martes, 22 de diciembre de 2009

El espectáculo del antisemitismo

Este verano de 2009 hemos sido testigos de un atroz y bien financiado espectáculo. El artista invitado que dio funciones en todas partes llenando salas (y bocas atrevidas) fue el antisemitismo. Dicho de otra forma, hubo antisemitismo para todos los gustos, de todos los colores.
Lo dijo con cruda razón Marcos Aguinis al señalar que Israel es judío entre las naciones. Ya que fue justamente el conflicto palestino-israelí, que desembocó en la guerra y entrada de Israel en la franja de Gaza, lo que despertó ese tan arraigado antisemitismo, siempre latente, nunca durmiente. La decisión del Estado Judío de defenderse contra aquellos que amenazan su existencia fue lo que desató la oleada antisemita en Argentina y muchas partes del mundo. Y aunque suene temerario o arriesgado, hay que decirlo: el carácter judío de Israel despierta odios inconmensurables que se transmiten en protestas, y que más violentamente se manifiestan en agresivas marchas y múltiples ataques.

Se buscaron muchos motivos, se mintió descaradamente, se disfrazaron información y posturas. Ya nos estamos acostumbrando a ese enfoque moderno, de quien es antisemita e intenta disimularlo para no quedar demasiado mal: el antisemitismo que ahora se disfraza de antisionismo, pero no nos logra engañar a aquellos que nos tomamos las cosas de manera personal, como corresponde para un judío, y que de esta forma logramos descubrir ocultos designios en manifestaciones que aparentan ser meramente políticas. Porque una cosa es estar en discordancia con algunas decisiones del gobierno de turno israelí, y otra muy distinta es cuestionar su derecho a existir.

Las voces que se levantan clamando que Israel no debería existir, que Israel usurpó lo que no le pertenecía, son voces antisemitas. Son voces que no quieren que los judíos tengan su Estado. El espectáculo morboso que se vivió en Argentina, claro reflejo de la decadencia moral,de la falta de etica y de la ignorancia aberrante que azota al país, fue una fiel muestra en este 2009. Uno se pregunta, ¿cómo pretenden que los judíos le creamos a esos antisemitas que saltaron a las calles con pancartas, que solo son antisionistas, cuando profanaron el símbolo religioso judío? Equipararon al Maguen David con la cruz svástica, en un acto simbólico repudiable por donde se lo mire. Ellos que dicen ser antinazis, son antijudíos. El símbolo de la religión que profesa la creencia en el D-os todopoderoso, el amor al prójimo, el compromiso y la solidaridad social, resulta ser que es puesto con un signo igual a una cruz svástica, el escudo de un régimen feroz, esclavista, asesino, totalitario, fundamentalista y despiadado.

La postura antisemita antisionista que se vio en esas pintadas, en las manifestaciones, y en las marchas por las calles de Buenos Aires, Rosario, Córdoba y demás lugares, es la postura principalmente de muchos que no estaban precisamente allí. Son las ideas de dirigentes, políticos y odiadores que financiaron las marchas, que compraron la ignorancia de los que realmente portaban las banderas. El ejemplo que produjo igual gracia que indignación por ser el colmo de la chanchada política y moral, fue cuando le preguntaron a uno de los manifestantes que marchaba contra AMIA acompañado por personas vestidas como terroristas y flameando banderas de hezbolla, por qué estaba allí. Éste respondió que no sabía nada, simplemente le habían pagado 200 pesos. Gracioso, indignante, argentino.

Pero las ideas de otros que marchaban, independientemente de lo que piensen los financistas, no se quedan atrás. Los piqueteros de Quebracho, simpatizantes del terrorismo en Oriente Medio, no simpatizan con lo que tiene que ver con el judaísmo. No solo recurren a la violencia, sino también a las injurias y calumnias, a las mentiras descaradas. El líder Fernando Esteche afirmó que “hermanos de Memoria Activa” los acompañaban en su acto contra la sede judía. Y he ahí precisamente otro signo de antisemitismo y de querer escrachar a los judíos no solo en repudio a la política de Israel, sino también por ser judíos: dirigir un acto contra la mutual, que no es la embajada del país en cuestión. Ni que hablar del escrache a Elztain, el empresario al que le pintaron la puerta de su hotel insultándolo en su condición de judío.

Los antisemitas se agarraron de la excusa de protestar contra Israel para ventilar su odio contra los judíos. El caso Venezuela es de suma gravedad. Manifestantes irrumpieron en una sinagoga, sometieron a los guardias, permanecieron varias horas dentro provocando destrozos. En fin, otro espectáculo de daño material y moral en contra del pueblo judío. Las leyendas de “judíos vuelvan al ghetto” recorrieron los rincones de las ciudades de un país que, por culpa de la mentalidad de su presidente aspirante a dictador, va camino a ser considerado o mejor dicho ya es considerado un lugar peligroso para los judíos y uno de los polos actuales del antisemitismo mundial. Las despotricaciones de Chávez en contra de Israel y sus comentarios filosos para con la comunidad judía de su propio país no hacen más que demostrar que es un caradura protegiendo su negociado político con el régimen de Teherán. Una persona con dos dedos de frente que verdaderamente busque la paz y la justicia social, que reivindique a las clases bajas y pelee por los que menos tienen, ¿puede ser tan hipócrita de criticar a Israel y apoyar abiertamente a Irán? Si no somos ilusos, sabemos que no se podía esperar otra cosa del aspirante a dictador. Cómo iba él a defender la única democracia en Medio Oriente mientras tiene semejante oferta de Ahmadineyad, el aspirante a asesino nuclear, sometedor de su propia gente a un fundamentalismo con peores castigos que los de la época medieval. Así es obvio que tanto Chávez como Evo Morales echen a los embajadores de Israel de Venezuela y Bolivia y corten sus relaciones diplomáticas con el Estado Judío. Si no les gustan los judíos, y se sienten atraidos por quienes pretenden su exterminio, para qué relacionarse.

Igual, ese progresismo que supuestamente activa en pos de la causa palestina (cuando acabamos de ver que en casos concretos es netamente anti-israelí, antisemita y prodictatorial) hoy en día no es solo rasgo común en Venezuela y Bolivia. Si en Argentina no teníamos suficiente con grupos como Quebracho que activan defendiendo intereses de terroristas orientales, observamos como casi toda la izquierda parece olvidarse de Hamas cuando se habla de Gaza y solo se dedica a descalificar a Israel. La Izquierda argentina empapada de antisemitismo profundo reconoce a la causa palestina como propia, traslada los conflictos de Oriente Medio al territorio argentino y ataca a las instituciones judías. El rabino Sergio Bergman exclamó en una entrevista dada a La Nación que esos que querían activar por el conflicto en Medio Oriente debían viajar allí, y no causar en Argentina los revuelos que hicieron, porque en territorio nacional según el preámbulo se debía consolidar la paz interior. Esas palabras, sobre todo paz interior, no creo que puedan ingresar a oídos tan tapados de cerilla como los de Luis D’Elía, el vocero del terrorismo en Argentina, a quien le da lo mismo apoyar a Hamas, Hezbolla, Irán o cualquiera con tal de que la causa sea en contra de Israel. Aparte de ser antisemita hasta la médula, es un nuevo ejemplo de los ya incontables personajes de la izquierda que si quisieran ser de izquierda no podrían tranzar con los más cerrados y grotescos fundamentalismos que subyugan a enteras poblaciones. Pero bueno, se sabe que D’Elía es un agarrado del poder; hoy su negocio está ahí y mañana estará en otro lado. Por ahora sigue haciendo movilizaciones con Esteche y con el ex dirigente montonero Roberto Pernía contra la embajada de Israel por el conflicto con los palestinos. Una de las principales fuentes de vida que reciben estos agresivos dirigentes, además de plata de políticos y del gobierno propiamente, es la publicidad de los medios tendenciosos comprados por el oficialismo o por ellos mismos, para hacer de su supuesta causa palestina, una verdadera afrenta contra los derechos humanos de la comunidad judía argentina, que sufre discriminación, que ve en peligro su seguridad, que se quiere sabotear el normal funcionamiento de sus instituciones.

Ya se ha hecho referencia a este daño material y moral. Mas esos ataques producidos en el tiempo del conflicto palestino-israelí, en principio solo produjeron las desacertadas palabras de la titular del INADI, María José Lubertino: “Somos concientes de que Israel violó normas de derecho internacional y eso se le vino en contra”. Así justificó los ataques de los grupos izquierdistas a la comunidad judía argentina. Ése es el grado de reflexión y maduración sobre el conflicto que tiene la mayor referente de un instituto en contra de la discriminación. La decisión del Estado de Israel de atacar a Hamas va de la mano con que dirigentes y militantes argentinos tienen derecho a atacar a la comunidad judía. Me pregunto cómo reaccionará Lubertino si España o Italia entran en guerra y se producen ataques en contra de sus respectivas comunidades en suelo argentino. Ah no, pero ésto es especial, porque se trata de Israel, el país de los judíos. A ésto se lo debe mirar con una óptica diferente. Nos ponemos otros lentes a la hora de observar a Israel, y a todo lo que tenga que ver con los judíos. Y sobre todo la tan maligna ignorancia que regala malos tragos por doquier, juega su partido también aquí. Se confunde “israelí” con “israelita”, “hebreo”, “judío”. Lo que por supuesto lleva a sacar conclusiones erróneas. Si alguien no está a favor de una medida concreta y determinada del gobierno israelí, no debería atacar en la calle o ir a buscar a su casa a un judío. Ese tipo de agresiones son las que no pueden dejarse pasar considerándolas como expresiones que no son antisemitas. Porque sí son de corte antisemita.

Así estamos hoy, y así estaremos si no se toman medidas rápidas. La hasbará por parte de la comunidad judía es una necesidad imperante. La DAIA denuncia constantemente las expresiones antisemitas que van pululando por ahí. Hay que colaborar con el esclarecimiento de la información, con las explicaciones acerca de Israel y del judaísmo. Hay que defender lo nuestro, y combatir la ignorancia. La información debe llenar las cabezas y expurgar prejuicios puertas adentro y puertas afuera, en la comunidad judía y para el resto de la sociedad. Porque los maliciosos pueden capturar mal parado a un desprevenido y hacerle creer en serio que no tiene derecho a vivir, que su existencia nunca se debería haber dado, que es un mamotreto del imperialismo.

De lo contrario, si nosotros mismos no tomamos la posta y nos movemos, la pereza y el antisemitismo de los representantes de órganos e instituciones estatales no nos ayudarán en nada. Lubertino esperó críticas como las del Jefe de Gabinete Sergio Massa para presentar denuncias formales; el Ministro de Justicia y Seguridad Aníbal Fernández desmintió que hubiese un brote antisemita en Argentina. Si nosotros mismos, los judíos que creemos en el Estado de Israel y en el judaísmo, no los defendemos, directamente permitimos que las figuras como D’Elía tengan el camino allanado para seguir haciendo de las suyas. De las suyas y de las de Ahmadineyad, a quien hay que combatir.

El rabino Daniel Goldman afirmó que fue la propia comunidad judía la que transformó a D’Elía en el enemigo de renombre, en el sentido de que le dio más importancia de la que merecía. Yo no estoy completamente de acuerdo con ese pensamiento. D’Elía con sus seguidores y mantenedores coparon medios de comunicación, y sus marchas fueron violentas. Él cargó en contra de Israel y de los judíos; se ganó un repudio merecido por parte del judaísmo argentino. Él sólo quiso ser la contra, el adversario. En lo que sí creo es que no debemos magnificar a este personaje que quiere ser nuestro enemigo. No podemos poner a D’Elía a la altura de los verdaderos rivales que ha tenido el judaísmo a lo largo de la historia. No es un ser brillante en su pensamiento, no tiene razonamientos filosóficos que deslumbren, no puede ir más allá de la confrontación violenta en las calles y pantallas de televisión. Darle a D’Elía el status suficiente para juzgar a una cultura de mas de 5000 años sí es un error garrafal. Por eso pienso que no debemos dejar en el olvido lo que hace, porque causa daño y convence a ignorantes, pero tampoco debemos elevarlo a la calidad de villano que ostentan otras personas mucho más peligrosas, que sí han deseado y han tenido medios para hacernos desaparecer. En definitiva, le doy la razón a Goldman acerca de que D’Elía es un personaje comprable. Está más que claro. Más allá de su carga antisemita, sus códigos se hunden cada vez que se pelea y vuelve con el kirchnerismo.

Avanzando un poco más en los pasillos del museo donde se exhibe el antisemitismo, encontramos cuestiones verdaderamente más importantes que la de personajes comprables. La gala de argumentos antisemitas tiene en el cuestionamiento a la existencia del Estado de Israel una de sus mayores armas. Siempre es Israel el responsable de todas las guerras, el culpable de las masacres, el monstruo devorador de los pueblos árabes. El derecho a existir de Israel es permanentemente sometido a tela de juicio por algunos y directamente negado por otros como Irán. Ahora bien, en la prensa mundial este tema florece aún más cada vez que se produce una guerra. El último conflicto en Gaza no fue la excepción. “Fuera judíos de Palestina” constituyó una leyenda común y corriente durante los días del enfrentamiento.

Lo que varios deberían saber es que un 29 de noviembre de 1947 la Asamblea General de las Naciones Unidas aprueba la resolución 181, habiendo votado a favor el 58% de los países que componían la ONU. El Plan de Partición establecía la creación de dos Estados: un Estado Judío y un Estado árabe. A pesar de las críticas formuladas, la solución fue acatada por el sionismo y el Estado de Israel se creó. El Estado Palestino aún no es fundado, debido a que ciertas dirigencias están más preocupadas en destruir al Estado que se creó que en construir el que quedó en la nada. El sionismo representa una causa fundamental para el judaísmo mundial; bien lo expresó Ben Gurión: “Es el derecho natural del pueblo judío el ser dueño de su propio destino”. Israel se erigió en una fantástica obra judía, y los detractores quieren negarle su existencia. Lo importante aquí es saber que hay espiritualidad, cultura, política, legalidad, que afirma y reafirma la vida de Israel.

Reconocido el derecho del pueblo judío de tener su Estado en su Tierra, debemos enfrentar a estos descalificadores opositores. Se le echa la culpa a Israel de iniciar la guerra en Medio Oriente. El sionista Albert Einstein tiene una posición moderada al respecto, argumentando que el principal culpable del conflicto es el Mandato Británico, que impidió las buenas relaciones entre árabes y judíos, sembrando discordia entre ellos para impedir acuerdos y reforzar el yugo. Sin embargo, me parece inevitable culpabilizar con dolo directo a la coalición de ejércitos árabes que no se hizo esperar ni un día entero para iniciar su ataque en contra del naciente Israel. El Estado Judío combatió y ganó la Guerra de la Independencia, un motivo más para enorgullecerce y honrar a los que dieron la vida para que hoy disfrutemos Israel.

Es en Camp David, año 2000, que se perdió una oportunidad histórica. De esas que dificilmente vuelvan en tiempos venideros, ya que practicamente se aplasta todo un proceso forzándose a replantear las bases y empezar de cero. La negativa de Arafat para firmar la paz es una herida al corazón de la ilusión de tiempos más tranquilos en Medio Oriente. Seguramente habrán saltado los antisionistas antisemitas de sus asientos, protestando que Barack, por ser un militar, es facista o nazi. Nada más lejos, nada más desacertado para referirse a una persona brillante, con errores, pero brillante (y confieso que no estoy de acuerdo con su oferta de paz a Arafat, y la considero un error). Porque hasta el militar más condecorado de la historia de Israel puede llegar hasta lo último en un acuerdo para firmar la paz. Hasta ese militar puede representar la izquierda de un país en el Partido Laborista. Hay que superar esa visión de izquierda redentora del pueblo y militar represivo. En Israel hay corrientes que tiran a favor de la gente, de su bienestar y seguridad, presidida por militares. El Tzahal es un Ejército de Defensa, no de ataque, despojándo de fundamentos a los que tildan a Israel de expansionista, imperialista y genocida. Lo que sí se ha hecho es defender territorios conquistados en guerras y entablar negociaciones para devolverlos o administrarlos.
¿Van a culpar a Israel también de esa quebradura en las negociaciones de paz? ¿Hay gente en Argentina que protesta en contra de ese “no” histórico de Arafat con el mismo fervor con que protesta contra Israel? Lo que es seguro, es que hay gente que ni por un segundo deja de protestar contra los judíos. O de mentir en contra de ellos. Coincidió justo en el verano del morboso espectáculo mediático de 2009, la reivindicación papal del Obispo Richard Williamson, el negador del Holocausto. Para agregarle la frutilla al postre del espectáculo antisemita, el Sumo Pontífice, en el Vaticano, levanta la excomunión a un obispo con tesis negacionistas, tirando por el piso el enorme trabajo de Juan Pablo II. Los lefebvristas se ríen con este gesto inentendible de Benedicto XVI que entierra determinaciones del Concilio Vaticano II. Williamson dice no tener evidencias históricas de las cámaras de gas en el régimen nazi, que los judíos asesinados fueron “solamente” unos 200.000, que el rabinato internacional aumentó la cifra a seis millones para dar lástimas con la Shoá. Curioso que este tipo Williamson necesite pruebas históricas. Curioso que necesite pruebas científicas cuando pertenece a una corriente religiosa historicamente negadora y detractora de la ciencia. No sorprende tanto, porque el antisemitismo puede alcanzar dimensiones abismales. De más está decir que las evidencias históricas abundan. Williamson debería aceptar una invitación de la Primer Ministro alemana Angela Merkel para recorrer campos de concentración y conocer los medios de exterminio nazis. Los instrumentos de tortura, las cámaras de gas, los hornos crematorios, las fosas comunes, toda la barbarie nazi fue desnudada ante los ojos del mundo, y aún así no resulta suficiente para mentes cerradas y antisemitas como las de Williamson. No solo hay pruebas concretas materiales, sino también informes y confesiones testimoniales, como las de Eichmann. Y la propaganda nazi de la época demonizando a los judíos conduce a pensar que se los trataba acorde a lo que los consideraban. Los judíos no eran personas, sino bestias, demonios. Eran inhumanizados por las más maliciosas y macabras estrategias. Redistribuir Los Protocolos de los Sabios de Sión, libro que ya había rendido sus frutos en los pogroms soviéticos, colaboró con la tarea de concientizar al pueblo alemán acerca de la amenaza que los judíos representaban, y el destino de fracaso que le esperaba a la nación germana si no se deshacía de ellos. Los nazis imponían la creencia en la farsa de los Protocolos: el plan de los judíos de dominar el mundo no debía llevarse a cabo, antes había que liquidarlos.

En fin, este repaso por el antisemitismo obliga a extenderse más allá del mencionado espectáculo argentino versión 2009, que ya había tenido un antecedente reciente en 2006 con la segunda guerra del Líbano. Y ésto es así porque los argumentos que denigran a los judíos y a Israel están casi todos conectados, son clásicos, tienen tinte histórico, encima potenciados por los nuevos que van surgiendo en su incesante lucha para acabar con el pueblo de los 10 mandamientos, de la ética y moral, de los principios fundamentales de la cosmovisión occidental. Por más que en algunos momentos el antisemitismo da la impresión que se apacigua, los rebrotes están siempre a flor de piel. Basta con un fanático que no le gusten lo judíos o una decisión política cualquiera de Israel, para que se despierten nuevamente. Hay que estar atentos. El espectáculo 2009 por Gaza es reciente y sigue vigente. Como ya se dijo, en mayor o menor medida, el odio a los judíos está siempre latente.

Ojalá mi país Argentina no tenga que vivir a contrareloj; que su gente no deba correr a esconderse surcada por alarmas que anuncian detrucción; que misíles no le lluevan lanzados de forma indiscriminada contra población civil. Todos esos dramas los vive mi país Israel. Y no es nada bueno. Como argentino, quiero que mi comunidad viva en paz. Como judío, estoy atado espiritual, cultural, política y afectivamente a mi Israel, y también quiero que viva en paz. Como judío, tengo derecho a tener un Estado libre en mi Tierra. Como judío, mi país también será siempre Israel.

Ezequiel Eiben

Mayo 2009

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