martes, 29 de diciembre de 2009

Educación No Formal

Educación no formal

Lo que hacemos en la Tnuá, desde nuestra posición de madrijim, es dar peulá. Brindamos educación no formal a los chicos dentro de un marco judío, donde pretendemos ser de ayuda para que forjen su identidad y afiancen los lazos de amistad que los unen.
El ser madrij te deja cosas, e implica otras tantas. Implica cosas, porque bajo nuestra responsabilidad, libremente asumida, está la tarea de educar y guiar a los janijim. Proporcionarles herramientas que construyan razonamientos propios, facilitarle elementos para la recreación, y formarlo para que pueda elaborar juicios y también debatir.
Y el ser madrij te deja cosas, te llena el espíritu de satisfacciones y gratas sensaciones. Porque, ¿qué puede ser más lindo para un madrij que ver unido a su grupo de janijim, y compenetrarse con ellos? ¿Qué puede ser más lindo que ir viendo como semana a semana, el vínculo se fortalece, y se sabe que se está en presencia de algo bueno? Ni hablar de lo que significa que un janij te pida tu jultzá.
Todo esto es la educación no formal. No sentamos a los chicos en bancos y disertamos para luego ponerlos a prueba tomándoles un examen. Hacemos actividades de manera distinta, bajo techo o al aire libre, con juegos y tareas, todo dentro de la informalidad.
Como dice Gusti Guelbert al referirse al ser madrij: “el madrij no lo sabe todo”. Si el janij pregunta algo que el madrij desconoce, queda como inquietud para que ambos investiguen para hallar la respuesta.
Ahora, si nos ponemos a pensar, invocando a la historia, nos damos cuenta que grandes maestros, acorde a algunos de los parámetros citados, han propiciado los que pueden ser precedentes de la educación no formal. Quiero citar al espléndido filósofo Sócrates, que transmitía conocimiento mientras caminaba seguido por personas que lo iban oyendo. U, ocasionalmente, paseaba por la plaza y escogía a cualquier caminante para platicarle, utilizando métodos como la ironía, resultando hasta molesto para quienes no querían soportarlo. Muy diferente a lo que hizo su discípulo Platón, que fundó una academia, formalizando la enseñanza a alumnos propiamente dichos.
Así vemos como rastreando en el tiempo encontramos claros ejemplos que sirven como precedentes a lo que hoy nosotros hacemos como madrijim. Estoy seguro que Sócrates también sentía satisfacción cuando lograba despertar la razón de las personas. En definitiva, esa era la finalidad de la ironía: que el sujeto llegara por sus propios medios, guiado por preguntas, al conocimiento. Además, apela a la misma clase de humildad que se señaló más arriba en el ser madrij, en su frase "Sólo se que no se nada". Como Sócrates, nosotros transmitimos, y sobre todo, guiamos.

Ezequiel Eiben - Hejalutz Lamerjav
2008

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