miércoles, 23 de diciembre de 2009

Polacles

Polacles



El joven Polacles caminaba observando alrededor. Veía gente por aquí, gente por allá, gente en todos lados. Se preguntó qué sería de sus vidas, de sus sueños. Polacles creía en el destino reservado para el ser humano. Un camino ya trazado que sólo restaba recorrer. Muchas preguntas iban y venían por su cabeza, dudas e ideas acerca de la gente. Pensaba cosas tristes de esas personas. “Una vida triste, sumida en la pobreza y la injusticia”. ¿Era eso realmente una vida? En sus pocos años, el muchacho había gozado de experiencias satisfactorias, emocionantes. Experiencias que aquellas personas solitarias y apartadas solo podían imaginar. ¿Qué era entonces lo que los pobres hacían en el mundo? Trabajo duro y horas de desgarradores servicios, pero ninguna tarea desempeñada más allá de la mencionada rutina.
Los hombres importantes eran políticos, los fuertes eran guerreros, los inteligentes eran filósofos, los talentosos eran artistas. Y los pobres trabajaban. Construían todo lo que los ricos disfrutaban y alardeaban tener. De vez en cuando un pobre sacaba a luz su dote artística y expresaba sentimientos en una obra. Pero claramente, la mayor parte del tiempo a los carenciados se los explotaba con deberes. “Horroroso debe ser vivir en tales condiciones” pensó Polacles.
Siguió su camino sin rumbo definido, con la brisa fresca sonándole en los oídos. Finalmente se acercó a la sombra de un árbol y se echó a descansar. Cerró los ojos en busca de paz, mas las reflexiones invadían su cerebro.
-Te ves preocupado –le dijo una voz grave, que denotaba cierta edad. Polacles alzó la mirada y descubrió a un señor sentado a su lado-.
-Así es, mi buen amigo Meledeo. Lo estoy.
-Cuéntame entonces, si lo deseas, qué ocurre.
-Meledeo, si hay una persona de la cual nunca yo dudaría de su sabiduría y mucho menos me atrevería a contradecir, esa eres tú. Confío en ti. Dime ¿Qué es ser pobre? ¿Quién es pobre?
-Pobre… me temo que no hay una sola respuesta a tus preguntas. ¿Qué es ser pobre? Para el ojo humano, pobre es aquel que viste mal porque no tiene qué ponerse, es aquel que no puede permitirse gastar una moneda más, alguien que no come todos los días, y cuando come, come mal. Ahora hablemos desde el corazón humano. ¿Qué es ser pobre? Es no sentir amor. No amar al que tienes al lado, no honrar la vida, no creer en Dios. Es la falta de un motivo para seguir adelante. No alimentar tu espíritu con sentimientos positivos. Si no amas, por siempre sumido en la remota oscuridad vagarás. ¿Comprendes?
-Perfectamente –respondió Polacles asombrado. Nunca se había planteado la pobreza desde ese ángulo-.
-Bien –continuó Meledeo-. ¿Quién es pobre? El que es pobre para el ojo, no siempre es pobre para el corazón. Es más, sucede en varios casos que aquel que no posee recursos materiales para satisfacer necesidades, forja a partir de su constante lucha una fortaleza espiritual que le permite no solo subsistir, sino vivir. Vivir con humildad y orgullo. En ciertas ocasiones, el hombre que lo tiene todo materialmente hablando, no esta cómodo. Hay un vacío en su interior, afectivo, existencial, como sea.
-Siento mucha pena por los pobres. Y ahora que me lo explicas, también compasión siento por los que tienen todo y a la vez no tienen nada.
-Es un sentimiento humano que a veces sirve, la pena. El sentir pena por alguien nos puede mover a ayudarlo.
-Le pediré a los Dioses por sus almas, que sepan andar por el camino que les ha sido destinado.
-Yo también le he rezado a mi D'os para que la pobreza desaparezca de la Tierra. Lo que podemos hacer nosotros es contribuir a que se sientan parte de este mundo, y no marginados.
-¿Tu D'os te escucha Meledeo? Veo la desgracia y me pregunto si hay seres superiores que nos cuidan.
-D'os siempre escucha. Es como un amigo que en todo momento presta su oído para nuestras plegarias. Sí, D'os siempre nos protege.
-Es extraordinario como tu pueblo afirma la fe y vive con sus creencias. Está en su esencia. Es como un estandarte que flamea y convoca a todos a su alrededor en una unida comunidad.
-Así somos los judíos. Nuestra fe en D'os traspasa todas las fronteras. Nuestro pueblo vive con dignidad, y nuestra cultura nos identifica. Es algo nuestro.
-Son gente admirable, Meledeo.
-Gracias Polacles. Tú no debes perder la fe. El ser humano, en su insignificante existencia, puede realizar significantes cosas.
Y Polacles se fue pensando a su hogar qué cosa significante podría hacer para colaborar con los necesitados. Erradicar la pobreza era imposible. “Si estuviera a mi alcance lo haría con gusto, pero no puedo”. Le empezó a martillar la cabeza. “Vamos Polacles, piensa. Piensa profundo. ¿Qué de entre todas las cosas que no tienen los pobres, necesitarían más para poder ser considerada gente de la ciudad y no apartados sociales? Algo para que se manifiesten y así sean escuchados. Algo que les permita expresar su voluntad, la suya propia, para poder ser ellos mismos, y no entes que hablan por boca de otros y que obran por ambiciones de otros”.


La idea permaneció en la mente de Polacles mucho tiempo. Pasaron 20 años desde su conversación con el judío Meledeo, y Grecia no era la misma. Había experimentado un cambio substancial en su conformación como ciudad, en su régimen político y en su orden social. Y todo gracias a una persona.
Polacles en esas dos décadas se había dedicado a trabajar, a analizar, a filosofar, a probar, a comprobar. Un pensamiento alumbrado por inquebrantable voluntad y sostenido por sincero amor. Aquel muchacho que deseaba un cambio en su juventud, ayudó impresionantemente, y seguía contribuyendo. Ahora era un hombre grande, maduro, fortalecido, con estampa de solidez en su trabajo. Ocupaba nada más y nada menos que el cargo de gobernador de la polis. No eliminó la pobreza, no convirtió a los carenciados en personas con nivel económico medio, pero la obra de su vida fue más importante. Pensando en los pobres, le hizo un favor a toda la gente, tuviera dicha condición o no. Había instalado el sistema democrático, donde todas las personas de la ciudad tenían el derecho al voto mediante el cuál expresaban sus ideas, intereses, creencias. En este nuevo gobierno, el pueblo tomaba las decisiones, la intención de minorías y mayorías era puesta a luz y escuchada por todos. Fue así que los ricos tiranos de antaño que empañaban de corrupción a Grecia, fueron despojados de su poder y enterradas sus intenciones de sembrar súbditos para un reino de muerte, hambre y desamparo.
Polacles había estado en el lecho de muerte de su amigo Meledeo, y jamás olvidó aquel fuerte momento del cuál aprendió mucho.
-Y bien amigo, me toca partir ahora –le dijo cariñosamente el anciano, pasándole una mano amistosa por la cabeza-. Me voy con orgullo por haber sido un buen judío. Cumplí con lo que tenía designado por mi gente y mi historia.
-Aquí tienes a un alumno que te ama, y que recordará tus consejos como la mejor de las enseñanzas recibidas a lo largo de la vida.
-Eres privilegiado, Polacles. Tienes algo en ti, algo que me dice que estas llamado a ser un hombre destacado. Préstame atención por última vez, y ya te dejaré seguir libre. Para un judío, D'os es a quien se alaba. Es la Justicia Divina de D'os la que mi pueblo respeta y tiene como consigna. Las doctrinas y corrientes políticas fuertes que surgen, y que quieren regir con absoluta potestad sobre todo el mundo terrenal, son el peor mal que puede tener una sociedad. Cuando el Estado se transforma en un órgano que domina todo a su placer y no hay posibilidad de diálogo; cuando no escucha a la gente que gobierna, sino por el contrario les tapa la boca y las obliga a subordinarse por completo a una ideología feroz, ahí en ese momento la libertad se pierde y el ser humano no vive, sino sobrevive. La gente necesita tener un orden político para vivir con justicia, libertad y derecho. Pero recuerda muchacho, que el gobernador verdadero es D'os. La Ley de D'os está por encima de todo, y ningún sistema debe atentar contra ella, sino adaptarse a los principios del Creador de la Tierra. Espero que mi último aviso te sirva para tu futuro, Polacles. Lo vuelvo a repetir, serás un hombre destacado.
Dicho esto, besó al joven y su cuerpo murió en paz. Su alma ya iba viajando por cielos hermosos y estrellas resplandecientes.

Ahora Polacles llevaba aquellas palabras tatuadas en la frente y escritas con luz en su corazón. Cumplió fielmente con los preceptos de Meledeo, y el pueblo lo amaba. Veía en él a una figura imponente que había devuelto a la ciudad su tranquilidad, a la gente las ganas de seguir adelante. Y principalmente, los pobres lo querían porque gracias a él, eran considerados personas. La conciencia de la polis y sus miembros estaba limpia, y la discriminación que sufrieron en otros tiempos los carenciados ya no se sentía. El trabajo de Polacles era tan grande y magnífico, que perduraría en las generaciones posteriores. En países inmensos con millones de habitantes, la democracia sería elegida por excelencia para mantener la armonía entre los habitantes. Representantes de masas y grupos expondrían sus discursos y sus pedidos. El gobierno del pueblo permitiría la participación de todos y cada uno de los miembros de un país.

Y como a todo ser humano, a Polacles le llegó su hora. Cómodamente en su cama a la luz de una vela, miraba el techo, pero veía más allá. Pensó en toda su vida: sus conocidos, lugares, paisajes. Miró las largas canas que le caían como un símbolo de que el sendero caminado llegaba a su fin después de un arduo pero satisfactorio trayecto.
-Esta ha sido mi vida –le dijo a D'os, sonriendo-. Espero que como quería la voluntad de tu fiel Meledeo, yo haya cumplido y respetado tu Justicia. No se hacia dónde voy ahora, si al Cielo o al Hades. Pero se que no estaré solo, porque nunca abandonas. D'os siempre nos protege.

Ezequiel Eiben (2005)

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