgan a la sociedad preeminencia sobre los individuos que la componen. Para ellos, la “sociedad” no es solamente una abstracción que señala una cantidad de individuos, sino una entidad supraindividual con una vida propia que supera la suma de sus integrantes, y está facultada para hacerle a estos demandas y exigencias. Por lo tanto, los hombres no son portadores de derechos inalienables independientes del capricho de la tribu, sino sujetos sin derechos o con derechos mínimos expuestos a violaciones seriales que dependen de la voluntad de aquellos poderosos que son el cuerpo de la sociedad. Esta equivocada visión con tintes metafísicos de la sociedad, que en verdad no existe como entidad independiente y superior sino como conceptualización tomando en cuenta una reunión de individuos, es un punto neurálgico en los códigos de aniquilamiento de la libertad humana. Lo que le está vedado a un individuo, como puede ser el ejercicio de un indebido poder tiránico sobre otro individuo, no puede serle permitido a un grupo de individuos simplemente por el hecho de juntar más voluntades y adjudicarse la etiqueta de “sociedad”.
Se puede establecer cierto paralelismo (que no sugiera similitud total) entre otras filosofías y creencias con el marxismo, para entender los cimientos desde los que edifican sus sistemas políticos. Estas obras terminan cayendo en el totalitarismo, por lo que resulta interesante fijarse en los rasgos compartidos:
A) El pensador griego Platón desarrolla el mito de la caverna[50], metáfora referida al conocimiento del ser humano, la cual puede compararse en algunas cosas con el marxismo (reiteramos a riesgo de ser repetitivos: sin sugerir completa identificación entre los pensamientos). Platón describe hombres encadenados que solo pueden mirar hacia la pared de fondo de la caverna. Detrás de ellos hay un pasillo, una hoguera, y la salida de la cueva hacia el exterior. Por el pasillo caminan otros hombres llevando objetos, y la luz del fuego hace que la sombra de estos se proyecten sobre la pared del fondo que miran los encadenados. Para los hombres prisioneros, la verdad son las sombras que ellos ven en la pared, no conocen otra cosa, no han visto los objetos reales. Esto puede relacionarse con la noción marxista de la falsa consciencia de clase, en la cual no percibimos la realidad, sino que el trasfondo ideológico de la clase a la cual pertenecemos se inmiscuye y está presente en nuestras visiones. Hay muchos que lamentablemente son prisioneros del sistema capitalista y están encadenados por sus opresores.
B) Platón plantea la situación de un hombre que fuese liberado de las cadenas, se diera vuelta y mirara hacia la luz, y que luego saliera de la caverna para contemplar el mundo exterior, la realidad. Este sujeto que llega a la iluminación puede corresponderse con el intelectual marxista, el iluminado que no responde a los meros intereses de clase sino que se alza por encima de las vanas ideologías y puede interpretar el mundo como es.
C) El final de la historia platónica proyecta un escenario donde el hombre que vio la luz vuelve a ingresar a la caverna para liberar a los demás prisioneros, pero estos se burlan de él e incluso son capaces de asesinarlo de presentarse la ocasión. Similar al iluminado marxista, que descubre la verdad y organiza un movimiento de liberación para salvar al pueblo de las cadenas, pero entre los interesados en que siga el aprisionamiento hay burgueses que buscan asesinar al profeta del socialismo, el mártir de la verdad.
D) En Platón, el gobernante es el Rey Filósofo, y la República es un Estado verticalista y con dirigismo. En el marxismo, gobierna la cúpula de líderes comunistas, y Estado es un monstruoso planificador centralizado. En Platón, gobiernan los que tienen el alma racional capaz de contemplar las verdaderas ideas. En el marxismo, asumen el poder los proletarios, que ostentan la lógica correcta. Así como en Platón se sitúa arriba al filósofo de alma racional, el marxismo desemboca en una sociedad estamental donde los intelectuales iluminados que piensan con la lógica correcta son la clase superior que debe dirigir a los demás. Básicamente, la lucha de clases, para eliminar las clases, es clasista.
E) Se pueden trazar paralelismos con el islamismo iraní en los asuntos referidos a colectivos superiores y liderazgos políticos. El marxismo clama por la superioridad de clase del proletariado; el islamismo por la superioridad religiosa de los musulmanes que sigan su interpretación del Corán. El líder marxista es una persona con cualidades intelectuales que planifica científicamente a la sociedad; el jefe islamista en Irán, el ayatollah, es el líder espiritual del pueblo al cual conduce por la correcta senda del islam.
F) La comparación más obvia y evidente del marxismo es con el nazismo. El primero cree en la superioridad de una clase (clasismo); el segundo en la superioridad de una raza (racismo). En el polilogismo del primero se impone la lógica proletaria; en el polilogismo del segundo se impone la lógica aria.
Habiendo evaluado todos estos puntos, estamos en condiciones de proceder a sacar las conclusiones políticas sobre el marxismo:
1) El marxismo planea una revolución que no se encamina a una verdadera liberación de los hombres oprimidos, sino al establecimiento de una dictadura comunista asfixiante. El propósito de la revolución marxista es un mundo dictatorial. Nunca mejor encajadas las palabras del escritor George Orwell: “No se establece una dictadura para salvaguardar una revolución; se hace la revolución para establecer una dictadura”[51].
2) El marxismo y el resto de los sistemas que comparamos son totalitarismos, como consecuencia lógica de una premisa básica que comparten: una concepción intrínseca del valor. Recurrimos a la claridad de Ayn Rand para exponer esto:
“La teoría intrínseca
sostiene que el bienestar es inherente a ciertas cosas o acciones como tales,
sin tener en cuenta su contexto y sus consecuencias, sin tomar en consideración
cualquier beneficio o lesión que puedan causar a los actores y sujetos
involucrados. Es una teoría que divorcia el concepto del “bienestar” de los
beneficiarios y el concepto de “valor” del evaluador y del propósito, afirmando
que el bienestar es bueno en sí, por sí y a partir de sí mismo.
(…) La teoría intrínseca considera que el bienestar radica en alguna suerte de realidad independiente de la consciencia del hombre (…).
Si un hombre cree que el bienestar es intrínseco a ciertas acciones, no vacilará e forzar a otros a realizarlas. Si él cree que el beneficio humano o el agravio que es causado por tales acciones no es significativo, estimará que un mar de sangre carece de significación. Si él cree que los beneficiarios de tales acciones son irrelevantes (o intercambiables), considerará una matanza “masiva” como su deber moral al servicio de un bienestar “superior”. Es la teoría intrínseca de los valores la que produce a un Robespierre, un Lenin, un Stalin, o un Hitler (…)”[52].
(…) La teoría intrínseca considera que el bienestar radica en alguna suerte de realidad independiente de la consciencia del hombre (…).
Si un hombre cree que el bienestar es intrínseco a ciertas acciones, no vacilará e forzar a otros a realizarlas. Si él cree que el beneficio humano o el agravio que es causado por tales acciones no es significativo, estimará que un mar de sangre carece de significación. Si él cree que los beneficiarios de tales acciones son irrelevantes (o intercambiables), considerará una matanza “masiva” como su deber moral al servicio de un bienestar “superior”. Es la teoría intrínseca de los valores la que produce a un Robespierre, un Lenin, un Stalin, o un Hitler (…)”[52].
En ocasiones, la asunción de una teoría
intrínseca del valor es implícita, y no es reconocida ni siquiera por quien la
esgrime. Verbigracia, Lenin escribe:
“…Para nosotros, no
existe una moral proveniente de fuera de la sociedad humana; es un engaño.
(…) No creemos en la moral eterna y denunciamos todo tipo de fábulas engañosas acerca de la moral”[53].
(…) No creemos en la moral eterna y denunciamos todo tipo de fábulas engañosas acerca de la moral”[53].
3) Así como examinamos similitudes del
comunismo con sistemas colectivistas afines, ahora lo contraponemos con el
sistema individualista opuesto. El comunismo como sistema político totalitario
es la contracara del liberalismo, el sistema de la libertad basado en el
reconocimiento de los derechos individuales de las personas. El marxismo es una
teoría que se apoya en el rechazo y negación de la realidad, y el sistema
derivado de sus premisas pisotea los derechos individuales empujando a los
hombres al pozo oscuro y profundo de la esclavitud. La propuesta del
liberalismo es lo contrario: una teoría que respeta y acepta la realidad, y de
cuyas premisas surge un marco institucional de respeto irrestricto por los
derechos de las personas.
4) Los comunistas se dejan seducir por las utopías. Como muestra de esto, el escritor Eduardo Galeano, amante del régimen comunista de Cuba y del socialismo de Hugo Chávez en Venezuela, acoge unas reflexiones del cineasta Fernando Birri, y dice que la utopía está en el horizonte, que si camina diez pasos ella se aleja diez pasos, y que la utopía sirve para eso: para caminar[54]. El liberalismo, en cambio, es realista. Escribe el pensador de la Escuela Austríaca de Economía, Murray N. Rothbard:
4) Los comunistas se dejan seducir por las utopías. Como muestra de esto, el escritor Eduardo Galeano, amante del régimen comunista de Cuba y del socialismo de Hugo Chávez en Venezuela, acoge unas reflexiones del cineasta Fernando Birri, y dice que la utopía está en el horizonte, que si camina diez pasos ella se aleja diez pasos, y que la utopía sirve para eso: para caminar[54]. El liberalismo, en cambio, es realista. Escribe el pensador de la Escuela Austríaca de Economía, Murray N. Rothbard:
“El verdadero utópico
es el que defiende un sistema contrario a la ley natural de los seres huma-nos
y del mundo real. Un sistema utópico es aquel que no podría funcionar aun si
fuera posible persuadir a todos de que lo lleven a la práctica. No podría
funcionar, es decir, no podría mantener-se en funcionamiento. El objetivo
utópico de la izquierda, el comunismo –la abolición de la especialización y la
adopción de la uniformidad– no podría funcionar incluso si todos estuvieran
dispuestos a adoptarlo en forma inmediata. Y no podría hacerlo porque viola la
naturaleza misma del hombre y del mundo, en especial la unicidad e
individualidad de cada persona, de sus habilidades e intereses, y porque
significaría una drástica caída en la producción de riqueza tan grande como
para sentenciar a la mayor parte del género humano a una rápida inanición y
extinción.
(…) la doctrina libertaria no es utópica sino eminentemente realista, porque es la única teoría realmente consistente con la naturaleza del hombre y del mundo. El libertario no niega la variedad y diversidad del hombre, la glorifica y busca dar a esa diversidad su expresión total en un mundo de absoluta libertad. Y al hacerlo, también genera un enorme aumento en la productividad y en la calidad de vida de todos, un resultado eminente-mente “práctico” que por lo general los verdaderos utópicos desdeñan como si fuera un perverso “materialismo””[55].
(…) la doctrina libertaria no es utópica sino eminentemente realista, porque es la única teoría realmente consistente con la naturaleza del hombre y del mundo. El libertario no niega la variedad y diversidad del hombre, la glorifica y busca dar a esa diversidad su expresión total en un mundo de absoluta libertad. Y al hacerlo, también genera un enorme aumento en la productividad y en la calidad de vida de todos, un resultado eminente-mente “práctico” que por lo general los verdaderos utópicos desdeñan como si fuera un perverso “materialismo””[55].
5) El marxismo no es un conjunto de nobles
ideales que lamentablemente no funcionaron en la práctica; es una doctrina de
totalitarismo. Los marxistas practicantes, por ende, no son heroicos luchadores
por el bien de la humanidad; son una horda de fanáticos sanguinarios y
retrógrados cuyo sueño troglodita presagia el mal para la humanidad. Una
persona realista y de bien no puede tener buenas consideraciones hacia el
marxismo. Y si esta persona tiene un amigo marxista practicante, es
recomendable que sea precavido y asuma la posición aristotélica: “Amicus Plato
sed magis amica veritas”[56].
5) No hace falta ver al sistema político marxista aplicado en la práctica para afirmar que debe rechazarse terminantemente, aunque tan desagradable experimentación sea un motivo más de repudio. Ya desde las bases teóricas el marxismo debe generar reprobación: en lo moral por su injusticia, y en el desapasionado análisis científico por la incoherencia, debilidad, flaquezas y errores de sus postulados.
5) No hace falta ver al sistema político marxista aplicado en la práctica para afirmar que debe rechazarse terminantemente, aunque tan desagradable experimentación sea un motivo más de repudio. Ya desde las bases teóricas el marxismo debe generar reprobación: en lo moral por su injusticia, y en el desapasionado análisis científico por la incoherencia, debilidad, flaquezas y errores de sus postulados.
3) Influencia del
marxismo en las disciplinas del derecho y la psicología
Tras analizar al marxismo desde la filosofía, veremos la proyección de sus ideas en las disciplinas del derecho y la psicología, y procederemos a efectuar las reflexiones correspondientes.
Tras analizar al marxismo desde la filosofía, veremos la proyección de sus ideas en las disciplinas del derecho y la psicología, y procederemos a efectuar las reflexiones correspondientes.
Derecho
En lo que hace al derecho, trataremos la influencia marxista en dos puntos: 1) la elaboración de un derecho objetivo; 2) la teoría del conflicto.
1) Muchos marxistas acusan al derecho de ser una expresión de ideología de la clase dominante. Es decir que el derecho, según esta óptica, es en sí mismo un instrumento de dominación. Nadie puede negar que a lo largo de la historia el derecho efectivamente ha sido usado para dominar y someter; los reyes, los emperadores, los dictadores, elaboraron sistemas jurídicos a conveniencia para proteger sus intereses, someter mediante el poder a las poblaciones, y perjudicar a quienes constituían una amenaza a sus posiciones. Pero que el derecho haya sido utilizado de tal manera, no quiere decir que esencialmente sea eso. Una cosa es lo que el derecho ha sido en manos de tiranos, y otra cosa es lo que el derecho puede y debe ser si se lo emplea correctamente por los debidos actores. La falacia marxista consiste en identificar la falsificación y mal uso del derecho, con lo que el derecho válido realmente es y con su uso apropiado. Es posible la elaboración de un derecho que cuente con normas objetivas y tenga una aplicación moralmente válida. Lo primero se logra mediante la elaboración de leyes abstractas generales que tengan como pilar fundamental el reconocimiento de la naturaleza humana, es decir, las características y facultades del sujeto sobre el que van a recaer. Estas normas definen y protegen los derechos individuales de las personas dentro de un contexto social. No crean derechos sociales falsos, sino que reconocen y resguardan los auténticos derechos individuales. Un derecho así no es una falsa construcción ideológica clasista, sino un sistema acorde a su objeto afianzado en la realidad. Lo segundo, la aplicación válida, se puede lograr en un contexto de voluntarismo. Por ejemplo, una asociación voluntaria de individuos (aún diferentes entre sí en cuanto a riquezas: algunos con más, otros con menos), que forman una comunidad libre y deciden, con el voto de todos, establecer un sistema de derecho privado que rija sus relaciones sociales. Aquí no hay falsa ideología de clase, puesto que personas de “clases diferentes” pueden participar en la elaboración y aprobación de la normativa; no hay empleo del derecho como instrumento de dominación, ya que hay una asunción voluntaria de sus prescripciones por parte de los sujetos; y hay una aplicación moralmente válida ya que ha nadie se le impone por la fuerza el ordenamiento jurídico en contra de su voluntad, puesto que solo los integrantes voluntarios de tal comunidad están bajo su jurisdicción. Esto es un caso donde el derecho no es dominación, no se apoya en una injusta relación de poder; sino que es un instrumento regulador adoptado voluntariamente por personas libres. No es un derecho público opresor, es un derecho privado voluntario.
2) El abogado Norberto Barmat describe la perspectiva marxista en la teoría del conflicto:
En lo que hace al derecho, trataremos la influencia marxista en dos puntos: 1) la elaboración de un derecho objetivo; 2) la teoría del conflicto.
1) Muchos marxistas acusan al derecho de ser una expresión de ideología de la clase dominante. Es decir que el derecho, según esta óptica, es en sí mismo un instrumento de dominación. Nadie puede negar que a lo largo de la historia el derecho efectivamente ha sido usado para dominar y someter; los reyes, los emperadores, los dictadores, elaboraron sistemas jurídicos a conveniencia para proteger sus intereses, someter mediante el poder a las poblaciones, y perjudicar a quienes constituían una amenaza a sus posiciones. Pero que el derecho haya sido utilizado de tal manera, no quiere decir que esencialmente sea eso. Una cosa es lo que el derecho ha sido en manos de tiranos, y otra cosa es lo que el derecho puede y debe ser si se lo emplea correctamente por los debidos actores. La falacia marxista consiste en identificar la falsificación y mal uso del derecho, con lo que el derecho válido realmente es y con su uso apropiado. Es posible la elaboración de un derecho que cuente con normas objetivas y tenga una aplicación moralmente válida. Lo primero se logra mediante la elaboración de leyes abstractas generales que tengan como pilar fundamental el reconocimiento de la naturaleza humana, es decir, las características y facultades del sujeto sobre el que van a recaer. Estas normas definen y protegen los derechos individuales de las personas dentro de un contexto social. No crean derechos sociales falsos, sino que reconocen y resguardan los auténticos derechos individuales. Un derecho así no es una falsa construcción ideológica clasista, sino un sistema acorde a su objeto afianzado en la realidad. Lo segundo, la aplicación válida, se puede lograr en un contexto de voluntarismo. Por ejemplo, una asociación voluntaria de individuos (aún diferentes entre sí en cuanto a riquezas: algunos con más, otros con menos), que forman una comunidad libre y deciden, con el voto de todos, establecer un sistema de derecho privado que rija sus relaciones sociales. Aquí no hay falsa ideología de clase, puesto que personas de “clases diferentes” pueden participar en la elaboración y aprobación de la normativa; no hay empleo del derecho como instrumento de dominación, ya que hay una asunción voluntaria de sus prescripciones por parte de los sujetos; y hay una aplicación moralmente válida ya que ha nadie se le impone por la fuerza el ordenamiento jurídico en contra de su voluntad, puesto que solo los integrantes voluntarios de tal comunidad están bajo su jurisdicción. Esto es un caso donde el derecho no es dominación, no se apoya en una injusta relación de poder; sino que es un instrumento regulador adoptado voluntariamente por personas libres. No es un derecho público opresor, es un derecho privado voluntario.
2) El abogado Norberto Barmat describe la perspectiva marxista en la teoría del conflicto:
“Marx considera el
conflicto como motor de la evolución histórica. Los cambios (…) han sido
originados en las relaciones intrínsecamente conflictivas, de (…) los distintos
ordenes sociales.
(…) rivalizan por el control de recursos limitados (…).
Los conflictos son normales y pueden ser benéficos al producir reequilibrios de poder (…).
Las relaciones entre una clase dominante y una clase explotada, constituyen la naturaleza del conflicto (…)”[57].
(…) rivalizan por el control de recursos limitados (…).
Los conflictos son normales y pueden ser benéficos al producir reequilibrios de poder (…).
Las relaciones entre una clase dominante y una clase explotada, constituyen la naturaleza del conflicto (…)”[57].
En esta visión se puede apreciar la influencia
del polilogismo. Diferentes lógicas inherentes a las clases sociales, distintos
modos de razonar y ver la realidad, llevan al conflicto intrínseco en la
sociedad de clases. Como ya vimos, el marxismo toma partido por la lógica
obrera, pero esta no debería tener preferencia obligada a menos que se
considere que hay una superioridad metafísica de la mentalidad obrera. Conviene
reiterar aquí la importancia de la visión de una sola lógica, que es la que
permite ver que el conflicto no es inherente a las relaciones entre humanos,
sino que aparece cuando alguien está actuando de manera irracional.
Como estipula Rand, no existen conflictos de intereses entre hombres racionales, quienes tienen en cuenta cuatro consideraciones respecto de sus intereses: la realidad (eligen deseos a través de razonar, y los validan dentro del contexto de su conocimiento, teniendo en cuenta la ley de identidad), el contexto (no sustentan convicciones ni persiguen deseos fuera de contexto; desecharlo es evasión), la responsabilidad (sobre los propios intereses y la propia vida), y el esfuerzo (alcanzar las metas mediante el propio esfuerzo; saber que los beneficios se producen, y que la ganancia de un hombre no significa pérdida para otro)[58]. Los hombres racionales no reclaman lo que no es debido, no pretenden lo que no les corresponde, y se mueven en términos realistas, honestos, y cooperativos. Puede haber desacuerdos entre hombres honestos, y generarse una disputa a resolver, pero esto no implica inherencia conflictiva en la humanidad. Se deben revisar las premisas, confiar en la realidad como árbitro, y resolver las disputas de acuerdo a ella.
La cooperación entre hombres es un motor de cambio productivo (por ejemplo, la generación de riqueza entre socios comerciales), más poderoso que el conflicto que lleva a cambios destructivos (por ejemplo, guerras). El orden jurídico que pretenda ser un instrumento idóneo para la resolución de conflictos, debe tomar en consideración los derechos y reclamos racionales de las personas, y no los caprichos injustificables. Si un grupo de violentos caprichosos deciden arengar a gente pobre para desatar un supuesto conflicto latente que mantienen con gente de mayor poder adquisitivo, bajo la excusa de que eso producirá un “reequilibro deseable de poder”, el derecho no puede amparar como legítimas a sus pretensiones arbitrarias. Una teoría del conflicto marxista justificaría el inicio de violencia para reacomodar a su gusto el orden social consagrando caprichos; una teoría del conflicto seria no fabularía sobre la naturaleza humana y trataría derechos e intereses legítimos sin dar cabida a deseos descontextualizados.
Para concluir con esta sección de derecho, hacemos notar nuevamente la nefasta influencia del polilogismo y sus lógicas de clase en esta disciplina. Con la igualación del derecho a una injusta y desequilibrada relación de poder basada en falsa ideología, el marxismo anhela la destrucción hasta de las relaciones voluntarias jurídicamente protegidas en un marco de derecho privado. Si bien el derecho utilizado en base a una ideología de dominación lamentablemente puede aparecer en la práctica (¿Qué es el marxismo sino una expresión de esto mismo, con sus dictaduras legales?), esto no debe llevar a conceptualizar al derecho esencialmente en esos términos. El derecho debe responder a principios morales objetivos. El derecho como ideología de clase se afianza en la idea de distintas lógicas; el derecho objetivo no reconoce otra que no sea la única lógica. El ordenamiento jurídico debe ser construido sobre la base del reconocimiento a esa única lógica. Así podrá ser objetivo, respetuoso de la naturaleza del hombre, y no arbitrario. Se deben dejar de lado a los marxistas que no reconocen la diferencia entre las ideologías arbitrarias y la estricta lógica con sus derivadas elaboraciones objetivas. La mala epistemología que no conceptualiza a los hombres como individuos con facultad racional, sino que permite injerencias indebidas como las “clase sociales” a la hora de elaborar el concepto, colectiviza a los hombres, los separa en grupos sin criterio adecuado, y posibilita la visión en la practica de conflictos entre clases. Pero siendo la razón una facultad natural del hombre, el conflicto no es inherente a su naturaleza, y la aparición de uno puede resolverse objetivamente precisamente por la razón con la que está dotado. Si el conflicto fuese natural (y decir esto lleva como corolario afirmar la impotencia de la razón como medio dirimente en las disputas), ni siquiera se podría establecer en primer lugar un árbitro, porque este sujeto estaría imbuido en su humanidad del mismo conflicto que los justiciables, y no podría tener imparcialidad en relación a una realidad objetiva cognoscible.
Como estipula Rand, no existen conflictos de intereses entre hombres racionales, quienes tienen en cuenta cuatro consideraciones respecto de sus intereses: la realidad (eligen deseos a través de razonar, y los validan dentro del contexto de su conocimiento, teniendo en cuenta la ley de identidad), el contexto (no sustentan convicciones ni persiguen deseos fuera de contexto; desecharlo es evasión), la responsabilidad (sobre los propios intereses y la propia vida), y el esfuerzo (alcanzar las metas mediante el propio esfuerzo; saber que los beneficios se producen, y que la ganancia de un hombre no significa pérdida para otro)[58]. Los hombres racionales no reclaman lo que no es debido, no pretenden lo que no les corresponde, y se mueven en términos realistas, honestos, y cooperativos. Puede haber desacuerdos entre hombres honestos, y generarse una disputa a resolver, pero esto no implica inherencia conflictiva en la humanidad. Se deben revisar las premisas, confiar en la realidad como árbitro, y resolver las disputas de acuerdo a ella.
La cooperación entre hombres es un motor de cambio productivo (por ejemplo, la generación de riqueza entre socios comerciales), más poderoso que el conflicto que lleva a cambios destructivos (por ejemplo, guerras). El orden jurídico que pretenda ser un instrumento idóneo para la resolución de conflictos, debe tomar en consideración los derechos y reclamos racionales de las personas, y no los caprichos injustificables. Si un grupo de violentos caprichosos deciden arengar a gente pobre para desatar un supuesto conflicto latente que mantienen con gente de mayor poder adquisitivo, bajo la excusa de que eso producirá un “reequilibro deseable de poder”, el derecho no puede amparar como legítimas a sus pretensiones arbitrarias. Una teoría del conflicto marxista justificaría el inicio de violencia para reacomodar a su gusto el orden social consagrando caprichos; una teoría del conflicto seria no fabularía sobre la naturaleza humana y trataría derechos e intereses legítimos sin dar cabida a deseos descontextualizados.
Para concluir con esta sección de derecho, hacemos notar nuevamente la nefasta influencia del polilogismo y sus lógicas de clase en esta disciplina. Con la igualación del derecho a una injusta y desequilibrada relación de poder basada en falsa ideología, el marxismo anhela la destrucción hasta de las relaciones voluntarias jurídicamente protegidas en un marco de derecho privado. Si bien el derecho utilizado en base a una ideología de dominación lamentablemente puede aparecer en la práctica (¿Qué es el marxismo sino una expresión de esto mismo, con sus dictaduras legales?), esto no debe llevar a conceptualizar al derecho esencialmente en esos términos. El derecho debe responder a principios morales objetivos. El derecho como ideología de clase se afianza en la idea de distintas lógicas; el derecho objetivo no reconoce otra que no sea la única lógica. El ordenamiento jurídico debe ser construido sobre la base del reconocimiento a esa única lógica. Así podrá ser objetivo, respetuoso de la naturaleza del hombre, y no arbitrario. Se deben dejar de lado a los marxistas que no reconocen la diferencia entre las ideologías arbitrarias y la estricta lógica con sus derivadas elaboraciones objetivas. La mala epistemología que no conceptualiza a los hombres como individuos con facultad racional, sino que permite injerencias indebidas como las “clase sociales” a la hora de elaborar el concepto, colectiviza a los hombres, los separa en grupos sin criterio adecuado, y posibilita la visión en la practica de conflictos entre clases. Pero siendo la razón una facultad natural del hombre, el conflicto no es inherente a su naturaleza, y la aparición de uno puede resolverse objetivamente precisamente por la razón con la que está dotado. Si el conflicto fuese natural (y decir esto lleva como corolario afirmar la impotencia de la razón como medio dirimente en las disputas), ni siquiera se podría establecer en primer lugar un árbitro, porque este sujeto estaría imbuido en su humanidad del mismo conflicto que los justiciables, y no podría tener imparcialidad en relación a una realidad objetiva cognoscible.
Psicología
En este apartado analizaremos la influencia marxista en la psicología del hombre, y como este sistema choca contra postulados científicos de esta disciplina.
Según el profesor C. Bradley Thompson:
En este apartado analizaremos la influencia marxista en la psicología del hombre, y como este sistema choca contra postulados científicos de esta disciplina.
Según el profesor C. Bradley Thompson:
“Marx era también un
maestro psicólogo: el entendió que en toda sociedad hay una clase de personas
que, como él, están motivados en su vida del día a día por la envidia, el
resentimiento y el odio. Esta gente siempre culpa a otros por su condición y
situación difícil. El marxismo le habla directamente a esta gente. Viene a
ellos como un góspel de ira, resentimiento y victimización. Les dice a estos
hombres por qué sufren y les dice por quién sufren. El marxismo provee un tipo
de esperanza redentora a aquellos que están frustrados, impotentes, enojados, e
infelices”[59].
El marxismo busca explotar desde lo más bajo
hasta lo más perjudicial de la psicología humana, iniciando procesos
destructivos en las mentes de sus víctimas. Pretende que la gente desee lo que
no tiene y no le corresponde, que deteste a sus pares y no los reconozca como
tales sino como enemigos que lo someten en una relación de dependencia, y que
busque la explicación a los fracasos y frustraciones personales en el accionar
de agentes externos malvados por definición que se dedican a esclavizar.
El marxismo va por más: con el dirigismo autoritario y la moralidad esclavizadora inherente a su teoría, perjudica los procesos de toma de decisiones de las personas, y esto termina repercutiendo negativamente en sus mentes. El doctor Nathaniel Branden nos explica:
El marxismo va por más: con el dirigismo autoritario y la moralidad esclavizadora inherente a su teoría, perjudica los procesos de toma de decisiones de las personas, y esto termina repercutiendo negativamente en sus mentes. El doctor Nathaniel Branden nos explica:
“Somos la única
especie capaz de formular una visión de qué valores merecen perseguirse y luego
elegir el contrario. Podemos decidir que un curso de acción es racional, moral
e inteligente y, tras ello, suspender la conciencia y realizar otra acción”[60].
Las decisiones que las personas adoptan
respecto a los valores que desean repercuten en su vida y su autoestima. El
dirigismo autoritario marxista es malo para este proceso porque interfiere en
lo que deberían ser decisiones privadas de los individuos y se toma la
atribución de decidir por ellos e imponer coactivamente la decisión a través
del aparato burocrático estatal. El Estado marxista elige qué valores
económicos van a perseguirse, en vez de permitir el desarrollo del individuo en
el libre mercado; y monopoliza el ambiente de la cultura y la educación,
eligiendo los contenidos que entran en las cabezas de los súbditos y
prohibiendo los que no le agradan. El Estado marxista quiere que los individuos
suspendan su conciencia en lo referente a gustos personales y planes de acción
para alcanzar valores propios, y escojan realizar otras acciones planeadas por
el Estado para alcanzar los valores y satisfacer los gustos de este monstruo
político. La moralidad esclavizadora del altruismo va enfocada en el mismo sentido:
no seguir el interés propio, sino actuar para satisfacer otros intereses; no
ser beneficiarios de las propias acciones, sino que el beneficiario sea otro;
abandonar valores superiores y actuar para obtener valores inferiores.
Básicamente, la moral del sacrificio que perjudica la propia personalidad para
entregarse como esclavo al resto. Con esto, el marxismo ataca para asesinar a
lo que la psicología considera fundamental en la vida del hombre: la
autoestima.
4) Conclusión
El marxismo es una teoría falsa que niega la realidad y promueve el sometimiento y destrucción de los hombres. Las sociedades basadas en su sistema reducen a la gente a la miseria, la esclavitud y la muerte masiva. Las características del marxismo son la violencia contra lo no concordante, la dictadura sobre las víctimas esclavizadas, y redistribución injusta de lo ajeno como si se tuviera derecho sobre ellos. El sistema que se enfrenta a esta receta comunista para el desastre es el que tenemos que defender: el capitalismo-liberalismo que promueve la paz proscribiendo la fuerza en las relaciones entre personas, el mercado como marco de intercambio voluntario para mutuo beneficio, y la producción bajo la protección de la propiedad privada. Hay que combatir y dejar atrás las nefastas influencias del marxismo, y trabajar en pos de la sociedad fundada en el valor de la libertad.
El marxismo es una teoría falsa que niega la realidad y promueve el sometimiento y destrucción de los hombres. Las sociedades basadas en su sistema reducen a la gente a la miseria, la esclavitud y la muerte masiva. Las características del marxismo son la violencia contra lo no concordante, la dictadura sobre las víctimas esclavizadas, y redistribución injusta de lo ajeno como si se tuviera derecho sobre ellos. El sistema que se enfrenta a esta receta comunista para el desastre es el que tenemos que defender: el capitalismo-liberalismo que promueve la paz proscribiendo la fuerza en las relaciones entre personas, el mercado como marco de intercambio voluntario para mutuo beneficio, y la producción bajo la protección de la propiedad privada. Hay que combatir y dejar atrás las nefastas influencias del marxismo, y trabajar en pos de la sociedad fundada en el valor de la libertad.
[1] Entenderemos en este
punto al término “ideología” en el sentido que le da el economista Alberto
Benegas Lynch (h), como algo “terminado, cerrado e inexpugnable”, y agrego yo,
con carácter dogmático incuestionable. Ver: Benegas Lynch (h), Alberto; En ebullición, Fundación Libertad, p.
19.
[2] Cuando hablemos de
“marxismo”, no solo nos referiremos al pensamiento y obra de Karl Marx, sino
también a los trabajos realizados por autores y escuelas seguidores de su
ideología.
[3] Rand, Ayn; Filosofía: ¿Quién la necesita?,
Editorial Grito Sagrado
[4] No hablaremos sobre
la quinta rama de la filosofía, la estética (estudio del arte), porque su
tratamiento excedería el marco del presente ensayo.
[5] El orden que
seguiremos respecto al tratamiento del tema está planeado a los fines de una
adecuada exposición; no sugiere que sea un orden a seguir determinado por Rand,
ni un orden de prioridades al cual suscriba el marxismo.
[7]
Von Mises, Ludwig; Human Action: A
Treatise on Economics, Fox & Wilkes
[8]
Von Mises, Ludwig; Omnipotent Government,
Yale University. El
fragmento citado puede leerse en español en el recorte “Lo que los nazis
tomaron de Marx”, traducido del inglés por Mariano Bas Uribe: http://www.miseshispano.org/2012/04/lo-que-los-nazis-tomaron-de-marx/
[9] Marx, Karl; Engels,
Friedrich; El Manifiesto Comunista.
Puede leerse en español en el siguiente sitio: http://www.marxists.org/espanol/m-e/1840s/48-manif.htm
[10]Marx, Karl; Engels,
Friedrich; El Manifiesto Comunista
[11]Marx, Karl; Engels,
Friedrich; El Manifiesto Comunista
[15]Jorge Luis Borges,
Revista Siete Días (Argentina), 23 de abril de 1973, Año VI, no. 310,
pp. 55-59, citado en Fernando Mateo, El otro Borges (Buenos Aires:
Editorial Equis, 1997). Esta y otras citas de Borges pueden verse en: http://www.elcato.org/citas?tid=2301
[16]Nazi Politics –
Leonard Peikoff, TheObjectivist, Feb. 1971. La cita puede leerse en inglés
en: http://aynrandlexicon.com/lexicon/polylogism.html
[17] No es nuestra
intención establecer una generalización formal entre todos los socialismos y el
marxismo, que borre por completo los matices que los distinguen. Pero esto
tampoco lleva a concluir que los consideremos como irreconciliables; por el
contrario, pensamos que son todos colectivismos con el mismo principio básico,
y que las diferencias se limitan a cuestiones de forma, pero no de fondo. Para
asentar esta posición y despejar posibles dudas, valga también otra memorable
apreciación de Ayn Rand: “No hay diferencia entre comunismo y socialismo,
excepto en la manera de conseguir el mismo objetivo final. El comunismo
propone esclavizar al hombre mediante la fuerza; el socialismo, mediante el
voto. Es la misma diferencia que hay entre asesinato y suicidio”. La cita se
encuentra en: http://objetivismo.org/socialismo/
[18]Hayek, Friedrich A.; Los Intelectuales y el Socialismo, p. 1.
Puede leerse en: www.studentsforliberty.org
[19] Rand; Ayn; La virtud del egoísmo, Editorial Grito
Sagrado, p. 126
[21]Conill, Jesús; El crepúsculo de la metafísica,
Anthropos, p. 92
[22]Por motivos obvios de
espacio y formato, presentamos aquí solamente un breve resumen del ideario
marxista sobre el tema. Fue el marxista Georgi Plejanov, también conocido como
Volguin, quien establece y desdobla la clasificación entre materialismo
histórico y materialismo dialéctico, por lo que para profundizar acerca de esta
materia y aprehender con precisión los conceptos técnicos que no podemos
desarrollar en su totalidad por las razones ya aludidas, se puede consultar su
obra. Un abarcador artículo de Wikipedia trata esto en el siguiente link: http://es.wikipedia.org/wiki/Materialismo_dial%C3%A9ctico
[23] Marx, Karl; Prólogo a la Contribución a la Crítica de la
Economía Política. Puede leerse en español en el siguiente link: http://www.marxists.org/espanol/m-e/1850s/criteconpol.htm
[24]Esta y otras citas de
Lenin se compilan en el siguiente artículo de Wikipedia: http://es.wikiquote.org/wiki/Lenin
[25] Citado en Socialismo: El fracaso que triunfa, de
Ricardo E. Calvo. El artículo puede leerse en el siguiente sitio:http://independent.typepad.com/elindependent/2011/07/socialismo-el-fracaso-que-triunfa-1.html
[26]Lo
que mueve a los comunistas
– Ezequiel Eiben. Puede leerse aquí: http://ezequieleiben.blogspot.com.ar/2012/12/lo-que-mueve-los-comunistas.html
[27]No avanzaremos más en
este aspecto puesto que tales reflexiones pertenecen al ámbito de la ética y la
política, y no al de la metafísica. Solo se hicieron las menciones pertinentes
para ilustrar el punto. Quizás basten para redondear lo que se quiere probar,
las palabras del guerrillero y terrorista marxista Ernesto “Che” Guevara en sus
notas de viaje: “Me doy cuenta entonces de que ha madurado en mí algo que hacía
tiempo crecía dentro del bullicio ciudadano: y es el odio a la civilización
(…)”. Ver: Guevara Lynch, Ernesto; Mi
hijo el Che. La cita puede leerse en el siguiente link: http://www.centroche.co.cu/cche/?q=node/309
[28] Para describir este
ejercicio o amenaza de la violencia del marxismo a su oposición, vale recordar
la frase de Lenin: “Los capitalistas nos venderán la soga con la cual los
ahorcaremos”.
[29]Ponemos un fragmento
del Corán útil para visualizar el concepto de “elección” divina a los
musulmanes: “Sois la mejor comunidad humana que jamás se haya suscitado:
ordenáis lo que está bien, prohibís lo que está mal y creéis en Alá. Si la
gente de la Escritura creyera, les iría mejor. Hay entre ellos creyentes, pero
la mayoría son perversos” (Sura 3:110). Ahora bien, no toda interpretación
coránica lleva a elevar metafísicamente a los musulmanes por encima de los demás;
pero sí son un camino a tal resultado aquellas que se afianzan en enseñanzas
islámicas como las que aseguran que los judíos y cristianos son como cerdos y
monos. Puede leerse el Corán en el siguiente espacio: http://www.coran.org.ar/
[30] Why Marxism? – C.
Bradley Thompson. Puede
escucharse la conferencia en FEE (Foundation for Economic Education) en el
siguiente link http://www.youtube.com/watch?v=nt58gg1DQGk o bien leerse el
trabajo publicado en The Objective Standard en formato escrito en el sitio www.theobjectivestandard.com
[31]Marx, Karl; Engels,
Friedrich; El Manifiesto Comunista.
[32] Marx, Karl; Engels,
Friedrich; El Manifiesto Comunista.
[33] ¿Terrorismo individual… o lucha armada de clases? - Partido Socialista
Revolucionario de Puerto Rico. Comunicado publicado en la revista Ira Popular,
órgano teórico del partido, en 1977. Puede leerse aquí: http://www.cedema.org/ver.php?id=3477
[34] Esta
introducción de Will Reissner a trabajos de Trotsky puede verse en este link: http://www.marxists.org/espanol/trotsky/terrorismo.htm#0
[35] La posición marxista acerca del terrorismo individual – León
Trotsky. El artículo se encuentra en: http://www.marxists.org/espanol/trotsky/terrorismo.htm#1
[36] Artículo de
Marx publicado en Neue Rheinische Zeitung, citado en: Dognin, Paul-Dominique; Introducción a Karl Marx, Universidad
Católica Andrés Bello, p. 240.
[37] Mírese el caso de
Cuba a través de uno de sus íconos: Ernesto Guevara, quien antes de convertirse
en guerrillero y terrorista marxista, ya había dicho “¿Revolución sin disparar
un tiro? Estás loco”; luego estuvo a cargo de campos de concentración y fusiló
a quienes veía como obstáculos a su revolución. La cita de Guevara se encuentra
en La máquina de matar: El Che Guevara,
de agitador comunista a marca capitalista, de Álvaro Vargas Llosa. Puede
leerse aquí: http://www.elindependent.org/articulos/article.asp?id=1535
[38] Marx, Karl; Engels,
Friedrich; El Manifiesto Comunista.
[39] Citado en Dognin,
Paul-Dominique; Introducción a Karl Marx,
Universidad Católica Andrés Bello, p. 238.
[40] Marx, Karl; La cuestión judía. Puede leerse en este
link: http://www.marxists.org/archive/marx/works/1844/jewish-question/
[41] Se pueden efectuar
agrupaciones de unidades que comparten características comunes que las
diferencien de otras cosas, a los fines de efectuar un análisis y
conceptualizar. Por ejemplo, podemos reunir a los que atacan a civiles con
fines políticos bajo la conceptualización de terroristas, y distinguirlos de
guerrilleros que atacan a militares sin violentar civiles. En este ejercicio,
tomamos como pauta principal las acciones de las personas y sus móviles. No hay
consideración irrelevante de nacionalidad o procedencia étnica. La falacia
marxista consiste en agrupar seres individuales de acuerdo a su nacionalidad o
religión judía, tomando estos parámetros como los relevantes, para describir y
acusar a todos los judíos como “usureros”, sin reparar en cuál es la efectiva
conducta de cada uno de ellos. En definitiva, una rotulación falaz basada en
una deficiente conceptualización que no toma en cuenta características
relevantes a la hora de agrupar sino que se concentra en lo no
trascendente.
[42] Violencia y
terrorismo para hacer y mantener una revolución son palpables en otros
episodios y experimentos donde las premisas colectivistas se abren paso. Por
ejemplo: el “terror jacobino” en la Revolución Francesa; la revolución que
reivindica el terrorismo de Estado bajo el liderazgo de Fidel Castro en Cuba;
los llamamientos a defender la Revolución Islámica en Irán, protagonizada por
el ayatollah Ruhollah Khomeini, que montó un voluminoso aparato terrorista para
liquidar opositores e indeseables.
[43] Escribió Lenin:
“Realmente, perder de vista la lucha de clases evidencia la más burda incomprensión
del marxismo”. Puede leerse en la compilación de Wikipedia: http://es.wikiquote.org/wiki/Lenin
[45] Citado en
Dognin, Paul-Dominique; Introducción a
Karl Marx, Universidad Católica Andrés Bello, p. 238, 239.
[46] Citada en Lord Acton, por José Carlos Rodríguez.
Puede leerse en el siguiente link: http://www.ilustracionliberal.com/34/lord-acton-jose-carlos-rodriguez.html
[47] Ante la
revolución comunicacional que hoy en día produce internet y demás tecnologías
por las cuales la información se transmite con mayor amplitud que en décadas
pasadas, no es de sorprender que los mecanismos
de control de los gobiernos reguladores y censuradores busquen perfeccionarse y
extender sus tentáculos hacia las modernas fuentes de difusión.
[48]
Von Mises, Ludwig; The Anti-Capitalistic
Mentality, Mises Institute, p. 55.
[50] Se encuentra
en su obra La República. Un resumen
específico del mito se puede leer en este link: http://es.wikipedia.org/wiki/Alegor%C3%ADa_de_la_caverna
[51]
Orwell, George; 1984, Secker and
Warburg.
[53] Citado en
Dognin, Paul-Dominique; Introducción a
Karl Marx, Universidad Católica Andrés Bello, p. 239.
[54] El relato de
Galeano acerca de la anécdota donde Birri expresa esas palabras, y la cita
completa, pueden verse en este video: http://www.youtube.com/watch?v=GaRpIBj5xho&feature=player_embedded
[55] Rothbard,
Murray N.; Hacia una nueva Libertad: El
Manifiesto Libertario, Editorial Grito Sagrado
[57] Barmat,
Norberto D.; Toma de decisiones racionales en el tratamiento de los conflictos,
Advocatus, p. 18
Es todo mentira todo lo que decís o tu interpretación del marxismo es absolutamente falsa. Por ejemplo cuando hablás del derecho ¿de donde sacaste que el derecho no es un instrumento de dominación? ¿Por qué "tu moral" hace al derecho más objetivo? ¿no es un acto fascista, dictatorial y totalitario imponer una moral "tuya" que te fue enseñada? La aplicación del capitalismo deriva en guerras, hambre, imperialismo y monopolio. En la PRACTICA las teorías desde Adam Smith hasta Keynes han demostrado tu falacia.
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